Imágenes de páginas
PDF
EPUB

reforzar los atrincheramientos, siendo cada vez mayor el aprieto de la escasa guarnicion.

De tal manera se veia esta apurada aun con el refuerzo que le envió La Valette, que acordó despachar al mismo Medrano para que representase al gran maestre que era imposible sostener ya al fuerte sino por algunos dias, y eso tal vez à costa de perecer toda la guarnicion. La mayor parte de los caballeros de la órden opinaban y aconsejaban á La Valette que se abandonara la fortaleza, y se empleara aquella gente con más provecho en defender los otros fuertes de la isla. Harto conocia el gran maestre la triste situacion de la plaza y la suerte infeliz que aguardaba á sus defensores. Pero penetrado tambien de que la conservacion de Mala y de la órden dependia de la duracion del sitio, guiado del principio de que en estremos casos por la salud de todo el cuerpo hay que hacer el sacrificio de dejar ampuntar un miembro, resuelto á emplear este remedio heróico Decid á los caballeros, le contestó á Medrano, que se acuerden de los votos que han hecho, de sacrificar su vida en defensa de la religion, que yo les enviaré socorros, y que iré yo mismo á morir con ellos antes que entregar el castillo á los infieles. Con esta respuesta algunos juraron sepultarse bajo las ruinas del fuerte antes que rendirle, pero los más volvieron á esponerle que si á la noche siguiente no les enviaba barcos para salir del castillo, tentarian ellos á salir espada en mano, resuel

[ocr errors]

ey

tos á morir todos á trueque de no sufrir otra muerte más ignominiosa, si eran tomados por asalto. Para morir con honra, contestó el venerable y heróico maestre, no basta hacerlo con las armas en la mano; es menester además el mérito de la obediencia: si abandonais el fuerte, no hay que esperar socorros del virey, y tras la ignominia de abandonar vuestro puesto os vereis reducidos á más desesperada situacion que la que quereis evitar. »

Y con pretesto de examinar el estado del fuerte, pero con el verdadero fin de ir entreteniendo la guarnicion, envió tres comisionados para que le informasen. Hiciéronlo dos de ellos en sentido de que era imposible sostener por más tiempo el sitio, Mas el tercero, el príncipe griego Constantino Castrioto, opinó que aun no era la situación tan desesperada, y en prueba de ello se ofreció á encerrarse en el castillo con las tropas que quisieran seguirle. Tan digra resolucion no dejó de encontrar imitadores, y animado con esto La Valette escribió á los del castillo que ya tenia nuevas tropas que le defendieran, y que ellos saldrian en los mismos barcos que las llevaran. « Volved aquí, hermanos mios, les decia, y vos estareis más seguros y yo más tranquilo. Esias palabras entre dulces y amargas hirieron en lo más vivo el pundonor de aquellos caballeros, y suplicaren al gobernador Medrano intercediera con su superior para que les permitiese borrar con nueva conducta su pasada falta. Recibió La Va

lette esta súplica por medio de un nadador correo; regocijóse en el fondo de su alma, pero fingiendo una firmeza que á él mismo le enternecia, respondió: «Prefiero un cuerpo de tropas nuevas á veteranos que no se someten à la disciplina militar.» Acabó esta contestacion de comprometer la delicadeza de aquellos caballeros religiosos, y todos juraron morir en su puesto. Era lo que se habia propuesto conseguir el político y valeroso La Valette.

El sitio y los combates prosiguieron con una furia y una heroicidad increibles, sin que á nadie arredrara la muerte de los compañeros que á todas horas veia caer delante ó al lado. Abochornado ya Mustafa de tanta resistencia, hizo jugar la artillería toda, y cuando tuvo arrasadas las murallas hasta su cimiento de roca viva, dispuso un asalto general (16 de julio), debiendo acercarse al propio tiempo Pialy con la armada á la fortaleza. Seis horas duró el ataque sin poder ganar los turcos un palmo de terreno, y Mustafa mandó tocar á retirada. Ordenó luego estender la línea para ver de incomunicar á los sitiados y batir al propio tiempo los castillos de San Miguel y Santángel. En esta operacion recibió una herida el famoso Dragut por cuyo consejo se hizo. de la cual sucumbió á los pocos dias el antiguo gefe de piratas y terror de los cristianos. No uno sino cuatro asaltos volvió á dar Mustafa con su gente en un solo dia (21 de julio), y todos fueron rechazados por los malteses con una fir

meza que raya en lo inverosimil é inaudito. Avisado el gran maestre por otro nadador de la situacion estrema de los de San Telmo, despachó en su socorro muchas barcas con los que se ofrecieron voluntarios á arrostrar una muerte cierta. El auxilio fué infructuoso porque no pudieron forzar la línea de las naves enemigas. Viéndose infaliblemente perdidos los sitiados, preparáronse á morir cristianamente, recibieron los sacramentos, se abrazaron todos con ternura, y hasta los enfermos se hicieron conducir en andas á las brechas.

Imposible era ya resistir á otro asalto que dieron los turcos la mañana del 23 (julio); y sin embargo, aun peleó aquel puñado de valientes más de cuatro horas. Todos murieron heróicamente, escepto tres que se salvaron á nado. Las banderas otomanas se plantaron sobre escombros y sobre cadáveres. Cuando Mustafa reconoció el fuerte esclamó: ¿Qué no hará el padre, cuando el hijo que es tan pequeño nos ho costado nuestros más bravos soldados?» Esta admiracion debió haberle inspirado siquiera algun respeto á los inanimados cuerpos de tan valientes encmigos, y no saciar, como lo hizo, su brutal venganza arrancán des los corazones y poniéndolos eu cruz como en escarnio del símbolo de su fé. Indignado á la vista de tan bárbaro espectáculo el gran maestre, izo degollar todos los prisioneros turcos, y cargando los cañones con sas cabozas como si fuese metralla,

las hizo arrojar al campo enemigo: «Que aprenda el bajá, decia, á hacer la guerra con menos ferocidad. » La defensa del castillo de San Telmo de Malta es una de aquellas en que ha llegado al más alto punto el heroismo. Sesenta mil balas de cañon habian arrojado los turcos contra el fuerte.

Con esto y con cañonear despues simultáneamente el Burgo y el castillo de San Miguel, creyó Mustafá acabar de intimidar al gefe de aquella caballería religiosa, y le envió un mensagero intimándole se rindiese: Ved, le dijo el imperturbable anciano La Valette al mohometano enseñándole el foso, ved el único espacio que pensamos ceder á vuestro general para sepultura suya y de sus genizaros.» Irritado el musulman con tan altiva respuesta, redobló con furia el fuego y los ataques. Mustafa con sus genízaros, y Hassen con sus bravos de Argel, no dejaron medio, ni ecfuerzo, ni artificio que no empleáran para batir las fortalezas y reducir tan obstinada gente. Pero todo lo frustraba La Valette con su vigilancia, con su valor y con su prudencia. Combate hubo en que de cuatro mil infieles que acometieron por un lado, solo quedaron con vida quinientos, y estos heridos los más, sirviendo los otros para cubrir el puerto de armas rotas y de cuerpos despedazados. Rebosando ya de rabia el bajá, y temeroso de que llegaran los auxilios de España, que nunca creyó hubieran tardado tanto, resolvió emplear todas las fuerzas simultánea

« AnteriorContinuar »