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familia irlandesa, emigrado y privado de bienes de fortuna, fue educado y ascendido en el ejército, igualmente que sus tres hermanos, por los favores de Cárlos IV. Este ha renovado en España, asi como su hermano Alejandro, aquella odiosa ingratitud que caracterizó á algunos hombres de la corte de Luis XVI, que se distinguieron entre los enemigos mas crueles del Rey, en la asamblea constituyente, y que han manifestado en los cien dias el mismo odio al gobierno de Luis XVIII.

Al regreso de FERNANDO VII á España, el conde del Abisbal, se mostró adicto á su Rey, y este monarca le manifestó la misma confianza que al general Castaños, encargándole el mando del ejército que en 1815 entró en la Navarra baja. No deja de ser curioso recordar ahora la proclama que dirigió á los franceses en aquella ocasion:

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« Franceses habitantes de las provincias limítrofes de España, las tropas del Rey mi Señor no entran en vues» tro territorio para ejercer en él hostilidad alguna; solo se presentan para preservarlo de las violencias de una » faccion que quisiera la continuacion de los males que » tanto han comprometido al trono de S. M. Cristianí» sima y la tranquilidad de sus fieles vasallos. En nuestro » manifiesto de 2 de mayo, os hemos declarado, que el ejército español no hacia la guerra contra la Francia, » pero sí contra los facciosos que la oprimen, y que to> das sus miras se dirigirian á ayudaros á restablecer la tranquilidad en ese hermoso reino, restituyéndole al soberano que reclaman sus leyes fundamentales, á ese buen rey cuya pérdida hubiera cubierto al pais de luto y » desconsuelo. Ya no existe personalmente al frente de la » faccion, aquel su gefe perturbador y pérfido: pero aun » domina en ella su espíritu, y sus parciales se encubren

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» con el velo del engaño. El Rey se halla restablecido so. »bre su trono; pero sus virtudes no han podido aun su

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jetar enteramente unos corazones que el genio del mal » habia desviado de sus principales deberes, la fidelidad » y la obediencia. Luego subsisten las mismas razones, para que las tropas españolas vengan .á proteger los domi» nios de S. M. Cristianísima, jamas para oprimirlos ni desmembrarlos, pero sí para conservárselos con la mas escrupulosa fidelidad «.

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El conde del Abisbal se retiró al mismo tiempo que el general Castaños, pero antes de separarse del territorio frances, escribió al señor marques de Viomesnil (teniente general en aquella época) en los términos si guientes:

Cuartel general de Ustaritz, 3 Setiembre 1815.

Excmo. Sr. Marques de Viomesnil, etc.

• La conducta de este ejército de mi mando ha sido conforme á las órdenes que he recibido de mi soberano, y á la amistad que reina entre las dos naciones..... Los soldados españoles han vivido como hermanos y amigos leales, con los franceses pacíficos. Las atrocidades cometidas en España por los satélites de Bonaparte, no han dejado en aquellos mas impresion que el deseo de manifestar que sus corazones son superiores al resentimiento y á la venganza, y que los mismos brazos que rechazaron aquellas hordas de furiosos, estan dispuestos á defender los sagrados derechos de la augusta familia de los Borbones en union con las tropas de Luis XVIII.

« Deseo sinceramente que S. M. Luis XVIII no tenga que arrepentirse algun dia de haberse privado del auxilio de 80 mil españoles, que hubieran mirado y defendido su

causa como propia, y que servirán siempre de apoyo á los buenos franceses. Tengo el honor, etc. Firmado El conde del Abisbal.—Su zelo le mereció toda la confianza de FERNANDO VII. Este desgraciado monarca le entregó todo el dinero de su bolsillo secreto, habiéndoselo pedido la víspera de su alevosa traicion, con pretesto de procurarse los medios para reprimir el partido revolucionario en Cataluña. Despues que vió el buen éxito de la conspiracion, publicó en la Fontana, la apología de su aparente fidelidad. Este documento es largo, pero suplicamos á nuestros lectores que lo lean con toda atencion; y verán en él la llave de toda la revolucion de España.

. Cuando el Rey entró en España, me hallaba mandando un ejército acantonado en Navarra mal infor » mado de las órdenes dadas por las cortes de no obedecer al rey hasta que se hubiese conformado con la constitucion, creí firmemente que la division de opiniones en la representacion nacional ocasionaria la guerra civil. › Reconociendo en S. M. el gefe del poder ejecutivo nombrado por la constitucion, puse á su disposicion el ejército de mi mando.

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Despues de disuelto el ejército que yo mandaba, per» manecí seis meses en Madrid sin empleo. Solicité el mando de la espedicion destinada á la América meridional, de acuerdo con muchos patriotas de Madrid, y principalmente con el general Lacy, persuadido que el » mando de un ejército considerable acantonado en las » inmediaciones de Cádiz, podria favorecer mis intencio» nes de contribuir al restablecimiento del gobierno cons>titucional, Hasta á principios del año 1819, no se halló › este ejército bajo un pié respetable; procuré por todos los medios posibles, exaltar el espíritu del soldado por

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» el amor á la patria; peró la esperiencia de los desgra»ciados Porlier, Mina, Lacy, Vidal y otros, me obli

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» gaba á proceder con el mayor tino, y á no descubrirme » mas que con poquísimos patriotas conocidos.

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» Cuando mas deseé comunicar mis ideas patrióticas sin emplear medios que pudiesen disminuir la subordinacion, el teniente coronel D. Bartolomé Gutierrez se me presentó con una esquela de mi digno compañero y amigo D. Juan O-Donojú, en que me proponia de emplear las tropas de mi mando en favor de la libertad de la patria, asegurándome de los buenos deseos de un gran número de oficiales á favor de tan santa empresa. » Oí gustoso su proposicion para favorecerla del modo que voy á manifestar.

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» Ofrecí reunir el ejército y la mayor parte de las tro» pas que se hallaban en Andalucía, en la fuerte posicion » de la Isla, y obrar de acuerdo con un crecido número » de ilustrados patriotas que estaban en Cádiz, y de pro» poner al ejército y á los ayuntamientos de aquella ciu» dad, de la Isla y del puerto Santa Maria, firmar ■ una representacion dirigida á S. M., pidiéndole que reu» niera las disueltas cortes, y aceptara la constitucion de » la monarquía jurada en el año de 1812, cuya peticion » hubiera yo presentado al rey despues de haberla fir » mado con los espresados ayuntamientos y las diputacio » nes de todo el ejército; obligándome á obrar » que contestase S. M.

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Fijé para la ejecucion de este movimiento, la época ▾ mas inmediata al embarco de la espedicion, y, si hubie » se sido posible, la de la llegada del navío Asia, que con fondos para el gobierno venia de América. Preferí

» este momento por el recuerdo que tenia de las desgra

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ciadas empresas de Galicia, Cataluña y Valencia, y por > no haber todavía visto una heroica firmeza como la de

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» los inmortales soldados que componian la division del digno general Quiroga, creido de que solo la certeza del » próximo embarco podia dar á las tropas de ultramar, » la docilidad necesaria para servir la sagrada causa de la patria, y librar al soldado de los temores que continuamente causaba la falta de instrucciones.

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Manifesté era necesario reunir las opiniones de los oficiales, é inspirar á la tropa la repugnancia á embar› carse, esperando sin recelo el momento señalado.

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» A mediados del mes de mayo, recibí una carta de S. M., en la que me manifestaba un plan de sublevacion » en el ejército, con el objeto de imposibilitar la espedi›cion proyectada, y de establecer un nuevo sistema de gobierno. S. M. me encargó echar mano de castigos ejemplares para contener este desórden, y de no mirar sus > avisos con indiferencia, por la probabilidad de la eje

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> cucion.

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Ninguna de mis disposiciones anteriores á la época en que reuní una gran parte del ejército para acamparlo á » las inmediaciones del puerto Santa Maria, debió inspirar á mis amigos la menor desconfianza. El 2 ó 3 de julio, á mi regreso de Cádiz, supe que las conversa»ciones de los oficiales de la guarnicion eran tan alarmantes, que el corregidor habia dado parte al capitan general de la Isla, que se temia una revolucion en el ejército, y que, por via estraordinaria, se habia puesto › á noticia de S. M. Esta imprudencia que esponia el éxito de la bien meditada futura empresa, me obligó á to

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