Imágenes de páginas
PDF
EPUB

era su segunda órden, y su última resolucion sobre la materia. En su virtud y con acuerdo del Consejo dió don Juan de Austria las disposiciones oportunas para su ejecucion, mandó que se tomasen todos los pasos de las sierras, y ordenó que en un dia dado, el 1.' de noviembre, todos los moros del reino hubieran de estar recogidos en las iglesias de los lugares señalados, para llevarlos de allí en escuadras de á mil quinientos y con su escolta correspondiente á los puntos á que se los destinaba. Así se ejecutó, con órden y sin dificultad en algunas partes, con excesos y desórdenes en otras, con muertes y asesinatos en algunas, dando lugar en ciertos distritos los desmanes de los soldados y su codicia y maltratamientos á que no pocos se fugáran á lo más áspero de las breñas ó huyeran á Berbería. Los que se internaban eran entregados por listas nominales á los alcaldes de los pueblos en que habian de residir. De esta manera quedó despoblado de moriscos el reino de Grauada, despues de haber costado dos campañas sangrientas el subyugarlos y vencerlos (1).

Hecho esto, y dejando guarnecidos los fuertes de

(1) La distribucion que de ellos se hizo, fué la siguiente: los de Granada y su vega, valle de Lecrin, sierra de Bentomiz, ajarquía y hoya de Málaga, y serranías de Ronda y de Marbella, fueron repartidos por las provincias de Extremadura y Galicia: los de Guadix, Baza y rio de Almanzora, por la Mancha, Toledo y Castilla la

Vieja, hasta el reino de Leon: los
de Almería y su costa fueron lle-
vados à Sevilla. Se acordó no des-
tinar ningunos ni al reino de Mur-
cia, ni á las cercanías de Valencia,
por evitar el peligro del contacto y
comunicacion con los moriscos na-
turales de aquellas tierras. -Már-
mol, Rebelion y castigo de los Mo-
riscos, lib. X., cap. 6.

1

la Alpujarra, volvióse el comendador mayor á Granada, y lo mismo hizo don Juan de Austria desde Guadix con el duque de Sessa, siendo recibidos con las mayores demostraciones de júbilo por los tribunales, corporaciones y pueblo. Allí licenciaron y despidieron la gente de guerra de las ciudades, y ordenado lo conveniente para el reemplazo de los presidios durante el invierno y el de las cuadrillas que habian de perseguir á Aben Abóo y otros rebeldes, partió don Juan de Austria de la ciudad de Granada para la córte de S. M. (30 de noviembre). Siguióle à poco tiempo el comendador mayor de Castilla don Luis de Requesens, mientras don Fernando Hurtado de Mendoza y el duque de Arcos acababan de esterminar los moriscos dispersos de Ronda y de la Alpujarra.

Réstanos dar cuenta del fin que tuvo el reyezuelo de inontaña Aben Abóo, que todavía andaba por lo mas ágrio de la sierra con cuatrocientos hombres que le habian quedado, guareciéndose ya en una ya en otra cueva entre Bérchul y Trevélez. Las personas de quienes mas confianza hacia eran su secretario Bernardino Abu Amer, y un famoso monfi llamado Gonzalo el Xeniz, y estos fueron precisamente los autores de su trágico fin, instigados por un platero, vecino de Granada, nombrado Francisco Barredo. Habia el platero com nicado su plan al duque de Arcos y al presidente y Consejo de Granada y logrado que

le ayudasen en él. Mas como el moro que llevaba una carta del presidente para Gonzalo el Xeniz cayera en poder de los secuaces de Aben Abóo, por salvar la vida entregó á éste la carta en que se revelaba el proyecto. Tomó entonces Aben Abóo una cuadrilla de sus escopeteros, y con ellos partió á media noche á sorprender al Xeniz que se hallaba en la cueva de Huzúm, entre Bérchul y Mecina de Bombarón. Entró en ella con solos dos hombres; enseñó los despachos al Xeniz; mostróse éste indignado, diciendo que todo era calumnia y traicion; y cuando Aben Abóo salia á llamar á Abu Amer y á los suyos, detuviéronle á la puerta de la cueva seis hombres del Xeniz; llego éste entonces por detrás, y con la escopeta le dió en la cabeza tan fuerte golpe que le derribó al suelo, y allí le acabaron de matar. Dispersáronse con esto los escopeteros de Aben Abóo, y los mas se agregaron despues al Xeniz para gozar del indulto que á él le habia sido ofrecido (marzo, 1571).

Dispúrose conducir á Granada el cadáver del desdichado Aben Abóo, y para evitar la putrefaccion se le abrió y rellenó de sal. Entablillado despues por debajo del vestido y colocado derecho y como á caballo sobre una acémila, en términos que semejaba estar vivo, fué ilevado á la ciudad, yendo á su derecha el platero Barredo, á su izquierda el Xeniz con la escopeta y el alfange de Aben Abóo: detrás los moros

reducidos con su ropa y bagages, y á sus lados las cuadrillas de gente de guerra de aquellos presidios. Entraron por la ciudad haciendo salvas con sus arcabuces; el pueblo saludó con júbilo aquella procesion burlesca; el Xeniz hizo su acatamiento al duque y al presidente entregándoles las armas de Aben Abóo, y el cuerpo de este desgraciado fué arrastrado por las calles, descuartizado despues, y colocada la cabeza en una jaula de hierro fué puesta sobre el arco de la puerta del Rastro que da salida al camino de las Alpujarras (1).

La tierra se fué poblando de cristianos al principio con alguna dificultad, pero despues con el aliciente de las haciendas que el rey mandó distribuir y de los privilegios y franquicias que otorgó á los nuevos pobladores, ya no faltaban cristianos que apete cieran ir á morar en el territorio morisco.

Así acabó la guerra de los moriscos de Granada, últimos restos de la dominacion sarracena en aquel reino: guerra sangrienta y feroz, en que musulma nes y cristianos, todos cometian escesos y ejecutaban crueldades horribles, todos hicieron acciones de va

(1) Pusiéronle un rótulo que Mármol en el X. de la Rebelion y decía:

Esta es la cabeza
Del traidor de Abenabó.
Nadie la quite
Sopena de muerte.

Mendoza en el libro IV. y último de la Guerra de Granada, y

castigo de los Moriscos, cap. 8, difieren en algunas circunstancias y pormenores de la muerte de Aben Abóo, pero están conformes en lo principal del suceso. Hemos seguido á Mármol, que en lo general suele estar mejor informado de estos incidentes, como persona que podia verlos por sí misino.

lor heróico: guerra desigual entre un pueblo de montaña, reducido al recinto estrecho de una provincia española, y el poder de un soberano que dominaba la mitad del mundo: guerra en que los esfuerzos individuales y los arranques de la desesperacion suplieron en el pueblo rebelado la falta de gobierno, de organizacion, de ejército y de leyes: guerra que creemos hubiera podido evitarse con alguna mas prudencia de parte del nonarca y de los consejeros españoles, pero necesaria si se atiende al modo con que Felipe II. se propuso establecer la unidad religiosa en el reino: guerra en fin, en que el jóven don Juan de Austria hizo una gloriosa prueba de capitan valeroso y activo, entendido y prudente, y cuyo triunfo, bien que honroso, fué solamente como el anuncio de los laureles que mas en abundancia habia de recoger en otro mas ancho campo en que vamos á verle ahora.

« AnteriorContinuar »