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y Valencia, y decíase de público que el ex-rey de Mallorca obraba protegido no solo por Francia y Sicilia, sino tambien por los de la Union, á cuya cabeza intentaba ponerse, y esto era lo que al aragonés le ponia en mas recelo y cuidado. Dirigióse, por último, don Jaime con su flota hacia Mallor ca, asiento principal de su antiguo reino; mas habiendo arribado á la isla casi al propio tiempo la armada aragonesa y catalana que el activo don Pedro habia espedido contra él, dióse alli un furioso y terrible combate, en que de ambas partes se peleó valerosamente, pero en que comenzaron á perder el ánimo las tropas francesas del de Mallorca. Solo este desventurado príncipe con unos pocos caballeros sostenia con esfuerzo heróico todo el peso de la batalla, mas fueron tantos los enemigos que cargaron sobre él que cayó al fin sin sentido del caballo. Un almogavar valenciano le cortó la cabeza (25 de octubre, 1349). A su vista acabaron de desordenarse los suyos, y aunque se apresuraron á refugiarse en las galeras ó á esconderse por la isla, todos quedaron ó muertos ó prisioneros. Su mismo hijo el infante don Jaime, preso y herido en el rostro, fué llevado al castillo de Játiva, y mas adelante á Barcelona, donde estuvo mucho tiempo encerrado en el palacio menor (1).

Tal fué el trágico desenlace del ruidoso proceso y de la guerra desapiadada que Pedro IV. de Aragon hizo á su deudo y vasallo don Jaime II. de Mallorca, y asi concluyó el reino de Mallorca conquistado y fundado por Jaime I., quedando desde esta época definitiva y perpétuamente incorporado y refundido en el de Aragon. El infortunado don Jaime dió con su muerte un testimonio de que no desmerecia ser rey, pues por sostener su dignidad murió haciendo su deber como buen caballero, dentro de su reino mismo. No negaremos que su desacordada conducta le acarreó en gran parte la desdichada suerte que tuvo; y su falta de prudencia y de tacto contribuyó mucho á que perdiera un cetro que legitimamente empuñaba, y que con mas talento y mas cordura hubie ra podido conservar. Convendremos tambien en que la incorporacion de Mallorca á la monarquía aragonesa fué un beneficio grande para la unidad nacional. Mas como para nosotros los resultados no justifican los medios, siempre condenaremos el proceder artero, mañoso y desleal de Pedro IV. de Aragon para con su aliado y hermano, la manera artificiosa é hipócrita con que, afectando respeto á la lega

(1) Este infante don Jaime casó despues con doña Juana, reina de Nápoles, é hizo, aunque inutilmente, algunas tentativas é invasiones en los dominios de Aragon. El rey don Enrique de Castilla le dió un asilo en

sus reinos. Este infeliz principe murió de una fiebre maligna en Soria en 4375, y con él se estinguió la sucesion legitima al trono de Mallorca.

lidad, inventó y condujo el proceso que habia de perderle, y el rencor y la saña con que, sordo á la voz de la sangre y de la piedad, y á las instancias y empeños de venerables mediadores, se obstinó en hacerle tan dura, constante y encarnizada guerra hasta cebarse en la completa destrucciou de su victima.

Esta índole y condicion natural del rey don Pedro nos conduce á dar cuenta de otro proceso no menos ruidoso y no mas noble que en este intermedio proseguia, no ya contra una madrastra y dos hermanos uterinos, ni contra el marido de su hermana, sino contra el hijo de su mismo padre y de su misma madre, contra su hermano carnal el infante don Jaime conde de Urgel.

Era costumbre en Aragon que el primogénito ó el heredero presunto del trono tuviese la gobernacion general del reino. Como el rey don Pedro IV. no tenia sino hijas, y en Aragon ni las leyes ni el uso daban á las hembras derecho de suceder en la corona, ejercia el cargo de gobernador general su hermano el infante don Jaime, como heredero del reino á falta de hijos varones del rey. Don Pedro, so color de sospechar que su hermano favorecia al rey de Mallorca, ó por lo menos censuraba y afeaba el despojo que se le habia hecho, no se contentó con querer privarle del oficio de gobernador, sino tambien de la herencia del trono, proclamando que debian ser preferidas las hijas al hermano, y pretendiendo en su consecuencia que so reconociese por heredera á la infanta doña Constanza que era la primogénita (1). Conociendo lo peligroso de una innovacion tan contraria á la costumbre y práctica de la monarquía, pero prosiguiendo en su sistema de respeto aparente á la ley, con la cual procuraba escudarse siempre, nombró una junta de letrados para que dilucidasen este punto y diesen sobre él su dictámen. Bien sabía el astuto monarca que no habian de serle desfavorables los pareceres de los legistas, y en efecto, la mayoría opinó en favor de la sucesion de las hembras, si bien no faltaron algunos, entre ellos el mismo vice-canciller del rey, que se atrevieron á arrostrar su enojo emitiendo un dictámen contrario á sus deseos y pretensiones (1347). Fundábanse los primeros en el ejemplo de Castilla, donde reinaban mugeres, en el de Sicilia y en el de Navarra, donde á pesar de haber pasado el reino á la casa de Francia seguian heredando las hembras, y á la sazon reinaba doña Juana; y aun respecto de Aragon mismo citaban el caso de doña Petronila.

(1) Veia, dice el mismo en su historia, que la reina no paria mas que hijas. Y añaden algunos que los médicos le hicieron en

tender que nunca tendrian hijo varon. El
tiempo desmintió bien pronto el pronóstico
de los médicos.

Apoyábanse los segundos en los ejemplos de Inglaterra y de Francia, y de otros reinos, donde en aquel tiempo estaban escluidas las hembras; citaban respecto á Aragon el testamento de don Jaime I., por el cual se escluyó espresamente la sucesion de las hijas siempre que hubiese varon legitimo en la linea trasversal; disposicion que habia sido inviolablemente observada por todos sus sucesores; y por lo que hacía á doña Petronila, respondian que habia sido un caso escepcional, no autorizado por la ley, sino permitido por el consentimiento de todos para evitar graves inconvenientes y males, y que no cayese el reino en poder de un estrangero, y que la misma reina doña Petronila en su testamento habia excluido las hijas y declarado sucesor al conde de Barcelona su marido en caso que no dejasen hijos varones. Pero cualquiera que fuese la opinion de los letrados, la del pueblo estaba por que se guardára la antigua costumbre, y tomaba por grande desafucro y agravio que en el reino de Aragon sucediese muger.

Abrazó no obstante el rey, como se esperaba y suponia, el dictámen de los legistas que favorecia á sus deseos, y en su virtud procedió á declarar y ordenar por cartas á los pueblos de sus señorios la sucesion de la infanta doña Constanza en el caso de morir sin hijos varones; y como recelase que resentido su hermano se pondria en secreta inteligencia con el de Mallorca, mandó que se le espiára y se interceptára la correspondencia que entre sí pudieran tener; y sospechando ademas que don Jaime trataba de confederarse con sus hermanos los infantes don Fernando y don Juan y con el pueblo de Valencia, le privó de la gobernacion general del reino, le mandó salir de Valencia y le prohibió que entrase en ninguna ciudad principal: don Jaime se despidió del rey, y comenzó con esto á moverse alteracion en los reinos. Un acontecimiento inopinado vino á este tiempo á derramar el consuelo y la alegría en todos los aragoneses. La reina dió á luz un príncipe, cuyo nacimiento se miraba como nuncio de paz y como el iris de las discordias y turbulencias que amenazaban. Pero el regocijo se convirtió instantáneamente en luto y llanto. El tan deseado infante pasó de la cuna al sepulcro el mismo dia que habia nacido, y á los cinco dias le siguió á la tumba la reina doña María su madre (1). El pueblo previó los males que habrian de venir en pos de tan infausto suceso. El rey apenas enviudó, contrató inmediatamente su segundo enlace con la princesa doña Leonor, hija de Alfonso IV. de Portugal, y á pesar de los

(4) Fué la reina doña Maria de Navarra señora de muy escelentes prendas. En su testamento instituia herederos, primero al bijo varon que naciese, despues á sus tres

hijas, que eran doña Constanza, doña Juana y doña Maria. Esta última murió tambien en la infancia.-Bofarull, Condes de Barcelona, tom. II.

grandes obstáculos que oponia á este matrimonio el rey de Castilla, enemigo del de Aragon, so pretesto de estar la princesa prometida á su sobrino el infante don Fernando, hermano del aragonés, manejóse éste con tal maña por medio de sus embajadores, que la union conyugal con la infanta portuguesa se realizó, habiendo sido enviada por mar á Barcelona para evitar que cayese en poder del de Castilla.

Quedaba pues en pie la cuestion de la sucesion. El rey, firme en su primer propósito, removió todos los empleados que don Jaime habia tenido en la regencia de la gobernacion, y los reemplazó por otros de su confianza: encomendó al poderoso don Pedro de Exerica, ántes su enemigo, y convertido ahora, no sabemos cómo, en el mas apasionado de sus servidores, el cargo de la gobernacion del reino de Valencia en nombre de la infanta doña Constanza, y emancipó á ésta en presencia de su familia y de varios grandes del reino. General escándalo produjo este acto en un pueblo donde nunca se habia visto que la gobernacion del estado se ejerciese á nombre de una infanta. Don Jaime por su parte tampoco se descuidó en escitar á los ricos-hombres, caballeros y generosos aragoneses á que se uniesen á él y le ayudasen á vindicar los agravios y desafueros que el rey hacía á sus leyes y costumbres, é igual excitacion fué dirigida á los infantes don Fernando y don Juan sus hermanos, que se hallaban refugiados en Castilla. Al llamamiento de don Jaime, y á la voz siempre mágica para los aragoneses de libertad y fueros, acudieron multitud de ricos-hombres y caballeros á Zaragoza, y todas las ciudades, escepto Daroca, Teruel, Calatayud y Huesca, enviaron sus síndicos y procuradores. Proclamóse alli la antigua Union para defender los fueros, franquicias y libertades del reino; se nombró, segun costumbre en tales casos, los llamados conserradores, y se pidió al rey que fuese á celebrar córtes á Zaragoza.

Como aconteciese que en este tiempo saliera el rey de Valencia para Barcelona con objeto de atender á lo del Rosellon, aprovecháronse los valencianos de su ausencia y se alzaron tambien á la voz de Union lo mismo que los aragoneses, y escribieron como ellos á la reina doña Leonor de Castilla y á los infantes sus hijos, para que se juntasen á tratar del remedio á los agravios que el rey les hacia en ofensa de sus costumbres y leyes. Impuso esta actitud al rey don Pedro, y sabiendo que los valencianos trataban de confederarse con los aragoneses, se apresuró á prevenir á don Pedro de Exerica y á los gobernadores de Aragon y Cataluña que en los títulos no pusiesen que cjercian la gobernacion á nombre de la infanta. sino de él mismo: primer triunfo de los de la Union sobre el monarca. Convidado el de Exerica por los valencianos para que se adhiriese à su partido, negósc á ello con corTOMO IV. 4

teses razones en un principio, y después proclamó una Contra-Union, invitando á los ricos-hombres y villas que quisiesen defender al rey á que se congregasen con él en Villareal para acordar la manera de resistir á los insurrectos. Los que se agruparon en derredor de esta bandera realista rogaban al rey que se volviese á Aragon para alentar el partido, mas él tuvo por mas urgente atender primero al de Mallorca, que por aquel tiempo habia invadido con tropas francesas el Conflent y la Cerdaña, guerra que tuvo que hacer con solos los catalanes, porque los ricos-hombres de Aragon se negaron á servirle mientras no diese satisfaccion á sus agravios.

Terminada aquella campaña en los términos que ya referimos, y previendo don Pedro los conflictos en que habian de ponerle los ayuntamientos y uniones de Aragon y Valencia, con su natural y maliciosa cautela hizo ante sus privados y familiares una provision secreta, en que declaraba nulos y de ningun valor cualesquiera privilegios ó confirmaciones que otorgára á los de Aragon, á que no fuese obligado por fuero ó por derecho. Y tomando juramento á los barones catalanes, que era en quienes mas fiaba, de que le serian fieles, volvióse de Perpiñan á Barcelona (junio, 1347), muy receloso de las alteraciones y novedades que amenazaban á sus reinos; recelo en verdad no infundado, porque el bando de los de la Union iba creciendo cada dia en fuerza y en audacia, á pesar de los esfuerzos de el de Exerica, y de los maestres de Montesa y Calatrava para robustecer el partido del rey. Ligados y hermanados los unionistas de Aragon y de Valencia; hecho juramento de auxiliarse mútuamente y defender sus personas y bienes do todo ataque que en general ó en particular intentasen contra ellos el rey ó sus oficiales, con facultad de matar á quien quisiese ofenderlos, excepto á los reyes y á los infantes; dispuestos todos á sostener sus fueros, libertades y privilegios, y dados mútuos rehenes para asegurar el cumplimiento de sus compromisos, acordaron pedir al rey la revocacion de lo que habia ordenado en punto á la procuracion general y á la sucesion del reino; que se nombrase un Justicia para Valencia; que recibiese en su consejo algunas personas de la Union, amovibles á voluntad de sus conservadores y no de otra manera; que cada año se juntasen los de la Union en córtes para revisar sus capítulos, y admitir en ella á los que no la hubiesen jurado; que ningun estrangero tuviese ni empleo en el Estado ni lugar en el consejo del rey; que ninguna de las dos Uniones tratase con el monarca sin conccimiento y participacion de la otra; y por último, que viniese á celebrar córtes á Zaragoza, segun lo habia prometido.

Grande empeño tenia el rey, y con grande abinco pretendió que las cortes se celebrasen en Monzon en vez de hacerlo en Zaragoza, alegando

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