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gente D. María Cristina, la Serenísima Señora Infanta Duquesa de Montpensier y las poetisas D.a María Mendoza de Vives, D. María Josefa Massanés de González, D.a Victoria Penya de Amer, y muchas nobles damas de la más alta sociedad barcelonesa.

Los poetas que han recibido el glorioso título de maestros en Gay Saber por haber ganado los tres primeros premios de reglamento, son, proclamados por este orden: en 1861 don Víctor Balaguer, en 1862 D. Jerónimo Roselló, en 1863 don Joaquín Rubió y Ors, en 1866 D. Mariano Aguiló, en 1867 D. José Luis Pons y Gallarza, en 1868 D. Adolfo Blanch, en 1869 D. Francisco Pelayo Briz, en 1871 D. Jaime Collell, en 1873 D. Tomás Forteza, en 1874 D. Francisco Ubach y Vinyeta, en 1875 D. Federico Soler, en 1877 D. Angel Guimerá, en 1878 D. Dámaso Calvet, en 1880 D. Jacinto Verdaguer, en 1883 D. José Franquesa, en 1885 D. Ramón Picó y Campamar, en 1887 D. Terencio Thos y Codina, en 1890 D. Joaquín Riera y Bertrán y D. Jacinto Torres y Reyetó, en 1892 D. José Martí y Folguera y en 1893 D. Fernando Agulló,

FRATERNIDAD LITERARIA

FRAGMENTOS DEL DISCURSO

QUE PRONUNCIÓ EL AUTOR COMO PRESIDENTE DEL CONSISTORIO DE LOS JUEGOS FLORALES DE 1868, EN EL ACTO DE CELEBRARSE EN BARCELONA EL CERTAMEN POÉTICO DE AQUEL AÑO, CON ASISTENCIA DE TODOS LOS POETAS CATALANES, DE LOS CASTELLANOS, REPRESENTADOS POR D. JOSÉ ZORRILLA, D. VENTURA RUIZ AGUILERA Y D. GASPAR NÚÑEZ DE ARCE, Y DE LOS PROVENZALES, REPRESENTADOS POR FEDERICO MISTRAL, EL PRÍNCIPE BONAPARTE - WYSE Y LUIS ROUMIEUX.

(Traducción del catalán.)

Quien no ama á su provincia, no ama á su nación.

EXCмO. SEÑOR:

Dentro de pocos años hará cinco siglos que se instituyeron los Juegos Florales en Barcelona.

Se ve, pues, que hace ya tiempo que nuestros poetas aprendieron á cantar entre el ruido de las artes mecánicas y de los talleres, y ejemplo bastante es éste para demostrar que en Barcelona supieron siempre unirse en fraternal consorcio la poesía y la industria, las letras y las artes; es decir, el espíritu de la inteligencia, que es la llama del progreso moral, y el espíritu del trabajo, que es la luz del progreso material.

Los Juegos Florales fueron instituídos bajo la protección del señor rey D. Juan I, el amador de la gentileza, por los discretos y honorables caballeros Luis de Aversó y Jaime March, que, hallando las raíces de la institución en Provenza,-tierra que desde luengas edades vienė siendo espejo de caballeros y cuna de poetas,—supieron inspirarse en el Consistorio de Tolosa y trasplantaron á tierra catalana la flor de la gaya ciencia que ufanosa crecia en tierra provenzal.

La semilla que trajeron debía producir frutos deliciosos, abonanzada aquí por el cultivo.

De Provenza, pues, nos llegó el primer hálito de la poesía en alas de los vientos de la fraternidad. Provenza fué el Oriente de la literatura catalana, y siempre del Oriente vino la luz.

Algunos años más tarde, la institución de la Gaya Ciencia parecia decrecer y desmayar, á causa principalmente de los sacudimientos políticos que tuvieron lugar en estas tierras, promovidos por los sucesos que precedieron y siguieron al eternamente memorable Parlamento de Caspe. Entonces fué cuando un hombre de genio poderoso y de miras superiores á su siglo vino á robustecerla, á protegerla y ampararla, á darle nuevo vigor y nueva vida.

Aquel hombre, aunque originario de este país y conocedor de él, era un castellano y llamábanle don Enrique de Villena.

Vino D. Enrique de Villena á Barcelona, tomó bajo su amparo y protección los Juegos Florales y por él nació esta institución á nueva vida.

En un palacio de Barcelona, quizá en el mismo en que hoy estamos reunidos, se congregaron entonces en amante fraternidad dos literaturas, la castellana y la catalana.

La literatura castellana venía, y es preciso consignarlo, no para hacer sombra á la catalana, no para disputarle los laureles del triunfo y los premios de la victoria: venía con D. Enrique de Villena y con los demás nobles literatos que le acompañaban, para revivir el aliento de la musa catalana, para recordarle que estaba llamada á grandes destinos, para aplaudirla y darle fuerza con sus plácemes; venia á inspirarse con ella y de ella; venía á reconocerla como literatura maestra; venia, no en nombre de la rivalidad, á crearle obstáculos, sino noble, hidalgamente, en nombre de la santa fraternidad, á darle el ósculo de paz y á facilitarle el camino por el cual, sin entorpecimientos, pudiera marchar directamente al alto fin que se proponía.

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