Imágenes de páginas
PDF
EPUB

LA LECTURA

ALGUNAS CONSIDERACIONES

SOBRE LA LITERATURA HISPANO-AMERICANA

A

PROPÓSITO DE UN LIBRO PERUANO, POR
MIGUEL DE UNAMUNO.

En el número de esta revista correspondiente á Junio del año pasado di cuenta del libro de un joven crítico peruano, don Francisco García Calderón Reyes, prologado por el ilustre profesor uruguayo D. José Enrique Rodó, libro titulado De Litteris y en el que, como entonces dije, campea escogida lectura y severa reflexión. Y ahora otro libro de otro joven peruano va á darme ocasión para repetir, ampliándolas y remachándolas, no pocas de las reflexiones que he venido dejando caer, acá y allá, en mis notas sobre libros americanos. Porque este libro de que voy á decir y en que voy á apoyarme parece un libro hecho de propósito para darme margen á consideraciones sobre la literatura y la cultura en general de los pueblos hispano-americanos, tal vez porque en parte de él es ampliación y corroboración de doctrina que he venido vertiendo en cuantos escritos me he referido á tales materias.

El libro en cuestión se titula Carácter de la literatura del Perú independiente; está impreso en Lima, en 1905, y es la tesis para el bachillerato en Letras de su autor, el joven D. José de la Riva Agüero. Es una tesis sobre la cual me creo en el deber de llamar la atención de todos los estudiosos de cosas referentes á la cultura h

pano-americana; una tesis que debe hacernos esperar que su autor llegue á ocupar, con el tiempo, uno de los más eminentes puestos en la república de nuestras letras una misma allende y aquende el Océano —; una tesis tan llena de sana y sólida doctrina, de juicio independiente y sereno, que sorprende proceda de un estudiante que termina su carrera. Aunque la tesis se titule Carácter de la literatura del Perú independiente, es mucho más que esto, pues, aparte reflexiones de carácter general desparramadas acá y allá en el curso de su reseña histórico-crítica, contiene en las 50 páginas finales unas «Consideraciones generales» que constituyen por sí solas un tratado sustancioso de aplicación á la literatura y aun á la cultura general de toda la América española y de España misma.

Aunque no sea acaso el procedimiento más metódico, voy á ir tomando el hilo que nos da la tesis del Sr. de la Riva Agüero, para enhebrar en él mis propias consideraciones, reforzadas á las veces por las de algunos escritores americanos.

I

He de hacer constar, ante todo, que, con sólo leer la tesis del señor de la Riva Agüero, puede formarse el lector una idea muy exacta y muy completa respecto á la literatura del Perú indepen diente. Conozco á no pocos de los autores que él examina y juzga, ý no me parece quepan, respecto á ellos, juicios más serenos ni más acertados que aquellos que él nos da. Y nos los da en una exposición singularmente clara, limpia y amena, y en un lenguaje purísimo y castizo.

Ya desde el principio, y al estudiar en las dos razas que han contribuído á formar al peruano, la española y la indígena, á la primera de éstas, muestra el Sr. de la Riva Agüero su solidez de juicio y la buena elección de sus fuentes. Es muy atinada, en efecto, la observación que hace de que mucho del ideal de nuestra literatura del siglo de oro, y que por específicamente español se tiene, no es, quizá, sino «<expresión de las particulares circunstancias en que por entonces se encontraba España, que eran muy semejantes á las de toda Europa» durante aquella época, y no precisamente la Edad Media, como el autor dice. Porque la idea que del español se tiene no proviene del español medioeval, sino del español de los siglos xvi y XVII.

Es muy exacto lo que el autor dice de que difícilmente se enconrará pueblo sobre cuyo carácter literario-y carácter en general

abunden más los errores que sobre el del español, y la causa es la que él mismo señala, á saber: que se nos juzga casi siempre á través de los siglos xvi y xvII, y á través de Castilla. Español es para no pocos eruditos y críticos castellano de tiempo de Felipe II ó Felipe IV. Apenas quieren darse cuenta del espíritu de otras castas no castellanas de la Península y del espíritu de esa casta misma en cuanto no comprimido y en buena parte falseado por el proceso histórico que arranca del reinado de los Reyes Católicos. Tal vez el oro de aquella edad de oro no era nativo ni puro, tal vez nos fijamos más en el cuño que en el oro mismo.

Cierto, ciertísimo es lo que el autor dice, en la literatura española «gran número de obras netamente castizas, y tanto antiguas como modernas, presentan caracteres muy contrarios: pesadez; estilo perezoso, difuso é incoloro; monotonía abrumadora, semejante á la de las pardas llanuras de Castilla; señales todas de sensaciones lentas y nada excesivas». Es indudable: la pesadez y la monotonía son las dos cualidades más clásicamente castizas de nuestra literatura clásica castiza.

II

<<La raza española trasplantada al Perú degeneró de sus caracteres en el criollismo», nos dice el Sr. de la Riva Agüero, y á este aserto acaso no se me ocurra oponer sino una sola observación, y es la del valor singularmente confuso y vago que tiene el término degeneración, sobre todo desde que Max Nordau acabó de desacreditarlo.

Algo de esa degeneración, sea ello lo que fuere, no fué privativo del Perú ni de la América, y alcanzó á España misma, siendo «resultado de su agotamiento físico y moral, por los terribles esfuerzos que se impuso en los siglos xvi y xvii.....; pero en gran parte obraron» allí, en el Perú, «circunstancias especiales». Y el autor nos hace una preciosa pintura del carácter del criollo, en quien se reproducen, «afinados y debilitados», los rasgos del español. A ello ha contribuído «la influencia debilitante del tibio y húmedo clima de la costa, núcleo de la cultura criolla; el prolongado cruzamiento y hasta la simple convivencia con las razas inferiores, india y negra, y el régimen colonial que, apartando de la vida activa del pensamiento, de la guerra y del trabajo, y favoreciendo el servilismo y la molicie, produjo hombres indolentes y blandos.>>

Más adelante, en la pág. 9, dice: «La verbosidad, el amor á la retórica, al lenguaje sonoro y enfático, son comunes á españoles y criollos; pero el ideal no es ya el rígido y austero de cepa castellana.»> Si algún criollo ha cultivado la manía de atribuir las deficiencias de su casta ó las que le parecían tales, aun sin serlo-á la herencia española, fué el que en el campo de la literatura marcó la mayor genialidad, el escritor americano de lengua española que hasta hoy se nos ha mostrado con más robusto y poderoso ingenio y más fecunda originalidad. Claro está que me refiero al argentino Domingo Faustino Sarmiento. Sarmiento habló mal de España siempre que tuvo ocasión de hacerlo, y hasta inventando ocasiones para hacerlo. Y, sin embargo, Sarmiento era profunda y radicalmente español. Sentía, como es común entre los criollos, adoración hacia Francia, y su genio era lo más profunda y radicalmente contrario al genio francés. Lo antiespañol era en él lo pegadizo y externo.

Siempre que leo los ataques de Sarmiento á España y las cosas españolas y sus excitaciones á sus paisanos para que se desespañolizaran, se me viene á las mientes aquel tan sabido verso de Bartrina que dice:

y si habla mal de España, es español.

Por que, en efecto, Sarmiento hablaba mal de España en español, y como los españoles lo hacemos, maldiciendo de nuestra tradición las mismas cosas que de ella maldecimos los españoles y de la misma manera que las maldecimos. Basta leer en sus Viajes el relato del que hizo á España en 1846, y se verá cuán hondo y ardiente españolismo trasciende de sus severos juicios respecto á nuestros defectos. Su censura no era la censura que suele ser la de los extranjeros, que ni penetran en nuestro espíritu ni aprecian nuestras virtudes. ni nuestros vicios, su censura era la de un hombre de poderosísima inteligencia que sentía en sí mismo lo que en nosotros veía, y que penetraba con amor fraternal en nuestro espíritu. Y como esto espero probarlo cuando dedique un largo estudio ó acaso todo un libro que bien lo merece-á Sarmiento, voy á dejarlo ahora aquí. Mas no sin añadir que es frecuentísimo en los escritores americanos ya el que nos culpen de faltas de que con nosotros participan, ya que tomen por tales las que no lo son, ni en ellos ni en nosotros.

Sucede con esto lo que á españoles y portugueses nos sucede. A lo que en España llamamos portuguesadas, llaman hespanholadas en Portugal, y unos y otros, nosotros y ellos, tenemos razón, viendo cada cual en su vecino, mejor que en sí mismo, las cualidades que

nos son comunes.

Pocos escritores tienen, al juzgar á sus compatriotas, el valor sereno y la claridad de juicio que tiene el Sr. de la Riva Agüero al juzgar á los peruanos, y de aquí que yo crea que su patriotismo es de más hondas raíces que el patriotismo de los aduladores de su patria, de que es típico representante el escritor chileno de quien tanto -acaso demasiado-tengo dicho en esta revista. Las páginas de valiente y á la vez templada sinceridad abundan en la tesis del señor de la Riva Agüero, que está muy lejos de proclamar á tenazón, urbi et orbe, el primer novelista ó el primer poeta sudamericano á ninguno de sus paisanos, y eso que tiene en casa al insigne Ricardo Palma, que, en su género, es sin par en la América española.

La literatura del Perú es una literatura imitativa, como lo son las literaturas todas hispano-americanas, y acaso tanto más cuanto más pretenden ser originales, y así lo reconoce el autor.

El cual pasa á ir recorriendo los distintos autores de la literatura del Perú independiente.

III

Nos habla el autor de Melgar y sus yaravies, y luego de Olmedo, que, aunque nacido en Guayaquil (Ecuador), pertenece como escritor al Perú, y al tratar de Olmedo, poeta quintanesco, toma en cuenta el quintanismo americano, haciendo observar que «si la escuela de Quintana arraigó tanto en España y la América española, fué porque satisfacía el gusto de la raza por la majestad, la pompa y el énfasis».

La poesía de Quintana es, en efecto, poesía de calle y no de hogar; es poesía hecha para ser declamada ante las muchedumbres -siempre que sean muchedumbres algo literatizadas-más que para ser paladeadas á solas y en silencio ó á media voz; la poesía de Quintana es, más que poesía, elocuencia rimada. Quintana, como solía decir Campoamor, no cantó ni á Dios ni á la mujer, y esta deficiencia basta para caracterizarle y para rastrear qué poesía es la que puede haber en sus arengas en verso.

y

Y Olmedo es una especie de Quintana, sólo que de segunda mano, orador en verso como él. Orador de recursos de preceptiva, como la aparición aquella de Huaina-Capac á todo un ejército, recurso que con tanto tino juzga y censura el autor. Esas intromisiones de los héroes indianos que lucharon contra la conquista española rara vez pueden resultar, y no conozco sino una poesía en que produzca efecto de singular hermosura una cosa semejante, y es en el Mira

« AnteriorContinuar »