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SEÑORES:

No es la elocuencia, no, como os ha dicho don Teodoro Llorente, lo que vais á oir. No por cierto: Teodoro Llorente es un gran poeta, orgullo y prez del renacimiento lemosin cuando canta en la lengua de Ausias March, cuyos secretos y dulzura pocos como él conocen y poseen, gloria legítima de la patria española cuando escribe en el sonoro idioma de Fr. Luis de León y de Cervantes, cuya clá- . sica estructura pocos como él dominan. Teodoro Llorente es un poeta, y, como tal, propenso al entusiasmo; pero es también mi amigo, mi amigo y hermano de corazón, y, como tal, propenso á la benevolencia. No le creáis, pues, y vais de ello á

convenceros.

No es la elocuencia, como él os dijo, lo que vais á oir.. Lo que vais á oir en mi es el corazón; el corazón que hierve, que se agita, que se rejuvenece ante el espectáculo solemne que á mi vista se presenta, y que no sabe cómo comenzar, ni qué ideas emitir para expresar con fidelidad los sentimientos que en este instante le mueven.

Grandioso espectáculo, repito, el que á mis ojos se ofrece. Aquí está Valencia; Valencia, representada por su noble Municipio, sucesor y heredero de aquellos antiguos beneméritos prohombres que tan alto puesto ocupan en la historia de las libertades populares; Valencia, representada por sus ciudadanos y hombres de paraje, hijos de aquellos

con quienes departían amigablemente y á cuya mesa se sentaban los grandes reyes de la Corona de Aragón; Valencia, representada por sus hombres de ciencias, de letras y de artes, que con su talento se han conquistado honrosa nombradía; Valencia, finalmente, representada en su bello sexo por esa corte de hermosas y elegantes damas que si ahora fuesen vistas, aqui, juntas todas y reunidas, por un árabe de nuestros tiempos, maldeciría la hora fatal en que sus padres se vieron obligados á abandonar el suelo donde nacen las mujeres más hermosas de la tierra.

Ante esta concurrencia y ante este espectáculo, me siento asombrado, y orgulloso al propio tiempo de llevar la voz en nombre de la sociedad del Rat-Penat. Podrá contar esta asociación un año solo de vida, como se ha dicho; podrá ser, por consiguiente, muy joven, pero no lo parece; de tal manera se presenta ya robusta y fuerte, nutrida y poderosa. Le ha bastado sólo nacer para alcanzar gloria. Ha nacido, como nació de repente y ya formada la antigua Valencia en tiempo de D. Jaime: gloriosa, potente y libre, Minerva del Cristianismo.

De esta sociedad forman parte jóvenes de glorioso porvenir, cuyo corazón rebosa en entusiasmo; hombres de edad madura, cuya inteligencia ha dado ya ópimos frutos; todos unidos con la idea de ofrecer una gloria más á Valencia, la del renacimiento de su literatura lemosina. ¡Bien haya esta asociación creada para vida y esplendor de lo que el hombre tiene de más selecto, la inteligencia! ¡Bien haya esta asociación que, como la de los Juegos Florales de Barcelona, reune en un campo neutral, oasis risueño y deleitoso de la vida, á los hombres de todas las ideas y de todos los partidos, para que todos aúnen sus fuerzas y contribuyan á la glorificación del lema que es ya expresión y divisa de todoslos Juegos Florales, la patria, la fe y

el amor, trilogia sublime y santa á la que responden el sentimiento, la vida y el corazón de todos!

¡Que por luengos años de paz y de ventura se puedan renovar estos Juegos Florales, para gloria de Valencia y honra y orgullo de la patria común!

Y al expresar este voto, recuerdo que precisamente en estos días mismos, quizás hoy mismo y á esta hora, nuestros hermanos los poetas de Galicia celebran sus Juegos Florales en Pontevedra.

Señores, no tendrá tal vez nada de extraño lo que voy á deciros, pero á mí me parece hallar en ello algo de singular y providencial.

Dos hombres, unidos por el doble lazo de una verdadera amistad y de un mismo partido político, llevando los dos en su pecho la honrosa medalla de una misma Academia española, salimos de Madrid en los mismos días, dirigiéndonos cada uno á un extremo de la Península, y entrambos con idéntico objeto é igual idea. Uno de ellos, que figura dignamente entre los primeros pensadores y los primeros oradores parlamentarios de la España moderna, D. Antonio Romero Ortiz, ha ido á prestar su concurso valioso á los Juegos Florales que en lenguas castellana y gallega se celebran no lejos del cabo de Finesterre, á orillas del Atlántico, y en las pintorescas comarcas de Galicia. El otro, más humilde ciertamente, ha venido aquí, á los Juegos Florales del Rat-Penat, que se celebran á orillas del Mediterráneo y en los encantados vergeles de Valencia, la Valencia aquella que los árabes llamaban el jardín de España, donde los días son espléndidos de sol y ricas las noches de perfumes, donde las flores tienen colores y aromas como pueden sólo tenerlcs las flores de los soñados edenes del Profeta, donde la belleza y los ojos de las gallardas doncellas valencianas no tuvieron nunca más rivales que las estrellas de su cielo y los rayos de su sol.

Romero Ortiz y yo, ambos partimos con idéntica misión: él para presidir los Juegos Florales de la región gallega, que desde la antigua Pons Vetus, costeando el Océano, envían en lengua hermana un saludo de fraternidad y amor á nuestra querida Lisboa, á la cual, por otra parte, y al rendirle el tributo de sus aguas, lleva ya el Tajo la ola nacida en las sierras de Aragón, y perfumada, al atravesar Castilla, por los jardines de Aranjuez y de Toledo; yo, para presidir los Juegos Florales de la región lemosina, que, desde la ciudad del Cid y de D. Jaime, y también en lengua hermana, envian un saludo cordial y cariñoso á las Islas de Oro y á Marsella, en cuyas costas, al romperse las olas del Mediterráneo, parecen murmurar antiguos cantos provenzales.

¿No encontráis en esto, señores, algo de singular y de especial? ¿No encontráis que las Academias de Castilla, al enviar á uno de sus más ilustres miembros y más preclaros talentos, como el señor D. Manuel Cañete, à presidir el certamen de Montserrat, á Romero Ortiz à presidir el de Galicia, á mí á presidir el de Valencia, dan á entender que Castilla tiene amor para todas las literaturas peninsulares, y que á todas abre sus brazos, y que todas deben contribuir al engrandecimiento de la patria española y á la gloria de la patria ibérica?

¿Qué hay detrás de esas literaturas que se despiertan? ¿Qué, detrás de esas lenguas que se creían muertas, y que hoy viven y hablan? ¿Qué, detrás de esos renacimientos peninsulares que se mueven, y se agitan, y bullen, y marchan?

Yo no lo sé, yo no quiero saberlo. Respetemos los secretos del porvenir, pero contribuyamos todos á hermanar los hombres, las regiones y las lenguas; y cuando el porvenir llegue à fijar sus decretos y sus leyes, que halle en buen hora regiones distintas y hombres distintos y distintas hablas,

que así debe ser y así es forzoso que sea, según destinos inmutables, para la variedad indispensable dentro de la unidad necesaria; pero que nos halle á todos movidos por un mismo pensamiento y dentro de una misma inspiración de amor, de patria, de fraternidad y de paz.

Y voy a terminar, que impacientes habéis ya de estar todos por oir el nombre del primer poeta premiado á quien toca, gloria verdaderamente envidiable, el alto honor de elegir á la reina de la fiesta. Voy, pues, à terminar con un saludo y una expresión del alma.

Yo saludo al pueblo de Valencia en la persona del digno alcalde y en la noble corporación popular que nos preside.

Yo saludo á las ciencias, á las artes y las letras valentinas en la persona de Teodoro Llorente, que, merecidamente, justo título á sus servicios y talentos, preside hoy la sociedad del Rat-Penat.

Yo saludo, en fin, á las damas valencianas en la persona de la que, desconocida todavía, no tardará en dejar de serlo para venir á ocupar dentro de pocos instantes ese trono vacío destinado á la reina del amor y de la belleza.

Permitidme ahora terminar con una expresión, mejor dicho, con una explosión del alma. Catalán de corazón y de raza, concluyo siempre diciendo: ¡Viva Cataluña! Pero cuando digo viva Cataluña, pretendo decir: ¡Viva Valencia! Y al gritar viva Valencia y Cataluña, pretendo decir siempre: ¡Viva España!

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TOMO XXXII

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