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ella seria respetada, mas en cuanto á los caballeros él sabia lo que tenia que hacer. A ruegos de algunos de estos, y llevándola dos de los brazos, salió la reina del alcázar juntamente con la condesa doña Juana de Trastamara, muger de don Enrique. Muy confiadamente ostentaba Ruy Gonzalez de Castañeda, uno de los caballeros que daban el brazo á la reina, un alvalá ó carta de perdon que tenia del rey. Don Pedro dijo que aquella carta no valia, por ser pasado el plazo por que habia sido dada. No bien ha bia pisado esta ilustre comitiva el puente del foso, cuando un escudero de don Diego García de Padilla, dando un golpe de maza en la cabeza á don Pedro Estebanez, maestre de Calatrava, otro de los que daban el brazo á la reina, le dejó muerto á los pies de doña María. Un sayon del rey segó con un cuchillo la garganta de Ruy Gonzalez de Castañeda, y otros maceros acabaron con los caballeros Martin Alfonso y Alfonso Tellez, salpicando la sangre de estas víctimas los rostros de la reina doña María y de la condesa doña Juana. Cayeron estas señoras al suelo sin sentido, y cuando volvieron en si, todavía se vieron rodeadas de aquellos sangrientos cadáveres, aun→ que ya desnudos. A voces maldecia la reina al hijo que habia llevado en su seno, y pedia que la alcanzára á ella la cuchilla de alguno de aquellos verdugos. Don Pedro la hizo llevar á su palacio, desde donde á ruegos suyos fué enviada al rey don Alfonso de Portugal su padre, pero no tan pronto que no pudiese presenciar otros suplicios ejecutados de órden del rey su hijo en los caballeros de la rebelion de Toro (1). Allá murió después (1357) de mala muerte esta reina sin ventura, no sin sospechas de haber sido envenenada por su mismo padre (2).

Noticiosos los de Cuenca de la entrada del rey en Toro y de los rudos suplicios alli ejecutados, no se atrevieron á permanecer en Castilla, y se metieron en Aragon, llevándose á don Sancho el hermano del rey. Los caballeros que habian dado muerte al hermano de la Padilla don Juan de Villagera cobraron tambien miedo y se refugiaron á Francia. Don Tello su hermano desde Vizcaya envióle á decir que se vendría para él si le diese seguro de perdon; otorgósele el rey, el cual esperaba impaciente la venida de ́su hermano, mas don Tello defraudó sus esperanzas permaneciendo en su señorío, en lo cual obró muy prudentemente, si, como dice la crónica, fuese cierto que aguardaba don Pedro su venida para sacrificarle á un tiempo con los infantes de Aragon y algunos otros caballeros. El mismo don Enri

(4) Ayala, Crón. Año VII., cap. 1 y 2. (2) a¡ Muger sin ventura! esclama aqui el citado autor de la Memoria histórica: su esposo la abandona: su hijo la desacata; y su

padre la asesina; y al censurarla el histo riador, no puede escusarse de compadecerla.»

que conde de Trastamara, gefe y cabeza de las revueltas, pidió cartas de scguro al rey para partirse á Francia. Dióselas don Pedro, mas tomando medidas y espidiendo órdenes secretas para que le atajaran los pasos, aunque no tan secretas que no las trasluciera don Enrique, el cual para burlarlas hizo arrebatadamente su viage por Asturias y Vizcaya, donde se embarcó para La Rochelle. Alli se le reunieron varios otros refugiados de los fugitivos de Castilla. El rey entretanto, libre de sus principales enemigos, entretúvose en hacer torneos en Tordesillas, no por recreo solamente, sino con mas torcido designio, al decir del cronista; y en verdad no mostró llevar en ello buena intencion respecto al maestre don Fadrique, puesto que al salir con él despues del torneo de Tordesillas á Villalpando, ya que otra cosa no pudo hacer, dejó detrás alguaciles que prendieran, y matáran á dos hombres de la servidumbre y confianza del maestre de Santiago. Asi iba el rey don Pedro dejando por todas partes en pos de sí rastros de sangre.

De Villalpando se trasladó el rey á Andalucía. En Sevilla mandó armar una galera, en que quiso darse un dia de solaz viendo hacer la pesca del almadraba, y con este objeto se embarcó y llegó á Sanlúcar de Barrameda, donde las aguas del Guadalquivir desembocan y se mezclan con las del Océano. Alli ocurrió un incidente impensado, que fué causa y principio de grandes sucesos, que hizo que las cosas de Castilla, hasta aqui reducidas á disturbios y guerras interiores, tomáran diferente rumbo, haciendo participes de sus revueltas á reinos y principes estraños. Tomamos de ello ocasion para dividir este complicadísimo reinado en tres partes, la una que alcanza hasta la primera salida de don Enrique del reino, la otra hasta su entrada como conquistador, y la tercera hasta que le veamos escalar las gradas del trono de Castilla sobre el cadáver ensangrentado de su hermano (1).

(1) Damos alguna estension á la historia de este reinado por la funesta celebridad de que goza, aunque no tanta como la Crónica de Ayala, que le dedica 600 páginas en 4.o: Prosper Merimée ha escrito la historia de este reinado en un tomo de 580 páginas: otras

tantas ocupa en la Historia general de Romey, y Ledo del Pozo ha empleado en su ilustracion 440 páginas en folio. Nosotros sin omitir hecho alguno importante, hemos podido reducirle á tres solos capítulos.

CAPITULO XVI.

CONTINUA EL REINADO

DE DON PEDRO DE CASTILLA.

De 1356 á 1364.

Causa y príncipio de la guerra de Aragon.-Llama el aragonés á don Enrique y á los castellanos que estaban en Francia: tratos entre don Pedro de Aragon y don Enrique.-Apodérase don Pedro de Castilla de algunas plazas de Aragon.-Treguas.-Desercion del infante don Fernando.-Escesos y crueldades de don Pedro en Sevilla.-Horrible muerte que dió á su hermano don Fadrique.-Intenta matar á don Tello: fuga de éste y prision de su esposa.-Engaña don Pedro al infante don Juan de Aragon, y le mata alevosamente en Bilbao.-Prision de la reina doña Leonor y doña Isabel de Lara.-Otros suplicios.-Prosigue la guerra de Aragon.-Intrepidez de don Pedro.-Mediacion del legado pontificio: negociaciones frustradas.-Otras prisiones y otras muertes ejecutadas por don Pedro.Expedicion de una grande armada castellana á Barcelona y las Baleares y su resultado -Combate de Araviana, funesto para el rey de Castilla.-Coléricos desahogos del rey nuevos y horribles suplicios.-Prosigue la guerra de Aragon: combate de Azofra, ventajoso para don Pedro.-Otros castigos de éste: muerte alevosa que mandó dar á don Gutierre de Toledo: notable carta que éste dejó escrita.--Suplicio del tesorero Samuel Leví.-Muerte de la reina doña Blanca.-Idem de doña María de Padilla.-Guerra de Granada y su resultado.—Suplicio del rey Bermejo.-Córtes de Sevilla: reconócese en ellas por reina de Castilla y de Leon á la difunta doña María de Padilla y á sus hijos por herederos.-Runuévase la guerra de Aragon.-Triunfos de don Pedro: desavenencias en Aragon: muerte del infante don Fernando.-Concibe don Enrique el proyecto de hacerse rey de Castilla, y prepara una invasion en este reino.

Cuando la bandera real se ostentaba victoriosa, bien que manchada con sangre, en la mayor parte de los pueblos de Castilla, muertos unos y prófugos otros de los confederados contra el rey don Pedro, el genio belicoso

de éste, y su carácter impetuoso y arrebatado le condujeron á buscar enemigos fuera de su reino, á traer nuevas y mas graves turbaciones sobre la ya harto desasosegada monarquía, á poner en peligro el trono, y en continuo riesgo su propia persona. El motivo que produjo la guerra de Aragon y sus lamentables resultados de que vamos á dar cuenta, fué hasta leve, si hubiera recaido en varon prudente y de reflexion y maduro juicio.

Hallábase con el motivo que hemos dicho el rey don Pedro en Sanlúcar de Barrameda, en ocasion que acababan de arribar á aquel puerto diez galeras catalanas al mando de un capitan aragonés, nombrado Francés de Perellós, que iban en socorro del rey de Francia, aliado entonces del rey de Aragon, para la guerra que aquél tenia con ingleses. El almirante aragonés dió caza á dos bageles placentinos que llegaron á aquellas aguas y los apresó diciendo que pertenecian á genoveses, con quienes Aragon estaba entonces en guerra (1). Tomándolo el rey don Pedro por irreverencia á su persona, requirió al capitan Perellós que los devolviese, no solo por consideracion á él, sino por no ser buena presa en atencion á haberse hecho en un puerto neutral, conminándole con que de no hacerlo haria prender todos los mercaderes catalanes establecidos en Sevilla y secuestrarles los bienes. El marino aragonés, desatendiendo la insinuacion, vendió los barcos y dióse á la vela para Francia con sus galeras. El rey don Pedro cumplió tambien su amenaza, y volviendo á Sevilla encarceló todos los mercaderes catalanes y les ocupó sus bienes. Puesto á deliberacion del consejo si debia ó no tomarse ademas satisfaccion del agravio con las armas, opinaron los mas en este sentido, los unos porque con la guerra se proponian medrar y hacer fortuna, los otros porque así calculaban afianzar un valimiento que sospechaban irse entibiando, y aunque los letrados, gente de suyo mas pacífica, y los concejos, cansados de revueltas y vejados con exacciones, preferian que se procurara la reparacion de la afrenta por la via de las negociaciones, era de suponer, como asi aconteció, que un rey de veinte y tres años, de sangre fogosa, animoso de corazon é inclinado al bullicio y ruido de las armas y á los combates, se decidiera por el dictámen de los primeros.

En su consecuencia despachó inmediatamente al rey don Pedro IV. de Aragon un alcalde de su córte, Gil Velazquez de Segovia, para que le informára del caso y le requiriera que le entregára al autor del desacato, y que ademas pusiera en su poder los castellanos refugiados en aquel reino,

(1) Para la debida apreciacion de los su cesos que nos toca referir en este capítulo, es necesario tener presente lo que sobre el

estado y situacion del reino aragonés en este tiempo dijimos en nuestro cap. XIV., reina❤ do de Pedro IV. el Ceremonioso.

y principalmente uno á quien el aragonés habia dado la encomienda de Alcañiz, la cual el rey de Castilla queria se confiriese á don Diego García, hermano de la Padilla; y que de no acceder á esto le desafiara en su nombre y le declarase guerra. No era el Pedro de Aragon menos belicoso que el Pedro de Castilla, y sobraban á aquél motivo de queja contra el castellano, seña◄

ladamente por la proteccion que daba á los infantes de Aragon, don Fernando y don Juan, sus hermanos y enemigos. Pero ocupado el aragonés y distraidas sus fuerzas en la guerra de Cerdeña, conveníale evitar la de Castilla. Asi contestó al embajador castellano, que cuando el capitan Perellós, que se hallaba entonces ausente, volviese al reino, haria justicia, de manera que el rey de Castilla quedase contento, mas en cuanto á los refugiados castellanos no podia dejar de darles amparo: con esto y con no haberse convenido en una cuestion sobre las órdenes de Santiago y Calatrava, el embajador Gil Velazquez declaró la guerra al aragonés en nombre del de Castilla (1356).

Para atender á los gastos de esta guerra no se contentó don Pedro con la confiscacion de los bienes de los aragoneses y catalanes, ni con sacar gruesas sumas á los mercaderes y otras personas ricas de Sevilla, sino que profanando, ó por necesidad ó por codicia, el sagrado de los sepulcros, y pretestando la poca seguridad con que alli estaban, penetró en la santa capilla, do yacian los reyes don Alfonso el Sabio y doña Beatriz, y despojó de preciosísimas joyas sus coronas (1).

Comenzó crudamente la lucha por las fronteras de Aragon y de Valencia, acometiendo por aquella parte Gutierre Fernandez de Toledo, por ésta Diego García de Padilla, con las milicias de Murcia. El rey de Aragon aprestó tambien sus huestes, y mandó fortificar á Valencia, donde puso por capitan general á su tio el infante don Ramon Berenguer, mientras por la parte de Molina y Calatayud peleaba como gefe el conde de Luna. Del impetuoso estrago con que por aqui se encendió instantaneamente la lucha, daban triste testimonio las llamas de cincuenta aldeas, que junto con el arrabal de Requena ardian à un tiempo. El rey de Aragon reclamó el auxiJio del infante don Luis de Navarra que le acudió con cuatrocientos caballos con arreglo á los pactos que habia entre los dos reinos, y al condo

(1) Zúñiga, Anal. de Sevilla, año 1356.Este juicioso escritor afirma que en el archivo de aquella capilla se conservan traslados auténticos de dos recibos del rey, fechados en 24 de agosto y 27 de noviembre del año siguiente, para descargo de Guillen Fernan

dez, capellan encargado de la custodia de aquellas alhajas, y nos da minuciosa cuenta de las riquezas que habia en aquella capilla, sacada de un memorial antiguo que se halló en la librería del conde de Villahumbrosa, que copia á la letra.

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