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mero en sacarla a relucir, sin razón que lo justificara, ha sido el mismo P. M. Coco, y seguramente que yo no me hubiera ocupado de ella, si él no hubiera dicho en la Historia del Padre Medina, cap. XVIII, que el P. Francisco de Santa Inés, del Orden de San Francisco, afirma gratuitamente que en todo el Archipiélago no hubo sagrario con Santísimo hasta que los Padres Franciscanos no inauguraron su convento el año de 1577 (1).

El único argumento que aduce el P. Coco para expresarse de esta manera, es el dicho del P. Gaspar de San Agustín en su Conquista, impresa en 1698, es decir, ciento veinticuatro años después de la derrota que sufrió el chino Liamahón. Y aun a ese testimonio puede dársele menos alcance del que se le da; porque muy bien pudieron tener los Padres Agustinos exposición del Santísimo en aquella ocasión para implorar la divina clemencia a favor de las armas cristianas, sin que esto signifique que tenían habitualmente reservado el Santísimo. Pero, sin necesidad de apelar a esta interpretación, el testimonio del P. Gaspar de San Agustín tendría algún valor, si no existieran los testimonios de los Franciscanos por mi citados, que, sin temor a ser desmentidos, dice el uno en 1615 y el otro en 1622, que el primer sagrario en que quedó reservado fué el de la iglesia de San Francisco.

Pero tenga el valor que se le quiera dar, ¿no llama la atención al P. M. Coco el proceso que se ha seguido hasta poner a sus antiguos hermanos, orando en presencia de Jesús Sacramentado durante la batalla de 1574? El P. Martín de la Rada, o quien sea el autor de la segunda parte, libro primero de la Historia, publicada por el P. Juan González de Mendoza en 1585 once años sólo después de la batalla-, para nada menciona la oración de sus hermanos, aunque es de suponer que, si

(1) He aquí las palabras textuales del P. Miguel Coco: Por lo que acabamos de copiar (de la Conquista del P. Gaspar de S. Agustin) conocerá el avisado lector cuán gratuitamente afirma el P. Francisco de Santa Inés, del Orden de San Francisco, que en todo el Archipiélago no hubo sagrario con Santisimo hasta que los PP. Franciscanos no inauguraron su convento el año de 1577.»

ΤΟΜ. ΙΙ

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no estaban con las armas en la mano, como es lo más probable, estarían en aquellos críticos momentos elevando al cielo sus plegarias. En 1630-cuarenta y cinco años después del hecho escribió el P. Juan Medina su Historia de los sucesos de la Orden de San Agustín de estas islas Filipinas, y ya afirma de sus hermanos, que aunque ejercían el oficio de capitanes, desempeñaron el papel de Moisés, con oración tan fervorosa, que a ella principalmente atribuye el triunfo de los españoles, pues dice: «Tal se puede entender sería la (oración) de los nuestros, pues tan pocos vencieron a tantos.» Vino luego al mundo la Conquista del P. Gaspar de San Agustin, ciento veinticuatro años después del suceso y sesenta y ocho después de haber escrito el P. Medina su Historia, y, avanzando un paso más, aunque sin documento que lo acredite, se da como cierto que durante la batalla estuvieron orando en presencia de Jesús Sacramentado. Realmente esta evolución no nos parece muy convincente.

Las razones de congruencia que el P. M. Coco añade tendrían su valor si no hubiera documentos en contra de lo que su pone. Por lo demás, ¿querrá el P. M. Coco medir con la misma. vara a los Regulares que residen en tierra de infieles en los primeros años de la fundación de su misión, y a los que residen en tierra de cristianos? ¿No conoce casos semejantes a este que ventilamos, sucedidos en China, Japón y otras regiones de infieles? Algunos le podría yo citar, si no temiera abusar de la paciencia de quien lea estas líneas.

Terminemos de una vez esta enojosa cuestión. A la falta de documentos y al silencio de los PP. Agustinos durante ciento veinticuatro años, oponen los Franciscanos los testimonios de los PP. Santa Maria y La Llave, que trataron a los fundadores de la Provincia de San Gregorio, y antes que éstos, el testi-, monio del P. Francisco de Montilla, que llegó a Manila en el año 1582-es decir, sólo ocho años después de la batalla, en su Relacion de Philippinas, capítulo X, fol. 41v, según la cita del P. Marcos de Alcalá en la Crónica de la Provincia de San José, part. II, lib. I, cap. V, núm. 63. Estos tres religiosos, sin miedo a que nadie les desmintiese, afirman terminantemente

que la primera iglesia en que el Santísimo quedó reservado en Filipinas fué la de San Francisco de Manila; luego, en buena crítica, puede decirse que, a pesar de lo que, mucho más tarde, escribió el P. Gaspar de San Agustín, y de las razones de congruencia, o suposiciones del P. M. Coco, queda en pie, mientras no se aduzcan otras pruebas, la afirmación de los citados cronistas franciscanos.

Y con esto doy por terminada esta réplica, dejando al juicio imparcial del lector el fallar de parte de quién está la razón.

FR. LORENZO PÉREZ,

O. F. M.

Pastrana y Julio 11-1914.

(Continuará.)

RELACIÓN

de los Santos Mártires, que por la fe de Jesucristo padecieron en los reinos del Japón desde el año 1628

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Ms. inédito del Archivo de la Provincia de San Gregorio, Cajón, N. 8, legajo N. 3.-207 × 171 mm. Papel de Japón.-1 hoja de guarda con el título siguiente: Relacion de los Santos Mártires que por la fe de Jesucristo padecieron en los reinos del Japón desde el año 1628, por Fr. Diego de San Francisco, Predicador y Comisario de los religiosos de N. P. San Francisco en estos reinos del dicho Japon.20 hojas escritas sin foliar, que contienen cinco capítulos, siendo el primero el 41 y el último el 45.- En la margen superior del folio 1, se dice: ba para el señor Diego Enriquez de Losada, para que la embie al señor Miguel Soriano.-Cap. 41. «Del glorioso martyrio del »P. Francisco de Santa María. Y de Fr. Bartholomé Laurel, y Fr. >> Antonio, Japon, y de siete religiosos terceros de nuestro P. S. Francisco. Y del P. Fr. Luis Bertran de Santo Domingo, y de Thomé »Zusi, sacerdote, y de otros muchos Mártyres.»-Principia este capitulo. «Auiendo dicho la persecucion que el Tono de Arima hizo en su reyno...» y termina en el 4v: «Con esta ocasion el Tono y Gobernadores en todo el reyno persiguieron a los cristianos, no con rigor, sino para que no los acusen delante del Emperador de que no hacen guardar sus leyes.» Lo contenido en este capítulo es reproducción, al pie de la letra, del final de la Relación del 3 de Julio de 1628, desde la pág. 529 del núm. III del ARCHIVO.

Sigue el capítulo 42, fol. 4v, y termina en el 45, y con él la Rela

(1) Véanse los núms. II y III del AIA, págs 333-54 515-37.

ción, de esta manera: «Dios lo ordene todo como más conviene para >su servicio, y para consuelo de esta afligida conversion.

> De Japon, Septiembre 25 de 1630.

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Tres hojas de guarda; y en la 3v. «Parte de la Relacion de Ja>pon, hecha por Fr. Diego de San Francisco. Comienza al cap. 41. >Y antes está de su mano esta cláusula: Va para el señor Diego Hen>riquez de Losada, para que se la embie al señor Miguel Soriano. > Debió de ser esta remission por título de paysanage o por otro. Y >nota que al fin firma assí dicho Fr. Diego de San Francisco de su >puño. De Japon. Septiembre 25 de 1630. Diego Pardo de la Mem> brilla. A. 1628, usque 1630.»

Se ignora de quién sea la letra de esta Relación. La dirección que está sobre la margen superior del fol. 1, como hemos dicho, es del autor. El Sr. Diego Enríquez de Losada, que se menciona en dicha dirección, es el Síndico general de los Franciscanos del Japón, que residía en Macao, y del que se conservan dos cartas autógrafas en el Archivo de Pastrana, Cajón N. 8, legajo N. 2; la primera fechada en 30 de Abril de 1631, y la segunda, en 30 de Abril de 1633. El Sr. Miguel Soriano es un Provincial que gobernó la Provincia de San Gregorio desde el 14 de Junio de 1625 al mes de Noviembre de 1628. La fecha y firma, con que termina la Relación, es autógrafa del mismo P. Diego de San Francisco.

Al margen hay algunas notas puestas por el cronista P. Santa Inés.

Tuvieron presente esta Relación el P. Ginés de Quesada, mártir del Japón, en una carta que en 30 de Junio de 1632 escribió al Reverendísimo P. Apodaca, la que se imprimió en México, Imp. de Francisco Salbago, 1633, con este título: Capítulos de una carta del martirio de 29 mártires en el Japon. Escrita por el P. Fray Ginés de Quesada, Lector de prima de Theologia, del convento de San Francisco de Manila, a nuestro muy Rdo. P. Fr. Francisco de Apodaca, Comisario general de esta Nueva España, de la Orden de N. P. San Francisco, en estas naos de Filipinas, que llegaron al puerto de Acapulco, el mes de Enero de 1633; el P. Pedro de Frías en su Relacion de treinta y un Mártires, Religiosos y Terceros, hijos de nuestro Padre San Francisco, que por la honra de Dios y defensa de nuestra santa Fee, han padecido glorioso martirio, por mano de los sacrilegos idólatras, desde el año de veinte y siete, hasta el pasado de treinta y dos, los veinte y nueve en el Japon, y los dos en las Indias del Nuevo

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