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que le entretuvieran las bodas de su hija doña Violante con el rey Luis de Nápoles, ó que le costára trabajo abandonar los placeres de la córte, prorogó su pasage para el octubre siguiente (1393), contentándose en tanto con entablar tratos de paz con los rebeldes de Cerdeña, tratos que no impedian á éstos seguir combatiendo plazas.

Lo de Sicilia no marchaba con mas prosperidad. Aquellos barones habian sublevado de nuevo las ciudades contra el duque de Momblanch, don Martin, y contra los reyes sus hijos, á quienes tenian bloqueados en el castillo de Catania. El indolente don Juan ni realizaba su pasage á Cerdeña, ni socorria á los de Sicilia. Prometialo todo y á todo se preparaba, pero entre promesas, preparativos, prorogas y consultas nada resolvia, ó por lo menos nada realizaba. A la indolente flojedad y tibieza del rey suplió la enérgica actividad y el patriotismo de don Bernardo de Cabrera, que empeñando sus estados de Cataluña, se proporcionó algunas cantidades y compañias, con las cuales se apresuró á socorrer al infante y á los reyes sicilianos, y en pocos dias arribó å Palermo. Desde alli hizo una atrevida espedicion por tierra atravesando la isla hasta llegar á socorrer á don Martin y á sus hijos, poniendo cerco á la ciudad de Catania. Entretanto el rey de Aragon pascaba de una á otra ciudad de su reino, siempre amagando con embarcarse y no hallando nunca ocasion de cumplirlo, hasta que al fin resolvió enviar con la armada á don Pedro Maza de Lizana en socorro de Cerdeña y de Sicilia. Mucho alentó este refuerzo al infante don Martin y á don Bernardo de Cabrera; mas la resistencia de los de Catania era grande, ya animados con una bula de Bonifacio IX. que declaraba á los catalanes enemigos de la fé católica, ya por ofensas y malos tratamientos que de ellos habian recibido, hasta el punto de jurar «que antes se comerian los brazos, que permitir que ningun catalan entráse en Catania.» Sin embargo y ȧ pesar de tan enérgico juramento, de tal manera y con tal furia fué combatida la ciudad, que no obstante haber muerto de enfermedad en el cerco el almirante Lizana, tuvo que rendirse y dar entrada á los catalanes que tanto aborrecian (agosto, 1394). Con esto el infante de Aragon anduvo con su ejército por toda la isla haciendo la guerra á los obstinados barones, guerra cruel y sangrienta, con la que á duras penas conseguia mantener á los reyes sus hijos en una dominacion incierta y precaria.

La muerte del papa Clemente VII. ocurrida á este tiempo en Aviñon (26 de setiembre de 1394) parecia ofrecer una ocasion propicia para hacer cesar el cisma y restablecer la apetecida unidad de la iglesia, que tan provechosa hubiera sido á las naciones cristianas. Mas los cardenales franceses, no queriendo ser menos que los italianos en dar sucesor á Clemente VII. como aquellos le habian dado á Urbano VI., reuniéronse en cónclave para proce

der á segunda eleccion. El cardenal de Aragon don Pedro de Luna, el mas ilustre de aquel colegio, doctisimo en letras y de muy recomendables costumbres, el partidario mas decidido de Clemente VII. y á cuyo influjo en las asambleas de Salamanca y de Barcelona se debió en gran parte el que fuese reconocido aquel papa en Castilla y en Aragon, habia asegurado al rey de Francia y á la universidad de París, hallándose delegado en aquel reino, que si algun dia él sucediese á Clemente haria todos los esfuerzos posibles por restablecer la unidad de la iglesia hasta abdicar el pontificado si necesario fuese. Todos los cardenales hicieron la misma protesta, y creyendo en la sinceridad de los discursos del aragonés y atendiendo à su especial y distinguido mérito, apresuráronse á elegirle, y quedó don Pedro de Luna nombrado pontifice con el nombre de Benito XIII.

Desde luego dió muestras el promovido en Aviñon de que no estaba en ánimo de abdicar la tiara segun habia ofrecido; y aun antes de ser coronado escribió al rey de Aragon participándole su elevacion á la cátedra pontificia. Con gran regocijo se recibió la noticia en este reino, y aun en el de Castilla, donde tambien fué reconocido. En Barcelona se celebró con una procesion solemne, á que asistieron el rey y la reina. Mas si bien lisonjeaba á los españoles, y principalmente á los aragoneses, tener un papa de su reino, alegrábanse más por la esperanza que tenian de que tan ilustrado varon, y tan prudente y grave, alcanzaria el medio de dar á la iglesia la unidad tan deseada. Engañáronse todos. El papa Benito XIII. olvidó de todo punto lo que habia prometido como cardenal de Aragon, y lejos de estar dispuesto á resignar su dignidad, despues de haber entretenido algun tiempo al rey Carlos VI. de Francia, á la universidad de París y á varios príncipes cristianos con respuestas ingeniosas y ambiguas sobre el asunto de la renuncia, concluyó por decir formalmente que se tenia por legítimo papa y que nunca haría la abdicacion; y como tendremos ocasion de ver por la historia, no hubo ni principes, ni reyes, ni obispos, ni cardenales, ni concilios que hicieran ceder al obstinado y tenaz aragonés, que de este modo, en lugar de haber sido el pacificador de la iglesia, como se habia esperado, fué causa de nuevas y grandes perturbaciones en la cristiandad (1).

(1) Don Pedro de Luna, descendiente de la antigua y nobilisima casa de los Lunas de Aragon, era natural de Illueca, lugar de su familia en este reino. Fué doctor en decretos y catedrático en Montpeller. Habia sido creado cardenal por el papa Gregorio XI. (no Gregorio IX. como dice equivocadamente el

dean Ortiz), y en la eleccion de Clemente VII. fué uno de los cuatro legados que se nombraron para tratar de la union de la Iglesia. Intervino varias veces como legado entre los reyes de Francia y de Inglaterra. Era uno de los hombres de mas erudicion de su tiempo.

A todo esto, mientras el mundo cristiano se agitaba suspirando por la ansiada union, y en tanto que el reino de Cerdeña amenazaba acabar de perderse, y que su hermano don Martin y los defensores de la reina doña Maria su sobrina pasaban los trabajos de una guerra porfiada y penosa en Sicilia, el rey don Juan de Aragon continuaba entregado á los recreos y pasatiempos de su voluptuosa córte. Dedicábase con su acostumbrado ardor al ejercicio de la caza, en cuya dispendiosa distraccion habia al fin de acabar su vida. La reina era la encargada del gobierno mientras el rey cazaba. Un dia que habia salido con sus monteros á los bosques de Foixá, mientras aquellos esperaban apostados las fieras, el rey que iba solo á caballo encontró con una disforme y furiosa loba. Espantose acaso su caballo, ó bien acometió al rey algun accidente repentino, que no pudo saberse la verdad del caso, y de ambas maneras lo cuentan los historiadores; lo cierto es que cayó ó fué arrojado del coballo, y cuando se advirtió y se acudió á socorrerle ya no existia (mayo 1395). ¡Singular coincidencia la de haber muerto de caida de caballo los dos reyes contemporáneos de un mismo nombre, Juan I. de Castilla, y Juan 1. de Aragon! Por lo menos el de Castilla, aunque desgraciado en sus empresas, concibió atrevidos designios, corrió personalmente los peligros de la guerra, supo rechazar primero y negociar después con un pretendiente tenaz á su corona y dotó de leyes el pais. Don Juan I. de Aragon no dejó otra memoria que su indolencia y las disipaciones de su córte (1).

(1) Don Juan I. de Aragon fué casado tres veces: primera con Juana de Valois, hija de Felipe VI. de Francia, de quien no tuvo hijos: segunda con Matha ó Martha, hija del conde de Armenyach, de quien tuvo á don Jaime y doña Juana: aquél vivió pocos meses, ésta casó con Mateo, conde de Foix, y pretendió la sucesion del reino: tercera con

Violante, sobrina de Cárlos V. de Francia, de quien tuvo á don Fernando, doña Violante y doña Juana, de los cuales solo sobrevivió doña Violante, que casó con Luis II., duque de Anjou, que se tituló rey de Nápoles, Jerusalen y Sicilia.-Bofarull, Condes de Barcelona, tomo II.

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Cómo sucedió don Martin en el reino.-Caso estraño con la reina viuda de don Juan.-Pretensiones del conde de Foix: invade el reino con gente armada: es vencido y espulsado.— Viene don Martin de Sicilia: lo que le pidieron las cortes de Zaragoza.-Estado del cisma: lo que se proponia para restablecer la unidad de la iglesia: cómo obraban en este negocio los dos papas, y los reyes de Francia, de Aragon y de Castilla.-Obstinacion del papa aragonés Pedro de Luna.-Es cercado y atacado en su palacio de Aviñon: cesa el combate, y permanece encerrado cerca de cuatro años.-Situacion de Sicilia: rey don Martin, hijo del de Aragon: reina doña Blanca de Navarra.-Bandos interiores en Aragon: luchas entre ellos: plágase el reino de malhechores: medidas que contra ellos se tomaron: facultades que se dieron al Justicia.-Prosigue el cisma: fúgase Pedro de Luna de Aviñon: auxilianle los aragoneses.-Nuevas complicaciones entre los dos papas: estado lamentable de la Iglesia. Predicaciones de San Vicente Ferrer.-Eleccion de nuevo pontifice en Roma: sigue el cisma.-Providencia que tomaron los cardenales de uno y otro papa: concilios de Pisa y de Perpiñan: sentencia del de Pisa: son declarados cismáticos los dos papas: proelamacion de Juan XXIII.-Triunfos de don Martin de Sicilia en Cerdeña: muere sin dejar sucesion: herédale don Martin de Aragon, su padre.-Ultimos momentos de don Martin de Aragon: muere tambien sin heredero directo.-Pretendientes á la corona: turbaciones: lastimosa situacion del reino.

No habiendo dejado don Juan I. á su muerte hijos varones, tocábale la sucesion de los reinos, asi por los testamentos de sus antecesores, como por el del mismo don Juan, al infante don Martin duque de Momblanch, su hermano, que se hallaba en Sicilia reduciendo aquel estado à la obediencia del rey don Martin su hijo. Asi lo reconocieron sin contradiccion las cortes de Cataluña, dando desde luego el título de reina á la duquesa de Momblanch que se hallaba en Barcelona, y enviando una embajada á Sicilia para suplicar al infante don Martin á que viniese á tomar posesion de sus reinos (1395)

Ocurrió muy en el principio un incidente estraño, que referiremos, asi por la prevision y cordura con que en él se obró, como porque puede servir ó de leccion ó de aviso á otros pueblos en casos análogos. Díjose que la reina viuda doña Violante, y ella lo aseguraba tambien, quedaba embarazada del rey don Juan. Súpolo la nueva reina doña María, esposa de don Martin, que ya gobernaba en ausencia de su marido, é inmediatamente nombró una junta ó consejo de varones respetables para que requiriesen á la viuda del último rey que declarára la verdad de lo que sobre aquel asunto hubiesc. Hiciéronlo asi los del consejo, y la reina declaró ser realmente cierta su preñez, y con síntomas masculinos, añade un cronista de aquel reino, soltando ademas alguna espresion de amenaza sobre la mudanza que podria haber todavía en el estado. Entonces los conselleres nombraron cuatro matronas chonradas y sabidas, ó dueñas que dicen los antiguos historiadores, que estuviesen continuamente en su compañía y encargadas de su guarda y asistencia. Pero lo del preñado (dice el autor de los Anales de Aragon) fué de manera que no salió á luz, y la nueva reina quedó libre de aquel cuidado (1).» De estas palabras un tan to ambiguas, y que otros cronistas no aclaran mucho más, infiérese que lo del embarazo habia sido una ficcion, que sin la prevision y diligencia esquisita de la reina y de sus conselleres hubiera podido traer trastornos al reino.

Por su parte el conde Mateo de Foix, casado con doña Juana, la hija mayor del monarca difunto, se presentó como pretendiente al trono aragonés en virtud de los que llamaba legítimos derechos de su esposa á la sucesion de aquel reino; y reuniendo y pagando las compañías de gente de armas que andaban como desbandadas y dispersas por Provenza y Languedoc, se preparaba á invadir el suelo aragonés. La nueva reina, sin intimidarse, tomó sus medidas para la fortificacion y defensa de las fronteras, y congregó córtes generales representadas por sus cuatro brazos, para que respondieran á los mensageros que con cartas de reclamacion habia enviado el de Foix. No solamente rechazó la asamblea la pretension del conde, fundándose en el testamento del rey don Pedro, y en el del mismo don Juan que hizo leer, sino que dijo enérgicamente á los enviados del de Foix que se maravillaba de que hiciese una pretension tan desvariada y loca, y acordó lo conveniente á la seguridad del territorio, tomando entre otras precauciones la de encerrar en un castillo al conde de Ampurias, por sospechoso de dar favor al conde pretendiente

Mas no por eso desistió éste de su propósito, que es siempre admirable

(1) Zurita, Anal., lib. X., c. 57.

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