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SEÑORES ACADÉMICOS:

A vuestra bondad, que no ciertamente á mis merecimientos, por demás escasos, y á otro móvil quizá también, en vosotros patriótico y levantado, al deseo de que pudieran tener aquí legítima representación las literaturas regionales que son honor y timbre de nuestra patria española, es solamente á lo que debo, suma gloria para mi, la honra de presentarme à ocupar hoy el sillón en que el ilustre Académico D. José Selgas y Carrasco hubo de sentarse un dia, con aplauso tan universal y solemne, como unánime y profundo fué el duelo que por su muerte sintieron, y sienten todavía, y aun han de sentir todavía más, las letras nacionales.

Por lo que á mi gratitud atañe, señores Acadé- · micos, sólo puedo deciros que es tan grande como grande fué vuestra benevolencia, único medio posible de que abrirse pudieran para mí las puertas de la Academia. Y por lo que toca á mi noble antecesor el Sr. Selgas y Carrasco, ¿qué puedo deciros de él que antes vosotros no hayáis sentido, y que consignado no hayan antes con crítico elogio la prensa periódica, con panegirico recuerdo la opinión pública, con solemne manifestación las letras patrias?

Fué escritor correcto, hablista puro, poeta gallardo, prosista superior, selecto literato, de agudo ingenio y de ática forma. Nació para vivir siempre. Su nombre quedará consignado en el libro de ho

nor de nuestra literatura, que no es fácil, ni posible, escribir la historia de nuestras letras, sin recordar al que en poesía contendió con los primeros, al que sobresalía como prosista entre los de más talla, y al que inició en España un género que alcanzó propaganda y tiene escuela. Pertenecía Selgas al reducido número de los que piensan y escriben, no con el ajeno, mas con el propio discurso, y era de aquella singular progenie de literatos á quienes el voto público otorga derecho de ser alzados sobre el pavés.

Indiqué antes, señores Académicos, cuál debió de ser el secreto que en vuestra bondad pudo influir para señalarme asiento à vuestro lado, ya que por propios méritos no lo tuviera, y esto me induce á escoger, para proposición de este acto, un tema que nos obligue à discurrir sobre el significado é importancia de las literaturas regionales, y á examinar un grave problema, á cuya resolución hay que ir con inflexible pero prudente firmeza.

Aquellos yerran que al escribir la historia de las letras españolas reducen todas sus glorias á la literatura castellana. Eximia es ésta y superior, como puede serlo la primera y más principal del mundo, en el que acaso no reconoce rival; basta ella sola para gloria de una nación, siquiera sea ésta la poderosa España; pero mayor ha de ser el timbre y más de envidiar el lauro, si ya con cinco literaturas, que no con una sola, puede nuestra nación presentarse á contender en el palenque ó concurso de las naciones literarias.

Las provincias catalanas, con Valencia y las Baleares, tienen una literatura. La tienen los éuskaros, los gallegos y los astures.

De estas literaturas, llamémoslas regionales, no se dice tal vez todo lo que se debiera por lo mucho que ellas valen y merecen. Es, quizá, que son poco conocidas, y, por lo mismo, poco estudiadas.

Prescindiendo aún de la lusitana, que en el haz se encuentra de las glorias y de las literaturas ibéricas, no se pueden pasar en silencio esas otras que escritas están en lenguas que no dejaron de contribuir, y poderosamente alguna de ellas, á formar la hoy magistral y solemne lengua castellana.

Esto sucede al bable, al gallego, al mismo catalán, este último en su calidad hereditaria del provenzal; aun cuando no así suceda con el éuskaro, que, por una especie de milagro, cuando no sea por una gran fortaleza y conciencia de superioridad, vive independiente, primitivo y libre, sin trato, ni roce, ni confianza con sus vecinos, en medio de todos esos dialectos romances que se formaron al descomponerse la lengua del Lacio.

De cualquier manera, glorias españolas son, y legítimas, y puras, como de patriarcal y honrado abolengo todas.

¿Qué nación, por opulenta y poderosa, dejaria de aceptar como joyas de su literatura nacional esas bellas poesías en todos géneros, y en los diversos dialectos de la lengua éuskara escritas, que anuncian una robusta vitalidad poética en la raza varonil de esos hijos de Aitor, que se llaman, y lo serán sin duda, los últimos iberos, y que pretenden tener, y acaso la tengan, una lengua prehistórica, no por menos conocida más desdeñada, ni por más desdeñada menos maravillosa?

El movimiento literario de la moderna Euskaria, pueblo de aborrascada historia, se revela con todo el vigor de la juventud y de la lozanía.

Cataluña llevó á aquel país la institución de los Juegos Florales, y esos certámenes literarios dieron vida y actividad á toda una raza de poetas que indolente permanecía, o dormida, en aquellos rientes y pintorescos valles, tan á menudo cruzados por arroyos de sangre fraternal, que el mar Can

tábrico besa con sus espumas oceánicas y cierra el abrupto Pyrene con sus riscosas soledades.

No blasona de remota antigüedad la poesía éuskara: moderna es, de nuestros dias; pero sus poetas están cortados á la antigua, nacen formados y adultos, con los brios mismos y desfogues que pudieron tener los autores de aquel famoso Canto de Altabiscar, que podrá ser más o menos antiguo, lo cual no es para debatir en este instante, pero que, más antiguo ỏ más moderno, es un monumento de gloria con sobra de ésta para enriquecer á toda una serie de generaciones literarias 1.

Más justas pretensiones tiene á la antigüedad la literatura gallega. Sus títulos son legitimos, sus blasones honrosos, heredada su historia, puras sus tradiciones; y su idioma, el más dulce acaso que se conozca para cantar las tristezas y dolores de un alma herida, podrá ser efectivamente un dialecto, como se empeñan muchos en llamarle, pero es el dialecto al que cabe la honra de haber engendrado la lengua portuguesa. En habla gallega cantó sus loores à la Virgen Soberana el rey D. Alfonso X con sus inmortales Cantigas; en habla gallega moduló sus dulces endechas de amores el triste Macías, y en habla gallega probó á escribir la primera y, por consiguiente, más antigua poesía que puede presentar la historia literaria de estos reinos, el trovador provenzal Rimbaldo de Vaqueiras 2. La moderna literatura gallega, por lo que toca á su lírica especialmente, tiene ya derecho á ser reconocida y honrada. Al escribir los fastos de nuestras modernas letras españolas, no se puede prescindir de dar ya á esa literatura el puesto de honor que le corresponde, digna y gallardamente conquistado por los hijos del Miño en obras superiores y valiosas, algunas de las cuales están destinadas á alcanzar la vida que el tiempo concede á lo que es merecedor y digno de vivir con él.

También en esa noble región galaica asentaron su real los Juegos Florales, que con su histórica divisa de Patria, Fides, Amor, allí llevó la propagante Cataluña; también al calor de esas justas poéticas, que facilitan á todo movimiento literario los medios de difundir la se de su realeza y de su vida, nuevos poetas han surgido reclamando con su existencia el derecho á la existencia; pero no debe, sin embargo, Galicia su moderna é inspirada lírica sólo á esos certámenes. Vivia ya la poesía en su seno, germinaba en sus entrañas, estaba en la cripta de su apóstol, que acudían á visitar romeros llegados de todas las partes del mundo, en su propia lengua dulce y armoniosa como el son de la lira que hiere el plectro, en sus iglesias románicas y en sus mares extensos, en sus deliciosas florestas y en sus cielos aborregados, en esa misma nostalgia que, por un arcano inexplicable, es común á los hijos que abandonan la patria gallega y á los que en ella permanecen. Sólo necesitaba su poesía un impulso, sólo necesitaba revelarse, para nacer dulce, rica, briosa, sonora, como es fama, según añejas tradiciones, que existía el oro en las entrañas de un monte sagrado que se alzaba en sus fronteras, oro que ni à costa de los más rudos trabajos conseguía encontrarse, pero que brotaba espontáneo, en abundante y caudaloso criadero, como presente de los dioses, cada vez que el rayo bajaba å herir la tierra 3.

Al otro lado de los montes herbáseos, existe un pueblo á quien da singular origen una tradición poética. Cuéntase que, cuando la destrucción de Troya, la Aurora, deshecha en lágrimas, envolvió bajo los pliegues de su intensa cabellera al griego Astur y á sus compañeros, y, hurtándolos al desastre, los trasladó á una comarca ibérica, orillas de un rio que de su nombre se llamó Astura, y hoy es el Ezla. Esta raza, de tan literario origen,

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