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yes. Es ciertamente una de las eventualidades mas funestas á que está sujeto el principio de la sucesion hereditaria. Mas al través de estas y otras contingencias desfavorables al órden social é inherentes á la institucion, compénsanlas con tal esceso otras tan reconocidas ventajas, que una vez supuesto el órden en un Estado, es su mejor salvaguardia contra las turbulentas pretensiones de los ambiciosos, y el mas fuerte dique en que vienen á estrellarse los desbordamientos de la anarquía; á tal estremo, que desde que se estableció en España aquel saludable principio, aun en las agitaciones de las menoridades de los reyes nadie se atrevió á volver á invocar como remedio la monarquía electiva. Tal aconteció en los dos reinados consecutivos de Fernando IV. y Alfonso XI. que abarca el período que examinamos. Hay ideas que una vez adquiridas van formando otras tantas bases que sirven de cimiento al régimen de las sociedades.

I.

No estrañamos el furor con que se desarrollaron las ambiciones en el reinado de Fernando IV. La preparacion venia de atrás; y la menor edad del rey no fué la causa, sino una circunstancia de que se aprovechó la nobleza, y que la hizo, si no mas pretenciosa, por lo menos mas audaz. Los principes de la real familia; los magnates poderosos; aquellos codiciosos é inquietos infantes, don Juan, don Enrique y don Juan Manuel; aquellos indómitos señores, don Juan de Lara, don Diego y don Juan Alfonso de Haro, que se habian atrevido con un monarca del temple de don Sancho el Bravo, ¿cómo no habian de envalentonarse al ver al frente del reino un niño y una muger? No es, pues, de maravillar el desórden, la confusion y anarquía en que tantos revoltosos pusieron el reino: y gracias que no habia entre ellos unidad de miras; que á haberla, como en Aragon, algo mayor hubiera sido todavía el conflicto del trono. Pero pretendiendo el uno la corona, limitando el otro sus aspiraciones á la regencia, concretándose los demas al aumento de sus particulares señoríos, ó á usurpar los que otros poseian, y no entendiéndose entre si, todos pretendientes y todos rivales, daban lugar y ocasion á que un genio sagaz y astuto, estudiando sus particulares intereses, los dividiera más y los quebrantára.

A estos elementos de turbacion se agregaron otros todavía mas poderosos y mas terribles. El tierno monarca y su prudente madre vieron conjurados contra si todos los soberanos, los de Francia y Navarra, los de Granada

y Portugal. Se invoca nuevamente el derecho, y se alza de nuevo el pendon de los infantes de la Cerda. Entre unos y otros se reparten buenamente la Castilla, como si fuese un concurso de acreedores, y cada cuál se adjudica la porcion que mas le conviene. El territorio castellano se ve á la vez invadido por franceses y navarros, por aragoneses, portugueses y granadinos. Uno de los caudillos del ejército confederado es el infante aragonés don Pedro, á quien le han sido aplicadas las ciudades fronterizas de Castilla y Aragon. Otro de sus capitanes es el perpétuamente rebelde infante castellano don Juan, que en Sahagun se hace proclamar rey de Leon, de Galicia y de Sevilla. ¿Quién conjurará tan universal tormenta? Imposible parecia que el pobre trono cas◄ tellano pudiera resistir á los embates de mar tan proceloso y embravecido.

Y sin embargo, se ve ir calmando gradualmente las borrascas, se ve ir desapareciendo los nubarrones que ennegrecian el horizonte de Castilla, se ve ir re cobrando su claridad el hermoso cielo castellano. El infante don Pedro de Aragon sucumbe con sus mas esclarecidos barones en el cerco de Mayorga, y la hueste aragonesa se retira conduciendo en carros fúnebres los restos inanimados de sus mas bravos adalides. El rey de Portugal retrocede á sus estados casi desde las puertas de Valladolid. El infante don Juan se reconcilia con su sobrino, deja el título de rey de Leon, y reconoce por legitimo rey de Castilla á Fernando IV. Alfonso de la Cerda renuncia tambien à la corona, y se somete á recibir algunos pueblos que le dan en compensacion. Fijanse por árbitros los límites de Aragon y de Castilla. Guzman el Bueno salva á Andalucía de las imprudencias de don Enrique, y sigue defendiendo á Tarifa contra el emir granadino. El papa legitíma los hijos de la reina. Fernando IV. de Castilla casa con la princesa Constanza de Portugal: queda en pacífica posesion de su corona; desaparece la anarquía, y disfruta de quietud y de sosiego el reino castellano.

¿Quién habia obrado todos estos prodigios? ¿Cómo han podido irse disipando tantas nubes como tronaban en derredor del niño rey? ¿Cómo de la mas espantosa anarquía se ha ido pasando á una situacion, si no de completa bonanza, por lo menos comparativamente apacible y serena?

Es que Fernando IV., como Fernando III. de Castilla su bisabuelo, ha tenido á su lado un genio tutelar, una madre solicita, prudente y sagaz como doňa Berenguela: es que el rey y el reino han sido dirigidos por la mano hábil, activa y esperta de doña María de Molina, que como madre ha desplegado la mas viva solicitud y el mas tierno cariño, como muger ha mostrado un valor y una entereza varonil, y como regente se ha conducido con sábia politica y con una energía maravillosa. Serena en los conflictos, astuta y sutil en los recursos, halagando oportunamente la ambicion de algunos magnates, se

vera y fuerte con otros, supo dividirlos para debilitarlos, supo dividir para reinar, y no para reinar ella, sino para entregar el reino sin menoscabo á su hijo (1).

(1) El Maestro Tirso de Molina, ó sea Fr. Gabriel Tellez, ha retratado con verdad y con vivos colores el carácter de esta reina en una de sus mejores comedias titulada: La prudencia en la muger. En uno de los diálogos que supone con su bijo pone el autor

en boca de doña Maria la siguiente descripcion de la situacion en que se hallaba el reino cuando se encargó de la regencia, y del estado en que se le entrega cuando el rey llega á la mayor edad.

Un solo palmo de tierra
no ballé á vuestra devocion,
alzóse Castilla y Leon,
Portugal os bizo guerra,
el granadino se arroja
por estender su Alcoran,
Aragon corre á Almazán,
el navarro la Rioja;

pero lo que al reino abrasa,
hijo, es la guerra interior,
que no hay contrario mayor
que el enemigo de casa.
Todos fueron contra vos,

y aunque por tan varios modos
es bicieron guerra todos,
fué de nuestra parte Dios.

Pues en el tiempo presente,
porque al cielo gracias deis
del reino que le debeis,
le ballareis tan diferente,
que parias el moro es paga,
el navarro, el de Aragon,
hijo, amigos vuestros son,
y para que os satisfaga
Portugal, si lo admitis,
á doña Constanza hermosa

os ofrece por esposa

su padre el rey don Dionis.

No hay guerra que el reino inquiete;

insulto con que se estrague,

villa que no os peche y pague,

vasallo que no os respete;
de que salgo tan contenta
cuanto pobre, pues por vos
de treinta no tengo dos
villas que me paguen renta.
Pero bien rica he quedado,
pues tanta mi dicha ha sido,

El gran tacto de la reina regente estuvo en saber conciliarse el afecto del pueblo, en utilizar convenientemente la lealtad de los concejos castellanos, y en buscar en el elemento y en la fuerza popular el contrapeso á la desmedida ambicion de los príncipes y de los nobles. Entonces se vió cómo se necesitaron y apoyaron mútuamente el trono y el pueblo contra la nobleza turbulenta y codiciosa. Fieles á sus monarcas los concejos de Castilla, pero celosos al propio tiempo de sus fueros, formaron entre sí, muy en los principios del reinado de Fernando IV. (1295), liga y hermandad para defenderse y ampararse contra los desafueros del poder real, pero mas principalmente contra las demasías de la clase noble. Es curioso observar la marcha que en su organizacion politica fué llevando la sociedad española en el último tercio de la edad media. En aquella lucha de poderes y elementos sociales hemos visto, ántes en Aragon como ahora en Castilla, formarse estas confederaciones ó hermandades como por un instinto de propia conservacion y por un sentimiento de dignidad para resistir á los embates é invasiones de otros poderes. Pero en Aragon, especie de república oligárquica, estas hermandades las forman principalmente los nobles contra el influjo de la autoridad real. En Castilla, monarquía esencialmente democrática, las forma el pueblo, los con

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cejos ó municipios, no tanto para contener los desafueros del poder real cuanto para quebrantar el poderío de la nobleza.

La hermandad de los concejos de Castilla en 1295 tiene para nosotros una gran de importancia histórica. Si no fué la primera confederacion popular, fué la protesta mas solemne del pueblo contra las demasías y contra las usurpaciones de la corona y de las clases privilegiadas. Cuando 225 años mas adelante veamos sucumbir las comunidades de Castilla en guerra armada contra las fuerzas y el poder de un soberano y de unos magnates, el vencimiento de estas comunidades será la derrota de aquella hermandad despues de una lucha de mas de dos siglos, y será de tanto influjo en la condicion política de España, que representará el tránsito del gobierno libre y popular de la edad media española al gobierno monárquico absoluto del primer periodo de la edad moderna. Forzoso nos es por lo tanto conocer la índole de la hermandad de Castilla de 1295.

«En el nombre de Dios é de Santa María; Amen (comenzaba este pacto de confederacion). Sepan quantos esta carta vieren como muchos desafueros é <muchos dannos, é muchas fuerzas, é muertes, é prisiones, et despachamientos sin ser oidos, é deshonras é otras muchas cosas sin guisa, que eran «contra justicia é contra fuero, é gran damno de todos los regnos de Castiella, de Toledo, de Leon, de Gallicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de «Jahen, del Algarbe é de Molina, que recebimos del rey don Alfonso, fijo «del rey don Fernando, é mas del rey don Sancho, su fijo, que agora finó, fasta este tiempo en que regnó nuestro sennor el rey don Fernando, que «nos otorgó é confirmó nuestros fueros, et nuestros privilegios, é nuestras «cartas, é nuestros buenos usos, é nuestras buenas costumbres, é nuestras libertades que habiemos en tiempo de los otros reyes quando los mejor hobiemos. Por ende, é por mayor asesego de la tierra, é mayor guarda del «so sennorío, para esto guardar é mantener, é porque nunqua en ningun <tiempo sea quebrantado, é veyendo que es á servicio de Dios é de Santa «María, et de la corte celestial, é á honra é á guarda de nuestro sennor el «rey don Fernando, á quien dé Dios buena vida é salud por muchos annos «é buenos, é mantenga á so servicio: et otrosí á servicio, é á honra é á guarda de los otros reyes que serán despues del, é á pro é á guarda de et oda la tierra, facemos hermandat en uno nos todos conceios del regno de «Castiella, quantos pusiemos nuestros sellos en esta carta, en testimonio é en confirmacion de la hermandat.

«Et la hermandat es esta. Que guardemos á nuestro sennor el rey don «Fernando todos sus derechos é todo su sennorío bien é cumplidamente... etc »

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