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Ruy Gonzalez de Clavijo describió con curiosísimos pormenores en la relacion que después escribió de su viage, juntamente con la vida del Gran Tamorlan (1).

Digno es tambien de honrosa memoria que en tiempo del tercer Enrique de Castilla, y con su proteccion y auxilio se hiciera la conquista de las islas Canarias. Juan de Bethencourt, señor de Bethencourt y de Grainville, vastago ilustre de una de las mas nobles familias de la antigua Normandia, hombre dotado de valor, de perseverancia, de prudencia y de aficion á todo lo que llevára el nombre de maravilloso, fué el que acometió resueltamente la conquista de aquellas islas, y logró dominarlas despues de una obstinada resistencia por parte de aquellos aguerridos isleños. Diferentes veces vino el magnánimo conquistador á España, donde obtuvo del rey don Enrique auxilios de hombres y de dinero, con los cuales dió grande impulso y actividad á sus operaciones. Agradecido Bethencourt á los favores del monarca, le hizo pleito homenage del pais conquistado. «Y porque vos, señor, sois rey y ducño de todo el pais vecino, y el rey crist ano mas próximo de aquél, he venido á requerir vuestra gracia, y suplicaros me permitais rendiros pleito ho«menage de él.» Don Enrique á su vez le autorizó para repartir tierras, acuñar moneda, y cobrar el quinto de las mercaderías que de aquellas islas se condujeran á España (2).

(4) Hállase ésta á continuacion de la Crónica de don Pedro Niño, conde de Buelna, que publicó el académico Llaguno y Amirola, con el título de Historia del Gran Tamorlan, é Itinerario y narracion del Viage, y Relacion de la Embajada, que Ruy Gonzalez de Clavijo hizo por mandado del muy poderoso rey y señor don Enrique III. de Castilla. Publicó esta curiosa obra Gonzalo Argote de Molina, poniéndole al principio un breve discurso. Ruy Gonzalez de Clavijo era natural de Madrid, y aqui tenia su sepulcro en la iglesia del convento de San Francisco. (2) Estas islas, llamadas en lo antiguo Purpurarias, por la abundancia de grana que de ellas se estraía, y por los romanos Afortunadas (Fortunatæ) créese que fueron conocidas y visitadas por los cartagineses desde el famoso viage de Hannon por los mares atlánticos. En tiempo de Augusto, Juba, rey de la Mauritania, quiso reconocer las islas del Atlante, deseoso de enriquecer el dilatado imperio romano, á cuyo fin ordenó una espedicion, de cuyo resultado dió cuenta al emperador en una estensa Memoria, de

que se conservan solo algunos fragmentos que cita Plinio. Destruido el poder de Roma las islas Canarias parece perderse en medio del torbellino que conmovió tantas sociedades, sustrayéndose, durante un largo periodo de siglos, asi á la audacia de los guerreros como á las investigaciones de la historia. A mediados del siglo aparecen de nuevo descubiertas por unos árabes que salieron del puerto de Lisboa, y en la relacion del geógrafo árabe Xerif-al-Edrisi se halla un dato fidedigno para creer que la isla de Fuerteventura debió ser objeto de algunas espediciones de los moros.

En 1344 salió de Portugal por orden del rey Alfonso IV. una flota de cinco carabelas al mando de un capitan florentino, el cual logró descubrir el Pico de Tenerife, y trece islas, que son: Canaria, Tenerife, la Palma, Gomera, Hierro, Fuerteventura, Lanzarote, y las desiertas llamadas de Lobos, Roquete del Este, Roquete del Oeste, Graciosa, Montaña-Clara, y Alegranza. En 1345 el papa Clemente VI. concedió al infante don Luis de la Cerda, conde de Claramont, la conquis

Ni los reyes ni el reino habian quedado del todo satisfechos con el nacimiento de las dos princesas, y unos y otros deseaban con ánsia un principe que heredara el cetro castellano. Pero este desco daban pocas esperanzas de verle cumplido las enfermedades y contínuos padecimientos del rey, que le presagiaban ademas corta vida, y que dieron ocasion á que la historia le aplicára el sobrenombre de el Doliente. Por lo mismo que no se esperaba este consuelo fué mayor la alegria que causó el advenimiento de un principe, que la reina dió felizmente á luz en Toro (6 de marzo, 1405), á quien se puso por nombre Juan en memoria de su abuelo. Este suceso produjo un gozo universal, y el infante fué reconocido y jurado heredero y sucesor del trono á los dos meses en Valladolid (12 de mayo).

Este regocijo y la paz que Castilla disfrutaba turbáronse con la violacion de la tregua por parte del emir granadino Mohammed VI., que aprovechándose del estado del rey, aquejado de dolencias y padecimientos, hizo varias irrupciones en tierras cristianas por la frontera de Murcia, destruyendo poblaciones, talando campiñas y tomando tal cual fortaleza, si bien teniendo que retirarse algunas veces los infieles escarmentados y vencidos. Don Enrique, no pudiendo reducir al musulman á que observára la tregua, y no permitiéndole su salud guerrear en persona, envió cuanta gente pudo para ver de enfrenar la insolencia del moro que habia invadido á sangre y fuego el territorio

ta y señorio de Canarias con el título de Principe de la Fortuna, pero tuvo éste que renunciar á su propósito, á pesar de hallarse apoyado por don Pedro IV. de Aragon, á causa de la oposicion de don Alfonso XI. de Castilla que alegó los derechos de su corona sobre aquellos dominios. Repitiéronse en el siglo XIV. algunas escursiones, que eran como el preludio de la conquista.

En tal estado fué cuando acometió Juan de Bethencourt tan atrevida empresa. Salió de La Rochelle el 1.o de mayo de 1402, llevando consigo á su amigo Gadifer de la SaIle, al franciscano fray Pedro Bontier, y al clérigo Juan Leverrier en calidad de capellanes, y con doscientos setenta hombres de guerra. Acabó en 1405 la conquista de Fuerteventura, y asegurada su posesion se hizo á la vela para las costas de Francia á recibir el homenage de admiracion de sus compatriotas, llevando algunos habitantes y objetos del pais subyugado. Volvió, sin embargo, después á conquistar lo restante. Algun tiempo despues de la muerte de Bethencourt

aquellas islas vinieron á poder de Diego García de Herrera, que las cedió á los Reyes Católicos.

Sobre los descubrimientos é historia de las islas Canarias puede verse la obra del ilustrado arcediano de Fuerteventura don José de Viera y Clavijo, titulada Noticias de la historia general de las islas de Canaria (cuatro volum.)-Sobre la conquista hecha por Bethencourt, trabajos y aventuras que corrió, auxilios que recibió del rey de Castilla, etc., hay una relacion hecha por sus mismos capellanes Bontier y Leverrier, con el título de Historia del primer descubrimiento y conquista de las Canarias, traducida por Ramirez, é impresa en Santa Curz de Tenerife en 1847.-Y últimamente las noticias mas interesantes acerca de la historia de aquellas islas se hallan muy bien compendiadas en el Bosquejo histórico y descriptivo de las islas Canarias, de don José Maria Bremont y Cabello, impreso en Madrid en la Imprenta nacional, 1847..

de Bacza. En el sitio llamado los Callejares dióse una batalla en que de una parte y otra perecieron muchos soldados y no pocos capitanes ilustres. El rey desde Madrid despachó á todas las ciudades del reino cartas convocatorias para celebrar cortes en Toledo, á fin de pedir subsidios con que poder levantar un grande ejército y hacer una guerra activa al atrevido moro hasta hacerle arrrepentirse de su osadía y deslealtad. Prelados, nobles, caballeros y prccuradores se apresuraron á reunirse en Toledo (1406). Habiéndose agravado la enfermedad del rey, su hermano don Fernando fué quien en su nombre habló á las córtes y espuso el objeto de haberse convocado aquella asamblea. La demanda del rey era grande: pedia diez mil hombres de armas, cuatro mil ginetes, cincuenta mil peones, treinta galeras armadas, cincuenta naves, seis bombardas gruesas, y correspondiente provision de ingenios, trabucos, arneses y demás útiles de guerra. Echadas las cuentas de lo que sumarian aquellos gastos, y despues de alguna resistencia por parte de los obispos, y de detenida discusion por la de los procuradores, se acordó otorgarle un servicio de cuarenta y cinco cuentos de maravedís, autorizándole ademas para que si la necesidad apremiase pudiese por una vez y solo por aquel año hacer un nuevo repartimiento sin necesidad de llamar las córtes.

Mas en tal estado, exacerbáronsele en tal manera á don Enrique sus dolencias, que antes que pudiese dar cima á sus designios, le arrebató la muerto en Toledo á 25 de diciembre de aquel mismo año (1406), y á los 27 de su edad, con gran sentimiento y llanto de toda Castilla, que no solamente lamentaba ver bajar prematuramente á la tumba un monarca de tan grandes prendas, sino que presentía las calamidades que esperaban al reino quedando una reina viuda de treinta y un años y un principe heredero de veinte y un meses (1).

(4) Un fraile franciscano, fray Alonso de Espina, dijo, sin que sepamos el fundamento, que habia muerto este rey don Enrique de un veneno que le dió un médico judío natural de Segovia, llamado Almayr. Esta aventurada especie le bastó al bueno de Gil Gonzalez Dávila para hacer en el penúltimo capítulo de su Historia la observacion siguiente, que si no exacta respecto á todos los soberanos que cita, no carece de verdad en cuanto á algunos: «Y causame admiracion, dice, «pensar que cuatro reyes que ha tenido Cas«tilla de este nombre, ac basen con muertes muy dignamente lloradas. A don Enrique

«el I. le mato una teja en la ciudad de Pa«lencia: á don Enrique II. unos borceguies «avenenados: á don Enrique III. un venene «que le dió este médico traidor: don Enrique «el IV. acabó con una muerte cual nos cuen. «tan sus historias. Y si reparamos en ello, lo «lo mismo parece que sucedió en otros cua«tro que tuvo de este nombre la corona real «de Francia, esceptuando el Primero. El Se«gundo murió en una justa. El Tercero de «una puñalada. El Cuarto, que reinó en «nuestros años, de otras dos que le dió un «mal vasallo de su reino.»

CAPITULO XXV.

JUAN II. EN CASTILLA:

DESDE SU PROCLAMACION HASTA SU MAYOR EDAD,

De 1406 á 1419,

Proclamacion del rey niño en Toledo.-Temores de la rei na madre.-Noole proceder del infante don Fernando.-Tutela y regencia.-Córtes de Segovia.- Guerra de Granada.Conquista de Zahara.-Cerco de Setenil.-Córtes de Guadalajara: subsidios para la guerra. -Muerte del rey Mohammed VI. de Granada y proclamacion de Yussuf III.; curiosa é interesante anécdota.-Renuévase la guerra contra los moros.-Combate, sitio y gloriosa conquista de Antequera.-Se da al infante don Fernando el sobrenombre de don Fernando el de Antequera.-Nómbrase alcaide de Antequera al esforzado Rodrigo de Narvaez.— Tregua con Granada.-Hereda el infante don Fernando la corona de Aragon.-Parte á tomar posesion de aquel trono.-Nueva regencia en Castilla.-Comienza la privanza de don Alvaro de Luna.-Reasume la reina doña Catalina la tutela de su hijo y la regencia del reino por muerte del rey don Fernando.-Damas favoritas: disgusto de los del consejo.-Despréndese la reina madre de la crianza de su hijo: descontento de los grandes. -Muerte inopinada de la reina doña Catalina.-Crítica situacion del reino.-Cásase el rey don Juan y se le declara mayor de edad.

La circunstancia de haber heredado el trono de Castilla un principe que aun no contaba dos años de edad, en ocasion que amenazaba y aun habia comenzado á romperse una guerra formidable con los moros de Granada, hacía que muchos temieran y auguráran grandes turbaciones y calamidades en el reino, señaladamente los que sabian y recordaban los males que en muchas ocasiones habian traido á Castilla las largas menoridades de sus reyes. Por lo mismo tambien temian unos y deseaban otros que el infante don Fernando, hermano del recien finado monarca, se alzáse con la gobernacion y regimiento del

reino, y aun con la corona que heredaba su tierno sobrino, única manera que algunos veian de poder conjurar las tempestades y borrascas qne amenazaban levantarse. Pero el noble infante, sin oir otros consejeros que su conciencia, ni otra voz que la de su lealtad, fué el primero que ante los prelados, ricos-hombres, caballeros y procuradores de las ciudades, reunidos para las córtes de Toledo, declaró que recibia y escitó á todos á que recibiesen por rey de Castilla y á que obedeciesen como á su señor natural al príncipe don Juan su sobrino. En su virtud el pendon real de Castilla, puesto por el infante en manos del condestable Ruy Lopez Dávalos, fué paseado por las calles y plazas de Toledo, proclamando todos: ¡Castilla, Castilla por el rey don Juan! Poco después ondeaba el estandarte real en la torre del Homenage, y don Fernando anunciaba á los procuradores del reino en la iglesia mayor de Santa María que con arreglo al testamento del rey don Enrique quedaban él y la reina doña Catalina encargados de la tutela del rey y de la gobernacion del reino durante la menor edad del príncipe don Juan.

Seguidamente partió el infante para Segovia (1.o de enero, 1407), donde se hallaba la reina viuda con su hijo, afligida por la muerte de su esposo, y temerosa de que el infante, con arreglo á la disposicion testamentaria de don Enrique, quisiera privarla de la crianza y educacion del príncipe, que aquel dejaba encomendada á Juan de Velasco y á Diego Lopez de Zúñiga (1). En vano aseguró el infante al obispo de Segovia, á quien encontró á las cuatro leguas de esta ciudad, que su ánimo era dar gusto á la reina, y servirlo en cuanto pudiese. La reina, siempre recelosa, le cerró las puertas de la ciudad: el infante se alojó con su gente en los arrabales sin mostrarse sentido, antes bien procediendo con caballerosidad y nobleza, fué el que trabajó con mas ahinco á fin de reducir á los dos ayos nombrados en el testamento á que resignasen aquel cargo en favor de la reina madre, por ser así lo mas razonable y natural. Cedieron al fin Juan Velasco y Diego Lopez, no sin repugnancia y sin graves contestaciones y altercados, recibiendo de manos de la reina como por via de compensacion la suma de doce mil florines de oro. Hec ha esta concordia, y habiendo entrado don Fernando en la ciudad, se abrió y leyó ante las córtes el testamento de don Enrique; la reina y el infante, como tutores del rey niño y gobernadores del reino, juraron en ma nos del obispo de Sigüenza, haberse bien y lealmente en el gobierno y tutela, guardar y hacer guardar los fueros y privilegios, las libertades, costumbres y buenos usos de Castilla, y con esto quedaron solemnemente reconocidos en las córtes de Segovia como tutores y gobernadores del reino durante la me

(1) De Estuñiga, 6 Destuñiga, como dicen las antiguas Crónicas.

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