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liones de Santiago y de Sahagun demuestran el cambio que à principios del siglo XII. comenzó á sufrir en Castilla el tercer estado, que alentado con las franquicias municipales y despertado con ellas el conocimiento de su valer y de sus recursos, apelaba ya á la fuerza para sacudir la dependencia del clero y de los magnates, y aun para dictarles la ley. Esto que para lo sucesivo anunciaba un nuevo elemento que habia de contribuir a establecer el debido equilibrio entre los diversos poderes del Estado, era entonces y en aquella situacion un grave mal que aumentaba la confusion y la anarquía social, y hacia más y más calamitoso y turbulento el reinado de 'doña Urraca.

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"III. Era demasiado violento este estado para que durára mucho, si no habia de perecer la monarquía leonesa-castellana, destinada á ser el núcleo de la nacionalidad española. De alguna parte habia de venir el remedio tantos males, y vino de quien habia tenido la parte más inocente en aquel laberinto de intrigas y de desórdenes; del tierno vástago que crecia en medio de aquel campo azotado de furiosos y encontrados vientos: prenda disputada por todos los bandos y todas las parcialidades, y preservada como milagrosamente de tan desatadas borrascas para ser el áncora de salvación en aquel revuelto piélago; del jóven Alfonso Raimundez, el hijo de doña Urraca, proclamado rey antes que él supiera qué cosa era

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trono, y recibido, con universal beneplácito cuando la edad y los acontecimientos le llamaron á manejar por si solo el cetro heredado de sus mayores.

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Pronto se conoció que se habia sentado en el trono de Castilla un digno descendiente de Alfonso VI., heredero de su grandeza como de su nombre. Las tormentas calman, y las negras nubes que antes cubrian aquel encapotado horizonte van desapareciendo al influjo de un astro radiante y benéfico. Aquel mismo guerrero aragonés, aquel rey de las cien batallas y de las cien victorias que tan osadamente habia penetrado en otros tiempos en Castilla, cuando se encuentra de frente con el hijo de su esposa se detiene, medita, oye los consejos de los que le exhortan á la paz, capitula y se retira á sus estados. Porque ya no es Alfonso el niño débil, el tierno infante, el huérfano de Galicia, abandonado de su madre, arrancado de los brazos de un tutor ambicioso por las manos de un rebelde atrevido: es, Alfonso, el rey de Castilla y de Leon, el jóven vigɔroso, lleno de ardor y de vida y ganoso de gloria, el monarca amado de sus pueblos, á quien sigue un ejército entusiasmado. Pronto conocieron tambien los musulmanes que no era ya Toledo aquella ciudad y aquel pais que gobernaba una muger, que destrozaban intestinas discordias, y que ellos casi impunemente devastaban con sus algaras terribles: imperaba allí un príncipe aninoso, que lejos de temer las incursiones de los sarracenos se atreve él á penetrar en las

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tierras de los infieles y tiene el arrojo de avanzar hasta el estrecho Gaditano, regresando casi indemne á Toledo.

El enlace de Alfonso VII. de Castilla con la hija del conde de Barcelona doña Berenguela le trae una alianza provechosa en política, una compañera dulce, una consejera prudente y un objeto de amor para su pueblo. La muerte del rey Batallador, la eleccion de un monje para el trono aragonés, y la desmembracion de Navarra le dan una superioridad, de que él sabe aprovecharse bien, sobre todos los soberanos de la España cristiana; monarcas españoles y príncipes extrangeros reconocen su supremacía y le rinden homenage, y Alfonso se hace coronar emperador; un personage á quien ciñe la diadema real le lleva del brazo en la ceremonia solemne como si fuera un oficial de su servicio. ¡Qué trasformacion tan grande ha sufrido la monarquía castellanaleonesa! La que hace pocos años apenas podia titularse reiuo, sino campo de discordias y de ambiciones, es ya un imperio cuya dominacion por lo menos moral se estiende hasta más allá del Pirineo. El hijo ha indemnizado superabundantemente al reino de los quebrantos que sufrió con la madre. Por eso damos tanta importancia á las virtudes ó á los vicios de los reyes, por eso damos tanto valor á las dotes personales de los gefes soberanos de los estados. De ellas dependen por lo comun las prosperidades ó los infortunios de los pueblos.

IV. Más iguales los príncipes soberanos de Aragon y Cataluña en este período, habia sido tambien más igual la marcha de su engrandecimiento. En Aragon, á Sancho Ramirez, el couquistador de Barbastro, habia sucedido su hijo Pedro I., el conquistador de Huesca: á este su hermano Aifonso I., el conquistador de Zaragoza. Esta plaza era para Aragon lo que Toledo para Castilla (1). Contar nominalmente las poblaciones y fortalezas que este último monarca arrancó de poder de infieles, seria tan difícil como referir nominalmente sus batallas. Merced á tan insignes príncipes, aquel reino de Aragon tan diminuto y exí.. guo en 1035 bajo el primer Ramiro, era ya un estado grande, poderoso, respetable y fuerte en 1134 cuando le fué adjudicado á Ramiro II. Pocos estados crecen tanto en un siglo á fuerza de conquistas y sin agregaciones hereditarias.

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En Cataluña un conde desnaturalizado y criminal como hermano, pero vigoroso como príncipe y como guerrero, comete un fratricidio execrable y reconquista una antigua metrópoli para el cristianismo. Acaso un crímen nos valió la importante adquisicion de Tarragona, pues sin el interés de desenojar á sus

(1) En algun historiador hemos leido que cuando el Batallador se apo feró de Zaragoza mandó arrasar las fortificaciones morigcas, diciendo que la capital del reino no debia tener más defensa que el valor de sus habitantes: espresion sublime, que á

ser cierta naceria más de arranque genial que de prevision de aquel rudo monarca, y à la cual sin embargo han venido á dar valor profético en tiempos posteriores las conocidas hazañas de aquel pueblo de héroes.

súbditos y de guarecerse de los rayos espirituales del gefe de la Iglesia, tal vez Berenguer Ramon el Fratricida no hubiera tomado con tanto ahinco el empeño de rescatar del poder mahometano aquella ciudad de gloriosos recuerdos. Odiando el crimen, aceptamos, con gusto los efectos muchas veces provechosos de un remordimiento. Y sin embargo no bastó aquella gloriosa empresa al matador de su hermano para expiar su delito. Ni Dios, ni los hombres parecia habérsele perdonado: oprimiéroule los hombres con el peso. de una acusacion formidable y de una sentencia infamante y bochornosa: tal vez lograra aplacar á Dios y hacérsele propicio vertiendo su sangre como simple cruzado allá en la Palestina en compensacion de la sangre fraternal que como príncipe ambicioso habia derramado en su patria.

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Gosa digna de especial atencion y reparo! En este medio siglo que recorremos, al través de los disturbios, de las discordias y de las agitaciones domésticas entre los príncipes cristianos, á pesar del empuje que habia venido à dar al pueblo muslímico la irrupcion de los Almoravides, cuatro insignes ciudades fueron rescatadas del poder y dominacion de los guerreros de Maho:na. En Castilla, Toledo, la capital de la monarquía goda, la corte de los Recaredos y de los Wambas, la ciudad de los concilios: en Aragon, Huesca, la famosa ciudad de Sertorio, la cuna de las primeras letras romano-hispanas; Zaragoza, la colonia

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