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una política que se veia ser ruinosa, y la suerte de un reino que se veia caminar por sendas de perdicion. Lo peor era la mancilla que caia sobre lo que debe servir de espejo en que se mire el pueblo, la herida que se abria á la moral pública, la ocasion que se daba á calificaciones propias para desprestigiar el trono, y sobre todo, el mal ejemplo para un hijo á quien sobraba ya malicia para conocer, y faltaba generosidad ó prudencia para disimular. ¿Qué estraño es que Cárlos IV., tan confiado en la reina y en Godoy, confiára tambien en Napoleon, y creyera de buena fé que venia á hacerle emperador?

No queremos recargar las sombras del retrato de la reina. Pero culpable de la elevacion del favorito, causa y fuente de la animadversion popular, de los desaciertos políticos, de los disturbios domésticos, y de la cadena de desastrosas consecuencias que de ellos se derivaron; perseverante á tal estremo que si lo fuera en la virtud, como lo fué en la pasion, hubiera pocos tan recomendables modelos; nada cuidadosa de la cautela que tanto habria podido atenuar la fealdad del proceder; generosa en desprenderse de sus joyas para subvenir á las necesidades y peligros de la patria, y solo obstinada en no desprenderse de un afecto, que habria sido el sacrificio mas acepto á Dios, á la patria, y á los hombres, nos es imposible, aunque lo desearíamos, relevarla de la responsabilidad de las calamidades que de su conducta emanaron.

Menos culpable aparece á nuestros ojos el príncipe de la Paz como ininistro que como privado. Hémosle juzgado ya en el primer concepto. Funesta y vituperable como fué su política, podia nacer de error, y el error no es crímen; y hemos visto además que tuvo períodos de dignidad y entereza como diplomático, rasgos de acierto como gobernante, y arranques plausibles como administrador. Ni malvado en el fondo, ni de inclinacion tirano, solo aparecia lo uno ó lo otro, cuando alguno intentaba quebrantar y él pugnaba por mantener su valimiento. Cególe en la última época la ambicion, y no queriendo ni pensando vender la patria, la iba entregando á un dominador, y por hacerse soberano de una parte de la península ibérica, perdia á todos los soberanos y á todos los príncipes de ella, y caia él mismo envuelto en la ruina general: prueba grande de la ceguedad que padecía. Y asi y todo la privanza fué mas funesta que el ministerio, mas fatal el valimiento que el poder. Cabe consuelo y perdon para la pérdida de un trono por desgracia ó error en el gobernar; no cabe resignacion i indulgencia para el desprestigio del sólio por haberle á sabiendas mancillado. El mal ministro podia excitar el descontento y el disgusto del pueblo; el favorito provocaba su cólera y su enojo. Otros ministros que lo fueron con él, ó cuando él no lo era, podian compartir con él los desaciertos de gobierno; en los escándalos de la privanza no habia compartícipes, reflejábanse todos en él solo.

Las faltas del gobernante no habrian producido las discordias de la real familia; los favores del privado concitaban los celos y el ódio de príncipes y princesas; y estas discordias trajeron mas males que aquellas faltas. Godoy ministro hubiera podido traer sobre España una guerra de invasion; pero Godoy favorito, príncipe, almirante, pariente del rey, y mas íntimo amigo y confidente de la reina que su propio hijo, hizo que la invasion y la guerra encontráran flaco y quebrantado el trono, enemiga entre sí la real familia, desprestigiado y sin fuerza el gobierno, y todos anticipadamente sometidos al invasor.

Sobraban al príncipe Fernando motivos de justa animadversion hácia el valído de sus padres, y sobrábale razon y derecho para procurar su caida. Aspirára ó nó el de la Paz á representarle indigno del amor paternal, á privarle de la sucesion al trono, y aun á suplantarle en él; fueran ó nó exactos otros abominables propósitos que se le atribuian, no era menester tanto para atraerse la malquerencia del de Astúrias, y bastaban los escándalos del valimiento para que éste pugnára por alejarle del poder y por apartarle del lado de sus padres, y reducirle á la nulidad, y aun someterle á un juicio de cargos. Si á esto se hubieran concretado los conatos y esfuerzos de Fernando, habria procedido como príncipe pundonoroso, y obrado como príncipe celoso de la dignidad del trono, como heredero solícito de la integridad de sus derechos, y como

hijo cuidadoso de la honra paterna. Pero poner de manifiesto las flaquezas de sus reyes y de sus padres por desacreditar al valído, como lo hizo en mas de un documento célebre; pero sacar á plaza, mas de lo que ya estuvieran, las miserias interiores de la régia cámara so pretesto ó con el fin de hacer patente la criminalidad de las intimidades del privado; pero solicitar de un soberano estrangero como la suprema felicidad la honra de poder llamarse su hijo mas obediente y sumiso; pero pedirle como la mas señalada merced y el mas insigne favor que le otorgára por esposa una princesa de su imperial familia, la que fuese mas de su agrado, y poner en sus manos toda su suerte, que era como poner la del reino, y todo esto á espaldas y á escondidas de sus reyes y de sus padres, como lo hizo en las famosas cartas; pero tramar después ó consentir en tramas y conjuraciones para escalar anticipadamente el sólio en que se sentaba todavía el autor de sus dias, como se vió por los papeles tristemente hallados en la celda de San Lorenzo, esto revelaba un príncipe cual no queremos definir, y un hijo cual queremos dispensarnos de calificar.

Tuvo Fernando la desgracia, en aquella edad juvenil, pero ya no de la imprevision, de rodearse de onsejeros imprudentes. Que su esposa María Antonia se adhiriera á su partido y á sus intereses, y cooperára activa y eficazmente con él á la caida del privado, nada mas natural ni mas razonable. Pero los medios

que para ello empleó no podian ser ni mas impolíticos ni mas propios para atizar, cuanto más para apagar, el fuego de la discordia. Por derribar al valído atribuia proyectos criminales á los padres de su esposo, y á su vez era ella acusada de planes no mas inocentes contra sus soberanos. Conspirando desde el palacio de Madrid en favor de los ingleses, enemigos entonces de España, y contra Napoleon, aliado entonces de los monarcas españoles, descubierta por el emperador su correspondencia secreta con su madre la reina de Nápoles en que esto constaba, hizo á Napoleon mas enemigo de Fernando á quien queria salvar, y mas amigo de Godoy á quien intentaba destruir. Murió la joven princesa de Astúrias dejando en peor estado la causa de su marido.

El canónigo Escoiquiz, el ayo y maestro de Fernando, su consejero y confidente mas íntimo, y el gefe y como caudillo de sus partidarios, con infulas de hombre de letras, porque tenia algunas más que otros de los de su bando, con pretensiones de político, y con la presuncion de poder ser un Fenelon de príncipes, era una de esas presuntuosas medianías, de esos hombres seudo-sábios que parecen destinados á convertir en malas las mejores causas, y á perder á los que por debilidad ó por escasa penetracion tienen la desgracia de tomarlos por Mentores. Por su consejo se trocó indiscreta y repentinamente la política de Fernando de inglesa en francesa; él fué el instigador TOMO XXVI. 16

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