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Orgulloso quedó con este triunfo el aragonés; la destruccion y el pillage señalaban la marcha de su ejército por los pueblos de Castilla; los obispos partidarios de la reina ó eran desterrados ó abandonaban asustados sus sillas, y los templos sufrian las depredaciones de la soldadesca. La reina convocaba á sus parciales; y los próceres gallegos, temerosos de la impetuosidad y pujanza del de Aragon, olvidando al parecer antiguas discordias y agravios, de acuerdo tambien con doña Urraca, realizaron la aclamacion dé su hijo el niño Alfonso Raimundez por rey de Galicia, ungiéndole por su mano en la catedral de Compostela el obispo Diego Gelmirez: despues de lo cual determinaron llevarle á su madre á Castilla, acompañándole el prelado, el conde de Trava y otros muchos señores gallegos con toda la gente armada que pudieron allegar. Noticioso de este suceso el aragonés, salió á encontrar la comitiva del príncipe su entenado, á la cual halló ya del lado de acá de Astorga, en el camino de esta ciudad á Leon. En un pueblo nombrado Viadangos (hoy Villadangos) se trabó un reñido combate entre aragoneses por una parte y leoneses y gallegos por otra. Pugnaron aquellos ferozmente por apoderarse del rey niño, estos por defenderle y ampararle. Vencieron aquellos otra vez, pero en medio de la batalla cogió al tierno monarca el obispo Gelmirez y le salvó llevándole al castillo de Orcillon donde se hallaba su madre. Los demas se

refugiaron á Astorga, donde se hicieron fuertes. La reina y el obispo se fueron por las asperezas de Asturias á Santiago, huyendo de encontrarse con las vencedoras tropas de Aragon, y sufriendo los rigores de un crudísimo invierno (").

Hecho en Galicia un llamamiento á todos los que se les conserváran fielés, pronto pudieron la reina y el obispo salir de nuevo á campaña con mayores fuerzas, marchando en auxilio de los de Astorga, á quienes sitiaba ya el aragonés. Venia ahora como auxiliar de los castellanos y gallegos capitaneando las tropas, el conde Enrique de Portugal que otra vez habia mudado de partido y arrimádose al de la reina de Castilla. Temió Alfonso de Aragon este poderoso refuerzo, levantó el cerco de Astorga y se retiró al castillo de Peñafiel (2), á la parte de Valladolid. Cercá– ronle alli los castellanos, portugueses y gallegos (1112). Durante este sitio ocurrieron graves desavenencias entre doña Urraca, don Enrique de Portugal y su esposa doňa Teresa, la hermana de la de Castilla, que habia acudido alli, y que produjeron entre ellos nuevas y serias escisiones, y la retirada del portugués (3).

(4) Per gravia itinera et labo riosos montes, frigidosque nivibus et glacie præterita hiemis. Hist. Compost. 1. 7.c. 73.

(2) Anal de Sahagun, c. 21. -La Compostelaua dice á Carrion. Seguimos en esto al de Sahagun, que escribia mas cerca del teatro de los sucesos.

(3) ¿Qué movia al de Portugal

á pasarse con tanta frecuencia de uno á otro bando, y que habia ocurrido para que le veamos tan pronto de auxiliar como de enemigo, ya del rey de Aragon, ya del de Galicia, ya de la reina de Castilla? En esta complicadísima madeja de sucesos no es fácil dar cuenta de todos los episodios é incidentes si no se ha de interrum

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Por otra parte la llegada de un legado del papa enviado para poner término á tantos males y llevar á efecto la definitiva separacion de Alfonso y Urraca, dió nuevo rumbo á los negocios, celebrándose por intervencion de los principales señores de Leon y de Castilla una especie de concordia, en que se acordó se hiciese distribucion de castillos y lugares entre el rey y la reina, á condicion de que si el rey perjudicase á la reina y faltase á los pactos la defenderian todos, mas si esta traspasase la convencion, todos favorecerian al rey.

Pronto mostró el aragonés la mala fé con que habia hecho aquel asiento y capitulacion. Apoderábase

pir á cada paso el hilo de la narracion principal. Pero veamos como esplica la versátil conducta de este importante y revoltoso personage un moderno historiador de Portugal, que ha estudiado bien este periodo, como principio que fué de aquel reino.

Despues del triunfo de Alfonso y Enrique en Campo de Espina, el ejército de los dos aliados entró en Sepúlveda. Algunos nobles cas. tellanos á quienes unian lazos de antigua amistad con el portugués, representáronle cuanto mas digno sería de su persona que hiciera causa comun con ellos que con el enemigo de Leon y de Castilla; dijéronle que si tal hiciera le nombrarian gefe de sus tropas é inducirian á la reina á que repartiese con él fraternalmente una parte de los estados de Alfonso VI. Halagaron al ambicioso é inconstante Enrique aquellas razones, y abandonando otra vez el partido

del de Aragon, fué á presentarse á doña Urraca, la cual confirmó las promeras hechas por los barones. Juntos, pues, caminaron á Galicia, y unidos hicieron la espedicion de Astorga y Peñafiel. Sitiando estaban esta villa, cuando llegó al campamento la condesa de Portugal, Teresa, hermana de Urraca y esposa de Enrique, que venia a unirse con su marido. Esta señora, que no cedia ni en amp bicion ni en espíritu de intriga amismo conde, instigóle à que antes de todo exigiese á su hermana la realizacion de la prometida particion de estados, esponiéndole que era una locura estar arriesgando su vida y las de sus soldados en provecho ageno. Dióle Eurique oidos, y comenzó á instar por que se le cumpliese lo pactado. Agregábase a esto que los portugueses nombraban á doña Teresa con el título de reina, todo lo cual ofendia el amor propio do

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de los castillos y lugares que en la concordia habian tocado á la reina, y propasóse hasta querer lanzarla del reino. Ofendidos de esto los castellanos, y acordándose de que doña Urraca, á vueltas de sus flaquezas y defectos, era su reina legítima, y considerando ademas que don Alfonso era el quebrantador del pacto, declaráronse en favor de ella, y obligaron al aragonés á abandonar la Tierra de Campos, y refugiarse en el castillo de Burgos. Alentada la reina, y protegida por fuerzas de Galicia, marchó allá en persona contra don Alfonso, y con tan feliz éxito que se vió este forzado á rendir el castillo y á retirarse á sus estados. Todavía desde alli se atrevió á enviar emba

doña Urraca como reina y como muger, y en su resentimiento púsose en secretas inteligencias con Alfonso, y levantando el cerco con pretesto do satisfacer las pretensiones de Enrique y de Teresa, se encaminó con ellos á Palencia. Hizose alli, por lo menos nominalmente, la particion prometida. Solo se le entregó el castillo de Cea, y con respecto á Zamora, que era una de las ciudades mas importantes que tocaban á Enrique, determinose que fuera á recobrarla con tropas de la reina. Pero esta previno secretamente á sus caballeros que, tomada que fuese la ciudad, no se la entregasen. Con esto se encaminaron las dos hermanas á Sahagun, cuyos habitantes eran parciales del aragonós. Doña Urraca se separó alli de su hermana, dejándola en el monasterio, contra cuyos monjes, como señores de la villa, abrigaban ódio grande los del pueblo, y

ella se fué á Leon. Fáciles de imaginar cuál seria la indignacion de don Enrique cuando supo el desleal comportamiento de la reina de Castilla, su cuñada, y cuando vió de esta manera fallidos todos sus proyectos. Entonces resolvió hacer á un tiempo la guerra á los dos reyes. Cuando despues se juntaron Alfonso y Urraca en Carrion, Enrique fué á poner sitio a la villa; mas por causas que la historia no declara, acaso porque viese malparada la suya, retiróse el portugués con los nobles que le seguian. Todavía continuó por algun tiempo en su política incierta y versátil este conde, sin renunciar nunca á sus ambiciosos planes y á sus sueños de dominacion en Castilla, hasta que la muerte atajó unos y otros en 1." de mayo de 4444 en Astorga.-Anónimo de Sahagun.-Hercul. Hist. de Portugal, lib. L.

jadores á Castilla, solicitando volver á unirse con la reina y prometiendo ser fiel cumplidor de los pactos, y todavía los castellanos se inclinaban á complacerle en obsequio á la paz, que tal era el ánsia de quietud que tenian. Merced á la enérgica oposicion que hizo el obispo de Santiago á que reanudára un matrimonio declara

do ya por el papa incestuoso y nulo, fué desechada la propuesta de Alfonso. Tan obcecados estaban algunos que la oposicion de Gelmirez le puso á riesgo de perder la vida despues de ser insultado. La reina fué la que se le mostró mas agradecida, y en su virtud hizo con el prelado un pacto de estrechísima alianza (junio de 1113.) Sin embargo la declaracion solemne y formal de la nulidad del matrimonio solo se hizo algunos meses más adelante en un concilio celebrado en Palencia, promovido por el arzobispo de Toledo don Bernardo y presidido por el legado del pontífice Pascual II.

Muy lejos estuvieron de terminar por esto los disturbios, las calamidades, las intrigas, las miserias, las ambiciones, los atentados, las deslealtades, inconsecuencias, excesos, venganzas y desmanes de todo género á que estaba destinada la monarquía castellano-leonesa en este malhadado período. Aparte de no haber cesado las pretensiones del de Aragon, de haber quedado ocupadas muchas plazas por guarniciones aragonesas y de alzarse todavía bandos y sublevaciones en favor de aquel monarca, ó tomándole al

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