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cos tiempos, por las necesidades, se dispensa con algunos que anden á caballo; y lo que digo desto, digo tambien del comer de la carne y de otras austeridades, que por graves enfermedades que hubiese, estas cosas y cerimonias se guardaban con gran rigor.

vos,

Llegados que fueron estos religiosos, que por número eran doce, como hemos dicho, á esta provincia, deHos se volvieron y 'dellos se murieron, y quedó solo el dicho fray Domingo de Betanzos con dos religiosos nuellamados el uno fray Gonzalo Lucero, diácono, hijo de San Pablo de Sevilla, y el otro fray Vicente de las Casas, profeso nuevo. Los ciudadanos, Justicia y Regidores de la ciudad de Méjico, les dieron un buen sitio en lo mejor de la ciudad, y muy grande, en que fundasen su monesterio, y ayudaronles con gente para edificarlo, para lo cual el Emperador envió á mandar les fuesen dados ciertos pueblos de indios que lo edificasen, y ansí fue hecho.

En este tiempo comenzaron algunos de los españoles á tomar el hábito, y ansí destos, como de religiosos que de España venian, se comenzó á fundar la religion y comenzáronse á estender por los pueblos de los indios naturales de la tierra, ministrándoles todos los Sacramentos, para lo cual tenian muy ámplia autoridad de los Sumos Pontífices, concedida ansi para esto como para dispensar con ellos en cualesquier casos y edificar iglesias, y para todo lo demás que puede hacer un ordinario, excepto dar órdenes mayores.

Comenzaron los indios á cobrar gran amor á los religiosos y á tenerlos en gran veneracion, viendo cuán diferente era su modo de vivir al de los españoles, y viendo cómo los favorecian y defendian tan determinadamen

te contra los mismos españoles, sus contrarios, y contra las injurias, que por ellos les eran hechas, lo cual entonces los religiosos podian hacer, porque los Reyes y los que gobernaban la república, holgaban dello, y como á personas que no pretendian sino solo el bien de la república, les era dado todo crédito y autoridad.

Viviendo los religiosos de esta manera, y acrecentándose cada dia la religion, eran tenidos en gran veneracion del pueblo, por la aspereza de su vida y penitencia que hacian, y santidad que en ellos conocian, y aunque no les faltaba de los mantenimientos que habia en la tierra, porque de los de España no habia ninguno, como el intento de los religiosos era armarse contra las tentaciones de la carne, mundo y demonio, para las cuales en esta tierra, más que en otra, hay ocasiones siempre, se armaban ellos con el escudo de la penitencia y abstinencia, quitando aun de lo necesario; porque así en casa, como caminando á pié, sin tener vino ni pan de Castilla, porque en esta tierra habia muy poco, ni quebrantaban ayuno de la órden, ni dexaban sus ejercicios espirituales, por muy cansados que fuesen, ni daban ningun descanso á sus cuerpos, recreando las almas con larga oracion, la cual, en esta tierra y provincia, se tomó y tuvo por principal intento y fin, ansi en nuestra órden como en las demás, mediante la cual, entre tan innumerables peligros y facilidad de caidas, como en esta tierra hay para los religiosos, esta les ha sustentado y tenido en pié.

Comenzaron luego los religiosos á aprender las bárbaras lenguas de estos indios, de las cuales hay infinidad y muy distintas, para poderles predicar en sus lenguas y hacer fruto en ellos, porque sin ellas, era cosa imposible,

porque era muy difícil de que aprendiesen todos ellos nuestra lengua, aunque alguna en particular bien pudieran. Y ansí, unos en seis meses y otros en un año, otros en más y menos tiempo, deprendieron sus lenguas, en las cuales les predicaban y confesaban, por lo cual los indios cobraban mayor aficion á los religiosos, y porque andaban entre ellos sin fausto y sin darles pesadumbre, comiendo de sus mantenimientos lo que les daban, sin importunarles por otra cosa. Entre los españoles, como gente que no pretende sino su interés,' metidos en la guerra y entre muchos tesoros y deleites de comidas У fiestas apacibles á la sensualidad, que habia y hay en esta tierra, comenzáronse á engendrar entre ellos muchos vicios en juegos y blasfemias, y agravios muy grandes que hacian á los indios, teniendo cada uno pueblos para que les tributasen y sirviesen en mucha cantidad, agraviándolos cada dia.

Á todo esto obiaban los religiosos con su predicacion y doctrina y con castigos, porque el sobredicho fray Domingo de Betanzos, fue el primer inquisidor desta tierra, en la cual aun no se habian creado obispos, y los religiosos tenian la autoridad que hemos dicho.

Aumentados de la manera sobredicha los religiosos, comenzaron á tratar qué modo se ternia asi en la predicacion de los naturales indios, como en el provecho y conservacion de nuestra religion, para que ambas á dos cosas se conservasen. Dividiéronse en dos pareceres, el uno, fue que se hiciese un gran convento, donde estuviesen todos los religiosos, y de allí, de dos en dos, fuesen por los pueblos, entre los indios, á los doctrinar y ministrar los Sacramentos; y deste fue fray Domingo

de Betanzos, y para él procuró y comenzó á ordenar que el convento se edificase grande en demasía; y otros fueron de parecer que se fuesen á morar entre los indios, pues tan contínua habia de ser la administracion de los Sacramentos y cuidado dellos. Y ansí, prevaleció este parecer, asi en nuestra órden como en la de San Francisco y San Agustin, que otras no hay acá, y comenzaron á hacer vicarías entre los indios, de cuatro en cuatro y de dos en dos religiosos, como agora vivimos. Cuál fuese el mejor parecer destos, ya se ha visto y esperimentado, que el primero era mejor para conservarnos en religion, y el segundo mejor para el bien de los naturales y por muchos convenientes, que aquí no se ponen por evitar prolixidad.

Comenzando así los religiosos á habitar entre los indios, comenzaron de tropel á bautizarse innumerables dellos, y á edificar iglesias y monasterios para los religiosos, con gran voluntad y con deseo de tenerlos en sus pueblos de asiento. La vida y ejercicio de los religiosos en aquellos tiempos, eran grandes trabajos, sin comer pan ni beber vino, sino comiendo tortillas del maiz de la tierra, asadas al fuego; y como no habia pesquerías, como las hay agora, contentábanse los religiosos con unos huevos cocidos y una escudilla de cocina, sin aceite ni manteca, porque no la habia en la tierra, y por este modo las demás cosas de sus mantenimientos, en lo cual no echaban de ver, con el fervor del espíritu que los regía, olvidados de sí y empleados en aquellos santos ejercicios.

Pasados casi tres años deste modo de vivir, y estando sujetos á la provincia de España, comenzaron á venir perlados enviados por el Reverendísimo General, el pri

mero de los cuales fue un vicario general, llamado fray Vicente de Santa María, hijo de San Esteban de Salamanca (1). Este, aunque era letrado y buen predicador, aflojó el rigor que halló, fundado por el santo varon fray Domingo de Betanzos.

Para tratar agora lo que queda de informar á V. R. P., es menester decir con brevedad la vida y costumbres del sobredicho fray Domingo de Betanzos, fundador desta provincia. Fue natural de la ciudad de Leon, hijo de padres cristianos y limpios. Despues de haber estudiado gramática, fue enviado por ellos á Salamanca, y allí oyó cánones, para ser eclesiástico, porque ansí lo deseaban sus padres, y aunque estaba ocupado en el estudio, no se olvidaba de lo principal tocante á su salvacion, porque él y un estudiante compañero que tenia, hacian. grande penitencia, dando de su ordinário á los pobres, y comiendo ellos pan y agua muchas veces. Tenian los dos un despensero, que les daba de comer, y á la hora que lo habian de hacer, traian dos pobres y dábanles lo que tenian aderazado, y ellos pasábanse con pan y agua, y muchas veces les daban sus mismas camas, en que durmiesen, y ellos se contentaban con el suelo. Exercitando estas obras de caridad y de penitencia, no fueron tan secretas que no fuesen notorias á muchos, y por huir el siervo de Dios la vanidad del mundo, trató con el buen compañero de ir á buscar un lugar solitario, donde con más libertad pudiesen servir à Dios, y dejando al compañero en Salamanca, se partió en hábito de romero (2)

(1) Esto es, que habia profesado en el Convento de S. Esteban de la ciudad de Salamanca.

(2) Quiere decir, en trage de peregrino que vá á Roma.

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