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rias españolas, y entre ellos, y sobre ellos, aquel D. Jaime el Conquistador que con su espada, como Alejandro, ganaba las batallas que debía narrar luego, como César, con su pluma, y aquel D. Pedro el Grande, debelador y libertador de Sicilia, propugnador del Pirineo, vengador de Provenza, desvelador de patrias libertades, á quien Boccacio hizo héroe de una de sus más peregrinas novelas, y de quien Dante, en su poema inmortal, resumiendo en un verso afortunado todas las grandezas, todas las glorias y todos los honores de aquel Monarca valeroso, dice que

d'ogni valor portó cinta la corda.

Y no vale decir que con esto recordamos cosas ya olvidadas, instituciones ya caducas, monumentos viejos y antiguos. Todavía viven y vivirán. Ejemplos provechosos y grandes enseñanzas pueden dar á los patricios y políticos modernos. El cedro, cuánto más secular, más savia tiene.

Magistrados de la siempre heroica Zaragoza, representantes de las altas clases de Aragón aquí reunidos, pueblo aragonés aquí convocado, y vosotras, nobles y hermosas damas, las que con vuestros atractivos venís á dar calor y luz á este concurso; vosotras, las que sois inspiración del poeta, genio del artista, aliento del héroe, consuelo en el infortunio, esperanza en la empresa, astro en la prosperidad; vosotras en cuyo corazón reside el germen de toda virtud y el sentimiento de todo amor, así como, en vuestros ojos brilla el rayo de toda luz y en vuestros encantos la luz de toda belleza; vosotras, herederas de las virtudes y gallardías de aquellas damas aragonesas que igualaron, si es que no superaron, á las matronas romanas;

vosotras las llamadas á influir en el ánimo de vuestros prometidos, de vuestros esposos y de vuestros hijos para guiarles siempre por la limpia senda del honor y del deber; vosotras, finalmente, estrellas fulgurantes en nuestro cielo, flores de colores gayos en nuestra tierra, aves de batientes alas en nuestra atmósfera, ángeles de amor y de paz en nuestros hogares; vosotras, de entre las cuales va á salir la todavía desconocida dama que, proclamada por el poeta vencedor, ha de ser hoy nuestra soberana, y á la que, como representación de todas vosotras, reina de amor, de belleza y de cortesía, veremos subir á ese trono precedida por los heraldos, escoltada por los maceros de la ciudad, rodeada por los pajes, aclamada por todos cuantos estamos aqui congregados, y cuya soberanía en absoluto aceptamos: vosotros, pues, magistrados ilustres de Zaragoza, representantes dignísimos de los que constituyen sus antiguos Brazos, y vosotras, bellas y garridas damas, no olvidéis nunca, jamás, las enseñanzas de nuestra historia, los ejemplos de nuestra raza, las virtudes de nuestros mayores, quienes practicaron en realidad de verdad el Patria, Fides, Amor, que como señera de alianza levantan hoy los modernos árcades de los Juegos Florales: el amor, como emanación exquisita del alma en el hogar, en la familia, en la vida, en la humanidad; la fe, como sentimiento levantado y fortaleza de la virtud y del ánimo; y la patria, la patria bendita, nido de todo amor y manantial de toda fe, aliento de toda esperanza, reparo de todo agravio y madre de todas las virtudes y de todos los honores.

Y por esto, al llegar, ya por fin y para ventura vuestra, al término de mi discurso, acúdeme de repente á la memoria y saltéame la tentación irresistible de concluir con unos versos que aprendí á murmurar en mis mocedades, cuando recorría las

riberas de vuestro Ebro en compaña de vuestro inolvidable Jerónimo Borao, y que así dicen:

Virgen del Pilar clemente,
Madre de Dios soberana,
oye el voto que, ferviente,
te eleva mi corazón.

Haz que siempre, siempre, siempre,
Aragón sea de España,

y yo siempre, siempre, siempre,
y yo siempre de Aragón.

NOTA DEL EDITOR

Para mayores noticias acerca de los Juegos Florales, de los trovadores provenzales y de los poetas catalanes, así antiguos como modernos, se pueden consultar otras obras del autor, principalmente la titulada Los Trovadores, cuya primera edición (la más completa) se publicó en Madrid el año 1878 (editor Rivadeneyra, 6 tomos), y su segunda edición en 1882 (tomos III, IV, V y VI de las Obras completas del autor, 4 vol., Madrid, Imp. de Tello).

En estos momentos, agotadas ya estas ediciones, se está preparando otra tercera.

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