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linage de interpretaciones (). En su lugar fué nombrado el duque de Gandía don Cárlos de Borja. Era difí cil reemplazar al duque de Alba, éiban desaparecien do ya aquellos guerreros y capitanes españoles que por mas de un siglo habian llenado de admiracion y de espanto el mundo.

Con objeto sin duda dehalagar el espíritu patrio de los portugueses, ó tal vez con el de desvanecer los absurdos rumores que por el reino corrian, hizo Felipe II, antes de su partida trasladar á Portugal desde Ceuta los restos mortales del rey don Sebastian, que condujo el obispo de aquella ciudad en las galeras de Si. cilia. Desde Almeirim, junto con los del rey don Enrique, los mandó llevar á Belen, panteon de los monarcas portugueses, donde dispuso que fuesen igualmente trasladados los cuerpos de otros descendientes del rey don Manuel, haciendo á todos solemnes y suntuosos funerales.

Partió, pues, Felipe II. de Lisboa (11 de febrero, 1583), y regresando por Badajoz y Guadalupe, llegó á su predilecto monasterio del Escorial (24 de marzo), saliendo toda la comunidad á recibirle en procesion y con el Lignum Crucis, y entrando todos en el templo se cantó el Te Deum laudamus. A los tres dias partió para Madrid, donde entró llevando á su izquierda al

(4) En el Archivo de Simancas, Est. leg. 428, hay varios borradodores del epitafio que se habia de

poner á la memoria y en el sepulcro del duque de Alba.

cardenal Granvela, y el pueblo le aclamó como á quien volvia de acrecentar la monarquía de España con la agregacion de un gran reino (").

(1) No podemos menos de llamar aqui la atencion de nuestros lectores hacia la ligereza con que algunos historiadores estrangeros hablan de los hechos históricos de España.

Mr. Weis, en su España desde el reinado de Felipe II. hasta el advenimiento de los Borbones, en el párrafo que dedica á la conquista de Portugal dice: «A pesar de »la amnistia que publicó (Feli»pe II.) antes de entrar en Lisboa, vertió torrentes de sangre para Dafirmarse en el trono QUE HABIA DUSURPADO. Gran número de por»tugueses distinguidos fueron con»denados á muerte por haber he»cho armas contra él. Cuéntase »que perecieron de órden suya »dos mil sacerdotes ó religiosos. »Semejantes crueldades le atraje»ron la odiosidad pública. Dos ve>>ces intentaron asesinarle; y no >> creyéndose seguro en un pueblo »reducido á la desesperacion, dejó »el Portugal decidido á tratarle >>como á pais conquistado, arruinarle para siempre é imposibilitarle de rebelarse con visos de xéxito favorable. Un virey insolente (un insolent vice-roi), fué «á residir á Lisboa, y á despertar los adormecidos odios en vez » de trabajar por estinguirlos. No >se hizo caso de la nobleza. No se cumplieron las brillantes promesas hechas á los señores portugueses... En los diez y ocho Daños que siguieron á la reunion de ambos reinos, no confirió Felipe II. titulos honorificos mas >que á tres fidalgos, que creó » Condes de Sabugal, Atalaya y Panaguino. Todos los honores y

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dignidades eran para los gran»des de España. El pueblo se vió »tiranizado, etc.»>

No es posible aglomerar en un solo párrafo mas inexactitudes y mas injusticias. Con tono decisivo y con una sola palabra califica el escritor francés de usurpado un trono al que tenia Felipe II. tan respetables, ya que no se quiera decir tan indisputables derechos, unánimemente reconocidos por todos los letrados españoles, y por la mayor y mas ilustrada parte de los jurisconsultos portugueses.Qué vertió torrentes de sangre, dice el historiador francés. Esta es una exageracion injustificada. No diremos que Felipe II. fuera tau indulgente con los vencidos como hubiera sido de desear, y acaso como hubiera podido y debido ser. Pero muy de otra manera le han juzgado los mismos escritores portugueses. «Despues de haber usado algun castigo con algunos cul»pados, dice Faria y Sousa, no co»mo Sergio Galva en todos los »que tardaron en saludarle por »emperador... perdonó á otros, »dejando purificada en pocosla

imprudencia de todos los enga»ñados, y todos fueron tan pocos, »que queriendo reservar algunos » nombró la primera vez... vein»te y cinco solamente; y la se»gunda..... solamente cinco: al»gunos trescientos reservó Cár»los V. en el perlon del tiem»po de las Comunidades.» De esto à verter torrentes de sangre, como dice Weis, el lector comprenderá si hay diferencia. Unicamente le ballamos riguroso, y hasta cruel, con los franceses que ayudaron al

prior don Antonio en su invasion de la isla Tercera; mas si aquello no fué por órden espresa del mismo rey de Francia, como dijo el marqués de Santa Cruz, debió indignar mucho á Felipe que súbditos de un monarca que se decia amigo, y de quien todos los dias recibia cartas afectuosas, hubieran ido de aquella manera á quitarle una parte de su reino.

Que «dos veces intentaron asesinarle, dice Weis, y no creyéndose seguro en un pueblo reducido á la desesperacion, dejó al Portugal, etc. No hemos leido esta especie en ningun historiador estrangero ni nacional que merezca fé. «Que un virey insolente fué á residir á Lisboa...» Nada puede -haber mas injusto que llamar virey insolente alarchiduque y cardenal Alberto. De muy diferente modo que el escritor francés le ha calificado el inglés Watson, que con ser protestante y nada amigo de Felipe II., dice del archiduque Alberto: «En el gobierno de Por»tugal, que habia desempeñado »en calidad de regente, se habia >>grangeado la estimacion general. (Hist. de Felipe II., lib. XXIV.)» Y cuando Alberto fué enviado de gobernador á Flandes, recibiéronle los flamencos como no habian recibido á ningun gobernador, con fiestas, arcos de triunfo, y con todo género de demostraciones de regocijo, por las noticias que tenian de sus buenas prendas, y que no desmintieron sus actos, como se puede ver en todas las historias de Flandes. Este es el que Mr. Weis llama virey insolente.

Que despertó, añade el escritor francés, los ódios adormecidos. Esto es mostrarse completamente peregrino en la historia de la conquista y gobierno de Portugal. Si el archiduque Alberto se encargó de la regencia de Portu

gal aun antes de salir de alli el rey don Felipe, ¿cómo podian estar adormecidos los ódios de los portugueses para poderlos. despertar él?

Que no se hizo caso de la nonobleza, y que en los diez y ocho años que siguieron á la reunion de ambos reinos, no confirió Felipe II. títulos honoríficos mas que á tres fidalgos.-«Las muchas mercodes que hizo Felipe, dice el portugués Faria y Sousa en su Epítome de las Historias portuguesas, P. IV. c. 1. esas ya en los ánimos de todos le dieran el título, etc.» Los consejeros que dejó el rey al archiduque Alberto eran todos sportugueses, á saber: don Jorge de Almeida, arzobispo de Lisboa, Pedro de Alcazoba y Miguel de Moura: á este último le hizo Escribano da Puridade, cargo tan grande que nunca se habia dado sino á las personas mas principales del reino, y desde el tiempo de don Juan III. no se habia vuelto á proveer. Y con que Mr. Weis hubiora leido á Faria y Sousa, hubiera podido añadir á los solos tres títulos que él supone, la siguiente nónima de otros que Felipe II. dió á portugueses:

A don Manuel de Meneses el de duque de Villareal, de que era marqués.

A los primogénitos de la casa de Aveiro, el de duque de Torresnovas.

A don Antonio de Castro, el de conde de Monsanto.

A don Francisco Mascareñas, el de conde de Villadorta ó Santa Cruz.

A Ruy Gonzalez de Cámara, el de conde de Villafranca.

A don Fernando de Noroña, el de conde de Liñares.

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A don Duarte de Meneses, el de conde de Tarouca.

Y á don Cristóbal de Moura, el de conde de Castel-Rodrigo.

Es verdad que Felipe no cumplió á los portugueses todo lo que les habia prometido, pero tambien lo es que los nobles le pidieron cosas que no le era posible conceder; que cada uno á tuerto ó á derecho le pedia mercedes, y por último nombró para el despacho de tales memoriales al obispo de Leiria y á don Cristóbal de Mora, y al cabo sacaron hábitos, rentas y, oficios, con una abundancia que produjo no pocas quejas de parte de los castellanos: de todo lo cual podria Mr. Weis informarse largamente por la Historia de la Union de Portugal de Conestaggio.

No defendemos la política de Felipe II. en el gobierno de Portugal: creemos que le faltó mucho para saberse captar las voluntades de los portugueses, para hacerles olvidar el sentimiento de la pérdida de su independencia y sufrir sin disgusto su anexion á Castilla. Pero hay una inmensa distancia de esto à las inexactitudes y á las injusticias con que le calumnia el francés Mr. Weis.

Este escritor, sin embargo, ha sido condecorado por el gobierno español en premio de su obra, que son dos pequeños volúmenes, y como muestra de su aprecio, con la cruz supernumeraria de la real y distinguida órden de Cárlos III., en 26 de setiembre de 1841.

CAPITULO XVII.

FLANDES.

ALEJANDRO FARNESIO.

MUERTE DE ALENZON Y DE ORANGE.

De 1578 à 1584.

Cualidades del duque de Parma.-Situacion de Flandes.-Sitia y toma Farnesio á Maestricht.-Furor y crueldad de los soldados.-Conciértase el de Parma con las provincias walonas.-Capítulos de la Concordia.-Confederacion de las provincias rebeldes entre sí.Pláticas en Colonia.-Vuelven á salir de Flandes las tropas de España. Se da otra vez á la princesa de Parma el gobierno de los Paises Bajos.-Dividese la autoridad entre la madre y el hijo. Representan los dos á Felipe II. contra esta medida.-Queda Alejandro con el gobierno de Flandes.-Se proyecta asesinar al duque de Parma y al principe de Orange.-Emancipanse las provincias del dominio de España.-Dan la soberanía de los Estados al duque de Alenzon.-Entrada del de Alenzon en Flandes.-Conato de asesinar al de Orange.-Triunfos del duque de Parma.-Traicion del duque de Alenzon.-Matanza de franceses en Amberes por los flamencos.-Resolucion de los Estados.-Vuelve el de Alenzon á Francia y muere.-Asesinato del príncipe de Orange.-Suplicio horrible, y admirable serenidad del asesino.-Consternación de las provincias. Nombran en reemplazo del príncipe de Orange á su bijo Mauricio de Nassau.

Veamos lo que habia acontecido en Flandes desde la muerte de don Juan de Austria, y en tanto que Fe

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