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se despoje a la Orden Agustiniana de ninguna de sus muchas glorias. Reconozco que sus ilustrados y celosos hijos fueron los primeros misioneros que en Filipinas estuvieron de asiento, y los primeros que coadyuvaron para que en ellas se estableciera el dominio de España; pero que fueran los primeros en anunciar el Evangelio en aquellas remotas regiones, usted mismo, aunque sin pretenderlo, lo niega, al publicar el testimonio de Pigafetta, en el que se dice que los españoles de la expedición de Magallanes bautizaron a 800 personas, y hasta se habla de un sacerdote, que supongo no querrá usted hacerle religioso agustino.

Más adelante, pág. 347, alega el P. M. Coco algunas palabras que omitió en el último párrafo de Pigafetta, para probar que la actual imagen del Niño Jesús de Cebú es la misma que Pigafetta entregó a la mujer de Rajá Humabón. Helas aquí, según la edición de Walls y Merino: «Mientras el sacerdote se disponía para la ceremonia (del bautismo de la reina) yo la mostré una imagen de nuestro Señor, una esculturita representación del Niño Jesús y una cruz; a su vista experimentó un movimiento de contrición y, llorando, pidió el bautismo... La reina me pidió el Niño para reemplazarle a sus ídolos, y se lo dí.»

Si estas palabras fueran auténticas de Pigafetta, pudiera, quizá, tener razón el P. M. Coco para afirmar que la imagen del Niño Jesús, que hoy se venera en Cebú, sea la misma que Pigafetta entregó a dicha reina; pero es el caso que se conocen otras ediciones del célebre Viaje con variantes de gran importancia. He aquí una prueba: El Barón de Henrión en la Historia general de las Misiones, tomo I, lib. I, cap. XXXV, pág. 425, Barcelona, 1863, copia una buena parte del Viaje de Pigafetta y entre comillas y dando a entender que son palabras textuales del autor del Viaje, dice: «Después de comer, volvimos a saltar en tierra para bautizar a la reina y otras muchas mujeres, subiendo con ellas al tablado. Yo regalé a la reina una pequeña estatua que representaba a la Virgen con el infante Jesús en brazos, lo que le agradó mucho, diciéndome que la pondría en lugar de sus ídolos.» ¿Cuál de estas dos versiones es la

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exacta? ¿la de Amoretti o la que tuvo presente Henrión? Mientras esto no se resuelva, como debiera haberlo aclarado Walls y Merino, haciendo un estudio crítico de los códices y ediciones que del Viaje se conocen, anotando las variantes de unos y otros, el texto del Sr. Walls no creo decida la cuestión.

IV

Acerca de si la imagen del Santo Niño de Cebú es escultura sinica o europea, nada nos pueden orientar los testimonios de los cronistas, ni aún el de los que presenciaron el hallazgo de la imagen; pues como estaban en la persuasión de que antes de la expedición de Magallanes no se había anunciado el Evangelio en aquella tierra, ni había entrado en ella europeo alguno, les fué fácil creer que perteneciera a alguno de los compañeros de Magallanes; así que, el único argumento que puede resolver la cuestión es la imagen misma de la cual publicamos su fotografía, en la cual, si no nos engaña la vista, podrá notar el observador que los rasgos de los ojos nada tienen de parecido con los de los europeos.

La opinión de que esta imagen ha sido tallada en China no es sólo una invención mía (pág. 349); pues otros que, como yo, la han examinado detenidamente, son del mismo parecer. Algunos nombres pudiera citar, hasta de amigos del Padre Coco, lo que no hago por creerlo innecesario; pero no dejaré de copiar el testimonio de un ilustre P. Jesuita, quien, por haber exteriorizado yo en Filipinas mi opinión, sobre este asunto (1), me decía en carta de 31 de Marzo de 1905: «Ya puede V. R. prepararse para defenderse de los dardos que le van a dirigir los PP. Agustinos sobre su opinión del Santo Niño de Cebú y de la Virgen de Guía. Pero los caracteres fisiológicos de las imágenes mencionadas están en favor del P. Lorenzo, y nada tiene que temer de los adversarios, los cuales podrán

(1) En el folleto titulado La Virgen María en sus imágenes filipinas pág. 8, editado por los PP. de la Compañia de Jesús, en Manila, año de 1904.

herir el aire, pero no deshacer los sólidos argumentos de nuestra común opinión.

El argumento que el P. M. Coco pretende sacar de los vestidos que tenía el Santo Niño cuando lo halló Juan de Camuz, no creo sea concluyente; porque sin necesidad de apelar a las fábricas de paños de China, pudo muy bien su dueño o dueña hacerle un vestidito de telas de Flandes, y aun darle la forma flamenca, para lo cual ni faltaron telas ni modelos; pues supongo no ignorará el P. Coco el final que tuvo el convite que el Rey de Cebú dió el 1.o de Mayo de 1521 a Duarte Barbosa y a otros veinticuatro compañeros, con el pretexto de entregarles una joya para el Rey de España. En este convite fueron vilmente asesinados Duarte Barbosa, Juan Serrano, capitán de La Concepción; Luis Alfonso de Gois, capitán de La Victoria; el clérigo Pedro de Valderrama y otros, hasta completar el número de veinticinco; y como para este convite no dejarían de llevar el traje que a este acto correspondía, aunque el Rey cebuano y los demás personajes de su corte no lo llevasen, pudo muy bien el dueño o dueña del Santo Niño hacerse con alguno de los vestidos de aquellos desventurados españoles, y a su imitación, y con la misma tela, hacer al Santo Niño «un gorrón de fleco velludo de lana colorada, de los que se hacen en Flandes, y su camisita de volante», como se dice en la Información que acerca de la invención del Santo Niño, de orden de Legazpi, se instruyó en Cebú el 16 de Mayo de 1565, y que podrá ver el curioso en la Crónica del P. Santa Inés, tomo II, Apéndice II, en la cual Información para nada se hace mención de la «ropa de damasco colorado» de que nos habla el P. Gaspar de San Agustín en el texto copiado por el P. Coco en la pág. 348 de España y América.

V

Réstame tratar de la última cuestión que tanto ha molestado al P. Coco; la cual, por más que sea baladi, una frusleria bizantina, una ñoñería o como se la quiera llamar, el pri

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