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mil tiendas delante de las puertas de Valencia. Habia en el campo moro una negra que capitaneaba otras doscientas negras, con las cabezas rapadas, á escepcion de un mechon de pelo, porque iban cumpliendo una peregrinacion: sus armas eran arcos turcos. A los doce dias de sitio, despues de haber hecho todo lo que el Cid habia ordenado, determinaron los cristianos salir de Valencia. El cadáver embalsamado del Cid iba montado en su fiel Babieca, sujeto por medio de una máquina de madera que habia fabricado Gil Diaz. Como se mantenia derecho, y el Cid llevaba los ojos abiertos, la barba peinada, escudo y yelmo de pergamino pintado, que parecia de ferro, y en la mano su formidable tizona, semejaba perfectamente estar vivo. Šalieron, pues, de la ciudad. Iba Pero Bermudez, de vanguardia: escoltaban á doña Jimena seiscientos caballeros; detrás iba el cadáver del Cid con escolta de cien caballeros, y el obispo y Gil Diaz à sus lados. Alvar Fañez preparó el ataque. De las doscientas negras las ciento fueron al instante derrotadas, las otras ciento hicieron no poco estrago en los cris tianos, hasta que habiendo muerto su capitana huyeron todas. Entonces los cristianos atacaron el grueso del ejército musulman. Los moros que vieron un caballero mas alto que los otros, montado en un caballo blanco, en la izquierda un estandarte blanco como la nieye, y en la derecha una espada que parecia de fuego, huian despavoridos; hicieron en ellos los fieles horrible matanza, y continuaron victoriosos camino de Castilla.

Llegado que hubieron á San Pedro de Cardeña, colocaron el cadáver del Campeador á la derecha del altar, en una silla de marfil, con una mano descansando so

bre su Tizona. En una ocasion entró un judío en la iglesia del monasterio á ver el cadáver del Cid, y como se hallase solo, dijo para sí: «He aqui el cadáver del famoso Ruy Diaz de Vivar, cuya barba nadie fué osado á tocar en vida: ahora voy á tocarla yo á ver qué me sucede.» Y alargó el brazo, y en el momento envió Dios su espíritu al Cid, el cual con la mano derecha asió el pomo de su Tizona y la sacó un palmo de la vaina. El judío cayỏ trastornado y comenzó á dar espantosos gritos. El abad del monasterio, que predicaba en la plaza, oyó los lamentos, suspendió el sermon y acudió con el pueblo á la iglesia. El judío ya no gritaba, parecia difunto; el abad le roció con unas gotas de agua y le volvió á la vida. El judio conté el milagro, se convirtió á la fé de Cristo, se bautizó, reci bió el nombre de Diego Gil, y entró al servicio de Gil Diaz.

Fuera largo enumerar los prodigios que los romanceros y poetas, y ya no solo poetas y romanceros, sino los venerables monjes de Cardeña aplicaron al Cid en vida y en muerte, y no tan solamente á la persona del héroe, sino á su cadáver, á su féretro, á su cofre, á su tizona, y hasta á su caballo Babieca, que Gil Diaz enterró á la derecha del pórtico del convento, plantando sobre su tumba dos álamos que crecieron enormemente. La historia romancesca del Cid llegó á hacer olvidar su historia verdadera, y ha costado no poco trabajo deslindar la una de la otra, y aun no está de todo punto determinada, y clara la línea que las separa y divide. Sucede ademas que al través de las aventuras bélicas, religiosas, amorosas y caballerescas que los poemas y los cantares han atribuido al Cid, se revela el genio de la edad media: á vueltas

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de estas bellas ficciones, se descubren importantes realidades; los poetas y los monjes habrán inventado las anédotas, pero las anécdotas están basadas sobre el espíritu de la época. De modo que si los anales y las crónicas contienen la historia de los verdaderos sucesos, los poemas, las leyendas, los cantares y las tradiciones desarrollan á nuestra vista el cuadro moral de las pasiones, de las creencias, de los amores, de las luchas políticas, de las costumbres, en fin, que constituian la índole y el genio de la edad media castellana.

sino en vengar aquella afrenta' aunque sobradamente merecida. Despues de la victoria del Cid sobre el rey Bucar, los infantes de Carrion, á quienes tocó una gran parte del botin, manifestaron su deseo de volverse á Carrion con sus esposas. El Cid accedió á ello, y mandó á Felez que los acompañára.

En Molina fueron muy cortesmente recibidos por el rey Abengalvon, aliado del Cid, el cual en la confianza de amigos tuvo la debilidad de enseñar sus tesoros á sus huéspedes. Ellos, correspondiéndole con ingratitud, proyectaron quitarle la vida y riquezas. un moro que entendia el latin les oyó lo que hablaban, y los denuncíó á su rey. Abengalvon les afeó su indigno proceder y alevosos designios, mas por consideracion al Cid los dejó partir libremente. Al llegar á los montes de Corpa, meditaron ejecutar otro proyecto todavía mas horrible que desde Valencia traian. A las orillas de un limpio arroyuelo, que en el bosque hallaron, levantaron sus tiendas, y alli pasaron la noche en brazos de sus esposas. Alamanecer ordenaron á la comitiva que se pusiera en marcha y se fuera delante. Luego que quedaron solos con dona Elvira y doña Sol (que asi llama la leyenda á las hijas del Cid), les intimaron que iban á vengar en ellas los insultos recibidos de los compañeros de su padre cuando la aventura del leon: y desnudándolas de sus vestidos se prepararon á azotarlas con las correas de sus espuelas. Expusiéronles las desgraciadas hermanas que preferirian les cortasen las cabezas con las espadas Colada y Tizona que el Cid les habia dado. Inexorables estuvieron los bárbaros esposos: azotáronlas con correas y espuelas, la sangre corrió de sus cuerpos, y cuando ya el dolor les

Terminaremos esta nota ó apéndice con la célebre aventura de los infantes de Carrion, que tanta popularidad adquirió en España, a pesar de no hallarse apoyada en fundamento alguno histórico que merezca fé. Cuando el Cid conquistó á Valencia, dos caballeros castellanos solicitaron la mano de sus dos hijas Estos dos caballeros eran los condes de Carrion. Omitiendo las negociaciones que al decir del poeta mediaron entre los pretendientes, el rey Alfonso y el Cid, el doble enlace se verificó, aunque con harta repugnancia de este, y los infantes permanecieron durante dos años en Valencia. Estando alli sus yernos, le sucedió al Cid la famosa aventura del leon que se salió de la jaula y puso en consternacion á todos sus caballeros, habiendo sido los de Carrion los que se condujeron mas cobardemente. Cuando el Cid, agarrando al leon por la melena le volvió á encerrar en su jaula, los infantes de Carrion, que se habian escondido, el uno debajo de una cama, el otro tras del buso de un lagar, salieron de sus escondites, pero tuvieron que sufrir la burla y el sarcasmo de los demas caballeros, lo cual los llenó de cólera, y no pensaron

embargó la voz y no podian gritar, las abandonaron á los buitres y á las fieras del bosque.

Lleno de cuidado esperaba Felez Muñoz á la ladera de una montaña, y cuando vió llegar los infantes sin sus esposas, sospechó alguna catástrofe y se volvió al monte, donde halló á sus desventuradas primas casi moribundas. Las llamó por sus nombres, abrieron ellas los ojos, doña Sol le pidió agua, que él le llevó en su sombrero; puso á las dos damas sobre su caballo, las cubrió con su capa, y tomando el caballo de la brida las condnjo á la torre de doña Urraca. Cuando este desaguisado llegó á noticia del Cid, llevó la mano á la barba, y exclamó: «Por esta barba que nadie jamás tocó, los infantes de Carrion no se holgarán de lo que han hecho: en cuanto á mis hijas yo sabré casarlas bien.» Llegaron sus hijas á Valencia, el padre las abrazó tiernamente y volvió á jurar que las casaria bien y que sabria tomar venganza de los de Carrion. Envió, pues, á Muño Gustios á pedir justicia al rey Alfonso de Castilla contra los infantes. Alfonso convocó córtes en Toledo. Los de Carrion pidieron al rey les permitiera no asistir; pero el monarca los obligó á ello. Para intimidar al Cid se presentaron los infantes con gran comitiva y acompañados de García Ordoñez, el mortal enemigo de Ruy Diaz. Alfonso nombró arbitros á los dos condes Enrique

y Ramon. El Cid presentó su querella, y reclamó sus dos espadas Colada y Tizona. Los árbitros aprobaron su demanda, y las dos espadas fueron devueltas al Cid. Despues reclamó las riquezas que había dado á los infantes al partir de Valencia. Hubo algunas dificultades por parte de los de Carrion, pero al fin las restituyeron tambien. Por último, pidió vengar en combate la afrenta que habían hecho á sus hijas. Realizóse el duelo, y los tres campeones del Cid, Pero Bermudez, Martin Antolinez y Muño Gustíos vencieron á los dos infantes y á Asur Gonzalez, y las hijas del Cid se casaron con los infantes de Navarra y Aragon.

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El autor de esta leyenda (que no se halla en historia alguna fidedigna) parece se propuso infamar la familia de los condes de Carrion, aborrecida acaso en Castilla, los Vani Gomez del poema. Ademas, el conde que hubo en Carrion desde 4088 hasta 4147. fué Pedro Ansurez, que no era de la familia de los Gomez, como puede verse en Sandoval, Sota, Moret, Llorente y otros. De la misma manera pudiéramos evidenciar de apócrifas otras muchas anécdotas del Cid, con que no queremos ya fatigar á nuestros lectores, y que puede ver el que guste en el Poema, en los dramas y en las colecciones de romances de Sanchez, de Duran y de Depping.

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Casa Alfonso sus dos hijas Urraca y Teresa con dos condes franceses. -Dales en dote los condados de Galicia y Portugal.-Muerte de la reina Constanza, y matrimonios sucesivos de Alfonso.-La mora Zaida abraza el cristianismo, y se hace reina de Castilla con el nombre de Isabel.-Continúan las guerras de Alfonso con los Almoravides.-Muere Yussuf y su hijo Alí es proclamado emperador de Marruecos y emir de España.-Funesta batalla de Uclés: derrota del ejército castellano, y muerte del príncipe Sancho, único hijo varon de Alfonso.-Sentidos lamentos de este.-Enferma y muere Alfonso VI. de Castilla.-Su elogio.-Sobre las diferentes esposas de este monarca.-Aragon.-Campañas de Sancho Ramirez.-Muere herido de flecha en el sitio de Huesca.-Proclamacion de su hijo don Pedro.-Prosigue el sitio de Huesca.-Gran triunfo de los aragoneses en Alcoráz.-Conquista de Huesca.-Muerte de don Pedro, y sucesion de su hermano don Alfonso.-Cataluña.-Hechos de Berenguer II. el Fratricida.-Sus guerras con el Cid.-Importante conquista de Tarragona.-Acusacion y reto por el fratricidio: su resultado.-Auséntase Berenguer de Cataluña.-Entra á regir el condado Ramon Berenguer III. el Grande.

No habia hecho poco Alfonso de Castilla en irse reponiendo del desastre de Zalaca, hasta el punto de TOMO IV.

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triunfar al poco tiempo de los Almoravides en Aledo, y de poder en 1093 hacer una gloriosa expedicion por Extremadura y Portugal, apoderándose sucesivamente de Santaren, Lisboa y Cintra (". Tanto en Aledo como en la campaña del Algarbe habian hecho importantes servicios al monarca castellano aquellos condes franceses que dijimos habian venido á España con el deseo de tomar parte en la solemne lucha que en nuestra península se sostenia con tanto heroismo en favor de la cristiandad. Habíanle merecido particular predileccion dos caballeros de la ilustre casa de Borgoña, Ramon y Enrique, primo hermanos, y parientes de la reina de Castilla, Constanza, segunda muger de Alfonso VI. (2). De tal modo ganaron estos condes el afecto y la privanza del rey, que en 1092 les dió en matrimonio sus dos hijas Urraca y Teresa. Obtuvo el conde Ramon la mano de Urraca, hija le gítima de Alfonso, habida de su matrimonio con Constanza. Fuele dada á Enrique la otra hija de Alfonso llamada Teresa, nacida de la union declarada ilegítima del rey con Jimena Nuñez. A Urraca y Rai_ mundo les dió el condado de Galicia, á Teresa y Enrique el del territorio que de los moros habia ganado en la Lusitania. Principio fué este de grandes sucesos,

(1) Chron. Lusit. ad ann. 1093. -Id. Conimbric. p. 330.

(2) La reina Constanza era hija de Roberto, duque de Borgoña, y viuda del conde de Chalons. Ramon ó Raimundo era hijo de Gui

llermo de Borgoña, y Enrique lo era de otro Enrique, hermano de aquel, y todos descendientes de Roberto, hermano del rey Enrique II. de Francia.

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