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tiempo de España, y de las dos indias, y tambien arrojados á millares á las costas del estado eclesiástico. Cárlos III, engañado por su ministro, no quiso manifestar, ni al Papa mismo, el motivo de esta persecucion. Declaró que guardaba este secreto en su real conciencia. Si hubiese ha. bido cortes en España, nunca se hubiera tentado un golpe semejante. La España, como el Portugal, no tendria que llorar en el dia la pérdida de aquellos preceptores de la juventud (19), que la hubieran preservado del contagio de las doctrinas impías y revolucionarias, y la colonia cristiana del Paraguay, hubiera bastado sola para mantener á todas las colonias de América en la obediencia de los dos soberanos.

Pero principalmente cuando los revolucionarios han triun. fado en una nacion, y cuando han logrado apoderarse de su gobierno, entónces se hace indispensable un congreso formado de los varios estamentos de la misma.

Cuando Sila hubo renunciado la dictadura, interrogado por el filósofo Eucrates en que fundaba su seguridad, con testó: « Sila acaba de dar á cada familia de Roma un

ejemplo doméstico y terrible; cada romano me tendrá con» tinuamente á la vista; y hasta en sus mismos sueños le apareceré cubierto de sangre; creerá que está viendo aun >> las listas funestas, y que lee su nombre el primero entre los de los proscritos «<

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Este terror (20) que inspiran los revolucionarios aun cuando ya no empuñen el cetro, es el que hace necesario para la seguridad del estado, llamar al rededor del monarca aquellos de entre sus vasallos que tengan mas interes en la conservacion del mismo estado. Todo hijo de

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Adan está espuesto á la seduccion y al error, y los reyes mucho mas que los demas hombres. El privado de Jaime I

el duque de Buckingham excitando el primero una opo sicion facciosa en la cámara de los comunes, para hacerse necesario á su rey, preparó el cadalso en que pereció Carlos I. MM. Turgot, Malesherbes (21) y Necker, en quienes Luis XVI puso su confianza, fueron la causa inmediata de la caida del trono de Francia. Manuel Godoy llevó á Cárlos IV y á toda su familia á Bayona; acabamos como Ballesteros y Abisbal, de quienes se fiaba FERNANDO VII, lo han arrastrado al cautiverio.

de ver

El general Elio, viendo que la revolucion estaba para estallar al rededor del palacio mismo de su rey, á principios de 1820, vino á Madrid á ofrecer sus servicios á FERNANDO VII, y le propuso el tomar la ofensiva contra los francmazones de Madrid, como lo habia practicado el general Eguia en 1814: El duque de S. Fernando le mandó que se volviese á Valencia tratándole de Ultrarealista.

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El Rey está perdido y nosotros tambien, dijo Elio, volviéndose á Valencia; y ha sufrido el garrote, seis meses antes que el ex-ministro S. Fernando haya tenido que oir decir al rey por uno de sus sucesores en el ministerio, que lo mandaria atar para llevarlo donde quiera que las cortes dispusiesen. Si FERNANDO VII, desde 1814, hubiese convocado las antiguas cortes por estamentos no cabe du da que los generales Elio, Eguia, Castaños y otros mil vasallos fieles hubieran ocupado un lugar en alguna de las cámaras. Todos los venerables obispos de España hubieran estado al rededor del rey, y los tres órdenes del estado, le hubieran manifestado la conducta de Abisbal y de sus pérfidos cómplices; los vocales de aquel gran congreso, llamados de todos los puntos del reino, le hubieran hecho conocer aquellas sociedades secretas, que últimamente, por.

la desidia del gobierno, ya eran públicas, y á buen seguro que el trono de España aun mantendria todo su esplendor.

Asi es que los que han tenido ocasion de tratar con frecuencia á los emigrados españoles, todos han reparado que, aunque divididos en punto á la eleccion de sus gefes, estaban perfectamente acordes en su opinion para la convocacion de cortes por estamentos, é igualmente convencidos de que su monarca estaria en el mayor peligro, si se le dejase otra vez solo y desamparado, ante la violencia, la osadía y las astucias de los revolucionarios.

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Concluyamos sobre este asunto. Algunos estrangeros habian creido que podria establecerse en España y en Portugal un parlamento con dos cámaras, pero estas dos naciones enteramente cristianas y católicas, nunca consentirian á que el clero no tuviese su voto separado en las cortes, y el poder de contrarestar todo aquello que podria disminuir el influjo de la religion.

Algunas observaciones sobre las divisiones que se han manifestado entre los realistas españoles.

Entre los realistas españoles se han originado ciertas disensiones, como se originaron entre los gefes de la Vandea. Cuando en una monarquía empieza la guerra civil, y no se presenta un príncipe de la familia real para capitanear á los defensores del trono, es imposible que no se manifiesten competencias muy sensibles entre los gefes, cuyos derechos son iguales. ¿No hemos visto, acaso, despues de los cien હું dias, al conde de Autichamp por una parte, y por otra al general Canuel y al conde Augusto de Larochejaquelein, escribiendo memorias en que recordaban que habia existido la desunion mas funesta entre los generales Vandeos? Sin

embargo, ¿quien puede dudar de la decision y de la pureza de sentimientos de estos excelentes realistas?

Dos ministros fieles de Fernando VII estaban emigrados en Francia, el teniente general Eguia, antiguo ministro de la guerra, y el marques de Mataflorida, que se hallaba de ministro de gracia y justicia cuando el rey perdió su libertad. El general Eguia fue el que precedió al Rey á Madrid en 1814 y ejecutó con firmeza y prudencia las órdenes de S. M. C. para la disolucion de la regencia y de las cortes. El dia en que fue retirado del ministerio y sustituídole Ballesteros, fue mirado por todos los buenos españoles, como presagio de las mayores desgracias. Bajo sus órdenes, los generales Quesada y Santos Ladron han sido los primeros que han desplegado el estandarte real en Vizcaya y Navarra; el cura Merino y Závala nunca han dejado de tener correspondencia con este general. Besieres se apoderó de Mequinenza en julio de 1822; el Trapense y Romagosa tomaron, poco despues, las fortalezas de Urgel; el teniente general baron de Eroles sujetó todo el valle del Segre desde el Pirineo hasta las bocas del Ebro. El marques de Mataflorida, quien, segun se cree contribuyó principalmente á la direccion de los sucesos de Cataluña, salió entonces de Tolosa, y proclamó en Urgel, á 13 agosto la instalacion de una regencia, cuyos miembros fueron, este mismo ministro, el arzobispo de Tarragona, y el baron de Eroles.

de

Todos los españoles conocieron cuan necesaria era la unidad del gobierno; el Trapense fué á Navarra en busca del general Quesada, y le persuadió que viniese á reconocer á la regencia de Urgel. Por fin el general Eguia aunque era el general mas antiguo de España y consejero de estado, hizo el noble sacrificio de su rango, y reconoció la regencia.

Despues de haber permanecido cuatro meses en Urgel, la regencia perdió todo territorio en España. El marques de Mataflorida tiene un perfecto conocimiento de las le yes de su pais, y se mostró hombre de estado cuando fue el gefe y el órgano de los sesenta y nueve diputados que dirigieron á FERNANDO VII sus representaciones contra la constitucion de Cádiz. Pero era de ver

que los militares pondrian la vista en su gefe natural para tentar una empresa; casi todos han reconocido que al general Eguía era á quien tocaba estar á su frente; y segun su voto han sido nombrados los miembros de la junta provisional de gobierno, que segun lo han anunciado los periódicos de Tolosa debe estar junto al cuartel general del duque de Angulema. ( 22 )

Los miembros de esta junta provisional de gobierno son sugetos muy distinguidos por su ciencia y por la larga esperiencia que han adquirido en los empleos mas importan tes; son verdaderos españoles perfectamente independientes, y únicamente adictos á su rey y á las leyes de su patria.

CAPÍTULO X.

Porque los habitantes de la península española necesitan el socorro de los estrangeros para sacudir el de yugo los conspiradores.

DICE Hume que cuando se leyó la acusacion contra

*

el rey en nombre del pueblo de Inglaterra, se oyó una voz entre los espectadores que gritó: Ni siquiera de una décima varte del pueblo. Axtel, oficial de guardia, habiendo man.

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