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( 44 ) A la autoridad de Bossuet añadirémos la de Fenelon. Hácia el año 1709, dice un testigo ocular (M. de Ramsay), Jaime III moró algun tiempo en casa del señor arzobispo de Cambrai. M. de Fenelon tuvo varias conferencias con este joven principe, quien le escuchaba con veneracion y docilidad... Mostróle las ventajas que le ofrecia la forma del gobierno de su pais. » Todo principe, decia, debe ape> tecer tener un consejo supremo que modere su autoridad. El primer modelo de los gobiernos es la autoridad pater» nal; todo buen padre ha de obrar de acuerdo con los D mas sabios y esperimentados de sus hijos.... Cuando una » vez, continuaba, la autoridad suprema se halla fijada por » las leyes fundamentales en uno solo en algunos ó en muchos, es preciso tolerar los abusos inherentes á cada sisteD ma si no se les puede remediar con providencias compatibles con el orden... Nunca se hallará la felicidad de » la humana sociedad mudando o trastornando las re> glas y formas establecidas. »

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Jaime III tenia entonces la esperanza próxima de que la reina Ana, su hermana la hija querida de Jaime II, no esperando tener hijos, le llamaria al trono. Este príncipe hubiera podido allanar todos los obstáculos, ejerciendo un solo acto del culto anglicano, mas rehusó constantemente; conducta heroica que transmitirá apenas á la posteridad una linea oscura de la historia, y cuya gloria está conservada para otro orden de cosas.

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(45) Henrique IV no dejó en todo el tiempo de su reinado de emplear y recompensar á aquellos que le habian servido constantemente. Los protestantes se quejaron de él, mas podia contestárseles que, desde que le vieron rey de Francia, se separaron sucesivamente de su servicio, y que en el sitio de Amiens, ni uno solo se halló de los señores de aquel partido; cuando (segun refiere Mezerai, autor nada sospechoso á los protestantes) » los coligados se jactaron en aquella grande circunstancia de haber sido los restauradores del estado, como habian sido los defensores de « la religion »; por lo que dijo Henrique IV que conocia muy bien que aquellos hombres nunca habian sido enemigos persona pero si solamente de la secta ugonota. Esto esplica la conducta de Enrique IV, y sirve de impugnación á las sátiras que hicieron contra él. Este principe tenia el genio de la clemencia (perdóneseme la espresion), no hubiera podido Bossuet decir de él, como de Cárlos I, que fue clemente hasta tener que arrepentirse. No encon

de su

tró sino súbditos siempre fieles en todos aquellos á quienes habia juzgado que debia perdonar.

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no se oye

» En Francia, decià Burke treinta años hace » alabar mas que la mansedumbre y amenidad de aquel príncipe; pero se pone en oscuro y casi se hace desaparecer el carácter de vigilancia y vigor sin el cual no hu» biera merecido el nombre de grande. Es muy evidente el » fin de esa política. El nombre de Henrique IV recor

daba la idea de la popularidad. Daba orgullo á los reyes » de Francia el venir de este héroe; su conducta y carác» ter debia servirles de modelo. De manera que, bajo el am» paro de este nombre venerado, todos los que conspiraban » contra las leyes, la religion y el orden se esforzaban en » persuadir á Luis XVI que podia renunciar las precaucio» nes todas del poder contra los designios de la ambicion. » Y despues de haberle asi desarmado, fue cuando deter» minaron entregarle, él, el clero, la nobleza , y los ma>gistrados (los naturales apoyos del trono ) en manos de los ladrones y asesinos, Mucho tiempo hay que esta ma» quinacion estaba tramada; debian los conspiradores ponerla en obra de todos modos segun las circunstancias; y aque» lla moda de colgar por todas partes retratos de Henrique » IV, era uno de los medios que se habian de emplear para obtener el logro de aquel designio Medio verdade› ramente pérfido que pone asechanzas á los hombres y los pierde con el mismo cebo de sus propias virtudes. »

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Muy sin razon se jactaba Carlos II de imitar la conducta de Henrique IV, su abuelo materno. Privó de su valimiento al canciller Clarendon que habia sido su consejero en el destierro, y le habia dirigido con mucha prudencia y juicio en los primeros años de la restauracion. No hacia caso de los servicios de los caballeros que se habian saorificado por su padre, y dejó morir de hambre á Butler el célebre autor del poema de Húdibras que tanto habia contribuido á atraer los espíritus á su partido y cuyos versos recitaba incesantemente.

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Su ingratitud y la de su hermano eran de tal modo ingenuas é indignantes, que los mismos realistas leales que siguieron á Francia á este último, porque con su causa estaba unida la de la religion, han transmitido á sus descendientes, contra estos dos príncipes, un sentimiento de ira y menosprecio, cuya fuerza no ha podido amortiguar un trascurso de ciento y veinte años; siendo así que, pesar de las sátiras de los protestantes y las falsas alabanzas de los filóso

á

fos, el nombré de Henrique IV será siempre querido y ve nerado de la posteridad.

dió lustre

No es de olvidar sin embargo que Jaime II å su desgracia con grandes virtudes, y que quiso noblemente que sus servidores fieles disfrutasen con él de los efectos de la munificencia de Luis XIV. Pero entonces ya no podia reparar las faltas que habia cometido cuando dominaba los consejos de su hermano ó cuando reinaba él mismo. (46) M. de Lafayette, celebrando en su discurso de 4 de junio 1821 el triunfo de la revolucion en la restauracion, hizo contrastar este triunfo con una proclama fecha en Verona, en julio 1795; estas fueron sus propias espresiones. M. de Lafayette tenia razon aquella declaracion, bien digna de un descendiente de Henrique IV, prueba cuanto llevamos dicho. Los historiadores adictos á los descendientes de S. Luis > citarán este documento siempre que hablarán de la restauracion de 1814, añadiéndole la declaracion fecha en Hartwel, del 1 de enero del propio año, que fue publicada en Paris en los primeros dias de la restauracion.

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Se hallarán varios hechos sobre este importante asunto en mi escrito sobre la marcha del partido liberal, 2. ed p. 26, 118 y 127.

27,

(47) Esas clases de que habla M. Burke son las mismas categorias de que los liberales han hecho tanto cargo á la cámara de 1815, la cual sin embargo no adoptó la proposicion del diputado que opinaba se debian poner por obra los consejos de M. Burke, consejos que, algunos meses antes, habian sido sancionados por la verificacion entera de las predicciones de este grande estadista.

No sin razon se oponen los liberales á las categorias ; este es el medio de lograr que sus gefes queden impunes, y esto afianza el buen éxito de sus operaciones, á las que de este modo pueden volver á trabajar cuando quieren.

No sin razon claman contra las reacciones dando este nombre á las medidas las mas conformes á la justicia: sin estas reacciones tendrian motivo de esperar que luego volverian á repetir ellos sus acciones.

No sin razon claman contra las purificaciones; porque sin ellas conservarian los empleos y el poder que muy pronto les serviria para inutilizar las victorias de los pueblos y los reyes contra su enemigo comun.

Claman ya los liberales contra las categorias, reacciones y purificaciones de España. El uso de estas palabras los ha sa

Este documento se lee en los papeles realistas de 2 y 3 de abril 1814.

lido

lido bien una vez ; pero es de esperar que la seriedad y buen juicio del pueblo español y los actos de la regencia impedirán el que tengan ahora tan buen éxito.

(48) Véase los documentos anexos al tratado de 25 de marzo de 1815. Les insertaron en el monitor del 17 de junio siguiente, en el cual las palabras aqui citadas estan puestas de letra cursiva. Buonaparte habia mandado distribuir antes aquellos documentos á sus cámaras de Pares y Representantes no podia encontrar preliminar mas á propósito para la ley que debia proporcionarle un ejército.

(49) Parece que estos escritores han olvidado que pocos dias antes habian citado con la mayor aprobacion, los decretos de Mina y de Villacampa para ejercer la policia contra los facciosos. Sin embargo estos escritores son sugetos hábiles y poco distraidos !!!

SUPLEMENTO.

NOTA que se refiere al Capitulo 1.

› Muchos se han equivocado, dice M. de Pradt sobre la situacion de la España. Desde que reinaba la casa de Borbon, este pais habia hecho los progresos mas felices. Felipe V no contaba mas que ocho millones de vasallos cuando se hizo la paz que le aseguró el trono: bajo reinado de Cárlos IV la poblacion se el acercaba á doce millones; las riquezas habian tenido un incremento grandísimo las ciudades mudaban de aspecto; se estendian las artes , y la cultura de las letras iba cada dia en aumento; en una palabra, la España habia tomado su parte en los progresos generales de las sociedades Europeas. Daba aun mayores pasos hácia la prosperidad en razon de los recursos que ella sola poses. Habiéndose mejorado la administracion de sus Colonias, habia logrado ya grandes ventajas, y podia prometérselas mucho mayores en lo por venir. De modo que, en el espacio de diez años desde 1778 á 1788, los productos de la América española habian mejorado de setenta y cinco millones á doscientos y diez, en géneros, y en numerario, de ciento y diez millones á ciento setenta y cinco.

Calcúlese por este primer paso, que en su principio era muy poca cosa, lo que la España podia prometerse en lo sucesivo. La mayor parte de estos beneficios eran debidos á los principes de la casa de Borbon. »

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NOTA que se refiere a los Capitulos II y VIII.

Habiendo Josef convocado las cortes, dice M. de Pradt, la regencia lo imitó, y para suplir el defecto de los representantes directos del reino que no pudieron acudir á Cádiz, admitió á todos los suplentes de estos diputados que pudo juntar. De ahi han nacido esas cortes tan conocidas en España y en Europa, que, despues de haberse portado como se hace entre anarquistas, han parado en estas cortes autoras de la constitucion de España que tanto irritó á Fernando.

NOTA que se refiere al Capitulo IV.

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El obispo de Orense, dice M. de Laborde tenia palacio hecho un hospicio donde mantenia á 300 eclesiásticos franceses condenados al destierro en tiempo de la revolucion. Este prelado comia con ellos , privándose de todas aquellas comodidades que no podia proporcionar á aquellos desgraciados.

Casi todos los obispos de España ejercieron esta santa hospitalidad. El cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo mantuvo siempre á 500 sacerdotes franceses. Se calcula que en España habia unos diez mil desde 1792 hasta 1801.

En Portugal se refugiaron cerca dos mil, y, debemos decirlo, la caridad hacia aquellos confesores de la fe, tal vez fue mas general alli que en España.

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Calculando en 500 francos la manutencion y vestuario de estos doce mil eclesiásticos franceses durante 9 años, resulta para España y Portugal un gasto de 54 millones. Mas como hubo temporadas en que llegaron á 14 mil los eclesiásticos, y se estendió la hospitalidad á las religiosas y á algunas familias de emigrados, puede calcularse el gasto de los dos reinos á favor de los franceses, en 80 millones. Añádase que Carlos IV durante la revolucion y FERNANDO VII durante los cien dias 9 se portaron con sus augustos parientes como verdaderos hijos de Luis XIV, de modo que los 100 millones que ahora gastamos por el rey y por la nacion española, son una deuda que pagamos; á mas de que, no debemos olvidar que la guerra que hacemos es igualmente necesaria para asegurar la tranquilidad en Francia, y para librar á España.

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Pero dejando á parte los intereses de esta deuda, ¿como podremos agradecer á la España y al Portugal el habernos conservado varios de nuestros obispos y 12 mil sacerdotes que han vuelto á nuestra patria para predicar la religion, y llamar à los pueblos al amor de su rey, despues de 25 años de revolucion ?

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