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O-Donnell, y acabando por el cura Merino y el Trapense, todos, sin excepcion, han hecho la guerra al usurpador, y que entre les revolucionarios, se ven al contrario muchos partidarios suyos: la Navarra nos presenta hoy dia un ejemplo memorable sobre el particular. Alejandro (Donnell que manda el ejército de las Cortes en aquella provincia, fue coronel de un regimiento del ejército de Bonaparte, en la campaña de Rusia, cuando su hermano Cárlos, actualmente general en el de la fé,de la misma provincia, hacia la guerra al devastador de la Europa y al opresor de su patria.

CAPÍTULO VIII.

de

Del discurso de M. de Talleirand contra la intervencion del Rey de Francia á favor del Rey de España y los fieles españoles.

EL

.

L ministro de relaciones esteriores, y el duque de Fitz-James han contestado de un modo admirable á todas las partes de este discurso. Añadiré solamente algunos hechos, de la misma suerte que algunas veces se ponen con utilidad, notas á continuacion de los mejores escritos.

Este discurso de M. de Talleirand ha sido una arma poderosa entre las manos de los facciosos; en la famosa mojiganga de Leon, cuyos autores han sido entregados á los tribunales, y en la que se representaba al comercio aniquilado por las palabras con que S. M. se habia espresado sobre la revolucion de España; los liberales sentados sobre el carro en que yacia la figura alegórica del comercio se detenian en todas las bocacalles para leer al pueblo el magnífico discurso de M. de Talleirand; al mis

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mo tiempo que el principal periódico de la faccion, daba en Paris un comentario harto inteligible del mismo discurso.

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¿Acaso se lisonjean, decia M. de Talleirand, que el >> arcano de esta nueva cruzada sea un misterio para los pueblos? No señores, la España conquistada á la libertad, la España sin privilegiados, es un espectáculo insufrible » para el orgullo: no debe tolerarse; es preciso hacer en España lo que no se ha podido lograr en Francia, contrarevolucion.... A mí me toca que estoy avanzado » en edad, que respeto á la Francia, que soy adicto al Rey y á toda su familia; á mí que tanta parte he te» nido en los sucesos de las dos restauraciones, que con » mis esfuerzos, y, me atrevo ú decirlo, con el feliz éxito » de mis planes, he colocado mi gloria y toda mi responsabilidad, en la renovacion de la alianza entre la Fran» cia у la casa de Borbon; á mí me toca procurar, en » cuanto pueda, que no quede comprometida la obra de » la sabiduría y de la justicia, por las pasiones desorde» nadas y temerarias «. . . . .

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Veamos ahora el comentario del Constitucional:

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» cosa deberia hacer la mas viva impresion en los hombres de buenos sentimientos y de recto juicio. En 1814 algunos personages eminentes tomaron la iniciativa, y, segun acaba de espresarse el mas considerable entre aquellos, la responsabilidad de la revolucion que ‣ devolvia á la Francia los vástagos de la antigua dinas» tía. La notoriedad pública señala al príncipe de Talleirand, » al duque de Alberg, al general Desolles, al marques de Jaucourt, al baron Louis, al Arzobispo de Malines. ¿En que partido vemos hoy á estos hombres? la contesDel 13 febrero 1823.

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tacion á esta pregunta es de mucho peso. ¡Desgraciado el que no saque de ella una advertencia saludable!.... » La casa de Borbon habia transigido con las ideas, las doctrinas, los sentimientos de 1789, y la guerra de España se dirige precisamente á combatir estos grandes in> tereses de nuestra época

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La España sin privilegiados ofrece un espectáculo insufrible para el orgullo, dice el príncipe Talleirand. Ya cité desde la tribuna esta frase del señor Corradi, redactor de los procesos verbales de las sesiones de las cortes: No se contaban en las cortes constituyentes de Cádiz, y en las constituidas de 1813 y 1814, mas que tres diputados plebeyos. << Y el Constitucional pone al lado de M. de Talleirand, de este enemigo acérrimo de los privilegiados, á los señores de Alberg, Dessoles, Jaucourt, Louis (antiguo consejero en el parlamento de Paris), y á M. de Pradt, hombres todos de la clase antiguamente privilegiada. Asi es que en España y en Francia, se tienen por hombres sublimes, desinteresados, y por unos dechados de virtud, aquellos que se declaran contra los fueros y privilegios que habian heredado de sus mayores, en favor del buen pueblo y este pueblo, por un trastorno singular de ideas, en toda España como en la Vandea, se espone al saqueo, á la muerte y á todos los riesgos de una guerra civil, con tra aquellos sus amigos, contra aquellos que le anuncian la libertad y la igualdad. Verdad es que estos amigos del pueblo francés se han procurado con su conducta un bienestar muy decente, y que á su imitacion los gefes de la revolucion española han hecho otro tanto. Los demagogos de uno y otro pais han querido asegurarse del poder, presentando al pueblo el cebo de la igualdad; táctica vulgar y antigua de que se habia usado ya tres mil años atrás.

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Yo que he tenido tanta parte en las dos restauraciones, prosigue M. de Talleirand. Es necesario entenderse ¿ como habeis querido esta restauracion? El acta del senado de 6 de abril de 1814 titulada constitucion francesa, concluye en estos términos: Luis Estanislao Xavier será proclamado Rey de los Franceses, inmediatamente despues de haber jurado y firmado una declaracion en que diga : Acepto la Constitucion; juro de observarla y hacerla observar. Si el Rey de Francia se hubiese sometido á una condicion semejante, hubiera abdicado su derecho hereditario; pero las aclamaciones que le acompañaron desde Calés á París le manifestaron que la ley sálica, y el amor á los hijos de San Luis estaban grabados en el corazon de los franceses. El Rey desechó aquella constitucion, y con formándose á los principios monárquicos, modificó por su autoridad real y hereditaria, las antiguas leyes de la monarquia; mostrando á la Europa, que en vez de querer transigir con las ideas, las doctrinas y los sentimientos de 1789, anulaba, con aplauso de toda la nacion, el pro yecto de M. Talleirand y de sus amigos, que era hacer reconocer la soberanía del pueblo al hijo de Henrique IV y de Luis XIV, y al decano de los reyes de Europa.

Una circunstancia memorable manifestó bien pronto cuanto hubiera deseado M. de Talleirand que el rey adoptara la revolucion, y pareciera haber olvidado todos sus crímenes. Pocos dias despues de su entrada en Paris quizo S. M. que se celebrasen solemnes funerales por su augusto hermano en la iglesia metropolitana. Se supo que M. de Talleirand, que á la sazon era ministro, se habia opuesto, en el consejo, á que la familia real cumpliese con un deber tan sagrado. Sin duda creyó que esta funcion religiosa seria una especie de injuria á los asesinos de Luis XVI, y á sus amigos.

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*

El rey fue en persóna á Notre Dame, y prestó de esta suerte á la memoria del rey martir el primer obse. quio solemne que recibió en Francia.

Las ventajas que habrá logrado M. de Talleirand en favor de la revolucion de España, se reducirán á la mojiganga de algunos liberales de Leon; pero sus brabatas y recuerdos revolucionarios, no quitarán que el rey de Francia emplee sus fuerzas para conservar el trono de España á un nieto de Henrique IV. **

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CAPÍTULO IX.

De la revolucion de Portugal, de las antiguas leyes polí ticas de la península Española ; cual es el deseo de sus habitantes.

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IN què partido miramos hoy á estos hombres ? *** (MM de Talleirand, d'Alberg, de Pradt) là contestacion á esta pregunta es de mucho peso; ¡desgraciado el que no saque de ella una advertencia saludable!..... Hemos visto en el capítulo anterior que son estas las espresiones del comentador del discurso de M. de Talleirand. Veamos pues en que partido militan estos señores, y que advertencia saludable nos dan. En un escelente papel, escrito en 1822 por un oficial piamontés, se lee lo siguiente del duque de Alberg, embajador que fué de Francia en Turin.

« Desde la restauracion, **** siempre habia sido la casa. » del embajador de Francia el punto de reunion de las

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Llámase asi la iglesia metropolitana de Paris. (Nota del Traductor.)
Discurso de S. M. de 28 enero 1823.

*** Constitucional de 21 febrero.

**** Simple récit des événemens arrivés en Piémont en 1821. p. 9.

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