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desacato con que acababa de hablarle, porque de castigarle era muy de temer una conmocion y alboroto popular, esponiéndole que no se habia conducido con los catalanes de manera que éstos miráran todavía con grande amor su persona y gobierno. Reprimióse, pues, el rey y se contuvo mas al dia siguiente, sin anunciar su partida sino á unos pocos de los mas íntimos de su casa y servicio, salió de la ciudad en una litera, renegando de aquel pais; y como los conselleres saliesen á alcanzarle y despedirle, negóse á darles á besar la mano.

El estado de su salud no le permitió andar mas de seis leguas. Al llegar á Igualada, exacerbáronsele sus dolencias en términos que á muy poco falleció (2 de abril, 1416), siendo todavía de edad de treinta y siete años. En sa testamento dejaba por herederos y sucesores á sus hijos por órden de primogenitura, y en el caso de que estos faltasen, á los hijos varones de las infantas, no dando lugar á que sucediesen las hembras (1). Para cumplir sus descargos y satisfacer las deudas de los reyes de Aragon sus predecesores, dejaba su rica corona, sus joyas y vajillas de oro y plata, y algunas villas, lugares y beletrías que tenia en Castilla.

Todos los escritores contemporáneos han hecho justicia á las grandes virtudes de don Fernando I. de Aragon, el de Antequera. Franco y benéfico para todos, aunque inflexible y severo en el castigo de los crímenes contra el Estado; templado, sóbrio, morigerado en sus costumbres, religioso sin fanatismo, amante de la justicia, intrépido y valeroso en la guerra, y sin embargo amigo de la paz, general entendido y conquistador afortunado, laborioso é infatigable en los negocios del gobierno: tal era el príncipe que el derecho de sucesion y la voluntad del pueblo aragonés habian llevado de Castilla á Aragon, y mereció los renombres de el Honesto y el Justo (2).

(1) Los hijos de don Fernando y de doña Leonor de Alburquerque (la rica hembra) su esposa, fueron: 1.° Don Alfonso, que le sucedió en el reino de Aragon; 2.° Don Juan, señor de Lara, duque de Peñafiel y de Momblanc, gobernador de Sicilia; 3.o Don Enrique, maestre de Santiago y conde de Alburquerque; 4. Don Sancho, maestre de Calatrava y Alcántara; 5.° Don Pedro, que fué duque de Notho en Italia; 6.o Doña María, que casó con su primo el rey don Juan II. de Castilla; 2.° Doña Leonor, que fué mas

adelante esposa de don Durate ó Eduardo do Portugal.-Flores, Reinas católicas, tom. II,

Bofarull, condes de Barcelona, tomo II. (2) Laurent. Valla, De rebus á Ferdin. gestis.-Alvar Perez de Santa María, en la crón. de don Juan II.-Pedro Tomich.-Blancas, Coronacion y Coment.-Zurita Anal., libro. XII.-Diego Monfar, Hist. de los condes de Urgel.-Feliu, Anal. de Cataluña.-Bofarull, Condes vindicados, y Compromiso da Caspe.-Hist. del cisma de Occidente.

CAPITULO XXVII.

CONCLUYE EL REINADO

DE DON JUAN II. DE CASTILLA.

De 1419 á 1454.

Bandos en el reino.-Los infantes de Aragon don Juan y don Enriqué.-Sorprende don Enrique al rey en Tordesillas, y se apodera de su persona.-Libértale don Alvaro de Luna en Talavera.-El rey sitiado en Montalvan por el infante don Enrique: apuros, padecimientos y estrema miseria que pasa: el infante don Juan concurre á salvarle.-Actitud belicosa de los partidos.-Prende el rey alevosamente á don Enrique en Madrid, le encier ra en un castillo y le confisca los bienes.-Proceso contra el condestable Dávalos.-Don Alvaro de Luna es nombrado condestable de Castilla.-Hereda el reino de Navarra el infante don Juan.-Los dos reyes hermanos, el de Navarra y el de Aragon, reclaman la libertad de su tercer hermano don Enrique: cómo salió éste de la prision.-Conjuracion contra el condestable don Alvaro de Luna: es desterrado de la córte: efectos de su salida: turbulencias, anarquía: vuelve á la córte don Alvaro: toma mas ascendiente sobre el ánimo del rey: ciego amor del monarca á don Alvaro.-Sale de Castilla el rey de Navarra, y por qué.-Guerra de Castilla con Navarra y Aragon, y su resultado: rebeliones de magnates en el reino.-Revolucion de Granada: destronamientos de reyes: parte que tomó en estos sucesos el rey de Castilla: guerra con los musulmanes: comportamiento del rey y de don Alvaro de Luna en ella.-Memorable batalla de Sierra Elvira, y glorioso triunfo de los castellanos.-Situacion del reino granadino: guerras civiles entre los moros: sucesion de emires.-Sucesos en las fronteras: victorias y reveses: conquista de Huescar: catástrofes terribles de los cristianos en Archidona y en Gibraltar: proezas de algunos caballeros: el marqués de Santillana: el moro Aben Cerraz: otros célebres campeones.-Riqueza, influjo y autoridad de don Alvaro de Luna en Castilla: negligencia y debilidad del rey. -Cómo empezó la gran conjuracion contra el condestable: quiénes entraron en ella: graves alteraciones: compromiso de Castronuño: segundo destierro de don Alvaro de la córte.-Inconsecuencias del rey: acusaciones que los confederados hician al condestable: situacion lastimosa del reino.-Privanza de don Juan Pacheco con el príncipe de As

turias don Enrique: bodas del príncipe con la infanta doña Blanca de Navarra: rebélase contra su padre. Complicacion de conspiraciones: combate en Medina del Campo.-Otra sentencia contra el privado don Alvaro de Luna.-Cautiverio del rey.-Cómo fué libertado -Unese otra vez con el condestable.-Célebre batalla de Olmedo: triunfo del rey y de don Alvaro, y derrota de los infantes de Aragon.-Nueva insurreccion en Granada: Mohammed el Izquierdo: Aben Osmin el Cojo: Aben Ismail.-Irrupciones y victorias de los moros en Castilla.-Inaccion del rey.-Sus segundas nupcias con doña Isabel de Portugal.— Liga de los dos privados del rey y del príncipe: prisiones de magnates.-Guerra por la parte de Aragon y Navarra: levantamiento de Toledo: desavenencias entre el rey y su hijo. -Otra gran confederacion contra don Alvaro: medios de que se valió para deshacerla.Desastrosa derrota de los moros en Lorca: horribles suplicios de Granada: fuga de Aben Osmin el Cojo, y ensalzamiento de Aben Ismail.-Principio de la caida del gran privado don Alvaro de Luna: su prision en Burgos: es ajusticiado en la plaza de Valladolid.-Circunstancias de su suplicio.-Ultimos bechos de don Juan II. de Castilla: su muerte.

Dejamos á don Juan II. de Castilla, apenas habla cumplido los catorce años, reconocido y jurado como mayor de edad en las córtes de Madrid (1419), encargado ya por su persona de la gobernacion del reino, y casado con su prima doña María, hija del rey don Fernando de Aragon su tio. En los reinados de menor edad suele acontecer, y de ello nos ha suministrado varios ejemplos la historia de Castilla, que el período agitado, turbulento y crítico es el espacio que dura la menoria del rey, el período de las tutorías y de las regencias; comunmente se sosiegan las borrascas, ó navega á pesar de ellas la nave del Estado cuando el rey toma con mano firme el timon y dirige por sí mismo el gobernalle. No aconteció asi en el reinado de don Juan II., que regido durante su infancia por un diestro y hábil piloto, cual era su tio el infante don Fernando, sufrié los mayores embates y vaivenes desde que el gobierno se puso en manos del rey: efecto en gran parte de su condicion instable y ligera, de su negligencia en lo concerniente á la administracion del Estado, de sus fáciles é indiscretas transiciones de las caricias al enojo, en parte tambien de las ambiciones, envidias y rivalidades de los magnates, que durante su menor edad habian vuelto á envalentonarse y á engreirse y á querer dominarlo todo.

Como un medio término para concordar las diferencias entre los grandes, se discurrió que quince prelados y caballeros constituyeran el consejo del rey, alternando y relevándose de cinco en cinco en cada tercio del año. Mas como hubiera seguido en auge la privanza de don Alvaro de Luna, que podia en el ánimo del jóven monarca mas que todos los consejeros juntos, quien á su sombra y bajo su influjo gobernaba verdaderamente el reino era Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo mayor del rey, casado

con una prima del don Alvaro, llamada doña María de Luna. A las rivalidades y contiendas consiguientes entre los prelados y señores del consejo, se agregaban las influencias de los infantes de Aragon, don Juan y don Enrique, hijos del rey don Fernando de Aragon, á quienes su padre habia dejado ricamente heredados en Castilla (1), y á quienes su cuna y su inmediato deudo con el rey aproximaba naturalmente al trono. Mayores en edad que el rey su primo los dos infantes, y con mas esperiencia que él de mundo y de negocios, ambos aspiraban á apoderarse de la autoridad dominando en el corazon de un monarca inesperto y débil. Mas lejos de marchar acordes los dos hermanos, eran rivales entre sí, y cada cual procuró hacerse un partido entre los grandes de la córte; y asi fué que se partieron estos en dos bandos, los unos que seguian al infante don Juan y á don Pedro su hermano, que andaba unido á él, como eran el arzobispo de Toledo don Sancho de Rojas, el conde don Fadrique y Juan Hurtado de Mendoza; los otros que se adherian á don Enrique, como el arzobispo de Santiago, don Lope de Mendoza, el condestable don Ruy Lopez Dávalos, el adelantado Pedro Manrique y Garci Fernandez Manrique. Pero todos ellos trabajabañ por ganar el favor del doncel don Alvaro de Luna, que era el que en realidad disponia de la voluntad del rey.

Llevaba el partido del infante don Juan al de don Enrique la ventaja do contar con Juan Hurtado de Mendoza y con Fernan Alonso de Robles, por cuyos consejos se guiaba don Alvaro. Afanábase en cambio don Enrique por estrechar mas su deudo con el rey, casándose con la infanta doña Catalina su hermana, cuyo matrimonio contradecian enérgicamente los consejeros del de Luna, y el cual repugnaba ella misma tambien.

En tal situacion, habiendo ido el infante don Juan á Navarra á celebrar sus bodas con la princesa doña Blanca, aprovechóse su hermano don Enrique

(1) Habia don Fernando dejado en su testamento á su hijo segundo don Juan los es tados de Lara, Medina del Campo, el ducado de Peñafiel, el condado de Mayorga, Castrojeriz, Olmedo, Villalon, Haro, Bellborado, Briones, Cerezo y Montblanch: á don Enrique el condado de Alburquerque y el señorío de Ledesma, Salvatierra, Miranda, Montemayor, Granada y Galisteo, con las cinco villas de Castilla: á don Sancho, Montalban y Mondejar, pero éste murió antes que su padre: á don Pedro las villas de Terraza, Villagrasa, Tárrega, Elche y Crevillente: á las infantas doña María y doña Leonor, cincuenta mil libras barcelonesas cada una.

Don Juan, á quien su padre había dado el gobierno de Sicilia, habia sido llamado de aquel reino por su hermano Alfonso V., rey ya de Aragon, temeroso de que los sicilianos quisieran alzarle por rey. Frustrado su matrimonio con la reina Juana de Nápoles, segun en el anterior capítulo referimos, resolvió después casar con doña Blanca de Navarra, viuda del insigne rey don Martin de Sicilia, é hija de Cárlos el Noble de Navarra y heredera presunta de este reino.-Don Enrique era maestre de Santiago, y aspiraba á la mano, que al fin obtuvo, de la infanta doña Catalina, prima suya, y hermana del rey don Juan.

á

de aquel accidental apartamiento, para dar un atrevido golpe de mano que le llevára derechamente al cumplimiento de sus designios. Hallábase el rey don Juan muy tranquilo en su palacio de Tordesillas, cuando una mañana del mes de julio (1420), antes de amanecer se vió sorprendido en su misma cama, a cuyos pies dormia don Alvaro de Luna (que era la mayor honra y conflanza que podia recibirse entonces de un rey), por don Enrique y su gente, que le decian: «Levantaos, señor, que tiempo es.-Buena gente, preguntó el rey sobrecogido ¿tan de mañana, dónde?» —Esto acontecia cuando ya el infante, que habia penetrado por sorpresa en el palacio con trescientos hombres de armas, habia arrestado en su estancia á Juan Hurtado de Mendoza, á quien cogió durmiendo en compañía de su esposa doña María de Luna, y le tenia asegurado igualmente que á otros oficiales de la real casa. Procuró don Enrique tranquilizar al rey, diciéndole que todo aquello lo hacia por su mejor servicio, y por alejar de su palacio y consejo algunas personas que no le convenian, pero que esto no iba con don Alvaro de Luna, á quien tenia por muy digno de conservar la confianza del rey por su lealtad. Dueño, pues, don Enrique del palacio y de la persona del monarca, hizo publicar por las ciudades y villas del reino que todo aquello se habia ejecutado con conocimien to y beneplácito del rey. Mas como el infante don Juan, que solo se detuvo cuatro dias en Navarra, se hallase ya de vuelta en Castilla, y no faltase quien le informára de lo acontecido en Tordesillas, y de que la voluntad del rey cra de salir del poder de don Enrique, juntó los prelados y nobles de su bando, entre los cuales se hallaban el arzobispo de Toledo, los adelantados de Castilla y Galicia y otros muchos magnates, reunió sus lanzas y escribió á to das las ciudades del reino, noticiándoles el atrevimiento y desacato de su hermano para con el rey, y exhortándolas á que se uniesen con ellos para acordar lo que mejor cumpliese al servicio y bien comun de los reinos. Noticioso de esto don Enrique, despachó otras cartas firmadas por el rey á los procuradores de las ciudades, prohibiéndoles que se juntasen con don Juan y los suyos, y sin embargo no pudo impedir que se incorporasen á don Juan multitud de prelados, nobles, caballeros y oficiales reales.

Trabajaba cuanto podia la reina viuda de Aragon, doña Leonor, madre de los dos infantes, por concertar á sus dos hijos, y andaba diligente y congojosa de un campo á otro haciendo oficios de mediadora para ver de evitar un rompimiento y que disolviese cada uno la gente armada que tenia. Don Juan se hallaba con los suyos en Olmedo; don Enrique se habia trasladado con el rey á Avila, donde se veló el monarca con doña María su esposa (agosto, 1420). Allí convocaron á córtes á los grandes y procuradores del reino para que sancionasen to hecho en Tordesillas, presentándolo como ejecutado á gusto y

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