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opinaba por la resistencia, diciendo que valía mas sepultarse entre las ruinas del palacio, que acceder á lo que pedia la plebe. Al fin, recibido otro tercer billete del arzobispo, y nuevas instancias del virey, accedieron á que fueran sacados los presos, bien que no sin protestar que aunque estuviesen en la cárcel de los Manifestados lo estarian á nombre del Santo Oficio.

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Entregados pues al virey y al Zalmedina, fueron aquellos trasladados en un coche en medio de la muchedumbre, que espresaba su alborozo con aclamacio. nes y vivas á la libertad, y encargando á Antonio Perez que cuando estuviera en la cárcel se asomára á la ventana tres veces al dia para estar ellos ciertos de que no habian vuelto á quebrantarse sus fueros. El tumulto se apaciguó desde que vieron á Perez fuera de la Inquisicion ").

Mucho envalentonó este triunfo á los fueristas aragoneses, y mas todavía á los amigos de Antonio Perez

(1) Testimonio de lo que pasó el 24 de mayo de 1594 en el palacio de la Aljafería, etc. Decretos reales y consultas-Billetes escritos por el arzobispo de Zaragoza á los Inquisidores. Ibid. Carta del arzobispo de Zaragoza á Felipe II.-Relacion de lo que en la ciudad de Zaragoza pasó viernes 24 de mayo. Anónimo.-Carta de los inquisidores de Zaragoza. al Consejo de la Suprema. Decretos reales, etc.-Llorente, Hist. de la Inquisicion, cap. 35.-Argensola, Infor macion, etc., capí

tulos 30 y 34.-Herrera, Tratado, Relacion y Discurso, etc., cap. 4.Las Alteraciones de Aragon y su quietud, etc., MS. de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, G. 42. Este libro se atribuye á Luis Cabrera de Córdoba, y sus notas marginales á Bartolomé Leonardo de Argensola; pero dudamos algo de lo primero, y mas todavía de lo segundo, porque está muy lejos de convenir el sentido de las notas con la historia que Argensola escribió de estos sucesos.

que lo eran entre otros el conde de Aranda, don Diego de Heredia, hermano del conde de Fuentes, don Pedro Ꭹ don Martin de Bolea, don Juan de Luna, Manuel don Lope, el señor de Huerto, don Martin de La Nuza, don Iban Coscon, don Miguel de Gurrea, y como cabezas de motin Gilde Mesa, Gil Gonzalez y Gaspar de Burces. Para el caso de que se intentára volver los presos á la Aljafería llamaron á Zaragoza gente de la montaña. Recusaban los diputados que pasaban por adictos al rey. Denunciaron dos de los lugartenientes del Justicia, Chalez y Torralba, amigos del marqués de Almenara, al tribunal de los Judicantes, que era un tribunal de diez y siete jueces legos que entendia en esta clase de denuncias, los cuales condenaron á los dos lugartenientes á privacion de oficio y destierro del reino. Y mientras la gente popular rodeaba por las noches las cárceles y disparaba arcabuzazos á los dependientes del Santo Oficio, los hombres de letras buscaban en los archivos las escrituras en que debia constar que habia fenecido el plazo por el cual habia sido admitido en el reino el tribunal de la Inquisicion.

Ocupado entonces Felipe II. y muy empeñado en la guerra de Francia, y siempre lento en sus resoluciones, obró con poquísima energía, y acaso muy meticulosamente en el castigo del motin de Zaragoza. Escribió á las ciudades de Aragon que nunca habia sido su ánimo violar los fueros del reino, sino entre

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gar al tribunal correspondiente los procesados por delitos contra la fé; y creyó conseguir algo con que el Consejo de la Suprema mandára á los inquisidores de Aragon publicar la bula del papa Pio V. contra los que impedian el libre ejercicio de la Inquisicion, y que hicieran que los presos volvieran nuevamente á las cárceles del Santo Oficio. A la publicacion de la bula respondian los zaragozanos con pasquines y escritos insultantes que fijaban en los parages públicos cada dia, y con romances satíricos que se atribuian á Antonio Perez. Los inquisidores amedrentados no se atrevian á obrar como se les mandaba, y el mismo Molina de Medrano, el mas duro y el mas inexorable de ellos, pedia al Consejo Supremo le permitiera marcharse de Aragon, porque su vida estaba en contínuo peligro. Son notables las palabras con que los inquisidores pintaban el espíritu de la poblacion. «Toda la >>república (decian), hasta los clérigos y frailes y mon»jas, están aun tan movidos, que en las mas conver>> saciones y ayuntamientos no se trata sino deste ne»gocio con demostracion de ponerse á cualquier peli>>gro por defensa de la libertad.....-Y hemos enten>>dido..... que si no se aseguran de que no saldrá An>>tonio Perez del reino, perderán la vida antes que dar »>lugar á que se traigan los presos.....-El dia

que se »tratase de sacar á Antonio Perez deste reino con nom>>bre y autoridad del Santo Oficio, se podria mandar »á los oficiales y ministros dél que tomasen otro mo

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»do de vivir, sin quedarnos esperanza que por ningun >>camino se podria ejercitar, segun el estado en que

hoy están las cosas............... Conforme á esta mala dis>>posicion de ánimos, y á la sospecha que tienen ar»raigada de que volviéndose á la Aljafería el dicho >>Antonio Perez se le dará garrote ó se le llevará á » Castilla, contra los fueros y libertades del reino, pa>>rece que la materia no está bien dispuesta para tra>tar de proceder contra los lugartenientes del Justicia >>de Aragon para que lo remitan, porque sin dubda >>creemos habrá motin del pueblo, y muy formado, por »ser mas pensado y prevenido, y aun publicado por los »que le ayudan, que es casi todo el pueblo y de todos estados, que parece los tiene hechizados (1).»

Mientras en Madrid se tomaban multitud de declaraciones sobre los sucesos de mayo á los desterrados y huidos de Zaragoza, y se creaba una nueva junta para entender en el negocio de Antonio Perez, y esta junta elevaba.consultas al rey, en Zaragoza se consultaba tambien á trece letrados, cuyo parecer fué un término medio, á saber, que no podia anularse, pero sí suspenderse el derecho de Manifestacion, y que los inquisidores podian reclamar á Antonio Perez y llevarle'á sus prisiones con tal de restituirle otra vez al

(4) Cartas originales de los inquisidores de Zaragoza al Consejo de la Suprema, de 6 y 30 de junio, 14 y 16 de julio.-Consultas del Consejo de la Suprema al rey.

--Copias de los pasquines que se fijaban en Zaragoza.- Decretos reales y consultas, etc. En el tomo XII. de la Coleccion de documentos inéditos.

Justicia, á no ser que relajaran al preso "). Esta singular interpretacion del fuero fué un acto de flaqueza de los jueces que alentó á Felipe II. y de que supo bien aprovecharse. Desde el Escorial, donde se hallaba, escribió al virey de Aragon, al gobernador, al Justicia, á los diputados del reino, á los jurados de Zaragoza, al conde de Morata, á don Jorge de Heredia, á otros muchos señores titulares y caballeros, apelando á su fidelidad, ordenándoles que vieran de hacer salir la gente de la montaña, y dictando otras varias disposiciones. Los señores de título iban adhiriéndose al rey, el Justicia y la diputacion flaqueaban, ladeáronse el conde de Aranda y el duque de Villahermosa, y los inquisidores se animaron á expedir nuevo mandamiento para que los presos fueran otra vez trasladados á las cárceles del Santo Oficio (17 de agosto).

Con esto comenzó á alterarse y removerse de nuevo la poblacion, siempre adicta á sus fueros y decidida á proteger á Antonio Perez. Aun le quedaban á éste algunos nobles de los mas enérgicos y populares, y los que le desamparaban eran de los que no tenian crédito ni autoridad con el vulgo. Antonio Perez mantenia el espíritu y fogueaba los ánimos de los labradores, industriales, y gente popular con escritos que lanzaba desde su prision. Grupos imponentes recorrian las ca

(1) Parecer de los Trece le- tos, tom. XII., pág. 224. trados, Coleccion de Documen

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