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balsa y contra las pequeñas galeras sevillanas, que volvieron bien escarnentados, así los del rio como los que protegian su operacion por tierra, principalmente desde la torre del Oro, ó como dice la crónica, «hicieron á los moros ser arrepisos de su acometimiento (1),»

Coincidió este triunfo con la noticia de la rendicion de Carmona, que trascurridos los seis meses de la tregua, y no viendo esperanza de ser socorrida, se dió en señorío al rey Fernando, sin otra condicion que la de salvar los moros sus vidas y haciendas. Don

(1) Chron. de S. Fern., c. 53.Conde, cuyas inexactitudes en la parte IV. de su Historia son conocidas, aplica equivocadamente este intento al rey de Granada Alhamar y al soberano de Castilla contra los barcos de los moros. Cap. 6.

La torre del Oro, que se cree ser obra de los árabes, y parece hecha para la defensa de la entra da de rio, es un esbelto polihedro sobre la base de un dodecagono de tres cuerpos. La obra es de sillería y su interior corresponde a su elegante arquitectura. La Chronica de San Fernando h. ce men cion de ella, diciendo que «es de muy genul arte labrada y muy fuerte, y es fundada sobre agua.» Despues continúa: «¿¡Pues qué diremios de la to. re de Santa María y de sus noblezas y hermosura?... Tiene et anchura 6 brazas y 240 en altura...... La escalera por dende suben á ella ancha y tan llana y tan bien compasada, que los reyes y remas y grandes señores que a ella quieren subir à mufa ó a caballo, pueden muy bien subir has ta encima. Y encima de la torre

esti otra que tiene ocho brazas en alto, hecha de maravilloso arte, y encima de ella estan cuatro man zapas una sobre otra, tan grandes, y de tan gran obra y hermosura. que no creo se hallen otras tales en todo el mundo. La que està sốbre todas es ia menor, y luego la segunda es mayor, y la tercera es muy mayor. De la cuarta no se puede decir su grandeza, ni su estraña obra, que es cosa increible á quien no la vido..... Tiene doce ca males, cada una de ellas es de cinco palmos en ancho, que cuando la metieron en la ciudad no pudo caber por la puerta, y tué menester que quilasen las puertas, y que ensanchasen la entrada para metėlla. Quando el sol da en estas manzanas, resplandecen tanto, que se ven de más lejos que una jonada. Es la famosa torre de la Giralda, así llamada por la grande estatua de la Fé que le sirve hoy de veieta pirateria, que fré colocada en el siglo XV. ea lugar de las cuatro grandes bolas doradas de que habla la crónica, las cuales derribó un fuerte terremoto el 24 de agosto de 1596.

Rodrigo Gonzalez Giron fué á posesionarse de Carmona en nombre del rey, y quedaron por aquella parte los cristianos sin enemigos á la espalda, y desembarazados para atender mejor al cerco de Sevilla. Continuaban en este los reencuentros diarios entre sitiados y sitiadores por agua y por tierra, casi sin descanso, dando lugar á multitud de parciales hazañas y heróicos hechos, que fuera prolijo referir, y en que se distinguieron principalmente al almirante Ramon Bonifaz. el maestre de Santiago don Pelayo Correa, los de San Juan, Calatrava y Alcántara, el infante don Enrique, los caballeros Garci-Perez de Vargas, Rodrigo Gonzalez Giron, Alfonso Tellez, Arias Gonzalez y otros no menos ilustres adalides. Ibanse agregando al ejército sitiador nuevos perdones y concejos de Leon y de Castilla, y hasta el arzobispo de Santiago acudió con hueste de gallegos, y no fueron pocos les prelados y clérigos que de todas partes iban á incorporarse al ejército cristiano. Lo que dió mas animacion y lustre al campamento fué la llegada del principe heredero don Alfonso, que ordenadas las cosas de Murcia y arreglada la contienda que traia con su suegro don Jaine de Aragon sobre límites de los dos reinos, que desde entonces quedaron del modo que hoy se hallan, dejó aquello obedeciendo al llamamiento de su padre, y se presentó en los reales acompañado de don Diego Lopez de Haro, y con refuerzo considerable de castellanos..

La larga duracion del sitio, que contaba ya cerca de un año, permitia espacio y suministraba ocasiones para todo género de lances, de vicisitudes y alternativas, de situaciones dramáticas, de aventuras caballerescas y de episodios heróicos. Eutre las industrias empleadas para cortar la comunicacion de los moros de Sevilla con los de Triana por el puente de barcas del Guadalquivir, fué una y la mas notable y eficaz, la de escoger las dos mas gruesas naves de carga de la flota cristiana, y aparejándolas de todo lo necesario para el caso, y montardo en una de ellas el mismo don Ramon Bonifaz, hacerlas navegar á toda vela y cuando soplaba mas récio el viento, un buen trecho del rio, hasta chocar con impetu contra el puente de barcas. La primera no hizo sino quebrantarie, pero al rudo empuje de la segunda en que iba el almirante rompiéronse las cadenas que ceñian las barcas. El puente quedó roto y deshecho con gran regocijo de los cristianos y ro menos pesadumbre de los moros, que se vieron privados del único conducto por donde podian recibir socorro y mantenimientos. Era el dia de la Cruz de Mayo (1248), y atento al dia y al objeto de la empresa hizo el rey enarbolar estandartes con cruces en lo mas alto de los mástiles de la nave victoriosa, y colocar al pié del palo mayor una bella imágen de María Santísima. Al dia siguiente, sin perder momento, dispuso el rey, de acuerdo con don Ramon Bonifaz, atacar á Triana por mar y por tierra.

Pero los moros del castillo arrojaban sobre los cristianos tal lluvia de dardos emplumados y de piedras lanzadas con hondas, y era tal el daño y estrago que hacian (1), que el rey hubo de mandar que se alejasen los suyos, y encargó al infante don Alfonso que con sus hermanos don Fadrique y don Enrique, y el maestre de Uclés y demás caudillos, minasen el castillo; hicieronlo así, mas tropezándose con la contramina que los moros hacian, hubieron de dessistir, y nada se adelantó entonces contra Triana.

Por dos veces durante el sitio recurrieron los moros á la traicion, ya que en buena ley veian no poder conjurar la catástrofe que los amenazaba, enviando al campamento cristiano quien con engaños y fingidas artes viera si podia libertar al islamismo del terrible y obstinado campeon de los cristianos. Uno de aquellos traidores fué enviado al rey don Fernando, otro á su hijo don Alfonso. En ambas ocasiones se hubieran visto en peligro las dos preciosas vidas del soberano y del príncipe, si la sagacidad y la prevision no hubieran prevenido el engaño y frustrado los designios de la sorpresa, burlando por lo menos á los alevosos, ya que no pudo alcanzarles el castigo de la perfidia.

Al fin, despues de quince meses de asedio, can

(1) Tenian los moros (dice la Crónica) tan récias ballestas, que de bien lejos hacian mortales tiros que pasaban el caballero armado de las más fuertes armas, y á don

TOMO V.

de iba á parar el cuadrillo entraba todo debajo de la tierra.» Cuadrilos llamaban á las saetas cuadradas y sin aletas.

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sados y desesperanzados los moros, no muy provistos ya de vituallas, y sin facil medio de introducirlas, determinaron darse á partido y propusieron al rey la entrega de la ciudad y del alcázar, á condicion de que quedasen los moros con sus haciendas, y que las rentas que percibia el emir se repartirian entre él y monarca cristiano por mitad. A estas proposiciones, que se hicieron al rey por conducto de don Rodrigo Alvarez, ni siquiera se dignó contestar. En su virtud ofreciéronle otros partidos, llegando hasta proponerle la posesion de las dos terceras partes de la ciudad, obligándose ellos á levantar á su costa una muralla que dividiera los dos pueblos. Todo lo rechazó Fernando con entereza y aun con desden, diciéndoles que no admitia más términos ni condiciones que la de dejarle libre la ciudad y entregársele á discrecion. Al verle tan inexorable, limitáronse ya á pedir que les permitiera al menos salir libres con sus mugeres y sus hijos y el caudal que consigo llevar pudiesen, á lo cual accedió ya el rey. Una cosa añadian, y era que les dejasen derribar la mezquita mayor, ό por lo menos derruir la más alta torre, obligándose ellos á levantar otra no menos magnífica y costosa. Remitióse en esto el monarca á lo que determinase su hijo don Alfonso, el cual dió por respuesta que si una sola teja faltaba de la mezquita haria rodar las cabezas de todos los moros, y por un solo ladrillo que se desmoronara de la torre no quedaria en Sevilla moro ni mo

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