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› mar las disposiciones necesarias para no llamar esclusiva» mente la atencion del gobierno; reemplacé los batallo» nes de la guarnicion de Cádiz, y mandé acantonar otros » varios.

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Algunos avisos recibidos me manifestaron que las tro» pas del puerto Santa Maria, estaban decididas á nom‣ brar por su gefe al general D. Pedro Saarsfield, y apode> rarse solos de la Isla, si yo no condescendia á sus ideas, » lo que se oponia al buen éxito de la empresa hasta en>> tonces confiada á mi patriotismo y entusiasmo por la li»bertad de la patria.

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» Sus deseos no eran mas vivos que los mios, pero era » de temer una guerra entre los cuerpos del ejército que eran » de distinta opinion, lo que hubiese perjudicado á la causa >> nacional. Cuando mas convencido estaba de que no podia intentar lo que las tropas del puerto de Santa Ma» ria exigian, vino el general Saarsfield, en la tarde del 6, á anunciarme que estas se hallaban en una total re»volucion, decididas á no marchar para los acantona» mientos destinados, y prontas á asesinarme si no accedia » á su peticion. Entonces revoqué la orden de su marcha, encargando al general Saarsfield no hacer uso de » ella hasta el último estremo.

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Este general y el coronel Arco-Agüero que envié pa ra restablecer el orden, regresaron al otro dia, dicién⚫ dome que las tropas persistian en su demanda. Para impedir que se cometiese tan grande falta, salí en la no» che del 8, y arresté á los gefes que querian deponerme del mando, con el objeto de ponerlos en libertad y ha>> cerlos servir con utilidad, en el momento favorable para la ejecucion de la empresa propuesta. No hice recono

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cer sus papeles hasta 48 horas despues de su arresto, › en fin obré en un todo como un gefe amigo y no »mo un general ofendido.

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El gobierno me llamó á Madrid, quitándome el mando » del ejército, con lo que frustró todas mis esperanzas. Despues del nombramiento del general Calderon para reemplazarme, quize marcharme de Madrid y ponerme ⚫ á la cabeza del ejército para dar libertad á mis com. pañeros de armas; pero el creer que no seria obedecido por los generales en gefe de las tropas, me hizo de» sistir de mis proyectos.

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Luego que supe el heroico movimiento del general Quiroga, traté de imitarlo en cuanto me permitieran mis fuerzas. No se me presentó ocasion para verificarlo, >> hasta que reunidos en Ocaña los zapadores de Alcalá » con el regimiento de Imperial Alejandro, pude procla> mar la constitucion, y organizar una fuerte division » que hubiera animado á los reinos de Jaen, Córdova y » Sevilla á decidirse, y se hubiera reunido á los restos de » la division del inmortal Riego, segundando directamente » los esfuerzos de los valientes de la Isla de Leon «

Ahora diremos al conde del Abisbal: Cuando, en el mes de agosto de 1815, os mostrabais tan adicto á los Borbones y tan opuesto á los revolucionarios, hacia diez y seis meses que FERNANDO VII habia disuelto las cortes, abolido la constitucion de Cádiz, y castigado con la prision y el destierro á los conspiradores que habian intentado usurparle el trono de sus padres. Desde entonces ¿que nuevos cargos podeis hacer á vuestro rey ? ત De donde nace ese nuevo zelo patriótico? La contestacion fuera dificil. Añadiremos mas: Entrasteis En Francia con el general

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Castaños, al frente de las primeras columnas de un ejército de 80,000 hombres. ¿Habria juntado á caso FERNANDO VII un cuerpo tan numeroso, á no haber estado de la lealtad de sus soldados У de todos sus vasallos?

muy

cierto

Finalmente dirémosle : En 1820, declarasteis en un escrito público, que los mismos soldados que habiais podido sublevar, fueron los que temieron el embarcarse para la espedicion de ultramar. Luego la revolucion de 7 marzo 1820, ha sido solo hecha por los conspiradores, y á provecho de los mismos.

La familia de O-Donnell, establecida en España, ha presentado el mismo espectáculo que la de Mirabeau al principio de la revolucion de Francia.

Hemos visto que Josef O-Donnell destruyó el ejército de Riego, en los primeros meses de 1820, cuando la conspiracion de Madrid inutilizó sus esfuerzos.

El señor D. Cárlos O Donnell manda el ejército de la Fé en Navarra. El dia 1.o de setiembre último pasado, antes de entrar en campaña, escribió á su hermano, el conde del Abisbal, una carta que concluye con estas líneas:

Quedamos aun cuatro hermanos, y acabamos de re>> partirnos entre la justicia y la maldad, entre el rey y >> sus enemigos. Josef y yo nos hallamos felizmente en la clase de los súbditos fieles, y Alejandro y tú os habeis vendido á la faccion regicida, compuesta de los hombres mas despreciables y mas criminales. Nosotros de» fendemos la causa de Dios, los derechos del trono, y » la verdadera libertad de la patria; pero vosotros de» fendeis la arbitrariedad, la inmoralidad, la irreligion...... Ojalá querido Enrique, vuelvas un dia á tener mejor modo de pensar «.

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las cortes,

España.

*

dice M. Bignon, se debe el triunfo de » la Europa sobre la Francia; la España sola es la que » ha traido la Europa á Paris, y la que ha vencido á Napoleon. Las puertas de Valencey se abren, FERNANDO VII » entra en España, los libertadores de España y de su rey » recibirán á su entrada singulares demostraciones de agra. decimiento. Sí, como Fernando entrara solo, como no » escuchara mas que los impulsos de su corazon; pero entra » rodeado de cortesanos. El nombre solo de constitucion » los asusta ; entonces era posible modificarla un tanto, siendo muy fácil proponerlo á la nacion, y hacer que lo consin»tiese. La justicia lo exigia del Rey, su política se lo aconsejaba, sus ideas personales lo inclinaban á ello, algunos hombres sabios unian sus voces á las de la justicia, » de la política, y de la misma conciencia del Rey; los » cortesanos se oponen y vencen; ellos solos son oidos. La › constitucion queda abolida, y hasta borrado su nombre. › El destierro, los calabozos, los presidios son el galardon * con que se premia á sus autores; los héroes de la independencia son mártires de la libertad..... »

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Todo el discurso de M. Bignon en la sesion del 25 de febrero último, todo cuanto se ha dicho en las dos cámaras, todo cuanto se ha publicado en favor de la revolucion de España, no es mas que la repeticion, ó la amplificacion de las frases que acabamos de citar. Aquellos que habrán * Les cabinets et les peuples, p. 116.

leido con atencion los testimonios relatados en las páginas antecedentes, habrán notado ya, que esos oradores y escritores quedan refutados por los hechos; vamos pues á

recordarlos.

A las cortes, dice M. Bignon, se debe el triunfo de la Europa sobre la Francia.

Las cortes no fueron reunidas hasta el 24 de Diciembre de 1810. Luego no son las cortes las que hicieron ganar la batalla de Baylen, y evacuar Madrid en 1808, no son las cortes las que en el propio año trajeron á la Romana con sus 10,000 soldados de las islas de Dinamarca á España; no son las cortes las que trataron con la Inglaterra, cuya alianza era tan necesaria á la España, pues que el general Moore estaba ya en España en 1808, y el duque de Welington en 1809; no puede en fin atribuirse á las cortes la batalla decisiva de Vitoria, cuando ellas han tratado como enemigo al general Castaños, á quien, junto con lord Welington, pertenece el honor de aquella jornada. Por otra parte es notorio que el movil del heroismo de los españoles en la guerra contra Bonaparte fue la religion. Los obispos, los párrocos, los religiosos llamaban al pueblo á aquella lucha sagrada. La junta central, decia desde Sevilla en su proclama: Españoles, vuestra Patria, vuestro Rey, vuestra

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Religion, vuestras esperanzas en otra mejor vida, que esta religion sola puede ofrecer á vosotros y á vuestros descen» dientes, todo está comprometido. Las cortes al contrario perseguian á los religiosos, echaban de su silla al obispo de Orense, y sus sesiones venian publicadas en un periódico titulado el Robespierre español (8), para que no quedase duda

de

que se seguian en Cadiz las huellas de la asamblea atea y regicida de Paris.

Hemos visto asimismo, por la relacion del oficial ingles ya citado (9), que el ejército Hispano-Ingles fue, desde 1811,

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