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España, todos salieron mas o menos agriados y mas ó menos aborrecidos, dejándolas mas divididas, mas desacordes y mas enflaquecidas que habian estado antes. Asi salió el archiduque de Austria, Matías; asi el francés duque de Alenzon; asi el inglés conde de Leicester. Testimonio visible, sobre otros muchos de parecida índole que hemos hecho notar en nuestra historia, de cuán fatales suelen ser á los pueblos estos auxiliares estraños, y de cuán cautos deben ser en invocar estrangeras armas y príncipes para dirimir sus civiles discordias.

CAPITULO XIX:

INGLA TERRA.

LA ARMADA INVENCIBLE.

De 1588 1590.

Justas quejas de Felipe II. contra la reina de Inglaterra.-Depredaciones del Drake.-Suplicio de la reina María Stuard.-Proteccion de Isabel á los rebeldes flamencos.-Medita Felipe una invasion en Inglaterra.—Simuladas negociaciones de concordia.-Inmensos aprestos de guerra por parte de España.-Reunion de tercios en Flandes. Generales de mar y tierra: el marqués de Santa Cruz: Alejandro Farnesio, duque de Parma.-Procura Felipe II. encubrir sus intentos.-Previénese la reina de Inglaterra.-Armada y ejército ingles.-Muerte del marqués de Santa Cruz.-ReemplázaJe el duque de Medinasidonia.-Sale la armada Invencible del puerto de Lisboa.-Avista la armada inglesa en Plymouth. Por qué no la acomete.-Causas que impidieron á Farnesio concurrir con el ejército de Flandes.-Sobresalto de la armada española -Navios ardientes.-Determinacion precipitada.-Furioso temporal.— Lastimosa catástrofe de la grande armada.-Regreso desastroso del duque de Medina.-Serenidad del rey.-Discúrrese sobre las causas de este infortunio.-Desfavorables juicios que se hicieron del duque de Parma.-Justificase de ellos.-Regresa á Flandes.-Continúa allí la guerra.-Toma algunas plazas.-Enferma.—Amotínase uno de los viejos tercios.-Castigo riguroso.-Piérdese Breda. -Destinase á Alejandro Farnesio á hacer la guerra en Francia.

Pensar que Felipe II de España habria de sufrir con paciente resignacion los muchos y antiguos agra

vios, los muchos y recientes ultrages que habia recibido de la reina Isabel de Inglaterra, hubiera sido desconocer enteramente el corazon humano, y mas el corazon de los reyes, y mucho mas el del que ocupaba el trono de España en aquel tiempo.

Sobrado motivo era ya en 'aquella época la diferencia de religion entre los dos soberanos, la proteccion mas o menos disimulada ó abierta que la reina Isabel daba á los súbditos protestantes de Felipe II., el favor mas o menos encubierto ó desembozado que Felipe dispensaba á los súbditos católicos de la reina de Inglaterra, para que no hubiera nunca buen acuerdo, y sí contínuos temores de rompimiento entre los dos monarcas. Pero á los desacuerdos y diferencias religiosas, en que tal vez pudieran hacerse recíprocos cargos, se agregaban otras verdaderas ofensas en asuntos de otra índole que Isabel habia hecho al antiguo esposo de su hermana María, prevaliéndose de lo embargadas que tenian siempre la atencion y las fuerzas de Felipe tantas y tan grandes guerras y empresas en Africa, en Europa y en el Nuevo Mundo. Ella se habia apoderado, como el lector recordará, del dinero de algunas naves españolas, y su negativa al reintegro estuvo ya cerca de producir una guerra y fué objeto de repetidas reclamaciones y de negociaciones largas y enojosas.

Ella habia protegido las piraterías del famoso aventurero inglés Francisco Drake y de otros famosos

corsarios en el Nuevo Mundo; y las depredaciones que este corsario habia hecho á los navíos españoles en los mares de Occidente, y el fruto de sus rapiñas en las posesiones de la América española, con ella las habia partido.

La dura y cruel tenacidad con que Isabel persiguió á la bella y desgraciada reina de Escocia María Stuard, por quien Felipe II. mostró siempre tanto interés y solicitud, entre otras muchas razones, por ser católica, y con quien proyectó casar á su hijo el prín cipe Cárlos; la larga prision, los padecimientos y amarguras que la hija del cruel Enrique VIII. hizo sufrir á la desventurada hija de Jacobo V., eclipsando con los miserables celos y venganzas de muger sus grandes prendas de reina; el proceso incompetente que le hizo formar, y por último, la sentencia de decapitacion, y el infame deleite de ver llevar una reina al suplicio y entregar al verdugo aquella cabeza en otro tiempo orlada de diadema como la suya; toda la conducta de Isabel con María Stuard en su larga tragedia de diez y ocho años, habia dado á Felipe II., como monarca y como protector general del catolicismo, abundantes motivos de desabrimiento y de enojo con la reina de Inglaterra.

Finalmente, para no detenernos en multitud de otras causas menos graves de desacuerdo entre ambos reyes en sus dos largos reinados, tales como los proyectos de enlace de don Juan de Austria, ya con

María de Escocia, ya con Isabel de Inglaterra; los auxilios prestados á don Antonio de Portugal; los que contínuamente habia estado suministrando á los rebeldes de Flandes; la publicidad con que habia agasajado al duque de Alenzon y dádole sus naves y sus soldados: у sobre todo la alianza solemnizada ya por un tratado formal con los protestantes flamencos, y el envio del de Leicester y su manifiesto protectorado de las provincias insurrectas, constituian un conjunto de causas cada una de las cuales hubiera bastado por sí sola para provocar las iras del monarca español (").

Y sin embargo, Felipe aun no habia roto hostilidades con la reina de Inglaterra. Disimulaba y se prevenia meditando un golpe grande y decisivo sobre aquel reino, con el cual vengára de una vez todos sus agravios. Pero Isabel, á quien ni sobraba inocencia

(4) Sería prolijo enumerar las quejas que reciprocamente se habian dado el rey de España y la reina de Inglaterra casi desde el principio de su reinado sobre multitud de asuntos que hoy llamariainos internacionales, segun lo que arroja la larga correspondencia que hemos leido, de los embajadores de España en Londres Guzman de Silva, don Gueran de Espós, don Bernardino de Mendoza, los gobernadores de Flandes duque de Alba, Requesens, don Juan de Austria y Alejandro Farnesio, y las cartas é instrucciones de Felipell. y de sus secretarios, de los embajadores de Francia, etc.

El entendido archivero de Simancas don Tomás Gonzalez es

cribió con el título de Apuntamientos para la historia de Felipe II. una especie de resúmen histórico de las relaciones diplomáticas de Felipe con la reina Isabel de Inglaterra, formado con presencia de la correspondencia original do dicha época, el cual abraza desde el año 1558 hasta el 1576, y se halla en el tomo VII. de las Memorias de la Real Academia de la Historia. Puede consultarle con utilidad el que deséc mas pormenores sobre este asunto, no obstante que este apreciable trabajo podria todavía enriquecerse con las no ticias que arrojan otros muchos documentos que en él no se mencionan y que existen en el mismo Archivo.

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