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carga (1). Voluntariamente quisieron incorporarse á la empresa muchos nobles españoles, italianos y alemanes, como el duque de Pastrana y el marqués de la Hinojosa; Juan de Médicis, hermano del gran duque de Toscana; Cárlos, hijo del archiduque de Austria Fernando; Amadeo, hermano del duque de Saboya, y otros hasta el número de mas de doscientos; y hasta de Francia iba Felipe de Lorena, hermano del duque de Aumale, llevado del deseo de vengar en la reina de Inglaterra la sangre de los Guisas. Para segundos gefes de la armada, cuyo general era el marqués de Santa Cruz, fueron nombrados Juan Martinez de Recalde y Miguel de Oquendo, ambos inteligentes y famosos marinos.

Por mas que Felipe II. intentaba encubrir el verdadero objeto de tan estraordinarios preparativos, haciendo difundir la voz de que una parte de aquellas fuerzas la destinaba contra los rebeldes de Flandes,

(4) Esta fuerza se dividió en veinte y un tercio, tres italianos, regidos por los maestres de campo Camilo Capissucci, Gaston de Spinola y Cárlos Spinelli: cuatro es pañoles, mandados por Sancho Martinez de Leiva, Juan del Aguila, Juan Manrique de Lara y Luis de Queralta; el tercio de esto último era de catalanes: cinco de Alemania, cuyos coroneles eran, Juan Manrique, Ferrante Gonzaga, el conde de Aremberg, el de Berlaimont, y Cárlos de Austria, marqués de Borgan: siete walones, comandados por el marqués de Renty, el conde de Bossu, Octavio

de Mansfeldt, el marqués de la Motta, el de Barbanzon, el de Belanzon y el de Werpe: uno de borgoñones, á cargo del marqués de Varambon, y otro de irlandeses al de William Stanley. Guiaban la caballería, el marqués de Favara, siciliano, Octavio de Aragon, hijo del duque de Terranova, y Luis de Borja, hermano del duque de Gandía, todos á las órdenes del marqués del Vasto.- Estrada, Guerras, Década II, lib. IX. Sacada esta relacion de la misma que envió el príncipe Alejandro desde la armada.

otra para proteger sus posesiones del Nuevo Mundo, era imposible que la reina Isabel, á pesar de las conferencias de Bourbourg, dejára de comprender, ó al menos de sospechar sus intenciones, y de prepararse, como lo hizo, á la defensa de su reino. Aunque siempre tuvo alguna esperanza de evitar la guerra, estableció no obstante un consejo militar, accedió á hacer un alistamiento de todos los hombres de diez y ocho á sesenta años, hacía fortificar los puertos, formó dos ejércitos, uno de treinta y seis mil hombres al mando de lord Hunsdon para la defensa de su real persona, otro de treinta mil á cargo del conde de Leicester para la proteccion de la capital, pero ambos compuestos de gente bisoña, incapaz de resistir á las aguerridas tropas del duque de Parma. Dió el mando general de su armada, harto menos fuerte que la española, al lord Howard, almirante del reino; nombró vicealmirante al Drake, y puso los mejores navíos á cargo de Hawkins, Forbisher y otros afamados piratas. Pidió ayuda á los flamencos, al rey de Dinamarca, á Alemania, y aun rogó al Gran Turco que no la desamparára en aquel riesgo. En cuanto al rey Jacobo de Escocia, hijo de la desdichada María Stuard, y cuyo reino era en su mayor parte católico, creyó é intentó Felipe II. traerle á su partido, como á quien tenia que vengar la sangre de su madre derramada por Isabel en un cadalso. Pero aquel jóven príncipe, á quien acaso un ejército español habria decidido á ser

el vengador de su madre"), despues de alguna vacilacion dejóse seducir por los emisarios de Isabel, que le representaban ser el ánimo de Felipe II., una vez que lográra subyugar la Inglaterra, apoderarse en seguida de Escocia; y obrando como mal católico y como peor hijo, concluyó por prohibir á sus súbditos ayudar á los españoles, bien que su decision fuese algo tardía para la reina de Inglaterra (2).

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Temian los ingleses la cooperacion que podrian dar á los españoles los católicos de su mismo reino, que eran por lo menos la mitad de la poblacion (3), cruelmente perseguidos y maltratados. Los ministros de la reina llegaron á proponer se hiciera con ellos una matanza como la de San Bartolomé, y hubiéranla ejecutado, si la reina, en esta ocasion mas humana y mas justa que sus ministros, no se hubiera negado á empapar sus manos en la sangre de los que no habian dado motivo alguno de sospecha y sí muchas muestras de sumision. A pesar de esto, todavía fueron encarcelados mas de diez y siete mil, y sujetos á visitas domiciliarias y á malos tratamientos todos los sospechosos en materia de religion. Concitaba el odio contra

(1) «Dos mil hombres, decia Leicester, enviados por el enemigo con dinero nos podrian hacer mas daño que treinta mil que desembarcaran en el reino.» Papeles de Hardwicke.

(2) Tomamos estas noticias de las relaciones comparadas de Murdin, Camden, Stowe y otros au

tores ingleses, con las de los italianos Estrada, y Bentivoglio, y la del español Cárlos Coloma que comienza su apreciable Historia de las Guerras de los Estados Bajos en

este año 1588.

(3) El doctor Allen asegura que eran las dos terceras partes.

ellos el clero protestante desde los púlpitos, y sin embargo, llegado el caso, observaron los católicos la mayor circunspeccion y prudencia (4).

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Cuando la Armada Invencible (que este nombre se dió á la armada española, porque como tál era por todos considerada) estaba ya cerca de partir del puerto de Lisboa, detúvola un contratiempo que debió pa recer nuncio y presagio de otros mayores. El almirante de la armada marqués de Santa Cruz, el célebre don Alvaro de Bazan, el mas afamado marino de su tiempo, vencedor en tantos mares, sucumbió en pocos dias, arrebatado de una aguda enfermedad, con general pesadumbre, y no con poco sentimiento del rey En su lugar nombró Felipe á don Alonso Perez de Guzman, duque de Medinasidonia, estraño enteramente á la ciencia y á la práctica naval; mas como era de tan ilustre prosapia y tan aventajado en riquezas, «no se desdeñó la armada, dice un historiador, de recibir por un general de hierro otro de oro.» Desplegáronse finalmente al viento las velas de la armada.

(1) Son noticias de los misinos historiadores ingleses, Camden, Hallam, Mordin, Stowe, Lodge y otros, citados por Lingard.

(2) Al decir del jesuita Estrada, unas palabras desabridas del rey fueron las que ocasionaron la muerte del insigne marino. No faltó, dice, quien acusára de lentitud la prudente parsimonia del mar

(2)

que siempre os tuve.» Estas palabras hirieron la honra y el pundonor del bravo almirante, como la punta de una espada penetra y traspasa el corazon de un hombre: hicieronle una sensacion profunda y murió á los pocos dias. «Asi, añade el historiador, á muchos hombres invencibles derribó muchas veces con facilidad la pun

diy creyéndolo el monarca le zadilla de una palabra. Déc. II.

«Por cierto que me corres

pondeis mal à la buena voluntad

lib. IX.

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real en las aguas de Lisboa (junio, 1588), pero á la vista todavía del cabo de Finisterre dispersóla un recio temporal, llegando una parte de ella muy maltra tada á la Coruña, donde hubo de detenerse algunas semanas para repararse de su avería. El 22 de julio se emprendió de nuevo la navegacion con rumbo á Inglaterra; al anuncio de su arribo al canal de la Mancha se dispersó el congreso de paz de Bourbourg que aun celebraba conferencias, y se avisó al de Parma para que dijese en qué parage habian de incorporarse estas fuerzas con las suyas (0),

(1) Segun Antonio de Herrera (Historia general del Mundo,P.III. lib. IV. cap. 2 y 4.) se componia la armada de ciento treinta velas, entre galeones, naos, galeras, urcas, carabelas, pataches y pinazas, distribuidas en diez escuadras, de la manera siguiente:

1.a de Portugal, en que iba el de Medinasidonia, con 10 galeras y 2 zabras.

2.a de Castilla; general Diego Flores de Valdés; 44 galeones y navíos y 2 pataches.

3.a de Andalucía; general Pedro Valdés; 10 galeones y navíos. 4. de Vizcaya; vice-almirante Recalde; 10 galeones y pataches.

5.a de Guipúzcoa; general Miguel de Oquendo; 10 galeones, 2 pataches y 2 pinazas.

6.a de Italia; general Martin de Bertendona; 10 naos ragocesas.

7. General Juan Gomez de Medina; 23 urcas de armada y bastimentos.

8.a General don Antonio Hurtado de Mendoza 22 pataches, TOMO XIV.

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El de la carrera de las Indias. meestre de campo Nicolás Isla; un sargento mayor y 23 capitanes.

El de Entre Duero y Miño; maestre de campo don Francisco de Toledo; un sargento mayor y 25 capitanes.

El de Andalucía: maestre de campo don Agustin Mejía; un sargento mayor y 24 capitanes.

El de Napoles: maestre de campo don Alonso Luna; un sargento mayor y 25 capitanes.

Treinta y nueve compañías sueltas, levantadas en Castilla la Vieja,

Un tercio de infantería portuguesa, mandado por Gaspar de 16

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