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Tales son las noticias del interior de Egipto que con el correo y los telegramas á la vista podemos comunicar á nuestros lectores.

Por lo que se refiere á lo que estos asuntos tienen de político-internacionales poco ó nada puede decirse todavía hasta que se conozca á punto fijo, y no segun tal ó cual comentarista, la verdadera actitud de Inglaterra. No puede tardar esto; el Parlamento británico está para abrir sus sesiones de un dia á otro, y áun cuando tienen que tratar muchas cuestiones de capitalísimo interés, no es posible que desde los primeros momentos no haya interpelaciones sobre el particular, que obliguen á mister Gladstone y sus compañeros de gabinete á ciertas explicaciones que nos den alguna luz. Entre tanto, lo único que merece la pena de ser tomado hoy en cuenta, es el cambio de actitud de Inglaterra enfrente de la Puerta. El gabinete de Lóndres ha dado órden á su embajador en Constantinopla de que responda á la última nota de Turquía, diciendo que la Gran Bretaña está dispuesta á tomar en consideracion las observaciones que en ella se le hacen relativas á la cuestion de Egipto.

Esto ya es más cortés que todo lo que Turquía ha oido desde hace mucho tiempo, desde los comienzos de la cuestion egipcia. Por lo menos de parte de Inglaterra.

No eran inexactas las noticias que circularon por la prensa extranjera, anunciando que el domingo último se verificó la entrevista del desdichado Arabi con sus defensores ingleses, los abogados Broadley y Napier.

Al salir de allí los dos leguleyos, aseguraron á Mr. Malet que Arabi se mostraba muy satisfecho de los arreglos del gobierno egipcio con los representantes ingleses. y lleno de confianza en Inglaterra, á la cual considera como una garantía de que no será víctima de cruel venganza por parte de sus enemigos, los amigos del khedive.

Dijo que desde que fué entregado á éstos lo han maltratado varias veces, escupiéndole una vez á la cara é insultándolo otras varias; pero añadió que desde el 10 de este mes se halla muy considerado, gracias á la enérgica intervencion de sir Malet, en obsequio suyo.

Los abogados ingleses exigirán que vuelvan á ser interrogados todos los los testigos que presenta la acusacion, porque éstos habian declarado en ausencia de los acusados.

Como los jueces no pueden negarse á esto, parece que pasado mañana, sábado, volverán á comparecer los testigos.

Para el consejo de guerra que ha de juzgar al ex-dictador, el cual se halla presidido por Ismael-bajá-Eyub, presidente tambien de la primitiva comision fiscal, serán nombrados tres indivíduos más.

Mr. Wilson ha pedido de nuevo que los ocho prisioneros principales sean juzgados juntos; pero, á pesar de los esfuerzos de la acusacion y de la defensa, parece que comparecerán separadamente, por acuerdo del gobierno egipcio, que varía de opinion como una veleta de direccion, puesto que, si mal no recordamos, era cosa convenida ya que Arabi, Tulba, Adlelal y demás generales compareciesen juntos ante el consejo de guerra.

De todos modos, el procedimiento quedará en suspenso hasta pasadas las fiestas del Bairum. La sentencia de Arabi, pues, va para largo. Todo cuanto se relaciona con los sucesos de Egipto, lleva ese sello de lentitud oriental, si pasa la frase, capaz de desesperar al más paciente. Todo, ménos la campaña de sir Garnet Wolseley para pacificar el país.

La animacion política es cada dia mayor en los Estados-Unidos. Más de 15.000 mormones han adquirido nacionalidad norte-americana. En el Zululand se cree que la vuelta de Cettiwayo cueste mucha sangre. En el resto del Universo, sin novedad importante, al menos que nosotros sepamos.

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BOLETIN BIBLIOGRÁFICO

Los últimos iberos.—Leyendas de Euskaria, por D. Vicente de Arana.-Un tomo. Madrid, 1882.

Hay nombres que suenan al oido mejor que otros, sin que nos expliquemos el motivo. El nombre de Arana, como literato, nos es muy simpático. Indudablemente este fenómeno responde á causas reales, ciertas, apreciables, pero de las cuales no nos damos cuenta, bien por olvido, bien por otras razones que se escapan á una determinacion clara y concreta. Hasta que no cayó en nuestras manos el libro que tenemos en estos momentos delante, ignorábamos quién era Vicente de Arana, cuáles sus aficiones literarias, qué género de literatura el suyo: hoy hemos leido y releido sus Últimos iberos, y hemos conocido á uno de nuestros primeros iberos: de los primeros como literato, como ilustrado patriota, como jóven (1) de sano corazon é inteligencia privilegiada. Conocemos ya alguna de las obras de Arana, el juicio que otras han merecido á la crítica, y por tanto su renombre, sus aficiones literarias y quizás sus aficiones políticas....; hasta creemos conocer sus enfermedades: Arana padece una euskaromanía. Leyendo al hijo de la república de Abando nos hemos contagiado; casi nos creimos euskaldunas, si no de natura, de aficion. Verdad que para Arana no hay más Dios que Jaungoikoa (2), y Aitor su profeta. Quien ha escrito Los últi mos iberos es todo un bardo en siglo xix, sólo que en vez de apoyarse en un makila, se apoya en un elegante baston, lleva cortada la melena y viste americana: no canta en los anfiteatros de la sierra de Oiz y en las vertientes del golfo de Vizcaya, porque hace frio y el trage moderno resulta inclemente, y porque el estampido de los barrenos y el golpear del pico de los mineros apagarian esos acentos que hubiesen entusiasmado á los ancianos venerables y á los guerreros de Lelo.

Arana no vive sinó para su amada tierra, para sus montañas y sus mares: siente la pátria y la canta como un bardo: no es pintor, y las descripciones de las mujeres euskaldunas resultan bocetos de la belleza ideal: hace la guerra en su libro) como la hacian los iberos, los celtas y los romanos: todos sus héroes y guerreros tienen bien puesto el corazon: las mujeres saben amar y los hombres reñir: en una palabra, vive en medio de aquellos oscuros siglos de las guerras de Cantabria, que vamos conociendo mejor á medida que se alejan..... Ha estudiado la fiera libertad euskara, la ama y la da á conocer; si consigue que los pueblos tambien la amen, tanto mejor para ellos y para su pátria; á él le basta con cantarla.

nica, á cuya sombra ha inflamado el espíritu: y entusiasmado con las gran

Sí; en el país donde se ha deshonrado á España al grito de Dios, Pátria y Rey, Arana ha hecho una religion de Dios, la Pátria y la Libertad; su cielo es el brumoso cielo de Cantabria; su templo las bravas costas del golfo de Vizcaya, las abruptas sierras y los umbrosos valles de la Euskaria; su Evangelio las tradicionales libertades del pueblo; su altar el árbol de Guer

(1) Supongo jóven á D. Vicente de Arana. Si lo es, le felicito y me felicito por lo mucho y bueno que escribirá aún; si es viejo, que viejos hay con el corazon lozano, acepte la lisonia, pues no puede tributarse aplauso más grande á un anciano que llamarle joven (2) Asi designalan los cántabros al Supremo Hacedor.

dezas legendarias de su raza, llorando los desengaños y enseñanzas del presente, y esperanzado con los providenciales designios de su pueblo para lo porvenir, canta... canta como la alondra, y endulza con sus notas las amarguras de la vida, como el ave endulza las fatigas del labrador.

Arana no es un visionario porque canta el pasado; quizás lo fuese si sus aficiones literarias llevasen otras corrientes, le moviesen á cantar el porvenir. Leyendo su libro, se sienten las luchas de su espíritu: á la vez que ama el pasado, cuyas grandezas acrecientan la fantasía del poeta y el trascurso de las edades, es hijo de su siglo, cuyos progresos aplaude y cuyos empeños admira. De aquí las explicables y ligeras contradicciones en que le vemos incurrir al hablar de aquellas épocas de bandería, de oscuridad y de guerra, que si son para cantadas, en manera alguna podemos desear. La leyenda no es la realidad.

Decimos que el apellido Arana sonaba bien á nuestros oidos, y así es. Desconocíamos el libro Oro y oropel; pero, indudablemente, habíamos leido en alguna parte producciones de su autor. Quizás en las hojas literarias del periódico de Bilbao, Irurac-bat, en cuyas hojas escribimos durante dos años las Crónicas madrileñas; quizás en alguna publicacion ilustrada de esta córte. Ello es que ni el género ni el estilo literario de Arana nos eran desconocidos, aunque, en verdad, no podíamos apreciarle cual le apreciamos ahora, despues de haber leido su último libro. Con sus artículos, con sus poesías, con sus traducciones del inglés, con sus dos tomos Oro y oropel y Los últimos iberos, ha venido Arana á formar dignamente en las filas de ese brillante regimiento de escritores euskaldunas, que con sus estudios y producciones, ya en lengua de Aitor, ya en idioma castellano, están restaurando las traducciones euskaras, y, digámoslo así, coadyuvando singularmente al renacimiento de su literatura. Los nombres de Trueba, Villavaso y Goizueta, de Navarro Villoslada, Fermin Herran, el infatigable Becerro de Bengoa, Araquistana y Oloriz, del escultor y poeta Arrese y Beitia, y Allende Salazar y el festivo Julio Enciso, de Baraibar y Otaegui, del conde de Guendulain y Landa, son prueba irrefutable de que los estudios literarios renacen ó se acentúan en las Vascongadas y Navarra, con no poca honra para esas comarcas y para España toda, cuya cultura general vienen á enriquecer. De otra parte, todos estos nombres contribuyen á nutrir con los frutos de sus talentos las publicaciones periódicas, que aumentan de dia en dia en el litoral cantábrico, riñen la noble guerra de la inteligencia en Academias y certámenes literarios, como el que se celebró no há mucho en Bilbao y que presidió el Sr. Albareda, en la actualidad ministro de Fomento, y en todo tiempo escritor elegante y distinguido. La noble emulacion literaria de las provincias vasco-navarras corre parejas con el crecimiento de su riqueza y el floreciente estado de sus industrias, demostrando á par que no sólo de pan viven los pueblos como los hombres.

Los vasco-navarros están realizando en literatura lo que realizan há tiempo en Valencia y Cataluña los escritores lemosines.

Los últimos iberos se publicó á principios del año que ya espira; la crítica, pues, ha hablado ya; nosotros llegamos tarde para todo lo que no sea consignar algunas impresiones nuestras, á manera de acuse de recibo de la obra. Además, el Sr. Arana cuenta con el juicio de los críticos de más valía; su nombre literario campea ya en la república de las letras con autoridad de cosa juzgada. Las sentencias que dictan críticos como D. Juan Eugenio Hartzenbusch sobre cosas tan principalísimas como el pensamiento, el estilo y otras condiciones de las obras literarias, no pueden casarse por más recursos que se entablen, ni áun á instancia del interesado-que bien se guardaria de entablarlos-y el Sr. Arana, para honra suya, guarda la recaida en Oro y oropel. En la ejecutoria expedida por el sábio hablista castellano resaltan estas palabras:

«Pensamiento feliz, excelente lenguaje, gran novedad y nobilísimos

afectos son prendas que admiro en las dichas y otras composiciones del libro de Vd., prendas en que las traducciones no me parece que ganan á las obras originales.» (1)

Como en lo esencial, en lo subjetivo, nada varía en las obras de un mismo autor, lo dicho por D. Juan Eugenio en Oro y oropel, dicho queda en Los últimos iberos. Y aquí si encaja el famoso rótulo:

...... nadie las mueva

que estar no pueda con Roldan á prueba;,

es decir, con D. Juan Eugenio Hartzenbusch, verdadero y prudentísimo Roldan en achaques literarios.

¿Qué, pues, hemos de decir nosotros?

Los últimos iberos es un tomo de leyendas euskaras-diez y seis, si no estamos equivocados-al cual precede un ligero prólogo del autor y una hermosa y levantada descripcion de las juntas de Guernica, en cuyo artículo, entusiasta y vigoroso canto á Iberia, se nota cierto dejo de amargura y no escasa enemiga contra las Córtes de la Nacion y los gobiernos de la Península que han roto los fueros y leyes especiales de la Vasconia española. En ese artículo preliminar-en el cual olvida que fueros tenian tambien los antiguos reinos de Castilla y nobilísimos y sábios Cataluña, Aragon y Valencia, y todos fueron desapareciendo por las exigencias de los tiempos y la obra de unidad político-administrativa de nuestra pátria-despues de sentar el autor que los últimos iberos son los vascongados españoles y franceses, se promete recorrer el país que hoy habitan, y estudiar sus trages pintorescos, sus antiguas costumbres, sus danzas milenarias, sus viejas leyendas de amor y de ódio; en una palabra, el estado social de la Euskaria.

Y así lo hace, con efecto, en una série de leyendas que desarrolla en prosa, mucho más poéticas que otras composiciones líricas que vemos á cada instante, y que fuera del ritmo nada tienen de obras poéticas. No hay más que hojear cualquiera de estas leyenditas, para convencerse de que él autor de Los últimos iberos, con ser buen prosista, más que prosista es poeta.

Sin duda que la poesía es don natural del cielo, como recuerda Valera, que ni en colegios ni academias se adquiere; pero, ¿cómo negar que el estudio predispone y facilita el camino para llegar á un punto donde sea fructífera la inspiracion? A nuestro Arana le ha dotado prodigiosamente el cielo de aquellos dones: el estudio de la historia pátria, regional, mejor dicho, le ha permitido que su inspiracion sea fecunda para su país, que su literatura refleje á maravilla el génio, carácter, costumbres y civilizacion de su pueblo; su instruccion literaria, real y verbal, le ha concedido cierta erudicion que por lo general-ni agobia ni fatiga, ántes bien, deleita y enseña. Si Arana se dedicase más á la rítmica, llegaria á ser un buen poeta, pues tiene todas las condiciones subjetivas que se requieren para el caso.

Pero digamos algunas palabras acerca del libro que motiva este artículo y por el cual hemos venido en conocimiento del autor.

Todas las leyendas de D. Vicente Arana se parecen en lo que el autor refleja su personalidad; y en él es eminentemente personal el sentimiento de la pátria (quizás un tanto exclusivista), la delicadeza de sentimientos, la ternura de afectos, el amor á la independencia y libertad, el triunfo de la virtud y del bien en todos los conflictos dramáticos, la dulce sencillez en la expresion, el lirismo, la constante contemplacion de la naturaleza. Así que algunas de sus leyendas resultan idilios tan tiernos como los de Garcilaso ó baladas como las de Tennyson y los más espirituales poetas alemanes. En las escenas tranquilas y suaves, en los coloquios amorosos, en la descripcion de la virtud, gústanos más que en sus cuadros dramáticos, en las luchas de

(1) Referiase el maestro à las leyendas Brenda de Kolbein, La rosa, de Ispaster, y El -brebaje maravilloso. Las traducciones son las de Evangelina y Enoch Arden, de Longfellow y Tennyson.

la pasion, en los conflictos del alma: contemplando la naturaleza, se le esponja el corazon; presenciando los goces del hogar ó los hermoso; amores de la virtud, se extasía; cantando su pátria, sus guerreros y sus hazañas, su libertad y su independencia, se inflama: pero el fondo de una conciencia oscura le acobarda, apaga su inspiracion, enmohece las cuerdas de su lira. No busqueis en las leyendas de Arana más que sencillez, ternura, exquisita sensibilidad, afectos nobilísimos, pensamientos agradables. Parece que no describe las escenas y furores shakespearianos, porque no los siente: prefiere beber la inspiracion en las tranquilas aguas de Hipocrene.

Y resulta de esto, por ejemplo, que una de sus mejores producciones, La leyenda de Lelo, sería un modelo sino hubiese precipitado el desenlace, ó con más propiedad, si no hubiese descuidado el desarrollo de la accion al llegar á la seduccion de la hermosa Tota por el infiel Zara. ¡Qué vigorosas escenas no hubiera descrito con su talento é inspiracion el Sr. Arana, al pintar los resortes puestos en juego por el audaz cántabro para seducir á la mujer de su noble protector, la horrible é íntima lucha de aquella escultural hembra, solicitada de una parte por sus lúbricos deseos y de otra por los deberes de esposa! La leyenda hubiese resultado un poco más extensa, pero más hermosa, más igual, más perfecta.

Sentimos no disponer de espacio para dar una ligera idea de las principales leyendas agrupadas en este libro. A falta, pues, de otro remedio, consignaremos algunas impresiones.

Ochoa de Mármex, la primera de las leyendas en el órden cronológico, es una de las en que más se reflejan las hermosas condiciones que hemos reconocido en el Sr. Arana. Pinta en ella dos tipos de mujer, que ni el deseo las soñara más hermosas: noble, fria y orgullosa la una, sencilla, candorosa y angelical la otra: á las dos las cobija el mismo techo: la castellana ódia á su prima, dedicada á las más humildes faenas de la casa, porque es más hermosa que ella. El noble Ochoa llega al castillo á casarse con su prima, que no conoce más que por los elogios de la fama, y se enamora de la sencilla Graciosa, la humilde sirvienta. Para llevársela del castillo, pone en juego la espada, á falta de otras razones y sobra de crueldad por parte del castellano y su hija.

Las preocupaciones de la nobleza en la Edad Media están bien descritas. En Los hijos de Amándarro se narra una de aquellas luchas de bandería tan comunes en los siglos medios, lo cual da motivo al Sr. Arana para hacer gala de sus condiciones descriptivas.

«En ella se admira el animado cuadro de la villa de Ochandiano, llena de bote en bote de guerreros, el consejo de los caudillos, el característico juego de la barra, las poéticas figuras de Luisa y Blanca de Andicona, la marcha de la hueste vizcaina, el marcial himno de los herreros, la bellísima escena del templo, y el animado relato de la batalla de Gomilla (1).»

Hay en esta descripcion mucho colorido local, animacion, vida, pero, en algunos pasajes, la encontramos falta de interés, monótona y un tanto desabrida en la prolija discusion que mantienen los nobles en la plaza de Ochandiano para elegir á quien ha de conducirles á la victoria, es decir, al combate. Este pequeño lunar no lo sería en una leyenda de mayores dimensiones. Decimos, pues, lo que dijimos al hablar de La leyenda de Lelo: en estas breves composiciones conviene no descuidar por un instante las proporciones entre las partes y el todo, para que la belleza se produzca mejor.

¿Quiere saber el Sr. Arana cuál de sus composiciones es la que más nos agrada? La que escribió en su niñez, la más corta, la más sencilla, Zaspiki, ó el enfermo de amor. ¡Deliciosa expresion de un amor contrariado, especie

(1) Este último párrafo le tomamos á fin de abreviar este trabajo, pues que es un extracto bien hecho, de un artículo de El Irurac-bat que llega á nuestras manos cuando terminamos el BOLETIN.

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