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tituian su córte, dispuesto á dar cumplimiento á la órden, cuando llegó con ella el secretario de la Inquisicion. En su consecuencia fueron extraidos Antonio Perez y Mayorini de la cárcel de la Manifestacion (1), y trasladados en un coche á las del Santo Oficio que estaban en la Aljafería.

Pero á pesar del silencio y el misterio con que se cuidó de ejecutar este acto, difundióse instantáneamente la noticia por el pueblo de Zaragoza; conmoviéronse y se alarmaron sus habitantes, y entonces fué cuando á la voz de «¡Contrafuero! ¡ Viva la libertad!» comenzó el famoso motin de Zaragoza, principio de otros mayores y mas generales disturbios en todo el reino de Aragon, tan célebres como lamentables por las consecuencias inmensas que tuvieron. Por lo mismo, y porque desde este punto la causa personal de Antonio Perez se complica ya con un acontecimiento político de suma trascendencia, haremos aqui alto para bosquejar aparte en el siguiente capítulo el nuevo cuadro que comienza aqui á vislumbrarse, ya que no á descubrirse (2).

hace Mr. Mignet en su obra Antoine Perez et Philippe II. Hablando de don Juan Idiaquez y de Cristóbal de Mora, dice: «Ambos eran

(4) En el inventario que, secretarios y consejeros de Felipe II. gun costumbre, se hizo de los efectos de los presos, se halló á Antonio Perez un ejemplar de los Fueros de Aragon, un retrato de su padre Gonzalo Perez, y una imágen de Nuestra Señora de los Dolores.

(2) No podemos menos de rectificar aqui el juicio equivocado que de dos de los mas hábiles se

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hombres de condicion vulgar y »de mediano talento. Recomen>dábase Idiaquez por su mucha »práctica en materias de Estado y por una voluntad sobrado con»descendiente: por el contrario,

>>Moura era ignorante y resuelto, >>supliendo para con Felipe II. su »falta de habilidad con su sobra » de carácter (cap. II).»

Nada hay mas injusto ni mas contrario a la verdad que estas calificaciones. Ni uno ni otro personage eran de condicion vulgar; sin ser de la primera nobleza, sus familias eran bastante ilustres, y los ascendientes de uno y de otro habian ocupado altos puestos en la córte y desempeñado embajadas importantes en otros reinos. Tam poco eran de mediano talento. De ser asi certifica cumplidamente su correspondencia diplomática, á la cual nos remitimos. Sobrado condescendiente dice Mr. Mignet que era la voluntad de don Juan Idiaquez. Tan lejos de pecar de condescendiente don Juan Idiaquez, fué precisamente el ministro que con mas energía se atrevió en muchas ocasiones á contradecir á Felipe II. y á oponerse á sus proyectos mas importantes y en que tenia mas empeño. Dígalo sinó el valiente y vigoroso razonamiento con que procuró disuadirle de la empresa contra Inglaterra, cuyo

discurso puede verse en Bentivoglio, libro IV., de la Parte II. de las Guerras de Flandes.

De don Cristóbal de Mora dice Mignet que era ignorante y resuelto, y que suplia con su sobra de carácter su falta de habilidad. Cabalmente la habilidad fué lo que distinguió mas á este personage. «Don Cristóbal de Moura (dicen los ilustrados autores de la Coleccion de Documentos inéditos para la Historia de España), fué uno de los diplomaticos mas hábiles del reinado de Felipe II.» Y esta es la verdad; y estamos ciertos de que lo mismo le hubiera juzgado Mr. Mignet con que hubiera leido su correspondencia diplomática inserta en el tomo VI. de la citada Coleccion de Documentos, y mucho mas si hubiera visto su larga correspondencia original con Felipe II. sobre los negocios de Portugal, que tenemos en el archivo del Ministerio de Estado. El ilustrado académico francés parece haberse dejado guiar por el ligero juicio que vió en la Relacion de Contarini.

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CAPITULO XXIII.

SUCESOS DE ZARAGOZA.

De 1591 á 1592.

Causas que prepararon los sucesos de Zaragoza.-Incompatibilidad de las libertades aragonesas con el carácter y la política de Felipe II.— Pleito entre el monarca y el reino sobre nombramiento de virey.Odio del pueblo hacia el marqués de Almenara, y por qué,—Conducta de éste en el negocio de Antonio Perez.—Motin del 24 -de mayo en Zaragoza.-Desmanes de los tumultuados con el marqués de Almenara: su muerte.-Antonio Perez libertado de las cárceles de la Inquisicion.-Situacion y espíritu del pueblo.-Política del rey.—Los señores de título se van apartando de la causa popular.Nuevo mandamiento inquisitorial contra Antonio Perez.-Segundo motin de Zaragoza: 24 de setiembre.-Triunfo del pueblo.-Fuga de Antonio Perez.-Miedo de las autoridades.-Envía el rey un ejército á Aragon.-Protestas y declaraciones de ser contra fuero. -Preparativos de defensa en Zaragoza.- Salida del Justicia con gente armada.-Retírase á Epila.—Entra don Alonso de Vargas con el ejercito castellano en Zaragoza.—Muéstrase indulgente.-Los inquisidores piden pronto castigo.-Comienza de repente el sistema de terror.-Ordenes secretas del rey.-Prision y suplicio del Justicia mayor don Juan de La Nuza.-Derríbanse hasta los cimientos su casa y las de otros nobles.-Otros suplicios.- Rigores de la Inquisicion.-Auto de fé.-Antonio Perez quemado en estátua. -Córtes de Tarazona.-Modificacion de los fueros aragoneses.Mudanza en la constitucion política de Aragon.-Resúmen de la vida de Antonio Perez desde su fuga de Zaragoza hasta su muerte.

El interés que mostraba el pueblo de Zaragoza en favor del antiguo secretario de Estado de Felipe II., y

la proteccion que muchos nobles le dispensaban, no era puramente personal, ni nacia de que le creyeran inocente de algunos de los cargos y delitos de que se le acusaba. Fundábase principalmente en que le consideraban como una víctima de la violacion de los fueros y libertades aragonesas, de de cuyo mautenimiento y conservacion fué siempre tan celoso aquel pueblo. Verdad es que les interesaba tambien la desgraciada situacion del ministro, tan tenazmente perseguido por el soberano á quien tantos años habia servido en el puesto de mas confianza, sus largos padecimientos y las huellas que aun llevaba del tormento, género de prueba judicial aborrecido y desconocido en Aragon. Eran los aragoneses naturalmente propensos á proteger y auxiliar á todo el que se acogia á la salvaguardia de sus fueros como á una égida contra la arbitrariedad ó las iras del poder real;`y Antonio Perez, que hacía mucho tiempo tenia meditado ampararse de aquel asilo, como el único puerto en que pudiera guarecerse contra la borrasca que estaba sufriendo, habia tenido buen cuidado de mantener y estrechar relaciones de amistad con algunos personages de aquel reino, entre ellos el duque de Villahermosa, don Juan de Luna, el conde de Aranda y el mismo La Nuza, Justicia mayor; y si antes no habia desperdiciado ocasion de encomiar el carácter independiente de los aragoneses, la sabiduría de su legislacion y el valor inapreciable de sus privilegios, hacíalo mucho

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mas, y con mucho talento y destreza, desde que habia logrado acogerse y vivir entre ellos. Todo esto, unido á su celebridad y á su infortunio, le captaba las voluntades de los zaragozanos, los cuales veian en él al ministro caido y pobre, y olvidaban al secretario opulento y vicioso, veian al hombre perseguido y olvidaban al delincuente.

Por otra parte entre el rey de Castilla y el pueblo aragonés ni habia motivos de gratitud que los ligáran, ni podia haber armonía de sentimientos. La organizacion política de Aragon, con sus libertedes y sus fueros, con sus restricciones de la autoridad real, puntos en que rayaba mas allá que ninguna de las monarquías conocidas, no era conciliable con el carácter de Felipe II., ávido de poder y enemigo de toda ligadura que sujetára y restringiera el principio de autoridad. Las libertades de Aragon y las ideas de Felipe II. en materia de soberanía eran incompatibles. Lo estraño parecia que coexistieran tanto tiempo, y que el hijo del emperador que inauguró su reinado en España ahogando las libertades de Castilla no se hubiera dado mas prisa á descargar un golpe semejante sobre las libertades de Aragon. Esplícase esto sin embargo por dos razones. La primera es que Felipe II. habia tenido constantemente ocupada su atencion y distraidas sus fuerzas y sus recursos fuera de España, en Africa, en América, en Turquía, en Italia, en los Paises Bajos, en Inglaterra, en Francia y en Portu

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