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rico. Cuando en Francia, hace ya bastantes años, se publicaban libros, como el de M. Champfleury, en defensa del realismo (1), en España se decia, en discursos académicos y artículos de revista, que nosotros no podíamos aceptar el realismo á la francesa, porque teníamos ya nuestro naturalismo genuinamente español, altamente representado en los cuadros de Velazquez, y nuestra antigua novela picaresca y gran parte del teatro de los siglos de oro de nuestras letras.

Ahora que Zola llama naturalismo á las doctrinas que predica, se dice que en España no podemos aceptar tales doctrinas, porque tenemos aquí nuestró realismo tradicional, altamente representado en los cuadros de Velazquez, en la Celestina, El Quijote, la novela picaresca, etc., etc.

Realismo ó naturalismo, cuestion de nombre, en lo que se refiere á la clasificacion de las obras literarias.

El realismo, como enseñanza didáctica, ha sido el precedente histórico de la novísima escuela que didácticamente defiende la teoría del Naturalismo.

El Sr. Gonzalez Serrano ha dicho, con gran acierto, «que el dato >positivo, aportado por el naturalismo al progreso del arte, y que que»dará como verdad rejuvenecida (obsérvese aquí la parte que de nuevo »tiene el naturalismo, puesto que rejuvenece), y vigorizada por él para >>la literatura universal, es el dato exactísimo, innegable, de que el >poeta ha de moverse en el medio social y tomar el pulso á la atmós> fera que le circunda; es el dato de que la inspiracion debe bajar de >>los quintos cielos, de abstractas y soñadas entidades, para volver á la realidad, siquiera no sea la exacta, uniforme y predeterminada >> fenomenología, sinó á la realidad viva y compleja, en que se suce»den las luchas y las contradicciones de los elementos que tejen en >definitiva la trama de la vida individual y social. >>

Ahora bien: lo que dice el Sr. Gonzalez Serrano respecto al naturalismo, escuela literaria, en cierto sentido novisima, puesto que rejuvenece, segun antes hice observar; lo que dice el Sr. Gonzalez Serrano respecto al naturalismo, señalando la fuente positiva, permanente, eterna, de su enseñanza didáctica, es, segun nuestro juicio, lo mismo que puede decirse del antiguo realismo á la francesa; esto es, que tanto el naturalismo novísimo como el realismo que le antecedió, afir

(1) Le Réalisme, par Champfleury. (París, Michel Levy frères, 1857.)

man, renuevan, recuerdan, presentan bajo nueva forma una enseñanza didáctica muy antigua; la enseñanza que Platon resumia en una frase: la belleza es el resplandor de la verdad; la enseñanza que repitió muchos siglos despues Mr. Boileau, escribiendo: no hay belleza sin verdad (1).

El estudio de la realidad, que prescribe el realismo; el estudio de la naturaleza, que pide el naturalismo, no es ni más ni ménos que el reconocimiento de la verdad, á la que se dá dos nombres distintos, como elemento esencial de la creacion artística. Así coinciden en lo esencial las enseñanzas del realismo y del naturalismo; y unas y otras se oponen al predominio exclusivo, nótese bien, predominio exclusivo, de la fantasía en las obras literarias.

No me atrevo á lisonjearme de haber conseguido poner en claro los conceptos que yo habia tratado de expresar en mi artículo El naturalismo en el arte literario y la novela de costumbres; pero sea de esto lo que quiera, siempre agradeceré á Vd. el que me haya dado ocasion de procurar desvanecer las interpretaciones equivocadas á que mis palabras se prestaban.

Aprovecha este motivo para ofrecer á Vd. el testimonio de su consideracion distinguida,

Madrid 19 de Julio de 1882.»

LUIS VIDART.

(1) Véanse las obras de Mr. Boileau Despreaux, coleccionadas por Mr. de Saint

March (Paris, 1747.)

TOMO LXXXVIII.

34

LA AGRICULTURA

Y LA ADMINISTRACION MUNICIPAL

(Continuacion.)

CAPÍTULO VII

DEL PERSONAL ADMINISTRATIVO DE LOS MUNICIPIOS

Su importancia

Segun indicamos al principio de esta seccion, vamos ahora á tratar de los dos servicios fundamentales de la organizacion municipal, consagrando al efecto este capítulo al personal 'administrativo, y el siguiente á la contabilidad y publicidad.

Si la base de la vida política-como hemos dicho-ha de buscarse en las instituciones comunales, necesitan éstas necesariamente, para desarrollarse y adquirir la robustez precisa, basarse en la buena organizacion de ambos servicios: en otro caso, sería vano intento el pretenderlo, é imposible la realizacion de los restantes servicios. Considerado el personal de Secretarios como rueda motriz de la máquina administrativa, de su buena funcion depende la ejecucion del conjunto de reformas que proyectamos; no cabe, pues, entorpecida como ahora se halla esta funcion, que realice debidamente los altos fines que está llamada á cumplir, si ha de verse pronto satisfecha la urgente necesidad de que cese la anarquía de nuestra administracion

y la vergonzosa tutela en que viven, ignorantes y empobrecidos, la mayor parte de los habitantes de nuestros pueblos.

Excusamos repetir ahora lo que expusimos al principio de la seccion acerca de la importancia de este personal y del estado lamentable en que se halla, porque bien se desprende del ensayo que hicimos, y cuya historia minuciosamente se describe allí. Del mismo modo, es inútil repetir lo que va ya dicho sobre la complejidad que, tanto esta como otras reformas, presentan á primera vista; y no se tiene en cuenta que su realizacion es posible-y hasta fácil, á nuestro juicio-si se intenta con los procedimientos que aconsejamos, en un todo distintos de los que, por regla general, se siguen en nuestro país en cuantas reformas de la misma índole se plantean.

Deplorable estado en que se halla dicho personal.

En varias secciones de esta obra se ha hecho ver ya la situacion fatal en que se halla el personal de los Municipios, por lo comun reducido tan sólo al Secretario, quien, por la forma defectuosa en que suelen desempeñarse las depositarías, el cobro de impuestos y otros servicios retribuidos, carece de los auxiliares necesarios. Si se añade á esto que los Secretarios se forman sin carrera profesional y, de ordinario, sin el aprendizaje práctico para suplirla (pues que empiezan á ejercer los cargos, desde luego, sin más preparacion que la de una enseñanza primaria imperfecta y, en ocasiones, despues de haber servido algun destino subalterno de la Administracion pública ó de la particular), puede comprenderse, sin fatiga, el estado actual de dicho personal, y la deplorable situacion en que, por tal motivo, han de verse para servir sus cargos, tanto los Alcaldes como los Concejales, cuando procuran hacerlo, sin convertirlos en instrumento de medro personal.

Difícil y penosa es, á su vez, la situacion de aquellos Secretarios que carecen de las necesarias garantías para ejercer sus cargos, y ordinariamente de la retribucion é independencia indispensables, como tambien carecen de toda suerte de estímulos que pudieran alentarles en la tarea de sobrellevar la carga de los múltiples servicios locales y perfeccionar sus conocimientos, lo cual harian seguramente si tuviesen la legítima esperanza de verse por ello premiados en el porvenir.

Carecen, además, de todo elemento directivo que-por medio de estudios comparativos, inspecciones facultativas, conferencias y asociaciones-les guie útilmente; es decir, están faltos de cuanto pudiera levantar su abatido espíritu de la postracion en que necesariamente se halla, y facilitarles el ejercicio de unos cargos de suyo complejos, y mucho más en el estado de embrollo y de anarquía que sufre nuestra Administracion; merced á tal estado, las dificultades para desempeñarlos suben de punto y contrastan con la falta absoluta de medios para vencerlas. Así se esterilizan de una manera lamentable los nobles esfuerzos de muchos Secretarios de Ayuntamiento, dirigidos á hacer posible la realizacion de los servicios que les están encomendados, por más que no les sea dable otra cosa que reducirse á llenar las formas aparentes que exigen las leyes y disposiciones desacertadas de nuestra Administracion; los esfuerzos de pensamiento, de ingénio y de habilidad, que necesariamente emplean para ello, pasan, en general, inadvertidos, pues que su trabajo se reduce constantemente á uno parecido: á descifrar geroglíficos ó aclarar rompe-cabezas.

El caciquismo y los elementos político-sociales que dominan en las localidades, obligan tambien á los Secretarios á plegarse, por necesidad, á sus caprichosas é injustas pretensiones, hasta el punto de verse en el caso de soportarlas ó renunciar sin remedio al ejercicio de sus cargos.

Los Gobernadores civiles y las Diputaciones provinciales, complacientes á su vez con aquellos elementos deletéreos, ni giran las visitas de inspeccion, cual debieran hacerlo, ni áun se cuidan para nada del aislamiento y abandono en que se hallan los secretarios; reduciéndose tan sólo á exigirles los impuestos de dinero y sangre, y aquellos servicios de carácter electoral-y áun de mal género-únicos que les reclaman nuestros partidos políticos para imponer su poder.

Tanto los Alcaldes como los Concejales, desconocen, casi en absoluto, la Administracion municipal, lo cual no es de extrañar, si se atiende al estado en que se halla; y dominados por un pesimismo exagerado, que tambien domina á los demás habitantes de los pueblos, consideran el mal irremediable, y se replegan á sus intereses egoistas, los que se imponen á los Secretarios sin reparar en la justicia, dispensándoles, en cambio de estas complacencias, y sin esfuerzo

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