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últimos atacados, y es fulminante para todos los sorprendidos en los primeros dias.

No hay medicina, no hay remedio, no hay milagro contra semejante huésped; no hay más salvacion que huir, que ascender, que elevarse.

En las mayores alturas se corren los riesgos menores; donde está más despejado el horizonte, se ceban ménos las emanaciones viajeras; y así sucedió que, siendo el cólera enfermedad cuasi constante de la costa de Marruecos, nuestra plaza de Ceuta no lo ha padecido más que cuando todo el ejército del general O'Donnell tenía que residir en aquella poblacion, incapaz para diez y seis mil almas. Y es que Ceuta está barrida por todos los vientos del mar.

En España existen puntos privilegiados, como la sierra de Andújar, en la provincia de Jaen, y el Pueyo de Barbastro, en la provincia de Huesca, y en Francia fué el cólera misericordioso y benigno durante las tres últimas epidemias para los vecinos de Versalles y de Lyon.

Un paréntesis.-De los que comen bien, ha dicho la estadística, se muere el uno por 127; de los que comen mal el cólera se lleva, como los usureros, el 30 por 100.

Hay quien ha dicho que el cólera es bisexual, porque es masculino y femenino, y tanto mata el cólera femenino en los trópicos, como el cólera masculino en la zona templada.

El cólera masculino se llama el cólera, y el cólera femenino se llama la cólera. La cólera mata por sofocaciones, y el cólera por desfallecimientos. Si en lugar de constituir dos enfermedades pudieran ser dos medicinas, la diferencia entre las dos manifestaciones coléricas sería aún más acentuada.

La cólera se recomendaria como un astringente.
Y el cólera como un purgante.

Las enfermedades de carácter constitucional, dice Millot, que invaden el organismo entero y corrompen la sangre, acabarán más pronto por el aseo que por las recetas. La mayor limpieza, la mayor civilizacion, son causas de la menor intensidad en los males epidémicos.

La primera epidemia del mundo, de la cual habla Tucidides con gran terror, se produjo por una grande elevacion de la

temperatura, y se declaraba por la hinchazon en los acometidos. La hinchazon comprimia los vasos de la sangre, impedia la circulacion, declaraba la gangrena, y morian los enfermos despues de mirar espantados cómo se desprendian podridos y deshechos los dedos, los piés, las manos, la lengua, todos los miembros atacados primeramente por la hinchazon. Hoy sería imposible una epidemia semejante.

En 1348 hubo en Europa una enfermedad, llamada epidemia que mató á la mitad de la gente. Hoy no mata á la mitad de la gente más que la guerra.

En el siglo xv se declaró la enfermedad del sudor; los enfermos se deshacian sudando, como los botijos. Era cada poro una canal, la piel una criba, el hombre una regadera. Todos los centros húmedos del cuerpo humano, que son los primeros que despues de la muerte entran en putrefaccion, fluian y arrojaban convertidos en líquido todos los alimentos, todas las visceras, todas las entrañas. Los cadáveres eran momias inmediatamente despues de la muerte, y del hombre no quedaba más que el esqueleto, el fosfato cálcico, como dijeron los naturalistas.

La epidemia no ha vuelto á repetirse como se presentó la vez primera. Despues, ha degenerado, ha cedido, se ha hecho ménos terrible, y ¡aún horroriza! Dicen que de aquella epidemia del sudor, quedó el cólera. Y algun partidario y creyente de esta suposicion, asegura que el cólera se produce únicamente por la descomposicion de los restos animales, y que desaparecerá de la tierra cuando no arrastre cadáveres el agua del Ganges, y no respiren los vivos las emanaciones de los cementerios.

La peste de Oriente existe todavía, porque existen los miasmas productores en las bocas del Nilo. Hoy está contenida en ciertas regiones vecinas de los focos infectantes; pero en tiempo de Justiniano-porque esta peste es más antigua que el derecho-se extendió por todas partes, llegó á Rema y mató al Papa. Hoy, repetimos, esta epidemia que, desarrolla tumores en el vientre, tan repugnantes por su nombre como por su carácter, está contenida en Turquía y en Egipto.

Segundo paréntesis.-En tiempo de Augusto se conoció

otra epidemia, de la cual no hablan los higienistas, pero de la. que han hablado mucho los poetas y los literatos; la epidemia de los oradores. Entonces floreció Ciceron; Ciceron uno, y noventa y nueve más, ciento: cien oradores, cien casos. No se necesitan más para declararar el carácter epidémico de una invasion morbosa.

Las viruelas, la lepra, la elefantiasis, la peste negra, que dejó inhabitados los conventos de los carmelitas, fueron las enfermedades contagiosas de la Edad Media. El baile se trasformó en todos los pueblos por influencia de las enfermedades nerviosas. Una de tantas epidemias que atacaban á los temperamentos impresionables, hacia dar verdaderos saltos de muerte al que la padecia. El baile de San Vito es de entonces; la tarantela, danza italiana, es lo que ha quedado de un baile frenético, producido por las alucinaciones, y todas las danzas de Hungría son del mismo linaje de aquella locura contagiosa.

España se distinguió en los mismos años por una dolencia que atacaba principalmente á las mujeres, y era un temblor que acometia á una parte del cuerpo, dejando la otra en completo reposo: temblaba un ojo, un lábio, un hombro, un brazo, una pierna y un pié. Lo demás no temblaba, y las enfermas lloraban y reian alternativamente, sin razon alguna para cambiar con tal frecuencia la risa por el llanto; era que la mitad sana del cuerpo padecia el dolor y la mitad enferma temblaba. Muchas veces, cuando los lábios rien, palpita el corazon y el alma tiembla.

En estos tiempos, España ofrece tambien una excepcion para el estudio de los higienistas. No hay ningun país en el mundo donde el tifus haga más víctimas y más rápidamente. Hay una razon para que así suceda: el tífus aparece por la influencia perniciosa del sol sobre los organismos débiles, y en esta pátria querida se toma poco alimento y se toma mucho el sol.

Y por fin y remate de esta série de horrores contagiosos, debemos decir algo de la gran calamidad, de la gran epidemia de nuestra época: de la aprension, del miedo.

Dice Stacz que el miedo ha hecho los dioses, ha codificado

los libros de la tradicion, y ha impuesto á las sociedades el principio de autoridad.

El miedo sorprende, domina, se apodera y mata. Los pobres que se mueren de hambre son muy pocos, pero los ricos que se mueren de miedo son innumerables.

Cuando se acaban las preocupaciones de la vida comienzan las preocupaciones de la muerte, y el miedo trastorna todas las leyes de la existencia. Aquellas primeras preocupaciones hacen el capital, la renta y el oficio; las otras hacen el miedo de que se acabe, el miedo de perderlo y el miedo de morirse.

Y aun así conocido, inevitable, fatal, el miedo constituye una mentira constante en los hombres, la de negarlo; y un atractivo, constante tambien, en las mujeres, el de sentirlo.

Un pensador ha dicho que el único miedo saludable es el miedo á la opinion; sobre todo, podia haber añadido, cuando se va perdiendo el miedo á Dios. Ese miedo á la opinion es fuente algunas veces de la virtud que poseen las mujeres por estimacion de sí mismas, la virtud de la soberbia, una virtud valiente, una virtud varonil. No sé si me gusta, pero sé que existe.

Nada se ha escrito de los cobardes, y se ha escrito mucho de los valientes; porque al mundo, porque á la humanidad le gusta que la engañen, y los que confiesan su cobardía no le interesan; le interesan más los que la disimulan.

Schopenhauer era un miedoso ejemplar. No bebia cerveza, ni licores, ni picantes, ni ácidos, por miedo á las irritaciones y á los enfriamientos. Las cartas le conmovian antes de leerlas, el más ligero rumor le despertaba despues de dormido, llevaba á las fondas un vaso para no beber en el primero que le presentaban, y vivió constantemente en los pisos bajos, para escapar más pronto de los peligros de un incendio. Adoraba la vida, y la maldecia por el miedo de perderla. Fué el primero de esta raza de los enfermos ilustres que se llaman Byron, Musset, Heine y Campoamor, casos de patología espiritual y poética, hijos del feliz Horacio y enfermos de los hipocondrios.

El miedo está en el fondo de la vida, en la misma posesion de la salud más perfecta. Durante el ejercicio permanente y fácil de todas las funciones de la economía, el miedo es un ca

lofrío, un extremecimiento, una contraccion, cualquier cosa. Las mujeres ilustres han sido las mujeres débiles por excelencia; pero debilidad como la de madama Staël, que se ponia enferma para conmover y para agradar; tenía el miedo á la indiferencia, el horror al olvido. Las mujeres serian muy desgraciadas, dice Rousseau, si, como son tan débiles para ceder, no fueran más tímidas aún para escapar.

La influencia moral en las epidemias es de un efecto espantoso, y el miedo es la epidemia moral dentro de la epidemia orgánica. Cuando una peste acomete á un ejército vencedor, lo diezma; cuando acomete á un ejército vencido, lo destruye. El miedo es el mejor conductor del principio morboso. No es el abismo el que atrae, es el terror; no es la altura lo que da vértigos, es el miedo de caer. Lo que duele á todo el mundo durante el curso y el desarrollo de las epidemias, no es lo que sienten, es lo que tienen miedo de sentir. Cuando una persona no sabe lo que tiene, lo que tiene es miedo.

Los aprensivos dicen en los primeros dias:

-Me parece que me duele algo.

Despues les duele todo.

Despues no les duele nada.

Está probado que las epidemias coléricas pierden parte de su intensidad en cada invasion que se sucede, y no está probado que disminuya en la misma relacion el número de los

muertos.

Puede atribuirse al miedo esta desproporcion, porque Sthal dice que las enfermedades son un fenómeno de reaccion contra el mal, un esfuerzo del organismo para separar de la vida todo lo que es nocivo, y la economía debilita y pierde su fuerza y su energía por el miedo. El miedo por si solo es una enfermedad contagiosa, porque se comunica á las masas, y hereditaria porque se convierte en monomanía. Plutarco habla de una generacion de suicidas preocupada por el mismo disgusto de la vida.

Y contra el miedo no hay medicinas. Lo único que se recomienda para prevenir los efectos del miedo en las enfermedades contagiosas, es no ocuparse de la salud, por la misma razon que el cuidarla mucho denuncia el temor de perderla pronto.

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