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demnizarse de los gastos del viage á Roma, el tributo llamado Monedaje, que consistía en un tanto por cada moneda: cosa, dicen los escritores de Aragon, nunca vista en aquel reino. Incomodó á los aragoneses así la nueva gabela como la renuncia del patronato, y los irritó mas que todo, el que hubiese hecho tributario de Roma un reino que ellos con su valor y esfuerzos, y con la ayuda de sus reyes habian arrancado del poder de los sarracenos; y bajo el principio de que el rey no era libre en disponer así de su reino, sin el expreso consentimiento de sus súbditos, ligáronse y se confederaron á la voz de Union, voz que se oyó por primera vez, y que habia de ser despues tan terrible y tan fecunda en sucesos en la historia de aquel reino, para resistir é invalidar las imprudentes disposiciones de su monarca y defender los derechos y libertades del pueblo. Daba el rey por escusa que no habia sido su intencion renunciar los derechos del reino, sino solamente el suyo propio y personal. Fué no obstante tal la resistencia de los ricos hombres y de las ciudades, que jamás consintieron se pagase el tributo á la Iglesia, ni que el nuevo servicio se exigiese, al menos con la generalidad con que el rey le habia impuesto. Quedó, sin embargo. introducido desde entonces el derecho que llamaron de coronacion, que se cobraba de ciertas universidades ó comunes y de los que se nombraban villanos. Y como le faltase al rey aquel auxilio, y las rentas ordinarias no bastasen á

subvenir á sus prodigalidades, hubo de recurrir mas adelante á vender al de Navarra el castillo y villa de Gallur en precio de veinte mil maravedís de oro. Los resultados de la impremeditada concesion de Pedro II. al papa los veremos despues cuando el pontifice se atreva á privar de su reino á otro rey de Aragen como súbdito y vasallo de la Iglesia (1).

El matrimonio de don Pedro II. de Aragon no fuć menos ruidoso ni menos señalado en la historia eclesiástica y política del reino que los de los monarcas leoneses Fernando II. y Alfonso IX. Como condicion de una de las paces con el rey don Sancho de Navarra se habia ajustado el enlace del aragonés con una hermana de éste, pero intervino la autoridad pontificia y requirió al navarro para que de manera alguna se efectuase, por la razon fuerte de aquellos tiempos, el parentesco de consanguinidad. Con otro mas estraño enlace se le convidó despues allá en lejanas tierras. Tenia Pedro II. de Aragon fama de animoso y esforzado y de uno de los mejores caballeros de su tiempo, ó por lo menos tales eran las noticias que babian legado á Jerusalen, y movidos de ellas los caballeros que gobernaban aquel reino, requirieron al de Aragon para que tomase á su cargo su defensa contra los turcos que se habian apoderado de la mayor parte de la Tierra Santa, y ofrecíanle el reino juntamente con la mano de su sucesora, María, hija de

(1) Los mismos y todos los historiadores de Aragon.

la reina Isabel y del marqués Conrado. Tan adelante llevaron aquellos su propósito, que María juró en presencia de los prelados y grandes maestres que recibiría por esposo al de Aragon siempre que éste cump'iese lo que los embajadores le encomendarian como conveniente al beneficio de la Tierra Santa. Mas cuando esto se trataba allá en los santos lugares, ya el aragorés se habia anticipado á casarse con María de Mompeller, hija única del conde Guillermo y de Eudoxia, la hija del emperador Manuel de Constantinopla, aquella misma con quien habia concertado desposarse su padre Alfonso II. de Aragon. Celebráronse estas bodas de don Pedro en el mismo año de su coronacion en Roma (1204), y el rey de Aragon se intituló señor de Mompeller (1).

y

Aunque era aquella señora una de las damas mas recomendables, y una de las princesas mas excelentes de su tiempo, separóse al instante el rey de ella, dejando de bacer vida conyugal distraíase no muy recatadamente con otras damas allí mismo en Mompeller, donde la reina vivia, con desvío manifiesto de su legítima esposa. Los cónsules y pro-hombres de Mompeller que veian con sentimiento y disgusto esta conducta del monarca y la falta de sucesion de la reina su condesa, celosos al propio tiempo de la honra y decoro de esta señora, de acuerdo con un rico-hombre

(1) Habia estado María casada quien tenia dos hijas. con el code de Cominges, de

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de Aragon nombrado don Guillen de Alcalá, discurrieron emplear una ingeniosa y estraña estratagema para que se realizase la union, siquiera fuese momentánea, de los dos separados esposos. Consistió aquella en introducir una noche á oscuras en la cámara del rey á su legítima esposa en lugar de la amiga que esperaba. Verificóse así: descubierto por la mañana el caso, y desengañado el monarca, en lugar de sentirlo aplaudió el afectuoso ardid de sus fieles servidores y vasallos. «Con que aquella noche, dice Gerónimo de Zurita, fué concebido un varon que por disposicion divina lo fué para propagar la república y religion cristiana, como prueban las proezas que despues hizo (1).»

(1) Las circunstancias de este suceso, así como las que acompañaron al nacimiento del principe don Jaime, que fué el fruto de la union artificiosa de aquella noche, y que referiremos luego, por estrañas y singulares que parezcan, están aseguradas por todos los historiadores más juiciosos, por el mismo Ramon Muntaner que alcanzó y conoció à don Jaime el Conquistador, y que empieza su historia diciendo: «Comienzo mi crónica por el rey don Jaime, porque le he visto yo mismo; y por el propio monarca en la que de sí mismo escribió.

Hé aquí cómo refiere Munt2ner lo ocurrido en aquella noche famosa. Con arreglo al plan combinado, cuando todo el mundo dormia en palacio, veinte y cuatro pro-hombres, abades, priores, el oficial del obispo, y varios religiosos, doce damas y otras tantas doncellas con cirios en la mano fueron al palacio real con dos

notarios y llegaron hasta la puerta de la cámara del rey. Entró la re.na: los demás se quedaron fuera arrodillades y en oracion toda la noche. El rey creia tener á su lado la dama de quien era servidor. Las iglesias de Mompeller estuvieron abiertas y todo el pueblo se hallaba en ellas reunido y orando segun lo acordado. Al amanecer los notables, los religiosos y todas las damas, cada uno con una antorcha en la mano, entraron en ía real cámara. El rey saltó de la cama asustado y echó mano á la espada: entonces se arrodillaron todos, y enternecidos exclamaron: «Por Dios, señor, mirad con quien estais acostado. Reconoció el rey á la reina, y le espli caron el plan y objeto de aquel suceso. Pues que asi es, exclamó el rey, quiera el cielo cum¡ lir vuestros votos.» En aquel mismo dia montó el rey á caballo, y salió de Mompeller, etc.

No desistió el rey don Pedro. á pesar del dichoso engaño de aquella noche, de querer divorciarse de la reina só pretesto de su primer matrimonio con el de Cominges, que aun vivia, con cuyo motivo el papa Inocencio III. sometió la causa al obispo de Pamplona y á dos monjes, y por muerte de estos la volvió á encomendar al arzobispo de Narbona y á dos obispos legados apostólicos. Pero en esto habia llegado el año 1207, y con él el tiempo de venir al mundo el fruto de aquella noche histórica. Cuenta la crónica que queriendo la reina poner al infante el nombre de uno de los doce apóstoles, mandó encender doce velas iguales con los nombres de ellos, resuelta á ponerle el de la vela que mas durase, y habiendo sido esta la del apóstol Santiago, le puso el de Jaime, que era y es sinónimo de Santiago en aquel reino. Ni el nacimiento del hijo fué bastante para que desistiese el rey don Pedro de sus gestiones é instancias para que se declarase nulo y se disolviese el matrimonio. El pleito fué largo, y duró hasta el año 1213, en que la reina misma fué á Roma y obtuvo del pontífice sentencia favorable. Obstinábase el rey á pesar de todo en no acceder á la union, y en su consecuencia dió el papa mandamiento á los obispos de Aviñon y Carcasona para que le compeliesen á ello con eclesiásticas censuras sin admitir apelacion. El rey perseveraba en su porfia, y la reina se detuvo en Roma hasta ver lo que el pontífice determinaba, pero entretanto falleció el

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