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todo lo que declina, cae; todo lo que se para, muere, y todo lo feo se oculta.

Puesto que hicisteis revivir la lengua y la literatura,—la lengua que os falta todavía pulir, perfeccionar y fijar, la literatura que habéis de elevar á la cima del arte y de la maestría,-es preciso, es necesario terminar la obra. Echados están ya los cimientos. Alzad el templo.

Inspiraos para eso en la propia gráfica divisa de nuestros Juegos Florales, la Patria, que es fuente de todos los sentimientos elevados y. nobles, la Fe que lo es de todos los honrados y puros, y el Amor que lo es de todos los tiernos y dulces.

Adelante, pues, adelante ahora y siempre, cruzados de Cataluña, en nombre de la Patria, de la Fe y del Amor, la trinidad santa de los que creen, de los que esperan y de los que piensan, la santisima trinidad de todos aquellos que son de nuestra religión y de nuestro templo, de todos aquellos que desean que nuestra Cataluña vaya por todas partes con alta frente y firme corazón, propagadora incansable, predicando la cruzada santa de la atracción y del amor, de la unidad española y de la fraternidad latina.

LOS FELIBRES DE PROVENZA

DISCURSO

LEÍDO

AL PRESIDIR EL CERTAMEN LITERARIO

CELEBRADO POR LA SOCIEDAD DE JUEGOS FLORALES DE PONTEVEDRA EL DÍA 12 DE AGOSTO DE 1884.

SEÑORES:

Mi primera palabra debe ser de gratitud, que es honra superior á mis merecimientos la que me habéis dispensado elevándome á esta sede, á que sólo con temor profundo, y con respeto todavía más profundo, me acerco. Aun me parece, entre mis luctuosos recuerdos, ver alzarse aquí, misteriosa y gigante, llenando este espacio, la bendita y venerable sombra de aquel que por vez primera, en 1880, presidió estos certámenes, cuando desde este sitio envió un saludo cariñoso à los poetas catalanes que á la sazón celebrábamos en Valencia los Juegos Florales, agrupados junto al glorioso estandarte en el cual se lee el tradicional lema de nuestros certámenes; de aquel que en los consejos de los reyes y en las lides del parlamento, varón integérrimo y orador insigne, brillaba entre los primeros; de aquél, finalmente, recordado por Galicia como uno de sus hijos más ilustres y queridos, por España como una de sus glorias más legítimas y puras (1).

Y pagado este tributo de gratitud á los que me honrasteis trayéndome á este puesto, y el homenaje de admiración y respeto á aquel que ya vivió, pero que no morirá nunca en los anales de su patria, réstame aún, heraldo de paz y mensajero de ventura, transmitiros el cordial saludo que por mi

(1) D. Antonio Romero Ortiz.

os envía la cohorte de poetas que, al pie del legendario Montserrat y á orillas de los mares latinos, restauraron, por medio de la manifestación de los Juegos Florales, veintiséis años ha, las poéticas y amorosas lides de la ciencia gaya, durante largos siglos interrumpidas.

Señores y amigos mios: os traigo, pues, el ósculo de paz y el abrazo fraternal de aquellos hombres de honor y de aquellas tierras de libertad, que de seguro conservarán siempre la respetabilidad de su conciencia los unos y las otras la integridad de su gloria, mientras permanezca en pie un resto sólo, sólo un vestigio de aquellos antiguos monumentos destinados á hablar con la fonográfica voz del pasado á las presentes y futuras generaciones.

Soy el enviado y el mensajero de aquellas nobles comarcas catalanas que, con las de Valencia, harem de seductoras mujeres, y las Baleares, canastillo de flores que surge de entre las olas del mar, forman el grupo donde florece la literatura levantina y se habla el lenguaje de los trovadores, que, recientemente y en un documento célebre, ha llamado Victor Hugo «vivo y luminoso idioma» y que, ya en tiempos más remotos, llamó Cervantes «graciosa lengua, con quien sólo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable (1).»

Alli vive una multitud entusiasta de poetas que fraternizan con los de Provenza, pues hace ya cerca de medio siglo que ambas vertientes de los Pirineos, oreadas por una misma brisa de amores y de poesía, como heridas por idéntico sentimiento y obedeciendo á una influencia parecida, se despier

(1) Victor Hugo en su carta á Bonaparte-Wyse.-Cervantes en su Persiles y Segismunda, lib. III, cap. XII.

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