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Henao, todos en favor de los protestantes flamencos, bien que cada cual con designio de sacar partido en interés propio. Don Juan de Austria determinó ir en busca de los alemanes, que ya habian llevado su campo y unidose con los flamencos cerca de Malinas. Oponíase á esta marcha el príncipe Alejandro Farnesio con muy fuertes razones; mas como quiera que en consejo de generales prevaleciera el dictámen contrario, entonces pidió á don Juan que le colocára en la primera fila de vanguardia al frente de un escuadron de españoles, para que vieran todos que si en el consejo habia creido deber desaprobar la empresa, una vez resuelta queria ser el primero á ejecutarla. La marcha se realizó (agosto, 1578), y entre una aldea y un bosque cerca de Malinas, donde los enemigos, mandados por el conde Bossu, se habian atrincherado, se dieron recios combates, aunque no formal batalla, porque si cauto anduvo Bossu, tambien estuvo prudente don Juan de Austria, mereciendo ambos generales contrarias censuras, el uno por no haber ganado la victoria, el otro por haber perdido de ganarla. Portáronse como valientes en los encuentros que tuvieron los capitanes del ejército español, como héroe el príncipe Farnesio, que á pesar de su acostumbrada modestia no pudo dejar de alabarse, y con razon, por lo que hizo aquel dia en el parte que dió á la princesa Margarita su madre.

Los franceses mandados por Alenzon adelantaron

poco, detenidos por los españoles, walones y tudescos. Reinaba la discordia entre los enemigos, no queriendo someterse el conde Casimiro al de Bossu, ni sujetarse el príncipe de Orange al archiduque Matías. Asolaban aquellas provincias los robos, los saqueos y los desórdenes. La epidemia infestaba ambos campos y ambos ejércitos, y desvivíase don Juan de Austria por procurar la mejor asistencia posible á sus soldados. Pedia al rey mas dinero y que le enviase mas tropas de Italia y de Alemania, pero en lugar de gente y dinero recibió órden para que negociára otra vez la paz. Ofendieron ó indignaron al de Austria las condiciones que los Estados proponian, á saber; el reconocimiento del archiduque Matías como gobernador de Flandes; que entráran en ella el duque de Alenzon y el conde Casimiro: que restituyera á los Estados lo que habia ganado en las provincias de Brabante, Henao y Limburgo. Menester le fué al príncipe Farnesio hacer esfuerzo de razones y de influjo para reducir á don Juan á que tomára en consideracion tan soberbias condiciones, y aun asi no dejó de escribir al rey su hermano quejándose mas ágriamente y en términos mas duros de lo que acaso le conviniera, diciéndole entre otras cosas, que cuando le pedia dinero no le enviaba sino palabras, con las cuales no se hacía la guerra.

En este tiempo recibió don Juan de Austria aviso de don Bernardino de Mendoza desde Lóndres, de que

un titulado Mos de Racleff (cuyo retrato le enviaba en la carta), afamado asesino, que se fingia católico, y andaba con otro compañero y con su muger é hijos para no hacerse sospechoso, habia de atentar á su vida por órden y encargo de dos enviados de la reina de Inglaterra, el almirante Cobbe y M. Walsinghen, que habian ido á tratar de la paz. Hallándose un dia don Juan dando audiencia en Tirlemont, entró Racleff burlando la vigilancia de la guardia: don Juan le conoció, y disimuladamente llamó al capitan y le ordenó que en saliendo aquel hombre le prendiese y entregase al preboste general. Llegóse á él despues de esto Racleff, é implorando su amparo y proteccion á nombre del rey su hermano, como quien queria morir en la religion y se hallaba necesitado con muger é hijos de corta edad, le pidió el socorro que en tales casos se acostumbraba. Don Juan le oyó sin inmutarse, aplaudió su celo religioso, y le despidió prometiendo que tomaria en cuenta su demanda. Prendióle al salir el capitan de la guardia, y puesto á cuestion de tormento declaró que llevaba una daga envenenada para clavarla á don Juan tan pronto como hubiera podido con maña alejarlé de los demás algunos pasos (1).

(1) Refiere este caso Lorenzo Vander Hammen, en el lib. VI. de la Historia de don Juan de Austria. Añade que tambien fué preso el compañero de Racleff, y que

TOMO XIV.

ambos fueron sentenciados á pena capital, y cortadas sus cabezas y hechos cuartos sus cuerpos fueron colocados en el camino de Namur. Sobre esto escribia don Bernar

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Pero pronto iban á concluir de una vez para el ilustre hijo de Cárlos V. todos los sobresaltos, todos los disgustos y padecimientos que le aquejaban y mortificaban. Habia encargado á su amigo el famoso ingeniero Gabrio Cerbelloni la construccion de un fuerte en un collado llamado Bouges. á una legua de Namur. Ambos adolecieron de una misma enfermedad ""), don Juan y Cerbelloni, cuando éste tenia ya hecha la mayor parte de la circunvalacion. Hízose llevar el austriaco á aquella fortaleza, y se acomodó en un humilde y desmantelado departamento que ocupaba el capitan don Bernardino de Zúñiga. Manifestaban los médicos confianza de salvarle, pero él conociendo la gravedad de su mal llamó á todos los generales y consejeros, y á su presencia nombró general en gefe del ejército y gobernador de los Estados de Flandes á su sobrino Alejandro Farnesio hasta que proveyese el rey. Vaciló algun tiempo el modesto príncipe de Par

dino de Mendoza al rey, en carta descifrada, desde Londres á 16 de enero de 1579:

«El de Parma ha mandado ha»cer justicia de dos ingleses que »escribí á V. M., a los diez y seis »de mayo, que habian partido de >>aqui con orden de matar al señor >> don Juan, que Dios tenga. Esta »reina dijo cuando tuvo la nueva »de Walsingan con mucho enojo, »que aquel era el suceso de los >>consejos que él y otros le daban y »el estado á que la traian, cuyas »>palabras sintió el Walsingan de >>manera que vino otro dia de la

»>córte con calentura á este lugar. »>Nuestro Señor, etc.»-Archivo de Simancas, Estado, leg. 832.

(1) Vander Hammen dice que fué tabardillo, y el P. Estrada da curiosas noticias sobre los dictamenes y pronósticos equivocados de los médicos acerca de los dos enfermos. Cerbelloni, á quien daban por muerto, fué el que se curó, con ser hombre septuage nario; y don Juan de Austria, á quien contaban casi por seguro salvar, fué el que murió, con estar en la flor de su vida.

ma en aceptar tan honroso y elevado cargo, mas luego se resolvió á admitirle por no dejar el ejército ý las provincias desamparadas y sin cabeza en tales circunstancias.

No obstante que los médicos daban nuevas esperanzas, el ilustre enfermo sentia acercarse su fin, y se preparó á él pidiendo y recibiendo con ejemplar devocion los Santos Sacramentos. Dejó recomendado al rey don Felipe mirase por su madre У hermano, pagase sus deudas y satisfaciese á sus dependientes y criados, y que le hiciera merced de colocar sus mortales restos al lado de los del emperador su padre. Despues de esto cayó en un delirio en que se representaba al vivo estar dando una batalla; ordenaba escuadrones, arengaba á los capitanes, apellidaba victoria, y solo le distraian de los febriles arrebatos de su belicosa imaginacion los nombres de Jesus y de María que el sacerdote tenia cuidado de pronunciar en voz alta. Al fin el 1.o de octubre (1578), pasó de esta á mejor vida (") á los treinta y tres años de su edad, con llanto universal de todo el ejército. Comparábanle unos á César Germánico, otros buscaban mas cerca el cotejo, y en medio del dolor gozaban en hallar mul

(1) Convienen en el dia de su fallecimiento Cabrera y Estrada: Vander Hammen le difiere hasta el 7. Bentivoglio no le señala.

Es estraño que en las recomendaciones que al tiempo de morir hizo don Juan de Austria al rey su hermano, guardara completo

silencio acerca de dos hijas que dejaba, llamadas Ana y Juana, habida la primera en Napoles de Diana de Sorrento, la segunda en Madrid de doña María de Mendoza. Ambas fueron monjas, y una de ellas, como veremos adelante, tuvo cierta celebridad histórica.

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