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popa Juan. Deliberado esto, y con motivo de haber sobrevenido á don Ferrando de Aragon una grave enfermedad en Valencia, se acordó que las vistas con el emperador, que se habia concertado tener en Niza, se verificasen en Perpiñan.

Quedaban ya dos solos competidores al pontificado, Gregorio XII. y Benito XIII. El primero de éstos hizo un gran beneficio á la Iglesia enviando al Concilio de Constanza á Cárlos Malatesta de Arimino, para que en su nombre presentase su renuncia ante aquella venerable asamblea, la cual admitió á su congregacion todos los cardenales de la obediencia de Gregorio. Restaba soJamente el inflexible Pedro de Luna, Benito XIII., que atrincherado en Aragon como en una ciudadela, se mantenia inexorable á pesar de su edad mas que octogenaria. El concilio determinó ya requerirle á que hiciese la renuncia, á cuyo efecto le envió una embajada compuesta de un arzobispo y tres obispos, y el emperador se despidió de la asamblea para venir á celebrar sus vistas con el rey de Aragon. Desgraciadamente, la dolencia de este monarca habia ido en aumento, y un dia le acometió un desmayo que se tuvo por el término de su existencia, tanto que un caballero de la cámara le cerró los ojos en la persuasion de que habia dado el último aliento, y se divulgó su muerte por toda la ciudad. Recobróse no obstante de aquel accidente, y apenas se halló un tanto repuesto, con el afan de no faltar á la cita del emperador salió de Valencia con la salud todavía harto quebrantada, y haciendo pequeñas jornadas por mar y tierra, pudo llegar, no sin gran fatiga, á Perpiñan (51 de agosto, 1415), donde le esperaba ya el papa Benito, y donde arribaron de alli á algunos dias los embajadores del concilio, y el emperador y rey de romanos (19 de setiembre). Acudieron tambien representantes de los reyes de Francia, de Castilla, de Navarra y de otros principes de la cristiandad. Hiciéronse en la ciudad grandes fiestas para el recibimiento de tan altos personages, y el mundo entero estaba suspenso de la determinacion que alli se tomaria.

No podia imaginarse el emperador que habiendo tenido poder para hacer que dos de los tres papas abdicasen en beneficio de la paz; que habiendo venido en persona á tan lejanas regiones con el solo fin de recabar otro tanto del tercero y único que restaba; que contando para ello con la cooperacion é influjo de rey tan poderoso como el de Aragon; que interesándose en la misma causa un concilio general, las naciones todas y la cristiandad entera; no podia presumir, decimos, que todo su poder y todo el prestigio de su nombre, que todas las amonestaciones, instancias y requerimientos, y los esfuerzos combinados de reyes, principes, embajadores y prelados de tantos paises, se estrelláran contra la tenacidad inquebrantable del antipapa aragonés. Y sin

embargo, aconteció así. Cansado el emperador de las dilaciones y moratorias, y de las condiciones inaceptables que ingeniosamente discurria el antiguo prelado de Zaragoza para eludir la renuncia, determinó abandonar á Perpiñan y apelar á las decisiones canónicas del concilio. Teníanle á don Fernando postrado en una cama sus dolencias, y cra el príncipe heredero don Alfonso su hijo el que en su nombre y con su poder gestionaba en este dificultosísimo negocio. En una congregacion de príncipes, embajadores y prela→ dos se acordó por último requerir solemnemente al papa Benito por tres veces para que hiciese la renuncia. A esta determinacion correspondió él saliéndose de Perpiñan, y retirándose al puerto de Colibre. Alli le siguieron los embajadores suplicándole se volviese á Perpiñan, y haciéndole el segundo requerimiento. La respuesta fué salir de Colibre y refugiarse con sus car→ denales en el castillo de Peñíscola, resuelto á desafiar desde la altura de una roca todos los poderes humanos, y á resistir con firmeza á príncipes y concilios.

El caso pareció ya estremo al doliente don Fernando de Aragon, y con deseo de saber si podria lícitamente apartarse de la obediencia del papa Benito, segun le aconsejaban, quiso oir el dictámen del varon eminente de aque→ llos tiempos San Vicente Ferrer. La respuesta del sábio y virtuoso apóstol fué, que si hecho el tercer requerimiento no accediese el papa Benito á lo de la renuncia, no debia diferir un solo dia el sustraerse á su obediencia, pues la dilacion podria ser causa de perpetuarse el císma, y que deberia reconocerse el pontifice que en concilio general fuese nombrado por libre y canónica eleccion. Hecho, en conformidad á este dictámen, el tercer requerimiento, la contestacion del refugiado en Peñíscola fué acaso mas desabrida que las anteriores, y lejos de intimidarse en su aislamiento y estrechez, hizo un llamamiento á sus prelados para celebrar en Peñíscola un concilio que oponer al de Constanza, con la misma arrogancia que si fuese un pontifice indisputado y reconocido por toda la cristiandad (diciembre, 1415). En su consecuencia el rey don Fernando, semi-moribundo como estaba, pero no queriendo que lo legase la muerte sin haber hecho por su parte cuanto su conciencia le aconsejaba para la estirpacion del cisma y la ansiada union de la Iglesia, dióse prisa á concordarse con el emperador, con el rey de Navarra, su tio, y con los embajadores de otros príncipes y del concilio de Constanza, y despues de haber ordenado á los prelados de todos sus reinos, inclusos les cardenales de la obediencia de Benito, que asistiesen por sí ó por procuradores al concilio constanciense, y mandando bajo pena de la vida á los gobernadores de los castillos y lugares del maestrazgo de Montesa que se abstuviesen de llevar ni consentir se llevasen viandas, armas ni socorros de ningun género.

al castillo de Peñíscola, determinó hacer acta solemne de apartamiento de la obediencia del papa aragonés.

Publicóse, pues, en Perpiñan con toda ceremonia y aparato (6 de enero. 1416) el acta en que constaba que el rey don Fernando I. de Aragon, por sí y á nombre de todos sus reinos, se sustraia á la obediencia que por espacio de veinte y dos años habian dado al cardenal don Pedro de Luna, que so llamaba pontifice con el nombre de Benito XIII. Dió autoridad y solemnidad á este acto un sermon que predicó el Santo Vicente Ferrer, cuya religion, prudencia y sabiduría reverenciaba toda la cristiandad. Se pregonó el acta por todas las ciudades y villas de los tres reinos, y en ella se daban estensamente las razones que habian motivado tan importante resolucion. Se previno á todos los obispos, eclesiásticos y oficiales reales que nadie le asistiese ni siguiese, y que los frutos y rentas de la cámara apostólica se secuestrasen y reservasen para el pontifice único que fuese nombrado y recibido por la Iglesia universal.

Tomada esta grave determinacion, que admiró mas por venir de un mo→ narca á cuya elevacion habia cooperado tanto el antipapa Benito, y por lo mismo que sacrificaba sus personales afecciones al bien general de la Iglesia, salió el rey don Fernando de Perpiñan en un estado de salud harto lamentable, con el ánsia de pasar á su querida Castilla y ver si lograba alivio á sus dolencias respirando los aires de su suelo natal. Pero á su paso por Barcelona, con intento de dejar acabado lo que en las cortes de Momblanc habia comenzado y propuesto, quiso probar los ánimos de los conselleres de aquella ciudad para con él, y suprimió un impuesto al cual estaba obligado á contribuir el rey no menos que los vasallos. Pero lleváronlo tan á mal aquellos cinco magistrados populares, que uno de ellos, nom→ brado Juan Fiveller, dispuesto á arrostrar las iras del monarca, y hasta la misma muerte si fuese menester, con increible osadía le dijo al rey: «Que se maravillaba mucho de que tan pronto olvidára el juramento «que habia hecho de guardarles sus privilegios y constituciones; que aquel atributo no era del soberano, sino de la república, y que con aquella condiacion le habian recibido por rey; que él y sus compañeros estaban decididos á sdarle antes la vida que la libertad; pero que si ellos muriesen por sostener dlas libertades de su patria, no faltaria quien vengára su muerte (1). Y dicho esto, se retiró á una estancia á esperar tranquilo su sentencia. Los catalanes que el rey tenia en su consejo procuraron templar su enojo, y aconsejáronle que no procediese contra la persona de Fiveller, por la arrogancia y aun

4) Zurita. Anal. lib. XXII., c. 59.

desacato con que acababa de hablarle, porque de castigarle era muy de temer una conmocion y alboroto popular, esponiéndole que no se habia conducido con los catalanes de manera que éstos miráran todavía con grande amor su persona y gobierno. Reprimióse, pues, el rey y se contuvo: mas al dia siguiente, sin anunciar su partida sino á unos pocos de los mas íntimos de su casa y servicio, salió de la ciudad en una litera, renegando de aquel pais; y como los conselleres saliesen á alcanzarle y despedirle, negóse å darles á besar Ja mano.

El estado de su salud no le permitió andar mas de seis leguas. Al llegar Igualada, exacerbáronsele sus dolencias en términos que á muy poco falleció (2 de abril, 1416), siendo todavía de edad de treinta y siete años. En so testamento dejaba por herederos y sucesores á sus hijos por órden de primogenitura, y en el caso de que estos faltasen, á los hijos varones de las infantas, no dando lugar á que sucediesen las hembras (1). Para cumplir sus descargos y satisfacer las deudas de los reyes de Aragon sus predecesores, dejaba su rica corona, sus joyas y vajillas de oro y plata, y algunas villas, lugares y beletrías que tenia en Castilla.

Todos los escritores contemporáneos han hecho justicia á las grandes virtudes de don Fernando I. de Aragon, el de Antequera. Franco y benéfico para todos, aunque inflexible y severo en el castigo de los crímenes contra el Estado; templado, sóbrio, morigerado en sus costumbres, religioso sin fanatismo, amante de la justicia, intrépido y valeroso en la guerra, y sin embargo amigo de la paz, general entendido y conquistador afortunado, labcrioso é infatigable en los negocios del gobierno: tal era el principe que el derecho de sucesion y la voluntad del pueblo aragonés habian llevado de Castilla á Aragon, y mereció los renombres de el Honesto y el Justo (2).

(1) Los hijos de don Fernando y de doña Leonor de Alburquerque (la rica hembra) su esposa, fueron: 1.° Don Alfonso, que le sucedió en el reino de Aragon; 2.° Don Juan, señor de Lara, duque de Peñafiel y de Momblanc, gobernador de Sicilia; 3.o Don Enrique, maestre de Santiago y conde de Alburquerque; 4. Don Sancho, maestre de Calatrava y Alcántara; 5.° Don Pedro, que fué duque de Notho en Italia; 6.o Doña María, que casó con su primo el rey don Juan II. de Castilla; 2.° Doña Leonor, que fué mas

adelante esposa de don Durate ó Eduardo de Portugal.-Flores, Reinas católicas, tom. II, -Bofarull, condes de Barcelona, tomo II.

(2) Laurent. Valla, De rebus á Ferdin. gestis.-Alvar Perez de Santa María, en la crón. de don Juan II.-Pedro Tomich.-Blancas, Coronacion y Coment.-Zurita Anal., libro. XII.-Diego Monfar, Hist. de los condes de Urgel.-Feliu, Anal. de Cataluña.-Bofarull, Condes vindicados, y Compromiso da Caspe.-Hist. del cisma de Occidente.

CAPITULO XXVII.

CONCLUYE EL REINADO

DE DON JUAN II. DE CASTILLA.

De 1419 á 1434.

Bandos en el reino.-Los infantes de Aragon don Juan y don Enriqué.-Sorprende don Enrique al rey en Tordesillas, y se apodera de su persona.-Libértale don Alvaro de Luna en Talavera.-El rey sitiado en Montalvan por el infante don Enrique: apuros, padecimientos y estrema miseria que pasa: el infante don Juan concurre á salvarle.-Actitud belicosa de los partidos.-Prende el rey alevosamente á don Enrique en Madrid, le encierra en un castillo y le confisca los bienes.-Proceso contra el condestable Dávalos.-Don Alvaro de Luna es nombrado condestable de Castilla.-Hereda el reino de Navarra el infante don Juan.-Los dos reyes hermanos, el de Navarra y el de Aragon, reclaman la libertad de su tercer hermano don Enrique: cómo salió éste de la prision.-Conjuracion contra el condestable don Alvaro de Luna: es desterrado de la córte: efectos de su salida: turbulencias, anarquía: vuelve á la córte don Alvaro: toma mas ascendiente sobre el ánimo del rey: ciego amor del monarca á don Alvaro.-Sale de Castilla el rey de Navarra, y por qué.-Guerra de Castilla con Navarra y Aragon, y su resultado: rebeliones de magnates en el reino.-Revolucion de Granada: destronamientos de reyes: parte que tomó en estos sucesos el rey de Castilla: guerra con los musulmanes: comportamiento del rey y de don Alvaro de Luna en ella.-Memorable batalla de Sierra Elvira, y glorioso triunfo de los castellanos.-Situacion del reino granadino: guerras civiles entre los moros: sucesion de emires.-Sucesos en las fronteras: victorias y reveses: conquista de Huescar: catástrofes terribles de los cristianos en Archidona y en Gibraltar: proezas de algunos caballeros: el marqués de Santillana: el moro Aben Cerraz: otros célebres campeones.-Riqueza, influjo y autoridad de don Alvaro de Luna en Castilla: negligencia y debilidad del rey. -Cómo empezó la gran conjuracion contra el condestable: quiénes entraron en ella: graves alteraciones: compromiso de Castronuño: segundo destierro de don Alvaro de la corte.-Inconsecuencias del rey: acusaciones que los confederados hician al condestable: situacion lastimosa del reino.-Privanza de don Juan Pacheco con el príncipe de As

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