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Aragon. ¿Pero de qué servian ni al monarca ni á la monarquía aragonesa las dos coronas, si el viejo don Martin tampoco tenia sucesor directo y amenazaban quedar ambas monarquías huérfanas de reyes? En vano se buscó al achacoso monarca una nueva compañera de tálamo; en vano se apeló á reprobados medios para estimular una naturaleza que se negaba ya á la reproduccion: aquellos recursos, en vez de hacerle hábil para dar una existencia nueva, aceleraron el fin de la suya propia, y el rey don Martin de Aragon murió tambien sin posteridad legitima como su hijo don Martin de Sicilia. Esta circunstancia, y la de no haber querido designar sucesor, dejaron las vastas posesiones de la monarquia aragonesa en una situacion nueva y estraña, espuestas á los horrores de la anarquía y al resultado incierto de las luchas entre los diversos pretendientes al trono, que aun antes de quedar vacante se habian presentado yá.

IV.

Vemos al reino aragonés, durante este período de cerca de un siglo, adelantar en los ramos que principalmente constituyen la organizacion social y la cultura de un pueblo. Recibiendo engrandecimiento y unidad con la incorporacion definitiva del de Mallorca, se decide en la batalla de Epila la larga contienda entre la corona y la alta aristocracia, y en las cortes de Zaragoza de 1548 se fija la constitucion política del Estado. Desde entonces data el reinado de la libertad constitucional en Aragon. Se amplian y robus→ tecen los derechos del Justicia, de esta gran valla levantada entre el despotismo y la anarquía. Sus córtes seguirán funcionando sin el tumulto de las armas, y ya no serán éstas sino el tribunal del Justicia el que resuelva las causas y falle las grandes querellas. Antes que en Castilla llegára á su apogeo el elemento popular, en Aragon quedaba abatida la alta nobleza, y neutralizado su escesivo y tiránico poder con el que ha recibido la nobleza inferior, la nobleza de la clase media. Tendrá todavía Castilla un periodo en que los orgullosos nobles y los turbulentos magnates humillarán el trono y subyugarán el pueblo. En Aragon ya no levantarán aquellos su soberbia frente, porque se han fijado las bases definitivas de su constitucion. Aragon precede siempre á Castilla en su organizacion politica.

Mas antiguo tambien en Aragon que en Castilla el poder marítimo, y mas estensas sus relaciones politicas y mercantiles con potencias estrañas y TOMO IV. 49

remotas, el comercio, la industria y las artes de comodidad y de lujo que habian alcanzado ya los adelantos que hemos visto en el siglo XIII. no podian retrogradar en el XIV., atendido el trato continuo de los catalanes, aragoneses y valencianos, con las repúblicas y estados de Italia, de Francia, de Inglaterra, sus frecuentes espediciones marítimas á Constantinopla, al Asia y á diversas regiones de Levante. De aqui el brillante lujo y la ostentosa magnificencia que se desplegaban yá en algunas coronaciones reales, en las fiestas públicas y en otras ocasiones solemnes de lucimiento y de aparato. Basta leer las Ordenanzas de la Casa Real hechas por don Pedro IV., y que le valieron el sobrenombre de el Ceremonioso, para penetrar hasta qué punto llegaba el lujo en las vestiduras, artefactos, ornamentos, utensilios, y en todo lo que puede dar esplendor y grandeza á una córte. Aquel ceremonial demostraba ya un gusto y una cultura próxima al refinamiento y á la corrupcion que se desplegó en el siguiente reinado, à pesar de las leyes suntuarías que para mode rarle se dieron en mas de una ocasion. La de 1582 prohibia adornar los vestidos y calzas con perlas, piedras preciosas, pasamanes, bordados, ni otra guarnicion de oro y plata, y solo permitia pasamanes y trenzas de seda.

Ya hemos visto que la córte de don Juan I. remedaba el fausto, el gusto y la molicie de una córte oriental. Los reyes y los cortesanos entregados å las danzas y conciertos y á los placeres voluptuosos; el pueblo murmurando y las córtes reprobando aquella vida dispendiosa y disipada, representan la lucha entre la afeminacion á que suele conducir la cultura, y las costumbres modestas y los hábitos varoniles de que no quiere desprenderse un pueblo que ha debido todo lo que es á su rústica sobriedad y á su vigorosa energía. Es ya el anuncio, si no el principio de la transicion de una á otra edad en la vida de un pueblo.

Esta cultura no podia dejar de trascender al idioma y á las letras. El mismo don Pedro IV. escribió en lengua lemosina su propia crónica, á imitacion de don Jaime I.; y si acaso la del Ceremonioso no iguala en mérito literario á la del Conquistador, prueba al menos que los monarcas de aquel tiempo sabian honrar las letras, siendo ellos los primeros á cultivarlas, y que don Pedro IV. no gustaba solo de empuñar la espada y el puñal, sino que tambien manejaba la pluma. Algunos autores hablan de poesías compuestas por don Pedro IV. de Aragon, asi como de un diccionario de Rimas hecho de órden del mismo rey por Jaime March, lo cual manifiesta que aquel monarca no desatendia por los negocios de la política y de la guerra las ocupaciones y los conocimientos literarios. Ya no nos maravilla que su hijo don Juan 1., rey mas dado á los placeres de la paz que aficionado al

estruendo de la guerra, se declarára protector de la poesía y fomentador de las bellas letras, creando el Consistorio de la Gaya Ciencia en Barcelona á imitacion de la célebre Academia de Tolosa, siquiera tuviese, como algunos críticos observan, algo de ridícula la solemne embajada que envió á Cárlos VI. de Francía, con el solo objeto de que permitiera que una comision de la Academia Floral de Tolosa pasára á Barcelona á establecer alli una institucion análoga. Si durante las turbulencias que siguieron al reinado de don Martin decayó aquel establecimiento, verémosle florecer de nuevo tan pronto como vuelva á estar ocupado el trono y se restituya la tranquilidad al reino.

CAPITULO XXIV.

ENRIQUE III. (el Doliente) EN CASTILLA.

De 1390 á 1400.

Menor edad de don Enrique.-Cuestiones sobre la tutoría.-Formacion de un consejo-regencia en Madrid.-Escisiones entre los regentes.-El arzobispo de Toledo don Pedro Tenorio.-Gravísimas disputas sobre el testamento del rey don Juan.-Síntomas de guerra civil.-Lisonjera situacion de Castilla en sus relaciones esteriores.-Córtes de Burgos.Refórmase la regencia con arreglo al testamento.-Nuevas discordias entre los regentes. -Toma el rey el cargo del gobierno antes de los 14 años.-Posesiónase del señorío de Vizcaya.-Córtes de Madrid: reformas.-Disidencias de algunos magnates: el duque de Benavente; los condes don Pedro y don Alfonso; la reina de Navarra; el marqués de Villena: enérgica conducta de don Enrique para subyugarlos á todos.-Fanatismo, aventura caballeresca y trágica muerte del maestre de Alcántara.-Ley suntuaria y curioso ordenamiento sobre mulas y caballos. -Institucion de corregidores.-Tregua con Granada.Guerra y paz con Portugal.-Conducta de don Enrique en la cuestion del cisma.-Actos de severidad con los magnates: anécdotas célebres.-Córtes de Tordesillas.-Ruidosa embajada al gran Tamorlan.-Conquista de las islas Canarias.-Nacimiento del principe don Juan.-Guerra con los moros de Granada.-Córtes de Toledo.-Muerte del rey don Enrique.

Niño de once años y cinco dias Enrique III. cuando heredó el trono de Castilla y de Leon (9 de octubre, 1390), fuéronse agrupando en derredor del nuevo monarca, que á la sazon se hallaba en Madrid, el arzobispo de Toledo don Pedro Tenorio, los maestres de Santiago y Calatrava, y muchos caballeros y procuradores de las ciudades, los cuales trataron primeramente de acordar qué forma deberia darse al gobierno del reino durante la menor edad del rey. Pero ademas de no haber concurrido todavia varios procuradores y caballeros, faltaban cuatro personages principales, á saber, don

Fadrique, duque de Benavente (hijo de Enrique II.), don Alfonso, marqués de Villena (hijo del infante don Pedro, nieto del rey don Jaime de Aragon), don Pedro, conde de Trasta mara (hijo del maestre de Santiago don Fadrique, el que don Pedro el Cruel asesinó en Sevilla), y don Juan García Manrique, arzobispo de Santiago, sin los cuales nada se podia deliberar, y á quienes por lo tanto se envió á llamar por medio de cartas reales.

Hallándose aquellos reunidos en consejo, el canciller don Pedro Lopez de Ayala (el cronista) dió noticia al arzobispo de Toledo de un testamento del rey don Juan I. hecho en 1385 en Celorico de la Vera (Portugal), que seria bueno tener á la vista, puesto que designaba los que habian de desempeñar el gobierno del reino y la tutela de su hijo en el caso de morir dejando á éste en menor edad, si bien posteriormente habia manifestado su voluntad de variar las disposiciones del testamento en lo relativo á las personas que habian de obtener aquellos cargos. Por lo mismo opinaron los más que era inútil aquel documento, y el arzobispo de Toledo espuso que con arreglo á la ley de Partida debia en tales casos nombrarse uno, tres, ó cinco regentes del reino. Opusiéronse á esto otros, diciendo que no habia en Castilla ni cinco, ni tres, ni una sola persona de tal autoridad y tales condiciones que pudiera gobernar con general beneplácito, á lo cual añadian algunos el ejemplo de lo mal que habian probado las tutorias de otros principes. Inclinábase la mayoría á que se formára un consejo de regencia, en que entráran prelados, duques, condes, marqueses, caballeros y hombres buenos de las ciudades, y tal habia sido, decian, la intencion espresada por el rey don Juan en las córtes de Guadalajara.

Resolvióse, no obstante, buscar el testamento; á cuyo fin se abrió y reconoció con pública solemnidad las arcas en que el difunto rey habia dejado sus escrituras y papeles: hallósele en efecto; pero leido que fué, desecharonle todos como contrario á la voluntad posteriormente espresada de aquel monarca, y aun propusieron arrojarle al fuego de la chimenea de la cámara en que se hallaban reunidos, que era la del obispo de Cuenca, ayo del nuevo rey. Mas el arzobispo de Toledo le recogió y guardó en razon á ciertas mandas que en él se hacian á su iglesia. Desechado el testamento, despues de varias conferencias, debates y discusiones, se optó por un consejo de regencia en que entrasen el duque de Benavente, el marqués de Villena, el conde don Pedro, los arzobispos de Toledo y de Santiago, los maestres de Santiago y Calatrava, algunos ricos-hombres y caballeros, y ocho procuradores de las ciudades y viIlas. Los prelados y magnates estarian constantemente en la córte al lado del rey, dejando de formar parte del consejo en el momento que se ausentasen de ella; los caballeros y procuradores alternarian y se relevarian de ocho en ocho cada seis meses. Las cartas del rey irian firmadas por un prelado, un gran

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