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algo, no solo esquivó dar á los aliados una contestacion esplícita, sino que pidió al Cuerpo legislativo de Francia nuevos sacrificios de hombres y de dinero, con la esperanza de vencer todavía á la Europa y de obligar á la fortuna á volverle el rostro, que cansada ó enojada parecía haberle retirado. En vista de esta actitud de Napoleon, las potencias aliadas publicaron el célebre Manifiesto de Francfort (1.o de diciembre, 1813), que comenzaba con las siguientes frases: «El gobierno francés ha decretado una nueva conscripcion de 300.000 hombres. Los motivos del senado-consulto sobre este asunto son una provocacion á las potencias aliadas. Estas se ven precisadas á publicar de nuevo á la faz del mundo las miras que llevan en la presente guerra, los principios que forman la base de su conducta, sus deseos y su determinacion. Las potencias aliadas no hacen la guerra á la Francia, sino á la altanera preponderancia que por desgracia de la Europa y de la Francia el emperador Napoleon ha ejercido largo tiempo, traspasando los límites de su imperio. La victoria ha conducido los ejércitos aliados á las orillas del Rhin. El primer uso que Sus Magestades imperiales y reales han hecho de su victoria ha sido ofrecer la paz á S. M. el emperador de los franceses. » Manifestaban su enojo por no haber sido ésta aceptada, y concluian asegurando que no dejarian las armas hasta que el estado político de Europa se restableciese de nuevo.

En este intermedio, viendo Napoleon perdida su causa por el lado de España, y calculando lo que le convenia quedar desembarazado de esta guerra, resolvió entrar en relaciones y tratos con el monarca español, para él príncipe no más todavía, cautivo en Valencey. Al decir de los escritores franceses que se suponen mejor informados, Napoleon vaciló mucho entre comenzar dando libertad á Fernando, restituyéndole á España sin condiciones, esperándolo todo de su agradecimiento, ó negociar con él un tratado que le ligara á hacer la paz y á expulsar de España los ingleses. Lo primero, que habria sido lo mas generoso, y era lo mas sencillo, tropezaba con la sospecha del emperador de que el príncipe, viéndose libre en España, obrára como considerándose desligado de todo compromiso; lo cual, si en otro caso y persona se hubiera podido calificar de vituperable ingratitud, en Fernando no habria sido sino corresponder á la conducta y comportamiento que tantas veces habia tenido Napoleon con él y con toda su real familia. Lo segundo tenia el inconveniente de que el tratado no obtuviese la aprobacion de la Regencia ni de las Córtes españolas, como celebrado por quien estaba en cautiverio y no gozaba de libre voluntad, y de que los españoles no estuvieran tampoco de parecer de despedir á los ingleses.

Decidióse al fin á pesar de todo por lo segundo, y al efecto envió á Valencey al conde de Laforest, conse

jero de Estado, y embajador que habia sido en Madrid, bajo el nombre fingido de Mr. Dubois, con una carta para Fernando concebida en los términos síguientes: «Primo mio: las circunstancias actuales en que se ha»lla mi imperio y mi política, me hacen desear acabar de una vez con los negocios de España. La Inglaterra » fomenta en ella la anarquía y el jacobinismo, y pro›cura aniquilar la monarquía y destruir la nobleza para » establecer una república. No puedo menos de sentir en >sumo grado la destruccion de una nacion tan vecina á

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mis estados, y con la que tengo tantos intereses ma»rítimos y comunes. Deseo, pues, quitar á la influencia inglesa cualquier pretesto, y restablecer los vínculos de amistad y de buenos vecinos que tanto tiempo han >existido entre las dos naciones.-Envío á V. A. R. al conde de Laforest, con un nombre fingido, y pue»de V. A. dar asenso á todo lo que le diga. Deseo »que V. A. esté persuadido de los sentimientos de amor »y estimacion que le profeso.-No teniendo mas fin esta carta, ruego á Dios guarde á V. A., primo »mio, muchos años. Saint-Cloud, 12 de noviembre »de 1813.-Vuestro primo.-NAPOLEON. »

Llegó Laforest á Valencey el 17 de noviembre (1813), é inmediatamente presentó la carta del emperador á Fernando VII. y á los infantes don Cárlos y don Antonio, su hermano y tio. De palabra amplió después el enviado el objeto y pensamiento indicados en la carta, esforzándose mucho en ponderar el esta

do de anarquía en que se encontraba España, el propósito y plan de los ingleses de convertirla en república, el abuso que se estaba haciendo del nombre de Fernando VH., la necesidad de entenderse y concertarse para volver la tranquilidad á la península, y de colocar en el trono á una persona del carácter y dignidad de Fernando, y la conveniencia de tratar todo esto en secreto, para que no llegáran á frustrarlo los ingleses si de ello se apercibian. El príncipe manifestó la sorpresa que le causaban así la carta como el discurso, y que el asunto era tan sério, que exigia tiempo y reflexion para contestar. Solicitó y obtuvo al dia siguiente nueva audiencia el misterioso embajador, y como en ella añadiese que si aceptaba la corona de España que queria devolverle el emperador, era menester que se concertasen sobre los medios de arrojar de ella á los ingleses, contestóle Fernando, que en la situacion en que se hallaba, «ningun paso podia dar sin el consentimiento de la nacion española representada por la Regencia.» Y como en otras conferencias intentase Laforest estrechar más al príncipe, denunciando otros proyectos de ingleses y portugueses sobre el trono español, concluyendo por preguntarle, si al volver á España sería amigo ó enemigo del emperador, afírmase que contestó dignamente Fernando: «Estimo mucho al emperador, pero nunca » haré cosa que sea en contra de mi nacion y de su fe»licidad; y por último, declaro á vd. que sobre

»este punto nadie en este mundo me hará mudar »de dictámen. Si el emperador quiere que yo vuel>va á España, trate con la Regencia, y despues »de haber tratado y de habérmelo hecho constar »lo firmaré: pero para esto es preciso que ven»gan aquí diputados de ella, y me enteren de todo. » Dígaselo vd. así al emperador, y añádale que esto es »lo que me dicta mi conciencia (")».

El primer resultado de estas conferencias fué la siguiente carta que en contestacion á la de Napoleon puso el rey en manos del enviado imperial.

«Señor: él conde de Laforest me ha entregado la carta que V. M. I. me ha hecho la honra de escribirme fecha 12 del corriente; é igualmente estoy muy reconocido á lá honra que V. M. I. me hace de querer tratar conmigo para

(1) Advertimos á nuestros lectores que estas noticias están tomadas del opúsculo que con el título de Idea sencilta, etc. publicó en 1844, despues de venir el rey, su antiguo preceptor el canónigo don Juan de Escoiquiz, único que en aquella sazon podia informarnos de lo que Fernando hacia. La conducta ulterior de éste, y las condiciones y circunstancias del autor del escrito, deben entrar por mucho para juzgar de la verdad y autenticidad de las escenas que pasaron en Valencey con motivo de la mision secreta de Laforest. Escoiquiz dice que su relato está tomado de las apuntaciones que iba estendiendo de su puño el mismo monarca. Si en efecto hubiese sido asi, no se podria dudar de la autoridad. De lo que se

desconfia es de la exactitud del copiador.

Tiene sin embargo su esplicacion el que asi se condujese Fernando en aquellos momentos. No se le ocultaba la situacion desventajosa en que los sucesos habian ido poniendo á Napoleon, y supónese que el mismo párroco de Valencey, encargado de decirle misa y confesarle, cuidaba de enterarle de todo lo que le convenia. Los hechos pasados, y la vida misma de cautivo, le habian inspirado tal desconfianza, que recelaba ya de todo; sospechaha por lo mismo que toda proposicion que se le hiciera, llevaba el designio de envolverle en algun nuevo lazo. Pudo además tener un momento de conocer que, desprovisto alli de noticias ciertas sobre el modo de

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