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del rey moro de Valencia Ceid Abuzeit que se obli» gase á pagarle el quinto de las rentas de Valencia y Murcia á trueque de apartarle del cerco de Per ñíscola.

el

¿Qué le servian, sin embargo, al jóven monarca aragonés estos y otros rasgos de personal valor y de heróica resolucion, admirable en sus juveniles años? Contrariábanle en todo y se le insolentaban aquellos soberbios ricos-hombres, cuya osadía llegó al más alto punto en esta época azarosa. Una vez que el soberano se atrevió á reconvenir al poderoso don Petro Ahones por no haber concurrido á Teruel segun en su convocatoria habia ordenado, cruzáronse entre uno y otro palabras ágrias como de igual á igual, y como rey intimase á su súbdito que se diese á prision, levó su audacia el rico-hombre hasta empuñar la espada contra don Jaime, y empeñóse entre ellos una lucha cuerpo á cuerpo, de que felizmente el monarca, robusto y fuerte como era, aunque jóven, pues no contaba aun sino diez y siete años, salió vencedor. Con tan poco respeto trataban al rey los mismos su yos, que habiendo sido algunos de ellos testigos oculares de aquella lucha hercúlea, estuvieron mirándola con fria calına, sin que uno solo se moviera á desembarazar á su soberano de aquel insolente y audaz competidor (1). Al fin, perseguido en su salida el osa

(1) Este notable incidente, que bastaria solo para revelar la si

tuacion respectiva de los monarcas y de los ricos-hombres ara

do don Pedro Ahones por algunos caballeros de la mesnada del rey, y por el rey mismo, que al efecto hubo de pedir un caballero prestado (á tal estremidad se veia á veces reducido), pereció alanceado por Sancho Martinez de Luna, cuidando el rey de su cadáver, que hizo enterrar decorosamente en Santa María de Daroca.

En cambio de este enemigo que faltaba á don Jai

goneses de aquel tiempo, le cuenta el mismo rey don Jaime en su historia escrita por él con aquella sencillez y aquel aire de verdad que se nota en toda esta preciosa obra. Acabadas tales razones (dice), él (don Pedro Ahones) se puso en pié, y aquellos que estaban con Nos..... nos desampara on á ambos.... don Pedro, que tenia fama de gran caballero y de muy diestro en las armas, apenas se vió solo con Nos puso mano á la espada, mas con nuestra mano se la sujetamos de tal modo, que no pudo desenvainarla. Los caballeros de don Pedro Ahones no habian descabalgado aun, y estaban afuera; mas al oir el ruido que se movia en la casa, apeáronse como unos treinta cuarenta á la vez: mientras venian, don Pedro quiso poner tambien mano á la daga, pero se lo impedimos asimismo y ni siquiera pudo moverla. A tal sazon entraron los suyos, mientras que los nuestros se estaban en sus casas, y nos sacaron á don Pedro de entre manos, de las que él no habia podido desasirge sin embargo de su vigor. Así escapó de Nos, sin que los nuestros que estaban en casa nos ayudaran: antes al contrario, miraban con calma la lucha que con él teníamos.» Hist. de don Jaime, cap. 26.

Esta historia, escrita en lemo

sin por el mismo rey conquistador, é impresa con el título de Cronica 6 Comentari del gloriosisim é invictisim rey En Jacme rey d' Aragó, etc., es uno de los más preciosos monumentos históricos de aquellos tiempos, y no sabemos cóino Villaroya y algunos otros hayan pretendido probar que no sea obra del ingenio del rey don Jaime, pues todas sus páginas tienen un sabor de verdad y sencillez ! heróica, un sello de franqueza, y dan unas noticias tan individuales, que más que historia semeja un dietario, en que no parece verosímil ni casi posible baya podido intervenir otra mano que la del monarca que habla en ella siempre. Retratanse además en ella con curiosa originalidad las costumbres de aquella época. Tenemos á la vista la traduccion castellana, hecha con inteligencia y esmero por los señores Flotats y Bofarull, empleados en el Archivo general de la corona de Aragon. Conócese que Zurita se sirvió mucho y con preferencia de la Cróni ca del rey don Jaime. Sirvennos además para la historia de este reinado las apreciables obras de Desclot y Muntaner, escritores catalanes contemporáneos: Blancas, Diago, Beuther, Escolano, Carbonell, Villanueva y otros.

me, alzáronse las villas de Aragon tomando la voz del infante don Fernando, contribuyendo no poco á moverlas las instigaciones del obispo de Zaragoza don Sancho, hermano de don Pedro Ahones. Vióse el rey con tal motivo en conflictos y trances no menos estrechos que los anteriores: ni nadie le inspiraba confianza y seguridad, ni en parte alguna encontraba tranquilidad ni reposo. Hallándose en Huesca (1226), donde habia sido recibido con fiestas y regocijos populares, faltóle poco para ser al dia siguiente víctima de un alboroto que en el mismo pueblo se levantó contra él; cerrando estaban ya las calles y salidas de la ciudad con cadenas para impedir que pudiera evadirse, y solo á un ingenioso ardid, y á una serenidad y arrojo que apenas se conciben en tan pocos años, debió don Jaime su salvacion, logrando salir de la ciudad y ponerse en camino de la Isuela con cinco de sus leales caballeros (1). No es estraño que el mas juicioso analista de Aragon pinte la situacion del estado en aquella sazon con los siguientes colores: Estaba todo el reino (dice) por este tiempo en tanta turbacion y escándalo, que no habia mas justicia en él de cuanto prevalecian las armas, siguiendo unos la parte del rey y otros la del infante don Hernando, que se favorecia de las ciudades de Zaragoza, Huesca y Jaca.

(1) Las circunstancias de este suceso las refiere minuciosamente Zurita, Anal., lib. II., cap. 81, y

con agradable sencillez le cuenta el mismo don Jaime en los cap. 30 á 33 de su Historia.

Con esta ocasion de tanta tortura, los concejos y vecinos de estas ciudades hicieron entre sí muy estrecha confederacion, atendida la turbacion grande del reino, y los daños y robos y homicidios, y otros muy grandes insultos que se cometian: y para evitar tanto ma!, porque pudiesen vivir en alguna seguridad y pacíficamente, trataron de unirse y confederarse en una perpétua amistad y paz. Juntáronse en Jaca los procuradores de estas ciudades, y á 13 del mes de noviembre de este año MCCXXVI. determinaron de unirse y valerse con todo su poder contra cualesquiera personas, salvando en todo el derecho y fidelidad que debian al rey y á su reino, obligándose con juramentos y homenages, que no se pudiesen apartar de esta amistad ni absolverse de aquella jura por ninguna causa, antes se conservase entre ellos siempre esta concordia y union y entre sus sucesores: y juraron de cumplir todos los vecinos desde siete años arriba, so pena de perjuros y traidores á fuero de Aragon, declarando que no pudiesen salvar su fé en córte ni fuera de ella. Por esto dió el rey gran priesa en poner en órden sus gentes, entendiendo que aquella confederacion se hacia por la parte qué seguia al infante, y que no solo se conjuraban para su defensa sino para poder ofender.»

¿Quién podria pensar que tanta turbacion y desconcierto, tan hondos males y profundas discordias, tantas agitaciones y revueltas hubieran de ser apaci

guadas y sosegadas por aquel mismo jóven príncipe contra quien todo parecia conjurarse, y que aquellos poderosos, soberbios y disidentes infantes, prelados, ricos-hombres y caballeros habian de humillar sus frentes y rendir homenage à aquel mismo monarca á quien hasta entonces tanto habian menospreciado? Así fué, no obstante, para bien de la monarquía, y no estamos lejos de reconocer más mérito en la manera con que don Jaime supo en tan tierna edad desenvolverse de tantos aprietos y tan enmarañadas complicaciones, sacando á salvo su autoridad y su decoro, que en las grandes empresas y gloriosas conquistas que ejecutó despues. Fuese la maña y tacto precoz con que acertó á concordar las diferencias de algunos magnates para atraerlos á su partido; fuese la entereza varonil y la serenidad imperturbable con que se manejó en los mayores peligros y contrariedades, y hasta en los casos del mayor desamparo; fuese la bizarría y la inteligencia que como guerrero desplegó en aquellas luchas civiles, ya para rescatar á fuerza de armas las ciudades de su señorío, ya para ganar las fortalezas de los barones cuyo bando defendia; fuese tambien que el exceso mismo de los males moviera á los aragoneses á pensar en el remedio y á recobrar aquella sensatez natural que parecia haber perdido, es lo cierto que se fueron agrupando en derredor del monarca muchos ricos-hombres y magnates que le ayudaron á sosegar las alteraciones lel reino

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