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que el infante don Alfonso se pusiese en la obediencia del rey, que como á primogénito se le diese la gobernacion de Aragon y Valencia, y que el principado de Cataluña se reservase para don Pedro, el hijo mayor de doña Violante. Faltábale tiempo al rey, en su enojo con don Alfonso, y en su entusiasmo por los hijos de su segunda esposa, para pasar á Cataluña y hacer reconocer á don Pedro, conforme á la sentencia de Ariza. Y como en aquel tiempo hubiese fallecido don Fernando, el tercer hijo de doña Violante, congregadas córtes de catalanes en Barcelona, dió posesion al infante don Pedro como legítimo sucesor y propietario (aunque reservándose el usufructo durante su vida), no solo de todo lo de Cataluña, sino tambien de Rosellon, Conflent, Cerdaña y condado de Rivagorza, declarando que en el caso de que falleciese sin hijos, le sustituyese don Jaime, el segundo hijo de doña Violante (marzo, 1251). Los catalanes juraron é hicieron homenage á don Pedro en presencia del rey.

No contento con esto el Conquistador, despues de haber ratificado la cesion á su hijo don Jaime del señorío de las Baleares y Montpeller, hízole tambien donacion del reino de Valencia, y de ello le prestaron homenage los ricos- hombres y caballeros, alcaides y vecinos de los castillos y lugares del reino nuevamente conquistado. A tal estremo llevaba don Jaime, no ya solo el desamor, sino la enemiga al primogénito dun Alfonso (1252).

Terminado, si no á conveniencia del reino, á satisfaccion suya este negocio, y habiendo vuelto el rey á Valencia, llegáronsele dos moros de Biar, ofrecióndole que con otros de su linage le entregarian aquel castillo, el más fuerte que quedaba en la frontera de Murcia, con cuyo aviso pasó de nuevo á Játiva. Los moros de Biar, lejos de estar dispuestos á cumplir el ofrecimiento de los mensageros, opusieron séria y porfiada resistencia. Pero resuelto ya el rey á someterle por la fuerza, rindiósele al cabo de cinco meses de cerco (febrero, 1253). Con la rendicion de Biar y la posesion de Játiva convenciéronse los sarracenos del país de la imposibilidad de sostenerse contra soberano tan poderoso, y fuéronsele sometiendo todas las villas y castillos que habia desde el Júcar hasta Murcia, y así acabó de enseñorear todo el reino. «Concedimos en seguida (dice él mismo en sus Comentarios) á todos los habitantes que pudiesen quedarse en el mismo país, y por este medio entonces lo dominamos todo (1)..

Suspendemos aquí la narracion de los sucesos de Aragon, ya que el complemento de la conquista de Valencia por don Jaime coincide con la de Andalucía por Fernando III. de Castilla y con su muerte. Y aunque el reinado del Conquistador avanza todavía más de otros veinte años, sus acontecimientos se mezclan ya

(1) Cap. 234.

más con los del reinado de Alfonso el Sábio que reservamos para otro libro. Y habiendo sido las conquistas de Valencia y Andalucía las que cambiaron la condicion de España en lo material y en lo político, expongamos ahora cuál era el estado de la península en estos dos célebres reinados.

CAPÍTULO XVI.
ESPAÑA

BAJO LOS REINADOS DE SAN FERNANDO

Y DE DON JAIME EL CONQUISTADOR.

I. Analogía en la edad y circunstancias en que ocuparon estos dos soberanos los tronos de Aragon y de Castilla.-Primer período de su reinado: cómo dominaron ambos la orgullosa y díscola nobleza de sus reinos. Segundo período: las conquistas: comparacion entre unas y otras: medios y elementos de que disponia cada uno para realizarlas: situacion de la España cristiana y de la España sarracena.-Paralelo entre los dos monarcas, Jaime y Fernando, como conquistadores.Idem como legisladores.—Escelencia del uno como santo, y del otro como guerrero.-Paralelo entre San Fernando de Castilla y San Luis de Francia.-Causas de la dureza y severidad de San Fernando en el castigo v suplicios de los hereges: sistema penal de aquel tiempo,II. Condicion social de la España en estos reinados.-Fijacion de dos idiomas vulgares, el lemosin y el castellano: ejemplos.-Comienzan á escribirse los documentos oficiales en la lengua vulgar.-Estado de las letras en Aragon y Castilla: proteccion que les dispensan ambos príncipes.-Universidad de Salamanca: junta y consejo de doce sábios: juicio crítico de estos: jurisprudencia: historia -Estado de la industria y de las artes en ambos reinos: comercio: navegacion: agricultura: arquitectura: templos.-III. Fundacion de nuevas órdenes religiosas. Santo Domingo, San Pedro Nolasco, San Francisco de Asís: dominicos, mercenarios, hermanos menores: conventos: su instituto, su influencia.-Cómo y por quién se estableció la antigua inquisicion en Cataluña.-Breves del papa Gregorio IX.-Castilla: Navarra.

I. Fernando III. de Castilla y Jaime I. de Aragon: hé aquí dos colosales figuras que sobresalen y des

cuellan simultáneamente en la galería de los grandes hombres y de los grandes príncipes de la edad media española. Conquistadores ambos, la historia designa al uno con este sobrenombre que ganó con sobrada justicia y merecimiento: el otro se distinguiera tambien con el dictado de Conquistador si la Iglesia no le hubiera decorado con el de Santo, que eclipsa y oscurece todos los demás títulos de gloria humana. Los tronos de Castilla y de Aragon (si tronos podian llamarse aquellos solios donde los monarcas no tenian nunca tiempo para sentarse), se vieron casi á la vez ocupados por dos príncipes niños, hijos de dos reinas divorciadas de sus esposos. Fernando de Castilla es mañosamente arrancado por una madre astuta y prudente del lado y poder de un padre que habia de ser enemigo de la madre y del hijo, y la magnánima esposa de un rey envidioso traspasa generosamente un cetro que le pertenecia á manos de un hijo tierno contra la voluntad de un padre desamorado. Jaime de Aragon, todavía más niño y más tierno, es arrancado de la tutela y poder del enemigo de su padre

por reclamacion de sus vasallos y por intercesion y mandato del gefe de la cristiandad, para poner en sus manos el pesado cetro de un reino grande, antes que él pudiera saber ni lo que era cetro ni lo que era reinar. Ambos son jurados por sus pueblos en córtes, en Valladolid el uno, en Lérida el otro.

Fernando, mancebo de diez y siete años cuando fué

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