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frente del ejército de la Fe, sujetó todo el valle del Segre, desde los Pirineos hasta las bocas del Ebro. El dia 13 de agosto, el marques de Mataflorida, ministro de gracia y justicia de Fernando VII, salió de Tolosa, donde se habia refugiado, y formó, con el Arzobispo de Tarragona y el Baron de Eroles, aquella regencia de Urgel, que se sostuvo cuatro meses contra el poder de las cortes. Los realistas evacuaron Urgel por falta de víveres; pero nunca han cesado de tener partidas en Cataluña y Aragon. Závala, en las provincias Vazcongadas, se da la mano con Merino, que está en Castilla la vieja, y este comunica con las partidas de Besieres; el cual, siendo dueño de Mequinenza desde ocho meses, combate á los constitucionales cerca de Madrid.

No se pueden esplicar de otro modo, la existencia y las operaciones de estos pequeños cuerpos realistas en todos los puntos de España, sino por la adhesion del pueblo entero. Desde tres años, Merino nunca ha dejado de mandar una partida en Castilla la vieja. Cuando ha sido atacado con fuerzas superiores, se ha retirado á los lugares mas escabrosos, y ha vuelto luego á ocupar los puntos que acostumbraba, entre Burgos y el Ebro. En los meses de setiembre y octubre últimos, el general Quesada ha ido de Navarra á Urgel, y ha vuelto á Navarra pasando por todo Aragon con 1500 hombres, sin que los constitucionales le hayan hecho perder ni uno solo.

Sin embargo la firma del Rey habia puesto en manos de estos, todo el ejército, toda la artillería, todas las plazas, las contribuciones, y el arbitrio de negociar sus empréstitos en Inglaterra y en Francia. Los partidos realistas, sin socorros estrangeros, faltos de re

de

armas y

cursos, han hallado toda su fuerza en la decision de la nacion española por la Religion y el gobierno de sus reyes.

E

CAPÍTULO VI.

Pruebas particulares sacadas de la conducta opuesta de los generales Castaños y Abisbal.

general Castaños ha logrado todos los géneros de gloria. En las primeras guerras contra los revolucionarios franceses, (en 1794) los combatió con habilidad y recibió heridas graves de las que aun lleva las señales. Despues de la paz, tuvo el valor político, menos frecuente aun que el guerrero > de contradecir al privado que señoreaba la España, el cual lo desterró de Madrid; en 1808, ganó contra un habilísimo general, el conde Dupont, la batalla de Baylen, la que obligó á Joseph Bonaparte á evacuar Madrid; en 1813, mandaba el principal ejército español que peleó en la batalla decisiva de Vitoria el duque de Wellington declaró que debia en gran parte el suceso de aquella jornada al general Castaños.

Despues de esta victoria, que presagiaba el regreso del rey Fernando, la regencia no quizo mantener en su empleo á un hombre fiel á la monarquía legítima, y le quitó el mando del ejército y la capitanía general de Castilla la vieja. El duque de Wellington declaró que la regencia habia faltado al honor y á la equidad, desempleando un general á quien su patria debia las mayores obligaciones. Sin embargo, el general Castaños obedeció, y escribió á la regencia : « He tenido la satisfaccion de entregar al mariscal de campo Freyre, en la frontera de Francia el mando tomé en marzo de 1811 á la vista de Lisboa. »

que

Fernando, al llegar á España, dió á Castaños el mando

de Cataluña. Cuando la nueva invasion de los cien dias, este monarca destinó un ejército poderoso para auxiliar al gefe de su familia. No pudieron dejar de ser muy largos los preparativos despues de las pérdidas inmensas que la España habia sufrido en seis años de guerra contra Bonaparte. El general Castaños no pudo llegar al Rosellon hasta el 20 de agosto, y se retiró, como hemos dicho, el mismo dia en que tuvo el honor de conferirse con el duque de Angulema. Al regresar á España escribió al prefecto del Rosellon;

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Las tropas y los habitantes, las autoridades y los gefes, ■ le dice, todos han ofrecido á la vista de la Europa el • espectáculo mas interesante de las virtudes cívicas y mili» tares ; la fiesta de S. Luis fue una verdadera fiesta de familia; el grito unánime de vivan los Borbones! era la » espresion bien sincera de la union de nuestros senti» mientos, y de los deseos que nos animan de ver gloriosa > y feliz á esta augusta familia, cuyas ramas estendiéndose » sobre ambos tronos de Francia y de España, vuelven » á unirse con los vinculos de la mas estrecha alianza. »

Dos años despues, el general Castaños reprimió con energía la conspiracion de Lacy. El documento que vamos á citar es un monumento de su amor al Rey, y de la fidelidad de los pueblos.

PROCLAMA.

• Una conspiracion horrible, concertada al parecer por » individuos de varias clases, y en que se hallan mezclados » los generales D. Luis Lacy, y D. Francisco Milans, que »en otro tiempo han hecho servicios tan singulares á la » patria, debia llevarse á efecto la noche del 5 del cor> riente, siendo su objeto el trastorno del Gobierno, la res » titucion de la abolida Constitucion, y el despojo de la au

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» toridad que el Rey me ha concedido. Pero las enérgicas providencias que tomé desde el momento en que, por especial favor de la Providencia, tuve la primera indicacion de tal atentado, desbarataron en su orígen las quimé» ricas maquinaciones de los sediciosos , y acosados por todas partes, estan ya en prision casi la mayor parte de los » que hasta aqui pueden calificarse como tales; se practican diligencias activas para el descubrimiento de sus cómpli> ces ó cooperadores, y se persigue muy de cerca á los que momentáneamente han podido abrigarse en las mon

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» tañas.

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En medio de las aflicciones que me han rodeado estos dias, he tenido el particular consuelo de que, no solo el pueblo de Barcelona, sino todos los de la provincia, lejos de haber tomado la menor parte en las ideas de los sediciosos, los han mirado con el horror » que merecen, y auxiliado eficazmente á los encargados » de su persecucion y arresto: conducta que igualmente » ha observado el ejército y sus gefes, poniendo en el úl>> timo grado de perfeccion la disciplina de los regimien»tos; puesto que solo dos compañías, sin oficiales, del > batallon ligero de Tarragona engañadas por su segundo >> comandante D. Josef Quer, fueron las que por pocas » horas fundaron todas las esperanzas aéreas de estos desgraciados, que, á pesar de sus esfuerzos, no han conseguido, ni por un solo momento, turbar la tranquilidad pública.

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Asegurada esta por la cooperacion con que han con» tribuido las primeras Autoridades del principado á sos<< tener mis miras dirigidas á este fin y al mejor servicio del Rey, me cabe la satisfaccion de anunciar á la pro»vincia y al ejército que, descubierta la conspiracion, pre

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» sos la mayor parte de los que la han fomentado, y perseguidos los otros, nada queda que temer, ni les resta » otro recurso á los reos que esperar el castigo que las le» yes imponen al crimen en que han incurrido; segun re» sulte de las causas que ya se han principiado y se con»tinuarán con la mayor actividad.

Barcelona, 12 de Abril de 1817.

XAVIER DE CASTAÑOS.

Este general desplegó igual zelo contra la grande conspiracion de 1820. Despues de haberse obligado al Rey á firmar la constitucion, los revolucionarios de Barcelona le insultaron gritando, muera Castaños, al mismo tiempo que gritaban, muera el Obispo y sus vicarios. Faltaria el último rasgo á la gloria del héroe de Baylen, si, despues de haber sido perseguido por Manuel Godoy, y por la cortes de Cádiz, despues de haber sido compañero de armas de Ricardos y de Welington, no hubiese tenido por enemigos á los asesinos de su Rey y á los enemigos de la Religion. El general Castaños es en el dia consejero de estado, pero no ejerce las funciones de su empleo: vive en sus haciendas en una provincia del medio dia de España, y gime sobre las desgracias de su Rey y de su patria á los 70 años de su edad.

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La vida entera de este hombre ilustre bastaria sola para probar la proposicion que pretendemos demostrar en este escrito, que la revolucion Española solo se ha he> cho á provecho de los conspiradores, en desprecio de la opinion, de las costumbres y de la voluntad de la » nacion «. Sacaremos igual prueba de la vida política del conde del Abisbal.

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Enrique O-Donnell, conde del Abisbal, nacido de una

familia

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