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figuraron en este tempestuoso reinado.-Don Alfonso de Aragon.Doña Urraca.-Don Enrique y doña Teresa de Portugal.-El obispo Gelmirez.-Los condes de Galicia y de Castilla.-Cómo expió cada cnal ó sus flaquezas ó sus crímenes.-Sublevaciones populares.-III. ReiGado de Alfonso VII.-Rápida mudanza en la situacion de Castilla.— Sus causas.-IV. Aragon y Cataluña.-Cómo y por qué medios se engrandecieron estos estados en este período.-Conducta y proceder de cada uno de sus soberanos.-Sancho Ramirez, Pedro I., Alfonso I. y Ramiro II. de Aragon: Berenguer Ramon II., Ramon Berenguer III. y Ramon Berenguer IV. de Barcelona.-Estraña combinacion y concurso de circunstancias que prepararon la union de Aragon con Cataluña.— Reflexiones sobre este punto.-Importancia y conveniencia de la union.

I. Al llegar á esta época en nuestro discurso preliminar dijimos: «Era destino de España tener que luchar y combatir siglos y siglos; con tan estrañas gentes antes de alcanzar su independencia, con sus propios hijos antes de lograr la unidad. »

Parecia en efecto que con la reconquista de Toledo, el más glorioso suceso que habia presenciado la España desde el levantamiento y triunfo de Pelayo, y el más importante que en cerca de cuatro siglos habia acaecido; que ondeando el estandarte de la fé sobre los muros de la antigua cór'e de los godos, y resplandeciendo la cruz en la insigne basílica de los Ildefonsos y los Julianes, recobrado el baluarte central de España, disuelto el califato y desconcertados y divididos entre sí los musulmanes, hubiera debido decidirse la lucha de los dos pueblos en favor de los cristianos. Así hubiera su edido si los hijos de Ismael, comprendiendo que amenazaba sonar la última hora la causa del islamismo en España, no hubieran

para

apelado al remedio extremo á que recurren los pueblos en su abatimiento y agonía, al de invocar un auxilio extraño. ¿Mas qué fruto recogieron ellos de este llamamiento? Estudiemos los grandes hechos históricos.

Los árabes de Sevilla y Badajoz acudieron en demanda de socorro á sus hermanos los Almoravides de Africa, como en otro tiempo los fenicios de Cádiz habian acudido á sus hermanos los Cartagineses. Lo unos y los otros vinieron á combatir á los españoles independientes cuando estaban á punto de lanzar de su suelo á los enemigos de la libertad. Terribles y funestas fueron las primeras acometidas de los Almoravides en Zalaca y en Uclés, como en otro tiempo lo habian sido las de los Cartagineses en Cádiz y en Tarteso. Los unos y los otros inauguraron su arribo á España con triunfos felices sobre los españoles. Mas así como los de Cartago se convirtieron pronto de auxiliares y amigos en enemigos y tiranos de los mismos que habian implorado su ayuda, lanzando de Cádiz y de la Turdetania á los fenicios sus hermanos, así los de Lamtuna se trocaron muy en breve en opresores y enemigos de sus hermanos los musulmanes de Andalucía y Algarbe, arrojando del suelo de España á los mismos que los habian llamado como auxiliares. En la célebre asamblea de emires y vazzires de Sevilla solo hubo uno que comprendiera y se atreviera á exponer esta máxima que no deberian olvidar nunca los pue

blos: «las armas que como auxiliares entran en un país estraño son por lo comun las cadenas con que han de ser aherrojados los mismos que para salvarse las pidieron.» El que así habló fué el walí de Málaga, y todo el consejo le cubrió de denuestos y ar.atemas. Tambien el jéven príncipe Alrachid, el hijo de EbnAbed de Sevilla pronosticó todo lo que aconteció después. ¡Cuán obcecado estaba el ilustre emir, cuando á la discreta advertencia de su hijo le dió por toda contestacion: Preferiré, hijo mio, guardar los camellos del ejército de Yussuf, á ser vasallo del rey Alfonso! Pues bien, ni aun el humilde honor de guardar sus camellos le concedió aquel Yussuf cuyo auxilio con tan vivas instancias habia solicitado. Cuando se vió en Marruecos gimiendo en mísera servidumbre, cubierto con los harapos de un viejo albornoz, descalzas sus hijas, hilando dia y noche para garar un escaso alimento, sin otra compañía que los recuerdos de su grandeza pasada y de los bellos alcázares de Sevilla para siempre perdidos sin otro alivio á sus penas que el de desahogar en armoniosas y poéticas consonancias un arrepentimiento tardío, entonces pudo conocer cuán amargo fruto habia recogido de llamar á España al conquistador africano: entonces recordaria con estéril dolor las proféticas palabras de su hijo: ¿Sabeis la suerte que nos reserva Yussuf? La misma que ha deparado á los pueblos de Magreb; el destierro y la esclavitud. Entonces pudo comprender cuán

caro suelen comprar el placer de la venganza los que para tomarla de un enemigo interior se echan imprudentemente en brazos de un auxiliar estrangero. Esta es la historia del mundo; esta es la historia de todos los pueblos; estas son las grandes lecciones que los hechos históricos suministran á la humanidad.

Por lo que hace á los cristianos españolcs, decretado estaba que habia de acrisolarse su fé y probarse su perseverancia luchando siglos y siglos. Por eso cada vez que la fortuna y el valor los ponian en punto de acabar con los enemigos de su religion y de su patria, una nueva raza de hombres se encontraba ya dispuesta á invadir é inundar como desbordado torrente su suelo. Y al modo que para la ejecucion del gran decreto de la destruccion del imperio romano nunca faltaron del otro lado del Danubio innumerables hordas y tribus aparejadas á descargar como nubes de destructora langosta sobre las provincias del mundo romano, de la misma manera no faltaban nunca del otro lado del Mediterránco nuevas kabilas У tribus preparadas para ser los instrumentos ejecutores del gran decreto providencial que tenia destinada á España á ser e! palenque en que se habia de decidir la solemne contienda empeñada entre el mundo cristiano

y el mundo musulman. Los que esta vez vinieron f eron los Almoravides, innumerable enjambre de moros berberiscos, lamtunas, gome'es, mazamudas, zenetas y gazules, conducidos desde el otro lado de la cadena

del Atlas por el famoso Yussuf ben Tachfin, el Alarico de aquellos bárbaros del Mediodía. La mision secreta de estas gentes comienza á cumplirse en Zalaca. Los estandartes de la fé son allí desgarrados y hechos trizas como en Guadalete. El pendon mahometano de Yussuf ondea triunfante como el de Tarik. Cien mil cabezas cristianas van á servir de horrible trofeo repartidas por las ciudades musulmanas de España y de Africa. Alfonso el conquistador de Toledo, se ve á punto de sufrir la misma suerte que Rodrigo el que perdió á Toledo y á España. Solo á favor de las sombras de la noche logra salvarse, y seguido de unos pocos caballeros castellanos, cruzando montes y desusados y ásperos senderos, casi tocándole las puntas de las cimitarras sarracenas, entra en fin en Toledo como fugitivo el que un año antes habia entrado como conquistador, ¿Perecerá otra vez la monarquía á los golpes del alfange de Yussuf ben Tachfin, como pereció en otro tiempo á impulso de la lanza de Tarik ben Zehyad? El Dios que volvió por la España y el cristianismo en Covadonga y en Calatañazor, ¿los habrá de abandonar en Zalaca y en Toledo? ¿Favorecerá á Yussuf y á Ebn Abed el que hizo sucumbir á Alkaman y á Almanzor?

No; la Providencia vela por su pueblo y no le abandona. España sufrirá; pero su destino es luchar y vencer. Este es el lote que le ha tocado á esta porcion del globo en su relacion con la vida social de la hu

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