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derarse de su persona. Asi lo intentó don Pedro Manrique: los que iban con el rey de Navarra cayeron en el lazo, pero él malició alguna emboscada y retrocedió desde el puente (1378). Con estos precedentes no tardó en encenderse la guerra entre Castilla y Navarra. El navarro llamó en su auxilio compañías y capitanes ingleses, á quienes dió algunas plazas de su reino, y don Enrique envió su hijo el infante don Juan con cuatro mil lanzas y buen golpe de ballesteros de las tres provincias de Alava, Vizcaya y Guipúzcoa, con los cuales penetró hasta las murallas de Pamplona, devastó la comarca, tomó algunos lugares y cercó y rindió la villa de Viana. Mas como se aproximase el invierno, dejó guarnecidos los lugares que habia ganado y dió la vuelta para Castilla.

Acontecía esto á tiempo que comenzaba á afligir á la cristiandad el lamentable y funesto cisma de la Iglesia, de que hemos dado cuenta en otra parte (1), y el conflicto en que ponia á los pueblos cristianos la coexistencia de los papas Urbano VI. y Clemente VII (2). Hallándose el rey don Enrique en Córdoba llegáronle dos legados de Urbano VI. anunciándole su eleccion y su buen deseo de poner en paz á todos los príncipes cristianos. Traianle presentes de parte del pontifice, y asegurábanle en su nombre que todas las dignidades y beneficios eclesiásticos de Castilla se conferirian precisamente á los naturales del reino. Mas como á poco tiempo viniesen nuevas de la eleccion de Clemente VII. declarando nula la de Urbano, don Enrique, habido su consejo, resolvió diferir la contestacion á los mensageros del papa, hasta ser mejor informado del verdad ero estado de las cosas: y dando por motivo hallarse los mejores letrados de su consejo ocupados con su hijo en la guerra de Navarra, desde Toledo, donde todos habrian de reunirse muy pronto, les daria una contestacion cumplida. Partió, pues, don Enrique para Toledo, donde en efecto se le incorporó á los pocos dias su hijo el infante don Juan que venia de Navarra. Mas tambien llegaron mensageros del rey Carlos V. de Francia, su mas íntimo aliado y amigo, por los cuales le informaba de todo lo acontecido en Roma y Aviñon, y de todo lo relativo á los dos cónclaves y á las dos elecciones, concluyendo por rogarle que reconociese á Clemente VII. que era á quien él tenia por verdadero y legítimo vicario de Jesucristo. En tal conflicto don Enrique tomó el partido prudente de contestar, asi á los mensageros de Roma como á los de Francia, que hasta que la

(1) Cap. 14. de este libro.

(2) En el Apéndice 2.o al tomo VIII. de la historia de Mariana, edicion de Valencia, se puede ver un escelente trabajo sobre este cisma, hecho, no por el autor, sino por uno

de los editores, que creemos fué el ilustrado Ortiz y Sanz, dean de Játiva, y autor del Compendio histórico-cronológico de España, segun él mismo indica en el tom. V., libro XII., c. 3. de su obra.

Iglesia declarára cuál de los dos electos era el legitimo, su voluntad era de estar indiferente y neutral, sin tomar la parte del uno ni del otro. Y asi lo cumplió, mandando á todos los prelados é iglesias de su reino que no entregasen á nadie las rentas pertenecientes á la Santa Sede, sino que las tuviesen como en depósito, para darlas á aquel que todos los cristianos fallasen que era el verdadero papa (1).

Despachados con esta respuesta unos y otros embajadores, encaminóse c rey á Burgos, donde apellido todas sus banderas, con intencion, ó bien de rcnovar la guerra con el navarro, ó bien de intimidarle para hacerle aceptar una paz estable y duradera (1379). Mostróse muy dispuesto a ello el de Navarra, y asi lo manifestó en la contestacion al primer mensage que en este senti 'o le envió don Enrique; y en su virtud representantes de uno y otro soberano firmaron las paces en Burgos con las condiciones siguientes: que ambos monarcas quedarian amigos, respetando la liga que el de Castilla tcnia con el de Francia; que el de Navarra haria salir de su reino à los capitanes ingleses; que pondria en poder de caballeros castellanos los castillos de Tuleda, los Arcos, San Vicente, Bernedo, Viana, Estella y otros hasta veinte; que el de Castilla daria veinte mil doblas al de Navarra para ayudarle á pagar lo que debia á los auxiliares ingleses y gascones, y le volveria los lugares que le habia tomado el infante don Juan; que los rehenes estarian asi per diz años. Firmadas las paces y entregadas las fortalezas, viéronse los dos reyes en Santo Domingo de la Calzada, donde juraron sus tratos, y estuvieron juntos seis dias, al cabo de los cuales el de Navarra se volvió á su reino.

A poco de haber partido de Santo Domingo Cárlos de Navarra sintió don Enrique alterada su salud, y tan rápidamente se le agravó la dolencia que al amanecer del décimo dia conociéndose próximo á la muerte pidió un confcsor del órden de predicadores, de quien recibió los últimos sacramentos de la iglesia. Incorporado en la cama y cubierto con su manto de oro, dirigió al obispo de Sigüenza y á otros caballeros alli presentes estas razones: «Decid al «infante don Juan mi fijo, que en razon de la iglesia, é de la cisma que hay en ella, que le ruego haya buen consejo, é sepa bien cómo debe facer; ca «un caso muy dubdoso, é muy peligroso. Otrosi que yo le ruego que siempre sea amigo de la casa de Francia, de quien yo recibí muchas ayuda3. «Otrosí que yo mando, que todos los presos christianos que sean en el mi reg«no, ingleses ó portogaleses, é de otra nacion, que todos scan sueltos.>> Con esto y con dejar mandado que se le enterrára en hábito de la órden de San

(4) Ya hemos visto que una determina- Aragon. cion semejante tomó el rey don Pedro IV, de

to Domingo en la capilla que habia hecho construir en Toledo, dió su alma á Dios la noche del 29 al 30 de mayo de 1379, á la edad de cuarenta y seis años, y á los diez de reinar solo en los reinos de Leon y de Castilla.

Las circunstancias de su enfermedad y fallecimiento hicieron recaer sospechas sobre el rey de Navarra, al cual no abonaban mucho los antecedentes de su vida y la memoria de lo que habia intentado con el rey de Francia. Mas al decir de algunos escritores arábigos su muerte fué producida por un sutilisimo veneno de que estaban impregnados unos ricos borceguíes que le habia regalado el emir Mohammed de Granada, temeroso de que el castellano, una vez en paz con todos los reyes cristianos sus vecinos, llevára la guerra con todo el peso de su poder á sus estados. Sea lo que quiera de esta especie, á que algunos atribuyen el fallecimiento de otro posterior monarca, parece cierto que sorprendió la muerte á don Enrique, cuando tenia concebido un plan de guerra contra los moros de Granada, que consistia en armar y poner una gran flota en el Estrecho para cortar toda comunicacion con la tierra de Africa, hacer de sus fuerzas de tierra tres cuerpos, invadir con ellos dos ó tres veces al año el territorio granadino, talar sus campos y todo cuanto encontráran verde sin detenerse á cercar lugar alguno, con lo cual esperaba que al cabo de dos ó tres años la necesidad y falta de alimentos los obligarian á rendirsele.

«Fué, dice un cronista, pequeño de cuerpo, pero bien fecho, é blanco, é arubio, é de buen seso, é de grande esfuerzo, é franco, é virtuoso, é muy buen rescibidor é honrador de las gentes.>

Tuvo don Enrique, ademas de los tres hijos legítimos de doña Juana, don Juan, doña Leonor y doña Juana, hasta otros trece bastardos, cuyos nombres nos sean conocidos, de otras diferentes damas, ó umigas, como las nombra el autor de Las Reinas Católicas, á saber: de doña Elvira Iñiguez de Vega, á don Alfonso, doña Juana y doña Constanza; de doña Juana de Cifuentes, á otra doña Juana; de doña Beatriz Ponce de Leon, á don Fadrique, don Enrique y doña Beatriz; de doña Beatriz Fernandez, á doña María y don Fe nando; de doňa Leonor Alvarez á otra doña Leonor; y de otras que probablemente fueron doña Juana de Lossa y doña María de Cárcamo, tuvo á don Pedro, doña Isabel y doña Inés. A la mayor parte de estos hijos, asi como á sus madres, les señaló este virtuoso rey grandes heredamientos en su testamento, hecho en 29 de mayo de 1374, designando á hijos y madres con sus propios nombres (1), que tal era la despreocupacion de los reyes de esta épo→ ca en punto à moralidad conyugal; si bien previno en él al infante su hijo

(1) El testamento le inserta literalmente Ayala al final de su Crónica.

que no diera á la reina con quien se casare tanta tierra, y ciudades, y villas y lugares como tenia la reina doña Juana su esposa, «por quanto non fué Reyna en Castilla que tanta tierra toviese (1).»

(4) Su cuerpo fué llevado primeramente dral de Toledo, segun en su testamento deji á Burgos, donde se le hicieron las exequias, ordenado.

y trasladado despues á su capilla de la cate

CAPITULO XIX.

DON JUAN I. DE CASTILLA.

Do 1379 a 1390.

Primeros actos de este rey.-Córtes de Burgos: ley suntuaria: indulto: ley de vagos.-Espediciones navales de Castilla.-Actos de justicia y de generosidad de don Juan. -Su decision en el asunto del cisma de la Iglesia.-Principio de la guerra de Portugal.-Tregua: condiciones: casamientos notables.-El de don Juan de Castilla con doña Beatriz de Portugal.-Córtes de Segovia: reforma en la manera de contar los años.-Invasion de Portugal por el de Castilla, y motivo de ella.-Proclamacion de doña Beatriz.-Sitio de Lisboa por los castellanos: epidemia: gran mortandad: retirada.-Es aclamado rey de Portugal en Coimbra el maestre de Avis.-Segunda invasion de los castellanos en este reino.-Memorable batalla de Aljubarrola, funesta para las armas castellanas.-Luto en Castilla.-Córtes de Valladolid: leyes que se hicieron.-Invasion inglesa: el duque de Lancaster: sus pretensiones á la corona de Castilla.-Auxilla el rey de Francia al castellano: medidas de éste para su defensa.-Embajadas; tratos.-Córtes de Segovia: leyes: hermandades.-Trágica muerte de Cárlos el Malo de Navarra: sucédele Cárlos el Noble.Ingleses y portugueses en Castilla: su retirada.-Trátase el casamiento del infante don Enrique de Castilla con doña Catalina de Lancaster: sus condiciones: paz con los ingleses.-Célebres Córtes de Briviesca: reformas importantes en la legislacion.-Tratado en Bayona entre don Juan 1. y el duque de Lancaster sobre el casamiento de sus hijos.Celebranse las bodas.-Córtes de Palencia: empréstito forzoso: pidenle cuentas al rey. -Tratado con el de Portugal.-Córtes de Guadalajara: grande influencia del estado llano: ordenamiento de lanzas: ordenamiento de prelados: ordenamiento de sacas: importancia de estas Córtes.-Ultimos actos de don Juan I.-Su desgraciada muerte.-Proclamacion de Enrique III

En el mismo dia que murió don Enrique II. en Santo Domingo de la Calzada fué proclamado rey de Castilla y de Leon su hijo don Juan, primer monarca de este nombre en Castilla. Se coronó en el monasterio de las Huelgas de Burgos, armó aquel dia cien caballeros, hubo grandes fiestas, y dió TOMO IV. 13

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