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>> cuerpo de electores constituidos regularmente. Se hallaban » á la sazon en Cadiz muchísimos sugetos que la guerra « habia obligado á salir de las provincias. La situacion de » los negocios tambien habia reunido muchos negociantes » de la América meridional, naturales ó no de aquellas > tierras. Se encontraron pues fácilmente hombres que de un » modo ú otro pertenecian á los varios reinos, ciudades, villas » y provincias de España, del antiguo y del nuevo mundo. » Estos fueron hechos sus representantes ostensibles ».

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Cuando los verdaderos españoles, aquellos que habian defendido sus hogares en vez de huir á Cadiz, hubieron hechado á José Bonaparte de Madrid, y sucesivamente de toda la península, los filósofos de Cadiz salieron de su guarida con su obra constitucional, y trataron de poner á su patria bajo su dominio. Sobre este particular dejaremos hablar á los sesenta y nueve diputados de las provincias de España que dirigieron sus famosas representaciones, redigidas principalmente por el Marques de Mataflorida, á FERNANDO VII, cuando llegó á Valencia : Rompióse la >> barrera que separaba á Cadiz de las provincias, y en el lenguage de los que salian de aquella, y de las órdenes

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» que se les comunicaban, (sin dejar otro arbitrio que la

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ciega obediencia ó el castigo), principiamos á notar un enigma no fácil de entender sin entrar en el arcano de sus » autores. Hablábase de nuevo sistema, y de una transfor» macion general hasta en los nombres, que nunca habian

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influido en la sustancia, y que no concordaban con el definido. Un grupo de leyes hechas sin examen, »sultar el interes y costumbres del pueblo para quien se hacian, y las mas respirando la propia táctica francesa que » tanto odio les habia causado, fue lo primero que se presentó á la vista. Vimos emigrados y espatriados los obispos, como en las mas amargas persecuciones de la

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Iglesia, con pretestos que no sabemos disculpar; vimos los regularesvirtualmente estinguidos, lo que habia sido uno de » los primeros cuidados de Napoleon; vimos abandonado el » cuidado de los ejércitos cuando mas se necesitaba la fuerza » para acabar de lanzar al enemigo, y poner una barrera impenetrable sobre los Pirineos: vimos que hasta el sistema » de hacienda se habia desconcertado y hecho odioso, » cuando mas se necesitaba de auxilios; y en fin nuestros ojos cansados de llorar desgracias, vieron que aun no » habian acabado este oficio.

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» Principiamos á leer los trabajos de las Cortes de Cadiz, y el origen que habian tenido , y observamos que, olvidado >> el decreto de la Junta central * , y las leyes, fueros y >> costumbres de España, los mas de los que se decian representantes de las provincias, habian asistido al congreso >> sin poder especial ni general de ellas; por consiguiente » no-habian merecido la confianza del pueblo en cuyo nombre » hablaban ».

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El escritor ingles confirma cuanto dicen los sesenta y nueve diputados españoles **.

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» Cuando las Cortes de Cadiz empezaron á hacer una constitucion, en la que desde luego se reconoció una tendencia democrática, y una grande semejanza con la >> constitucion francesa de 1791. La oposicion, el descon» tento y la desunion empezaron á manifestarse por toda España.

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» Aquellos mismos que mas habian contribuido á excitar » y mantener la resistencia á los Franceses, abandonaron la » causa cuando advirtieron que el gobierno obraba con » tanto desprecio del objeto popular de la guerra. El obispo » de Orense se retiró de la regencia, cuando vió que ya no

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* Hablaremos mas adelante de este decreto de la Junta central. ** Pág. 56 y 573.

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podia detener aquella tendencia á la democracía. Los púlpitos mismos y las imprentas, de donde habian salido aquellas representaciones que, desde el principio, habian >> excitado el pueblo á la resistencia, condenaron abierta» mente los actos del gobierno. En muchas partes, se avisó » á los pueblos que, por mas que siguiesen con los mayores >> esfuerzos, no saldrian bien con los grandes fines que se » habian propuesto al tomar las armas que un gobierno » que se habia criado á sí mismo, acababa de hacer una cons>>titucion enteramente opuesta al objeto popular de la guerra, y habia en algun modo depuesto al Rey; que, por consiguiente, hacer mayores esfuerzos en favor de un tal gobierno, era rebelarse contra el gobierno real. Todos » tenemos presente, cuantas quejas se oian en una época » avanzada de la guerra, sobre la apatía de los Españoles. >> Todos tenemos presente, cuan incomprensible parecia que » el espíritu de entusiasmo que habian desplegado al principio de la lid, tan pronto se hubiera desvanecido. Aqui >> está la solucion; ella esplicará el porque, desde el año 1812, los esfuerzos de los paisanos eran absolutamente » nulos. Las únicas operaciones que se efectuaron desde aquella época, eran las de las guerrillas, compuestas la mayor parte de los trozos de los ejércitos españoles. Las » mas, y seguramente las mas activas de ellas, eran man» dadas por sugetos que, ya desde entonces, eran liberales, (constitucionales ); nada lo ha probado mejor que el partido que posteriormente han tomado, el Empecinado, Mina, Porlier, el Pastor y otros muchos.

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» Al promulgarse la constitucion, fácilmente se hechó de » ver, por el modo con que fue recibida, casi por toda España, que no cuadraba con la opinion general. Algunas » personas que presenciaron su publicacion en la capital, » en los puertos marítimos, y en las principales plazas de

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» comercio, han podido hacer otro concepto. A todos estos pueblos alentaba la halagüeña esperanza de conservar las » colonias. Pero ello es cierto que en la mayor parte de las

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ciudades, en todas las villas, y generalmente entre los » labradores y en el interior de las aldeas, fue recibida con » disgusto, con repugnancia, y en , y en muchas partes con

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De la opinion de la Nacion Española con respecto á la revolucion desde el regreso del Rey, en Abril de 1814, hasta la sublevacion de las tropas, en la isla de Leon en Enero de 1820.

VAMOS á copiar primeramente la relacion del señor conde

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de Toreno. « Las Cortes..... dieron su célebre decreto de 2 de » Febrero 1814, por el cual ordenaban (que si Napoleon dejaba al Rey volver á España, entrase solo con la familia real y con su servidumbre de Españoles ; que inmediatamente que se supiese su llegada, saliese á recibir á S. M. el Cardenal, presidente de la Regencia, y que el Rey viniese » á Madrid, viâ rectâ, sin ejercer su autoridad hasta hallarse » libre en el seno del congreso, y jurar en él la constitucion; á cuyo fin se le presentaria un ejemplar de ella instruyéndole de estas disposiciones, luego que llegase á la frontera; y le entregaria despues el Cardenal una relacion » de los principales sucesos ocurridos en aquellos seis años últimos, para su cabal conocimiento....) El Rey fue recibido » á la frontera de Cataluña por Don Francisco Copons, general en gefe de aquel ejército. Habiéndosele instruido » de todo segun las órdenes de la Regencia, pareció estar conforme, y aun gustoso con la constitucion y los dere

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>>chos de las Cortes, mientras permaneció en esta provincia, » y se abstuvo de ejercer ningun acto de autoridad en ella : » desde aqui, en vez de pasar directamente á Valencia, se

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dirigió y Zaragoza.... esto era ya contra el decreto de

» las Cortes ».

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Veremos ahora como se esplica el escritor ingles :

« Cuando el poder de Napoleon fue deribado, y, 'saliendo » Fernando de su cautiverio, volvió á España, su primera > intencion fue ciertamente llegar á su capital, y allá aceptar » y jurar la nueva constitucion de la que aun no tenia » cabal conocimiento. Atravesando su reino, mil consideraciones graves llamaron su atencion sobre el nuevo código. » Un número inmenso de personas contrarias á la consti» tucion acudieron á él de todas partes..... Reconoció que la dignidad real habia sido despojada de todo poder, y que » la España en vez de quedar una monarquía moderada, » como decia la nueva constitucion, era mas bien una » democracía absoluta. ¿Y podremos estrañar que haya titu>> beado en reconocer unas instituciones semejantes? Se » detuvo pues en Valencia, donde, confirmándose en sus >> motivos de oposicion, por algunas circunstancias ulteriores, y asegurado del apoyo de su ejército, resolvió no aceptar la constitucion hecha durante su cautiverio. Sin embargo, antes de declararse esta determinacion, » hicieron algunas pruebas para persuadir á las Cortes que admitiesen algunas modificaciones; pero su contestacion fue La constitucion, toda la constitucion, y nada mas » que la constitucion ». Esta era la consecuencia de sus principios ; dejar que el Rey deliberase sobre la constitucion, era destruir el dogma fundamental de la soberanía del pueblo (4).

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De todos los puntos del reino llegaron representaciones

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