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otra los territorios de Maqueda, Talavera, Santa Olalla, Plasencia y Trujillo, volviéndose soberbio y envanecido con unos triunfos que debia solo á las miserables discordias de los cristianos. No nos detendremos en dar cuenta, por pasageras é insubsistentes, de las alianzas y treguas que en este intermedio celebraron unos y otros, ya entre sí, ya con el mismo príncipe de les inaeles, tratos que el interés del momento á cada uno dictaba; y diremos solo, que al cabo de estos tres años de porfiadas y fatales luchas, los dos Alfonsos de Castilla y de Leon, que eran los que más encarnizadamente se combatian, oyeron al fin más sanos y prudentes consejos, y por mediacion de los señores y prelados de ambos reinos vinieron á términos de ajustar las bases de una reconciliacion y de establecer la paz de que tanto necesitaban ambos estados.

Pareció el mejor medio para asegurarla el matrimonio del rey de Leon (disuelto como estaba ya su primer enlace con doña Teresa de Portugal por bula pontificia) con la infanta doña Berenguela, la hija del de Castilla, la desposada en otro tiempo con el príncipe Conrado de Alemania. Vino en ello gustoso el leonés; no así el de Castilla, ya fuese por enojo que conservára al de Leon, ya por miramiento, como dicen las crónicas, al parentesco en grado prohibido entre los dos príncipes. Mas la reina doña Leonor de Castilla, menos escrupulosa en este punto que su esposo, y más previsora y sagaz, comprendiendo que era el

único camino para restablecer la paz entre los dos pueblos, tomó de su cuenta realizar este enlace, y habiendo escrito al leonés que le esperaha en Valladolid para desposarle con su hija, llegóse este y se verificó el consorcio (diciembre de 1197), terminando por este nuevo vínculo entre los dos príncipes el rigor de las armas que tan lastimosamente turbados traia ambos reinos (1).

Este feliz suceso nos mueve á dar cuenta de cómo y por qué medios se habia disuelto el anterior matrimonio de don Alfonso IX. de Leon con doña Teresa de Portugal. Eran, como ya hemos observado, inexorables en aquellos tiempos los pontífices en punto á los impedimentos de consanguinidad para los matrimonios, y tan pronto como el papa Clemente III. supo el que mediaba entre el rey de Leon y la hija de Sancho I. de Portugal, como hijos que eran de hermanos, ordenó á su legado que declarase la nulidad del matrimonio y le disolviese. Resistiéronlo el rey y la reina, alegando que se trataba de un impedimento, ó que no debia estenderse á las personas reales, ó que ellos mismos se podian dispensar. Hízoles conminar el pontífice por medio del cardenal Jacinto si insistian en su desobediencia. Mas como falleciese á este tiempo el papa Clemente y ocupase la silla pontificia el

(1) Sobre la época de este matirmonio, tan debatida entre los historiadores, véase á Florez, Reinas Católicas, tom. I., y á Monde

jar, Crónica de Alfonso VIII., capits. 59, 60 y 61, y los documentos que citan.

mismo cardenal Jacinto bajo el nombre de Celestino III., el nuevo papa comisionó al propio objeto á Egpaña al cardenal Gregorio de Sant-Angelo, el cual amenazó con excomunion y entredicho á los reyes y reinos de Portugal y Leon, igualmente que á los obispos leoneses que les favorecian, sino se separaban los régios consortes. La insistencia de estos atrajo sobre ellos la excomunion, y sobre ambos reinos el entredicho. El rigor y los efectos de las censuras eclesiásticas introdujeron la inquietud en las conciencias y en los ánimos de los moradores de ambos pueblos. Por último, despues de mucha turbacion y de muchas contestaciones resolviéronse los reyes en obsequio á la paz y á la tranquilidad, y para no arrostrar los rigores de las penas espirituales, á hacer el sacrificio de la separacion, que sacrificio era para ellos, y más para el rey de Leon que amaba á su esposa tanto como ella lo merecia, así por las gracias y la belleza de su cuerpo como por las escelentes y extraordinarias prendas de su espíritu. Con lo cual quedó disuelta (1196) aquella union en que por cerca de seis años habian vivido felizmente como consortes (1).

En este tiempo habia fallecido ya el rey Alfonso II. de Aragon de una dolencia que le acometió en Perpiñan, y puso término à su gloriosa carrera (25 de

(1) Epist. de Inocencio III. en Balucio. Florez, Reinas Católicas, tom. I.-Mondejar, cap. 70, y Apéndice.-Habia habido tres hijos de

este matrimonio, Fernando, que murió en la infancia, y Sancha y Dulce que sobrevivieron.

abril de 1196) con no poco sentimiento y dolor de sus pueb'os. Sus restos mortales fueron conducidos al monasterio de Poblet, que habia elegido para su sepultura legándole su real corona y la dominicatura de Vinaroz, desde cuya época fué dedicado aquel monasterio para las sepulturas de los reyes de Aragon, como antes lo habia sido el de San Juan de la Peña. En su disposicion testamentaria nombró Alfonso II. heredero universal de Aragon, Cataluña, Rosellon, Pallás y demás estados desde Bitierres hasta el puerto de Aspe, á su hijo primogénito don Pedro; legó al segundo, don Alfonso, los condados de Provenza, Amiliá, Gavalda y Redón ó Roda, y ciertos derechos en el señorío de Mompeller, y des tiné à don Fernando, que era el menor, para monje de Poblet, sustituyendo un hijo á otro por orden de primogenitura, y á sus hijas, que no nombra, en falta de varones, previniendo que si llegaba á verificarse la sucesion de sus hijas se casasen con voluntad y consejo de sus albacéas y magnates del reino, y dejó finalmente á sus hijos bajo la tutela de su esposa doña Sancha, á don Pedro hasta la edad de 20 años, y á den Alfonso hasta los 16 (1). Legó además este príncipe grandes rentas á los monasterios, y principalmente á los caballeros del Tempo y de San Juan. Fué tan

(1) Archivo de la corona de Aragon, núm. 70 moderno, colec. de pergam. de don Alfonso I.

Bofarull, Condes de Barcel., tomo II., pág. 216.-Zurita, Anal., lib. II., cap. 47.

honesto en sus costumbres, que mereció el sobrenombre de Casto.

En 16 de mayo siguiente se celebraron en Zaragoza las honras y exequias del rey difunto, y en el mismo dia confirmó el infante don Pedro los fueros, usos, costumbres y privilegios del reino de Aragon: y para el mes de setiembre fueron llamados á córtes en la villa de Daroca los prelados y ricos-hombres, mesnaderos, caballeros y procuradores de las ciudades y villas. Concurrió á ellas la reina doña Sancha con don Pedro, su hijo, y de voluntad y de consentimiento de la reina y de la córte tomó el infante posesion del reino, y se intituló rey, y volvió á confirmar así al reino en general como á los particulares de él sus fueros, privilegios y costumbres. Tomó entonces á su mano todos los honores y feudos de las ciudades y villas de la corona que tenian los ricos-hombres para confirmarlos y repartirlos segun le pareciese. Hecho lo cual, ordenó sus gentes de armas para socorrer al rey de Castilla, cuyos estados andaban acometidos al propio tiempo por el de Leon y por el emperador de Marruecos Aben Yussuf, segun dejamos ya referido.

Restablecida la paz en los reinos de Castilla y de Leon por el feliz matrimonio de Alfonso IX. con la princesa Berenguela, Castilla quedaba sosegada por esta parte, y tambien lo quedó algun tiempo por la de Navarra, merced á la intervencion de los papas

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