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ceso, para lo cual fueron elegidos doce letrados del Consejo los de mas confianza del soberano; el cual, despues de andar recogiendo con una avidez poco digna algunas cantidades de dinero que el condestable tenia en diferentes puntos, pasó á tomar su villa de Escalona, que halló tan fortificada y defendida por la esposa, el hijo, los criados y adictos de don Alvaro, que hubo de renunciar á rendirla mientras el condestable viviese.

Entretanto el proceso se habia terminado, y la sentencia fué la que el rey deseaba y era de suponer y esperar. «Señor, le dijo el relator del tribunal, por todos los caballeros y doctores de vuestro Consejo que aquí son pre❝sentes, é aun creo que en esto serian todos los ausentes: visto é conoscido por ellos los hechos, é cosas cometidas en vuestro deservicio y en daño de dla cosa pública de vuestros reinos por el maestre de Santiago don Alvaro <de Luna, é como ha seydo usurpador de la Corona Real, é ha tiranizado é «robado vuestras rentas; hallan que por derecho debe ser degollado y después que le sea cortada la cabeza é puesta en un clavo alto sobre un cadalaso ciertos dias, porque sea ejemplo á todos los grandes de vuestro reino.> Oida la sentencia, mandó inmediatamente el rey por carta patente à Diego de Zúñiga que condujese al preso á Valladolid con buena escolta. En el camino salieronle al encuentro dos frailes del convento del Abrojo, uno de ellos fray Alonso de Espina, autor de una obra de moral, los cuales comenzaron á darle consejos y á hacerle exhortaciones cristianas como para prepararle á recibir la muerte con resignacion. Sospechaba ya don Alvaro, y con esto acabó de comprender el destino que le aguardaba, no obstante el seguro firmado por el rey. Llegados á Valladolid, diéronle la mortificacion de aposentarle aquella noche en las casas de Alonso Perez Vivero, aquel á quien él habia hecho arrojar por una ventana en Burgos, donde tuvo que sufrir los insultos y denuestos de la familia y criados de su víctima. La noche siguiente le trasladaron á la casa de Alfonso de Zúñiga, donde toda la noche le acompañaron los dos frailes del Abrojo exhortándole á morir como cristiano, porque al dia siguiente habia de ejecutarse el suplicio.

A la primera hora de la mañana el ilustre sentenciado oyó misa y comulgó muy devotamente. Lleváronle después á peticion suya un plato de guindas, comió unas pocas y bebió un vaso de vino. Llegada la hora, salió la comitiva fúnebre camino del lugar de la ejecucion: cabalgaba el reo en una mula llevando sobre los hombros una larga capa negra: iban los pregoneros diciendo en altas voces: Esta es la justicia que manda hacer el Rey Nuestro Señor á este cruel tirano é usurpador de la corona real en pena de sus maldades é deservicios mandándole degollar por ello (1). Asi caminaron por la calle (1) El Bachiller Cibdareal, testigo del suplicio, observa que como uno de los prego

de Francos y la Costanilla hasta la plaza, donde se habia erigido un cadalso cubierto con un paño negro, y sobre el cual habia un crucifijo con antorchas encendidas á los lados. En el ámbito y en las ventanas de la plaza habia una inmensa muchedumbre de gente de la ciudad y de la comarca que habia concurrido á presenciar la ejecucion. Al ver al condestable descabalgar, subir con paso firme al tablado, arrodillarse ante la imágen del Redentor, pasear después con frente serena por el estrado mirando á todas partes, al contemplar el fin que iba á tener aquel hombre que pocos dias antes estaba 'siendo el verdadero rey de Castilla, la gente comenzó á hacer muy gran llanto, dice un cronista nada apasionado del condestable. Al ver éste á un caballerizo del príncipe llamado Barrasa: «Ven acá, Barrasa, le dijo: tù estás aquí mirando la muerte que me dan: yo te ruego que digas al principe mi señor, que dé mejor galardon á sus criados quel rey mi señor mandó dar á mí.» Como viese que el verdugo le iba á atar las manos con un cordel, «No, le dijo, átame con esto, y sacó una cinta que à prevencion en el pecho llevaba: «y te ruego que mires si traes el puñal bien afilado, porque prontamente me despaches.» Preguntó luego qué significaba el garfio de fierro que sobre el madero habia, y como le contestase que era para poner en él su cabeza despues de degollado, Despues que yo fuere degollado, repuso friamente el condestable, hagan del cuerpo y de la cabeza lo que querrán.»

Dicho esto, comenzó á desabrocharse el cuello del jubon, se arregló la ropa, y se tendió en el estrado... A los pocos instantes se ofreció á los ojos del público el horrible espectáculo de la cabeza del gran condestable y macstre de Santiago don Alvaro de Luna separada del cuerpo y clavada en el garfio, donde estuvo espuesta tres dias. Para mayor ignominia se habia colocado al pie una bandeja de plata para recoger las limosnas que quisiesen dar para el entierro, como se acostumbraba hacer para los reos comunes. A los tres dias fué recogido el cadáver y llevado á sepultar en la ermita de San Andrés, donde se enterraba á los malhechores. Desde alli se le trasladó á los pocos dias al convento de San Francisco, y mas adelante á una capilla que él habia mandado hacer en la iglesia mayor de Toledo (1).

neros en lugar de decir por los deservicios dijese por los servicios, esclamó el condestable con mucha serenidad: Bien dices, hijo, por los servicios me pagan asi.

(1) Crónicas de don Juan II. y de don Alvaro de Luna.--He aqui cómo refiere un autor de aquel tiempo la prision de don Alvaro hasta su muerte.

«Mandó el condestable ensillar un caballo y cubrirle con ricas mantas llenas de veneras, y se puso el arnés que le habia regalado el rey de Francia, pues queria presentar al rey un largo escrito en que hacia mencion de sus principales servicios. Antes de montar dió á Gonzalo Chacon el seguro que le habia dado el rey. Al ir á salir encargó á Chacon y

Tal fué el trágico y desas troso fin del famoso condestable de Castilla don Alvaro de Luna (2 de junio, 1455), de ese hombre estraordinario que por mas de treinta años habia ejercido la mayor privanza de que ofrecen ejemplo los anales de las monarquías. La repentina transicion desde la cumbre del favor y del poder á las gradas del cadalso es una de las lecciones y enseñanzas mas grandes que suministra la historia. Reconociendo nosotros que

á Fernando Sesé que cuando fuese tiempo se fuese con sus criados á la posada del conde, su fijo, y habló á sus criados. Al llegar á la puerta encontró á Ruy Díaz y al adelantado Perafan, que le noticiaron estaba el pueblo alborotado y no le podrian librar conforme el rey se lo habia mandado, y le persuadieron que se quedase en su casa. Luego que se apeó se presentaron los dichos Diaz y Perafan con gentes de armas y dijeron que venian á defenderle. En cuanto el rey supo que no habia salido, se vino á la misma posada del condestable, y comió alli, pero no le quiso ver, y le mandó poner guardias confiando su custodia á Ruy Diaz que le habia hecho desarmar. Solo le dejaron dos pages y dos criados, los demas fueron presos y ilevados á la cárcel pública, y como dice el cronista, robados de cuanto avian.

«El conde don Juan, su hijo, se escapó con un solo criado, y disfrazado en hábito de muger, y encontró en el camino con el caballero don Juan Fernandez Galindo, que iba á su aventura con treinta de á caballo, y le acompañó hasta Escalona, donde estaba la condesa su madre. Juan Luna salió en hábito disimulado que le proporcionó un clérigo, y á Fernando Rivadeneyra le tuvo escondido el obispo de Avila hasta mejor ocasion. «Aquella misma noche de la prision mandó el rey á buscar á Gonzalo Chacon para preguntarle dónde tenia el condestable los tesoros, y en vez de contestarle, le habló tan bien en favor de su señor, que el rey no pudo contener las lágrimas, le recomendó que siguiese sirviéndole bien, pero le mandó á la cárcel.

«El condestable solo tenia guardas y no muy estrecha prision, y enviaba cartas á Chacon, para la condesa, para el conde don Juan y don Pedro de Luna, sus hijos, para don Juan de Luna y para el alcaide de Portillo. Trató de escaparse, y no encontró otro

medio mejor que salir por una ventana, pero tuvo que confiar este proyecto á los pages, y uno de ellos se lo participó á Ruy Diaz. Viendo frustrado su plan, avisó á Chacon y Sesé para que persuadiesen à don Alvaro de Estuñiga que cuando se marchase el rey de Burgos le reclamára, y que le daria en casamiento á su hijo el conde don Juan para una hija del don Alvaro, y una fija para otro fijo del mismo, y obraba asi porque temia á Ruy Diaz como caballero muy cobarde. Estúñiga reclamó al rey valiéndose del carácter de justicia mayor, pero nada pudo conseguir.

«Partió el rey de Burgos, y marchó con él Ruy Diaz, confiando á su hermano el prestamero la guarda de don Alvaro que iba en una mula sin armas algunas, y lo llevaban por camino apartado. Supo por el camino que venia el arzobispo de Toledo á ver al rey, y creyó que en atencion á ser pariente suyo y hechura suya, vendria á abogar por él, y tan confiado estaba en su amistad que mandó á sus criados cuando le prendieron, que le llevaran al conde, su hijo, aunque no quisiera la condesa, pero el arzobispo se mostró uno de los mayores contrarios del condestable, y debiendo encontrarle en el camino varió de direccion por no hablarle.

«Gonzalo Chacon queria avisar de todo al maestre, y estando en Dueñas pidió hablar al rey; conducido á su presencia le dijo que si pudiese hablar con el condestable averiguaría donde estaban los tesoros. El rey le prometió que le hablaria si juraba no decir mas que lo que le mandaran, pero al cabo no tuvo efecto este permiso.

«Llegó el rey á Portillo, y el alcaide Alfonso Gonzalez de Leon y su hijo hicieron al principio alguna resistencia, pero por último entregaron el castillo con la condicion que el rey les diese, como les dió, parte del aver que alli tenian, y entregaron las apetecidas arcas; pero no contenian todo el dinero, por

su desmesurada ambicion le condujo á abusar en daño de los reinos de la alta posicion á que su loca fortuna le habia elevado, y reservándonos emitir en otro lugar mas detenido juício acerca de este célebre personage, convenimos con los que opinan que á nadie menos que al rey don Juan II. le correspondia ensañarse como se ensañó con su antiguo privado, con el hombre por quien habia obrado y pensado toda la vida. Así no estrañamos que por dos veces, segun un escritor contemporáneo, tuviera ya firmada la

que aquellos dos las habian artificiosamente te en direccion de Portillo, se hiciese encondesolado é avian sacado no pequeña suma, é tradizo con él y le participara la sentencia, despues avian tornado á las solar é enclavar porque los demas nada le dirian. Ejecutado con cierto artificio. asi, cuando lo supo don Alvaro se lo agradeció mucho que se lo dijera, dió un gran suspiro, y alzando los ojos al cielo solo dijo; Bendito tú seas, Dios, y Señor, que riges é gobiernas el mundo, y rogó al religioso que no le dejase ni se separase dél hasta su muerte, y por el camino asta Valladolid, que serian unas dos leguas, fueron hablando solo de la conciencia.

«Desde alli se dirigió el rey á Maqueda, donde Fernando de Rivadeneyra que la custodiaba hizo una gran defensa, hasta que el rey mandó pregonar como traidor á Rivadeneyra, que entonces la entregó.

«Desde aqui marcharon á Escalona, donde estaba la condesa, el conde su hijo y muchos caballeros, y estuvieron unos veinte dias sin poderla tomar. Era por el mes de Junio, y aquel año habia tanta falta de pan que murieron muchos en la sierra de hambre, y eran pocos los que en tierra llana comian pan de trigo, y los mas de cebada y de legumbres

«Visto que no habian podido tomar á Escalona, juntó el rey su consejo, en el que no habia un amigo de don Alvaro, y manifestaron todos que estaba apoderado del reino, que tenia muchas villas, fortalezas y castillos, que era muy amado y muy temido de todos los suyos, y que creerian que volveria á la gracia del rey, y que para evitarlo y que pudiese el rey apoderarse de sus fortalezas convenia quitarle la vida. Todos convinieron en la sentencia, escepto el arzobispo de Toledo, que como era causa de muerte se salió del consejo.

«Dada la sentencia, encargaron que cuidase de su ejecucion Diego Lopez de Estúñiga, primo del conde de Plasencia, como lugar-teniente del justicia mayor, é que la ejecucion fuese en Valladolid.

«Marchó Estuñiga á Portillo, donde estaba el maestre, despues de haber recogido en Valladolid la gente que creyó necesaria para conducirle en buena guarda, y habiendo dispuesto que el maestro Alfonso Espina, gran famoso letrado é maestro en teología y á quien conocia don Alvaro, marchase al dia siguienTOMO IV.

«Llegados á Valladolid, lo llevaron á las casas de don Alfonso Estúñiga, en la calle que se llama Caldefrancos, á donde solia parar el mismo maestre en tiempos pasados. Al dia siguiente oyó misa, y despues pidió guindas y pan; tomando muy poco de uno y otro, y luego vino á buscarle Estúñiga con su gente. Cabalgaba en una mula cubierta de luto, y él llevaba una capa larga negra. Lo llevaron al lado del convento de San Francisco, donde estaba levantado el cadalso cubierto con una rica alfombra. El pregon que se leyó estaba mal compuesto, pues aunque los del consejo tenian consigo al relator Fernando Diez de Toledo, que era de sutil ingenio, no pudieron decir mas que estaba apoderado de la persona del rey. Al llegar al cadalso se apeó y subió sin empacho los escalones, luego se quitó el sombrero y se le dió á uno de los pages, y arregló los pliegues de la ropa que llevaba vestida; y como el sayon le dijese que le convenia por entonces atarle las manos, ó á lo menos atarle los pulgares, porque él non ficiese algunas bascas é apartase de sí el cuchillo con el espanto de la muerte, él sacó una agujeta de garbier que traia, las cuales se usaban en aquel tiempo, é eran casi unas pequeñas escarcelas, y con aquella le ató los pulgares. Su cuerpo fué sepultado en la iglesia de San Andrés, etc.» 27

órden para que se suspendiese el suplicio, y que quedára sin efecto por sugestion de la reina, que tambien llevó su encarnizamiento con el condestable á un estremo que no cuadraba á una reina, y menos á quien le era deudora del trono (1).

A los quince días del suplicio del condestable, pasó el rey don Juan á comDatir á Escalona, donde se hallaban la viuda de don Alvaro, su hijo don Juan, y todos sus parientes y criados. Viendo el rey que no era fácil reducir pronto la plaza, capituló con la condesa, y aquel monarca que con tanta avidez habia andado ya buscando y recogiendo los dineros y alhajas de su antiguo valido donde quiera que tuviese noticia de que existian, acabó de poner de manifiesto su baja codicia y su falta de dignidad pactando la rendicion de la villa bajo la condicion de que los bienes y tesoros que allí habia dejado don Alvaro se partirian por mitad entre la viuda y el rey, quedando solamente á don Juan de Luna su hijo la villa de Santisteban (2). Desde Escalona despachó el rey una carta general (20 de junio) á todos los duques, prelados, condes, marqueses, ricos hombres, maestres de las órdenes, priores, consejeros, oidores, alcaldes, merinos, alguaciles, caballeros, escuderos, oficiales, buenos hombres, etc. de todas las ciudades, villas y lugares de sus reinos, haciéndoles saber las causas de la prision y suplicio del condestable. En este notable y solemne documento, en que se advierte todo el estilo y toda la redundante verbosidad que usaba ya la curia de aquel tiempo, casi todas las acusaciones son vagas y generales, pocos los cargos y delitos probados, y éstos de tal naturaleza que casi todos se podrian aplicar á la mayor parte de los favoritos de los reyes.

(1) El cronista Perez de Guzman hace el siguiente retrato de don Alvaro de Luna: «Fué, dice, este maestre é condestable de «cuerpo muy pequeño, é de flaco rostro: «miembros bien proporcionados, calvo, ios «ojos pequeños é muy agudos, la boca bonda «é malos dientes; de gran corazon, osado, y «mucho esforzado, astuto y sospechoso, dado «mucho á placeres, fué gran caballero de toada silla, bracero, buen justador, trovaba é «danzaba bien.» Cron. de don Juan II.-Y en las Generaciones y Semblanzas amplia mas esta descripcion, diciendo entre otras cosas, que «era asaz diestro en las armas, y en los «juegos de ellas muy avisado: en el palacio «muy gracioso é bien razonado, como quiera «que algo dudase en la palabra, muy discreato é gran disimulador; fengido é cauteloso.... «fué habido por esforzado.... en las porfias y edebates del palacio, que es otra segunda

«manera de esfuerzo, mostróse muy hombre: «precíábase mucho de linage, no se acordan«do de la humilde é baxa parte de su ma«dre... No se puede negar que en él no ovo «asaz virtudes quanto al mundo, ca placiale «mucho platicar sus hechos con los hombres adiscretos..... é por su mano ovieron muchas «mercedes del rey, é si hizo daño á muchos «tambien perdonó á muchos grandes yerros «que le hicieron: fué cobdicioso en un gran«de estremo de vasallos y de tesoros.... no se podria decir bien ni declarar la gran cobdiacia suya.... etc.»

(2) Tuvo ademas don Alvaro una hija lla. mada doña María, que casó con Iñigo Lopez de Mendoza, duque del Infantado: y fuera de matrimonio á don Pedro de Luna, señor de Fuentidueña, y otra hija que fué muger de Juan de Luna, su pariente, gobernador de Soria.

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