Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Aben-Hud murió ahogado á traicion por el alcaide de Almería, creció mucho el partido de Albamar, y con ayuda de su walí de Jaen ganó á los habitantes de Granada, que le proclamaron y recibieron por rey (1258), y á la cual hizo asiento de su reino. Fué el que puso al rey de Murcia, el hijo de Aben Hud, en el caso desesperado de ampararse del rey de Castilla y entregarle sus dominios, porque entraba en los planes de Alhamar promover la rebelion de sus súbditos. Para la defensa de sus fronteras destinaba caballeros, á quienes por su empleo nombraba Seghrys, de que tal vez tuvieron crigen los Zegries. De vuelta de una de sus algaras contra los cristianos, le saludaron en Granada con el título de ghaleb (el vencedor), á lo cual él respondió: Wé lé ghaleb i lé Allah (no hay otro vencedor mas que Dios). Desde entonces estas palabras fueron la divisa de los reyes de Granada, y se estamparon en todos los lienzos del palacio de la Alhambra, fundado por él. Cuando regresó de hacer la capitulacion de Jaen con el rey de Castilla, dedicó su preferente cuidado á levantar ese monumento que tanto ad..iró la posteridad y admiramos todavía. Bajo su direccion se fabricaron la torre de la Vela, la fortaleza de la Alcazaba que amplió hasta la tɔrre de Comares, y él dirigió las cifras é inscripciones, no desdeñándose de mezclarse entre los alarifes y albañiles.

Hermoseando estaba Alhamar á Granada, y embe

[blocks in formation]
[ocr errors]

Hleciéndola con hospitales, colegios, baños y otros útiles establecimientos, y fomentando maravillosamente la instruccion, la industria y las artes, cuando Fernando III. de Castilla reclamó su auxilio para guerrear contra los moros de Sevilla. Dominaban en esta ciudad los Almohades al mando de Cid Abu Abdalla, y no le pesaba á Alliamar, como andalúz que cra, contribuir á la destruccion de aquellos africanos. Fuése, pues, al campo cristiano con quinientos ginetes escogidos. Las primeras poblaciones muslimicas que sufrieron los estragos de las huestes castellanas fueron, Carmona, que se dió á concierto con tregua que pidió de seis meses, Constantina, Reina, Lora y Alcolea, que fué entregando el rey á los caballeros de San Juan y Santiago. Pasaron las tropas el Guadalquivir con no poco riesgo y graves dificultades, por haberse engañado en cuanto á la profundidad del rio por aquella parte, teniendo que suplir la falta de consistencia del fangoso terreno de su alveo con mucho ramaje que sobre él hacinaron. Pasado el rio cayeron sucesivamente en poder de los cristianos Cantillana, Gexena, Guillena y Alcalá del Rio, esta última con mas trabajo, por haber acometido al rey una enfermedad que le hizo retirarse á Guillena, y no pudo ser rendida Alcalá hasta que algo restablecido el rey y mandando quemar la campiña intimidó al alcaide con su presencia y su energía.

Desde que concibió Fernando el pensamiento de la conquista de Sevilla habia llamado á su córte á Ramon Bonitaz, noble ciudadano burgalés, que gozaba fama de hábil y entendido marino, y encargádole que construyesc y habilitase naves con que poder combatir la ciudad por el lado del Guadalquivir; que en verdad fuera inútil sitiarla por tierra si se dejaba libre el rio á los cercados ó para huir ó para recibir socorros. Diole, pues, el cargo y título de primer Almirante ó gefe de las fuerzas de mar, principio y creacion de la dignidad de almirante, que tan importante se hizo despues en Castilla (1, Cumplió Ramon Bonifaz el mandado del rey con actividad prodigiosa, dedicándose á la construccion de naves en las marinas de Vizcaya y Guipúzcoa, cuyos habitantes se han distinguido siempre como intrépidos y diestros marineros. Fortificaba el rey á Alcalá del Rio, que acababa de conquistar, cuando le llevó un mensagero la buena nueva de que Ramon Bonifaz habia arribado felizmente á la embocadura del Guadalquivir con una fluta de trece naves y algunas galeras, bien tripuladas y abastecidas. Gran contento recibió de esto el monarca, y

(1) Almirante, voz arábiga, derivada de emir del mar, como en otra parte hemos ya esplicado. Almirante es dicho (dice la ley 3, titulo XXIV. de la partida. 2) el que es cabdillo de todos los que van en los navíos para facer guerra sobre el mar: é ha tan grand poder quando va en flota,

que es assi como bueste mayor, ó en el otro armamiento menor que se face en lugar de cavalgada como si el rey mismo y fuese.» Salazar de Mendoza en sus Dignidades de Castilla (lib. II., c. 16) trae el catálogo de los almirantes de Castilla.

túvole mucho mayor cuando supo con poco intervalo de tiempo que su almirante habia dado ya una brillante muestra de su inteligencia y de su arrcjo, venciendo con sus valerosos vizcainos una armada de más de treinta embarcaciones moriscas que de Ceuta y Tánger venia en sucorro de los sevillanos, apresándoles tres naves, echando á pique otras tres, quemándoles una y haciendo huir las demás, y que Ramon Bonifaz quedaba enseñoreando el rio. Con esto el rey, que habia levantado ya sus reales de Alcalá para ir en auxilio de la armada, mandó avanzar su gente, y el 20 de agosto de 1247 púsɔse el ejército cristiano sobre Sevilla.

Vióse, pues, la insigne ciudad del Guadalquivir bloqueada de uno y otro lado del rio. Con gran trabajo y peligro pasaron este por bajo de Aznalfarache el valeroso maestre de Santiago dor. Pelayo Correa con sus freires, y el rey moro de Granada Alhamar con sus caballeros, para atender al gran barrio de Triana (el Atrayana de los moros), que separado de la ciudad por el Guadalquivir, se comunicaba con ella por medio de un puente de barcas amarradas con gruesas cadenas de hierro. Las salidas, los rebatos, las cabalgadas, escaramuzas y peleas que cada dia ocurrian de uno y otro lado del rio, eran tantas y tan frecuentes, que las proezas é individuales hazañas á que dieron ocasion sería dificil enumerarlas. En grandes aprietos y apurados lances se vió el insigne prior

de Uclés don Pelayo Correa, teniendo que atender á los moros de Aznalfarache y de Triana, y al rey ó señor de Niebla, que con la caballería de Algarbe vino en socorro de los seviilanos, y tuvo Fernando que darle ayuda, enviándole trescientos hombres con los capitanes Rodrigo Flores, Fernando Yañez y Alfonso Tellez. En el campo del rey, establecido en Tablada, y para cuya seguridad hubo que hacer una cava ó trinchera, distinguíanse por su valor y arrojo Gomez Ruiz de Manzanedo, que gobernaba la gente del concejo de Madrid, y el intrépido Garci-Perez de Vargas, que por dos veces se burló él solo de siete moros que en una de sus atrevidas excursiones le salieron un dia al encuentro 1). Otro dia salieron los sevillanos con intento de quemar las naves de Ramon Bonifaz, que les impedian recibir socorro ni de gente ni de bastimentos. Al efecto hicieron una gran balsa que atravesaba el rio, y en ella pusieron tinajas llenas de alquitran y de resina, y acercando la balsa á las embarcaciones cristianas trataron de arrojar sobre ellas el alquitran, lanzando al propio tiempo mechas encendidas. Salióles mal este ardid, porque apercibido el almirante cristiano cargó tan reciamente con sus naves contra los moros de la

(1) La crónica refiere muy por menor esta señalada accion de Garci-Perez, y cómo al verie el rey desde su tienda en aquel empeño le decia Lorenzo Juarez: «Dejarle, señor, que es Garci-Perez de Var

gas, y para él pocos son siete mo→ ros Chren. del Santo rey, cap. 48. Zúñiga en sus Anales hace esfuerzos por probar la verdad y certeza de este hecho.

« AnteriorContinuar »