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CRÓNICA POLÍTICA

La Sacra Minerva nos tenga de su mano para no incurrir en grave error al analizar los acontecimientos de los últimos quince dias.

Que Dios ni el diablo tengan por qué echárnoslo en cara, que, á buen seguro, no andan los tiempos para enemistarse con nadie, y sería gracioso que, tratando de prescindir por completo de las pequeñeces y de las nímias rivalidades de los hombres, nos encontrásemos que al remontar el vuelo á la serena region de las ideas, no dejábamos en el suelo más que rencores y adversidades.

Segun están las cosas, no se trata de saber si el actual Gobierno cumple bien ó mal su mision; antes por el contrario, el capítulo de cargos y de ágrias censuras ha terminado; sólo de trecho en trecho aparece un ataque hábil, envuelto en una lisonja ó en un llamamiento de mas ó ménos torcida intencion.

Cuando se inició en Biarritz, por el duque de la Torre, la política francamente revolucionaria, esto es, la que toma por base la Constitucion de 1869, y se observó cierta corriente de la opinion hácia ese lado, los periodistas de oposicion al Ministerio tuvieron dos puntos sobre qué extender su línea de operaciones.

El primero, el eterno capítulo de diatribas contra todo el que manda; el segundo, la defensa más ó ménos interesada de rectitud del ex-regente del Reino.

Por un momento, los partidos contrarios á la fusion vieron en su deseo de qué manera tan incomprensible se alistaban bajo la bandera de 1869 los hombres importantes de la izquierda.

Gentes de todos los campos y soldados de los más diversos ejércitos parecian dispuestos á defender la misma enseña.

Agrupados por la voz de ecrassez l'infanze, lo mismo conservadores que republicanos disparaban sus arcabuces contra el partido que dirige D. Práxedes Mateo Sagasta.

Diríase que radicales y canovistas tenian el mismo ideal, y que cifraban todo su plan político, toda su patriótica tarea en destruir las fuerzas del señor Sagasta. Se olvidaban antecedentes de orígen para fraternizar por completo, y los mismos ataques partian de los periódicos conservadores que de los democráticos.

Dióse por muerto al Gobierno en las primeras de cambio, y hasta algun santo varon, católico apostólico romano, rezó con uncion fervorosa más de cuatro Pater noster por el alma de las víctimas.

No se puede negar, y sería temeraria imprudencia en nosotros el hacerlo, no se puede negar, decimos, que el grito lanzado en Biarritz por el duque de la Torre no fuera acogido con benevolencia por muchos, antes por el contrario, debemos confesar que la idea del restablecimiento de la Constitucion de 1869 mereció grandes aplausos, hasta el punto que muchos radicales que habian renunciado por completo á las aventuras que la vida de los partidos gobernantes obligan á hacer, empezaron á cabildear, á asociarse y á reunirse.

Desde el instante en que este movimiento de concentracion llegó hasta el público, hasta la masa, las diatribas contra el Gabinete cesaron como por ensalmo; sólo se trataba de analizar, de distinguir, de diferenciar y definir en qué consistia la célebre fórmula.

En los primeros instantes se echó de ver que los notables de la parte liberal no se entendian, y que la izquierda dinástica, que con tan singular empuje habia empezado, iba á concluir herida de muerte por sus propios partidarios.

Sin embargo, una fórmula fué adoptada en una reunion preparatoria á que asistieron los señores duque de la Torre, Mártos, Montero Rios y Echegaray; la fórmula que por encargo de estos señores publicó el periódico El Progreso, contenia tres puntos principalísimos:

1.

2.

Monarquía de D. Alfonso XII.

Programa del nuevo partido, claro y definido, que habia de contener precisamente el restablecimiento del Código fundamental de 1869. 3.° Que este restablecimiento debia hacerse por medio de un procedimiento constitucional.

Respecto al primer extremo todos estuvieron conformes, desde el señor Moret al señor duque de la Torre.

El segundo y el tercero provocaron sérias reclamaciones, y las explicaciones más extrañas y disparatadas.

En la lucha ha llegado á olvidarse la importancia que al movimiento de la formacion de la izquierda le dieron sus mismos iniciadores.

Nadie ha calculado que en el Estado han nacido dos corrientes grandes é inmensas que siguen una direccion diversa, y que marchan á su encuentro: una, la monarquía hereditaria de D. Alfonso XII, rodeada del prestigio de la autoridad y de aquellos requisitos indispensables en dicha forma de gobierno; otra, formada por los hombres de la Revolucion, y por los de ideas más templadas.

El vencedor de la Revolucion, y la Revolucion vencida, caminan uno en busca de la otra, y se detienen; ¡ah! sería conveniente que todos admitiesen las condiciones, para que ni la monarquía, torciendo el rumbo, fuese á parar á las borrascas de una resistencia inmotivada; y los hombres del 69, dejando la línea recta, marchasen decididamente en busca de las tempestuosas olas de la Revolucion.

El país, al responder al llamamiento que el duque de al Torre le dirigió en nombre de los principios revolucionarios, justifica la excelencia de éstos, exclaman los interesados en la formacion de la izquierda dinástica: luego el poder moderador debe tener en cuenta este aplauso y este entusiasta recibimiento.

No todas las determinaciones deben adoptarse en política por los votos y sufragios de los representantes de la Nacion en las Cámaras: fuera del Congreso, en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas, hay personas, hay ciudadanos que leen, que piensan, que discuten, que manifiestan su voluntad libremente, y esos tales deben ser atendidos siempre, porque su juicio, su voz y concepto forman la opinion; y ésta no desea, ni mucho menos, me

terse en aventuras.

Lo que esa opinion proclama como bueno, no puede desecharse por malo, sin graves perjuicios y terribles perturbaciones.

En la Constitucion de 1869 se establecen los principios que significan la naturaleza humana; los estadistas que los sostienen, al dejarlos inculcados en aquel Código, realizaron un ideal político y científico; renunciar á él constituiria un doble crímen que, ni la ciencia ni el pueblo, por quien se sacrificaron, habrá de agradecérselo.

Ellos son aquello mismo que establecieron, ó no son nada; representan, ante la época moderna, el mayor adelantamiento posible en la esfera del gobierno de las naciones, ó no son nada.

Van con sus principios, con sus ideas, con sus razonamientos, con sus leyes, con todo lo que produjo una Revolucion en el año de 1868, y que ahora, con la natural experiencia de los tiempos, la monarquía trata de encauzar en provecho suyo y del país.

Ni la Revolucion vencida puede menoscabar en lo más mínimo el prestigio que la monarquía de D. Alfonso XII ha alcanzado, terminando la guerra é iniciando el desarrollo de nuestra industria y comercio, ni tampoco. la monarquía ni nadie puede quitar un ápice á la importancia y trascendencia que la Revolucion y sus hombres tienen en sí.

Ni de una ni de otra parte deben regatearse las diferencias, ni menguarse las ventajas.

Querer diluir y difuminar los beneficios, es tratar de que las dificultades. aumenten. Todas las revoluciones las han hecho siempre las ideas; ningun hombre ha detenido la marcha de las leyes biológicas; hoy las corrientes civilizadoras empujan las monarquías hácia los temperamentos liberales, más. que liberales democráticos; el empeñarse en detener los acontecimientos, es morir aplastado, es ir á la revolucion.

¿De qué se trata? De implantar los principios democráticos tras doce años de contínuas luchas, de practicar las ideas revolucionarias á la sombra de la paz para que florezcan y den frutos modernos; de asegurar para siempre la monarquía de D. Alfonso XII, que hace, con esta transaccion, de sus más, terribles enemigos, sus más fuertes aliados.

Estos son los razonamientos de los partidarios de la izquierda, como se: ve un tanto exagerados.

De otro lado, los Sres. Moret, Linares Rivas, Lopez Dominguez y otros. que como ellos piensan, con más justicia y más prácticamente, entienden que todo puede hacerse, hasta las reformas más exageradas, sin salirse de la Constitucion del 76.

Ellos empiezan por rechazar el período constituyente que se exige para restablecer la Constitucion de 1869, y sólo admiten posible y digno que, partiendo de la de 1876 por medio de algunas reformas oportunas, se llegue á alcanzar el espíritu encerrado en la de 1869.

En cambio, los partidarios rabiosos de la izquierda, aquellos que están más cerca que del duque de la Torre de los Sres. Martos y Montero Rios, contestan lo siguiente:

Esto es una mistificacion: es fácil, claro está, sustituir un artículo por otro, poner en la Constitucion de 1876 el sufragio universal ó cualquier otro principio que contenga tan sólo la de 1869; pero esto no excusa el procedimiento constitucional, y da, por otra parte, idea bien menguada de la moralidad y buena fé de los políticos que en sostener tal absurdo se empeñen.

No excusa el procedimiento constitucional, porque para cada reforma en la Constitucion de 1876 hacen siempre falta unas Córtes que tengan ese encargo, lo mismo que en el caso de intentar el restablecimiento de la Constitucion de 1869.

Sólo que en este último caso se gana tiempo, porque la reforma se hace de una vez y la autorizacion se discute en un instante, mientras que de la manera como lo desean el Sr. Moret y sus amigos, el período constitucional nimio y casuístico emplearia muchos dias.

Además, que si de lo que se trata es de restablecer la Constitucion de 1869, ¿á qué partir de la del 76? ¿No es más franco, más digno, más noble, acometer las reformas de frente? Porque no cabe duda de ninguna es

pecie: ó se tiene ó nó miedo al contenido de la Constitucion de 1869. Si se tiene, es excusado fingir que se trata de alambicar su espíritu y trasladarlo infusion á la de 1869.

por

Y si no se tiene miedo, ¿á qué partir de lo que se toma para desecharlo

en seguida?

Enhorabuena que los que, habiendo sido partidarios del Código fundamental del 69, busquen ahora que lo sean del 76, una fórmula que legitime esa vuelta á los antiguos lares; pero, ¿no es más grande y más sério aceptar la reforma con lealtad?

A lo cual contestan los otros, que la luz no pasa de la noche al dia sino por medio de transiciones graduales.

En la última visita que el Sr. Mártos hizo al duque de la Torre, tuvo ocasion el ilustre orador de dar algunas explicaciones sobre el estado actual de la política en nuestra pátria, en relacion, especialmente, con la izquierda dinástica aún por nacer.

Para el diputado demócrata, segun afirman sus íntimos amigos, no se trata de una escaramuza política de poca importancia; por el contrario, entiende que ha llegado el momento de deslindar y definir el ancho campo de los partidos.

Los centros parlamentarios, como organismos transitorios formados por acontecimientos siempre eventuales y mudables, prestan grandes servicios en la época de su formacion; pero son causa de muchos males si, conseguido el fin para que se formaron, intentan constituirse en organismos permanentes, dificultando el libre desenvolvimiento de los partidos.

Cuando se llega á estas crísis políticas, los términos medios desaparecen y se aniquilan, porque su débil resistencia no puede soportar las encontradas fuerzas que los atacan.

Así, cuando no habia ningun elemento liberal que apoyase á la monarquía, y el anuncio sólo de la libertad constituia una alarma, los centralistas y los constitucionales, situándose enfrente de Cánovas, constituyeron un bien; mas hoy, que dentro de la legalidad comun se levanta una bandera, la fusion resulta enclenque para acometer reformas, y débil para defenderse en el terreno conservador.

Su vida es, pues, ficticia, y se sostiene por mero artificio.

Es fácil, todo el mundo lo sabe, sostener la vida de una planta exótica rodeándola de cristales y prestándole otras condiciones agenas al clima; pero tal manera de producir, sobre ser de éxito dudoso, es carísima.

La actual mayoría es esencialmente liberal, en sentido del Sr. Mártos; si no va más allá en sus deseos, es porque consideraciones personales, y la misma disciplina del partido, se lo impiden.

Claro está que dentro de ella hay un pequeño lastre reaccionario desgajado del árbol conservador.

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